Primer ruedo al terreno de Arborlon, desde primera hora de la mañana me había empeñado en conseguir algo de ganancias respecto a la última charla que tuve junto a mi padre. No iba a engañarme, estaba algo nerviosa pero era consciente de que estaba más que preparada para ello.
Me coloqué el pelo hacia un lado, cogiendo uno de los mechones sobrantes para hacerme una trenza, después agarré las dagas que tenía sobre la mesa guardándolas, una sobre mi tobillo, otra sobre el bolsillo de atrás derecho y la última en una de mis muñecas para tener un acceso rápido a ella. Al fin y al cabo nunca se sabía que podía pasar por estos lares. Al terminar me acerqué hasta mi caballo, el cual tenía un cariño algo especial. Desde que me uní a la aldea había pasado conmigo toda mi historia como iniciación a los Rovers. Aunque eso no significaba que tuviera un nombre, era uno de los conceptos estúpidos que no lograba entender, el etiquetar a un animal mediante un nombre llegaba a hacerlo ridículo y para mí, no era una simple mascota. Ya encima del caballo pude mirar desde arriba de él cómo los niños de género masculino ya habían comenzado a entrenar mientras que las pocas mujeres que habitaban nuestro clan se ocupaban de trabajar en lavar la ropa en los ríos, cocinar para los hombres o incluso ser sus esclavas sexuales. Todavía recuerdo la primera vez que tuve que sufrir cómo por la noche uno de los hombres de mi padre intentó colocarme sus huevos en mi cara; creo que fue la última vez que los volvió a ver. Realmente no me gustaba tener que levantarme cada mañana y observar el mismo panorama día tras día, pero tampoco podía culparlas, ninguna tenía el valor suficiente de defenderse y quizás por eso mismo ahora yo esté en la posición que he merecido. Comencé a galopar hacia una de las zonas residenciales del bosque, según pude explorar por esa zona únicamente estaba habitada de elfos, concretamente personas entradas en edad que tenían un horario de trabajo campesino que me permitía robarles con cierta facilidad aunque probablemente no tendrían muchas cosas de valor pero me encargaría de buscar hasta en los escondrijos más complicados para encontrar hasta la última joya que tuvieran. Sus casas estaban hechas de madera, en una escultura algo parecida a una concha de mar o… ¿algo parecido? En resumen, eran muy raras. Como son los elfos al fin y al cabo. Pero lo que más curiosidad me atraía era cómo conseguían mantenerlas enganchadas a un tronco de un árbol. Eran como cinco casas de madera tintadas de blanco, con una pequeña escalerita que daba acceso a su subida por detrás. Cuando llegué todo parecía andar según lo planeado, dejé el caballo cerca de la primera casa por si en algún momento tendría que preparar mi huída y forcé la cerradura de la puerta. Mi instinto fue directamente hacia la cómoda que tenían al lado de la cama, junto a una foto encima de ella de la pareja feliz de viejitos que vivían aquí. La verdad es que eran muy monos con sus arrugas. Tiré la foto encima de la cama para abrir cada cajón y encontrarme poco más de algunas monedas, después me acerqué hasta una caja bastante sospechosa que estaba detrás de la puerta que había pasado desapercibida al entrar, primer fallo de la mañana. Destapándola descubrí dentro varias pequeñas cajas que di por supuesto que era dónde estarían los objetos de más valor y tuve mi acierto pero al destapar una caja más alargada que las anteriores pude ver un colgante que me llamó la atención. La cuerda estaba hecha de un hilo especial que tenía constancia de que sólo lo tallaban los trabajadores de palacio pero lo que hacía peculiar a esto era el metal en forma de espiral. A mí no me gustaba nada relacionado con los elfos, su historia, sus orejas, su arte… pero estaba segura de que a una persona le haría cierta ilusión porque tenía más que curiosidad sobre ellos. ¿Quién lo iba a decir? Un Rover que le gustaran los elfos, si esto se supiera probablemente acabaría con un buen castigo como parte de su reclutamiento pero eso era un secreto entre él y yo. Dejé la casa como estaba, volví a colocar la foto en su lugar y salí de allí porque el tiempo ya se me estaba echando encima. Mientras iba de camino de vuelta a la aldea me guardé la caja del colgante en uno de los bolsillos de la bolsa de piel que llevaba para guardar todo lo encontrado. Sabía que si mi padre descubría esa pequeña reliquia querría hacerse con ella así que tendría que tener más cuidado que el de costumbre por lo que nada más llegar y atar el caballo a uno de los postes me dirigí hacia el campo de entrenamiento en busca de Quentin. Q, era un niño de 15 años, tenía el pelo relativamente corto, una escultura algo fuerte para los niños de su edad pero su mayor habilidad era la facilidad que tenía para trepar. Castaño y un poco más moreno de piel incluso