Post de Naiara Salinas «El ritmo es algo que se tiene o no se tiene, pero cuando lo tienes, lo tienes todo». Dijo el llamado por la historia el «rey del rock». Afirmación (sentencia según se mire) que de hecho también es aplicable al artífice de su biopic, cuyo estilo histriónico, excesivo y espectacular no se ha perdido en la (casi) década que separa uno de sus últimos grandes largometrajes (El gran Gatsby) de este. Elvis despidió el pasado festival de Cannes por todo lo alto y hace solo unos días que llegó a la cartelera internacional. ¿Tendrá la misma acogida? Tiempo al tiempo. De momento esto os puedo contar sin spoilers. Leyendas del espectáculo Tratándose de una biografía supongo que la trama no tiene mayor misterio. Lo interesante es el punto de vista que adopta, pues eligen para narrárnosla a nadie más ni nadie menos que el coronel Tom Parker, un mánager estafador de cuidado que orientó la carrera del cantante durante buena parte de su vida (si no toda). ¿El propósito? No será desmentirlo a él como «el malo de la historia» en sus horas bajas (a pesar de ser su intención original), sino presentar el desarrollo de un joven «perdido» hasta que se encuentra a sí mismo. Por tanto, en algún momento del relato esa perspectiva que se vendía como muy cerrada se termina abriendo y la primera persona se difumina con la tercera, la objetiva..., que en realidad también es engañina, porque pertenece al director, que pone todo su lenguaje al servicio del protagonista. Así pues, ¿podemos afirmar realmente que Parker cuenta esta historia... o lo hace Elvis? La respuesta es sencilla: Baz Luhrmann es quien maneja los hilos de ambos en todo momento, como buenamente hizo en Moulin Rouge y El gran Gatsby. Es propio de él escoger a un personaje para que sea el transmisor del mensaje, alguien que de el pistoletazo de salida, pero es un director tan presente en sus largometrajes que, al final, con lo que una se queda es con la forma mediante la cual ha contado su historia. Este caso me lleva a volver a lo de la estafa, pues, como buen biopic, uno de los temas explorados es el de la identidad. ¿Quién es Elvis? ¿Quién es Tom? ¿Podemos conocer a uno a través del otro? Negativo, porque uno tendrá la visión idealizada y el otro, la endiablada. En el caso de Tom, además, tenemos el hecho de que su origen es muy hermético per se; ningún personaje se puede jactar de conocerlo a fondo porque siempre juega al engaño, es un superviviente de labia viperina que conquista por medio de promesas, como el estrellato que desea Elvis. Las promesas son sueños y Luhrmann se recrea en ellos tomando la figura completa del cantante y ensalzándola con un montaje mega cargado de «brilli brilli» que intenta equilibrar y humanizar con imágenes reales de Presley y sus allegados. En el escenario, Luhrmann y Elvis prácticamente se mimetizan y derrochan expresionismo (ellos, intensitos), lo cual convierte al director en la mejor elección para la tarea de llevar al cine la vida de este personaje tan peculiar, carismático y problemático como tantos otros antes, a la par que y después de él. No por ello Parker queda relegado, sino que Luhrmann consigue que se convenza de que su fantasía es una realidad y su niño prodigio come y bebe de todo el oasis que él le proporciona. Ambos son soñadores natos; la diferencia es que uno engaña y el otro se deja engañar. La catapulta de Austin Butler Ya hemos hablado del director y cómo su enfoque contribuye a la personalidad del filme entero y sus protagonistas. Ahora completemos el cuadro hablando del currazo de los actores, donde destaca el esfuerzo de un Butler que está llamado a seguir los pasos de otros (Rami Malek, ejem) con un pie en el escalón hacia el hombrecillo dorado el año que viene. Antes de eso, su trayectoria había quedado en la sombra, interpretando casi siempre papeles secundarios (solo un protagonista destacado a nivel internacional en Las crónicas de Shannara), aunque en producciones de alto coste. Butler ha estado muy presente en la ficción de la ultima década, pero si no le conocías, tras esta película no volverás a olvidar ni su nombre ni su cara. Su presencia tanto aquí como en Dune parte 2 y en Masters of the Air (donde repite con Hanks, quien ejerce de productor) le garantizan un porvenir tan bueno como el de Elvis. Tiene gracia que el cantante mencione a James Dean como modelo, porque esa es la imagen que da Butler, como todo un rebelde que tiene clara su meta, pero se va transformando a medida que avanza el filme. Lo curioso es que no es un seductor hábil hasta el segundo acto. Este