que yo, con los ojos color avellana y una frente más grande de lo común con la que yo me metía siempre para hacerle de rabiar. Dentro de pocos días llegaría su cumpleaños y con ello el empezar a salir a los bosques junto a las demás tropas para que comience a enfrentarse a la realidad que había allí fuera. Y yo estaba preocupada, porque no podía hacerme cargo de él, era como un hermano pequeño para mí, me veía reflejada constantemente en sus acciones pero sobre todo por la historia que tenía respecto a su familia. Por eso era el regalo del colgante, sabía que le iba a hacer mucha ilusión, además, que nunca había tenido un detalle con él. Me acerqué por detrás de las esculturas a las que estaba golpeando con una espada y cuando iba a dar el próximo golpe saqué dos de mis dagas juntándolas por encima de mi cabeza, parando así el golpe que iba contra la madera. - ¡Qué haces! ¿Estás loca? ¡Podría haberte matado! –Comentó Q mientras retiraba su espada, alzando la voz más de lo que debería haber hecho, porque había llamado la atención de varios instructores.- - ¿Quieres bajar la voz, renacuajo? Además, si atacas con las dos manos sobre la espada y con los pies juntos lo único que haces es perder fuerza y una mano más con la que defenderte por si te atacan por el costado. Nada más terminar la frase bajé mis dagas y en un rápido movimiento golpeé el lado derecho de su cadera, dando él un traspié hacia atrás que por poco hace que se cayera. No pude evitar que en mi rostro se formara una pequeña sonrisa con algo de malicia, negando varias veces con la cabeza viendo como el rostro de él se había vuelto completamente serio, cruzándose de brazos y mirándome con los ojos entrecerrados. Me descolgué la bolsa para buscar la caja con el colgante y ponerla sobre sus manos, imitando ahora yo el gesto último que él había tenido. - Es tu regalo por tus 16 años, aunque todavía no los hayas cumplido. Tendrás que ocultarlo siempre, sabes que aquí las cosas de valor únicamente se venden. Acercándome a él me puse a su lado para ver de cerca la reacción que tenía nada más abrir el regalo. Sus ojos se volvieron algo más brillantes de lo normal, mirándome como un bobo intentó acercarse para abrazarme pero terminó en un amago, sabía que no me gustaban ese tipo de carantoñas. - Muchas gracias Eretria, lo esconderé bajo la ropa. Cogí el colgante, poniéndome detrás de él para engancharlo sobre su cuello, realmente le quedaba bastante bien, hasta podría pasar por elfo si tuviera un gorro con el que taparse las orejas. - No es nada, te encantan estas cosas de los elfos así que siendo tu cumpleaños más especial tenía que hacerte un regalo que equivaliera al gran momento. Ahora sigue entrenando antes de que te regañen por mi culpa, voy a ver a mi padre. Puse mi mano sobre su pelo para revolverlo, cogiendo la bolsa antes de irme y sonriendo ante su gruñido en forma de quejido. Por suerte ahora nadie estaría en reunión con Cephelo porque la mayoría estaría cazando o robando. Entré en la tienda y saqué las monedas de la bolsa junto a las otras joyas. Mi padre las apartó hacia un lado haciéndome una seña para que me sentara y así hice. - Acaban de informarme de que mañana algunas personas del palacio se pasarán por la parte oeste del bosque y quiero que tú comandes la misión. –Sus palabras fueron claras y concisas, no titubeó en ningún momento, era consciente de que estaba mandando a su hija a una de las misiones con más ganancias que pudiera obtener en todo el mes, pero a su vez también una con más riesgo que cualquiera.- - Si es lo que quieres, ¿podré elegir qué hombres me acompañarán? Todo eran peticiones cuando hablabas con él, si alzabas la voz o incluso le hablabas con autoridad podrías pasarte el resto de la semana sin comer aunque por suerte conmigo no hacía eso pero tampoco significaba que no tuviera que cumplir sus normas. Asintió con la cabeza y acercó una de sus manos para agarrar la mía, mirándome fijamente a los ojos sin pestañear en ningún momento por lo que mantuve su mirada esperando sus palabras. - Si te atrapan, ya sabes lo que tienes que hacer. Y sí, era consciente de que intentarían sacarme la mayor información posible pero ante esa posibilidad la única forma de evitar sus torturas sería suicidándome. ***** ¿Qué pronto el segundo capítulo, no? Pues sí, la verdad es que tenía ganas de escribir y como el primero fue bastante corto pues tenía que compensarlo de alguna forma. Me gustaría que me comentárais que os está pareciendo, sé que todavía no ha empezado la acción porque tengo la necesidad de explicar primero el entorno en el que se rodea Eretria para que entendáis el por qué de sus acciones. Pero parece que tiene su punto débil. ¿Qué me decís de Q? Es muy mono. Os dejo como regalo un gif de él.
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