Elvis arrolla tanto como se encoge, es un ser imperfecto deseoso de amor que sitúa el respeto por delante. Insistiendo en el idealismo de su imagen, una de las frases que suelta Parker en un momento del tercer acto dice que la causa de su muerte fue el amor que sentía por todo ese mundo, sus fans... (esa escena me recordó al final del King Kong de Peter Jackson, la verdad). Es increíble que Butler se entregara tanto a su rol como el propio Elvis (hasta en el hospital acabó el pobre de tanto jugar con las caderas), con un vozarrón que parecía sacado de una grabación original (pero no, él solito lo logró). Y de Hanks qué voy a decir: él siempre será un dios de la interpretación para mí. La forma en que aborda a Parker es alucinante: consigue que desprecies al personaje y, ayudado por una más que óptima caracterización, te olvides de quién lo interpreta. Una fórmula que empieza a desgastarse Puede que aquí sí incluya ciertos spoilers (nunca está de más avisar, por si acaso). Me gustaría concluir con una notaza tras tantas alabanzas al trabajo del equipo, pero, una vez enfriada la cosa, lo cierto es que la película no me causó la emoción suficiente como para imitar al público de Cannes y levantarme aplaudiendo. Dicen que los excesos son malos y a este largometraje le achaco para empezar un tiempo tan alargado que provoca la pérdida de fuerza en todo el brilli brilli hasta que consigue remontar con la última actuación. Sí, confieso que miré el reloj un par de veces, por muy embobada que estuviera con Butler. El segundo exceso es crítico para con Hollywood, no esta peli necesariamente, y es que dentro de la estructura del género no innova ni siquiera un poco. Cualquiera pensaría, a raíz de esta moda, que si eres un cantante famoso nacido en el siglo XX, tu vida ya está predefinida: no puede faltar la esposa comprometida con la causa hasta que se harta de ser el segundo plato y se marcha; el mánager malvado que se aprovecha del talento del cantante para exprimir su éxito hasta la última moneda (capitalismo, yujuuu); drogas, alcohol, escándalos... El salseo que vende, aunque no por hundir al músico en su propia historia vas a acabar con su imagen, ya que la condecoras fotogramas más tarde haciendo que se levante. ¿Qué quiero decir con esto? Que la película es totalmente predecible, independientemente de si conoces esa información o no. Y eso la vuelve un poco aburrida. Esa trama ya se vendió muy bien en Bohemian Rhapsody, Rocketman y Respect (bueno, en esta última no tan bien). Elvis consigue tomar lo mejor de las dos primeras (la interpretación, la BSO, el montaje y la fotografía), pero se vuelve tan repetitiva y tediosa como la tercera. Una vez genial; dos, un gozo, pero a partir de la tercera acabas por identificar un subgénero nuevo y quizá a exigir algo más. Es en este momento cuando la personalidad del director marca la diferencia, porque sin su toque a lo mejor seguiríamos vitoreando a Butler y a Hanks, pero el blockbuster se quedaría súper vacío, sin alma. Ni siquiera aprovecha las pocas ocasiones que tiene de desarrollar a algunos secundarios que solo están de paso y son aplastados sin tapujos por el rey del rock. Conclusión
Con los directores que son muy suyos sucede que o te gustan o no te gustan. Por mi parte no estoy en contra de Luhrmann, pero hubiese preferido que arriesgara más en ciertos tramos para evitar convertirse del todo en un cliché de sí mismo. O, ya de paso, la propia película. Dexter Fletcher filmó dos biopics de cantautores muy distintos a pesar de su parecido porque aplicó técnicas diferentes, por ejemplo. O, si no hay innovación, al menos un recorte de tomas: para contar la misma historia no necesito ver todos los detalles, aunque bien es cierto que cada biopic incide en la relación del protagonista con alguien importante de su vida: su padre, su madre, su novia, su marido abusador, su mánager... Secundarios perfilados para o bien justificar la personalidad del famoso o bien alimentar o humanizar el mito en torno a él. Ya quisiera yo conocer la historia de la mujer de X para la próxima. En fin, no salí convencida de que hubiera visto la mejor peli «musical» del año, aunque gustarme me gustó. Nominable, pero no vencedora. Le doy un 8. Lo mejor: Butler y Hanks, la breve aportación de Priscilla, los números y arreglos musicales y el toque Luhrmann. Lo peor: le quitas lo mejor y no tiene nada que merezca la pena, tan solo otro artista venerado por Hollywood.
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Agosto 2023
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