Post de Naiara Salinas Un año más es San Valentín, y mientras que en 2020 aún podíamos hacer algo más que soñar con citas, paseos románticos y mucho contacto físico, este no nos queda más remedio que vivirlo a través de las películas y las series. Por suerte, no han faltado estrenos, y las últimas películas que he visto conforman por sí solas una nueva temática que ya bauticé en Twitter como "Historia de un matrimonio 2.0". Yo quería un maratón sobre relaciones, pero no me esperaba tanta conexión, así que al final esta es la historia de un maratón accidental y estas son las protagonistas: Confinados: historia de un matrimonio en cuarentena Estrenada en HBO, esta es la historia de Linda (Anne Hathway) y Paxton (Chiwetel Eijofor), una pareja que nos representa a todos lidiando con el último año, encerrados en casa y viendo cómo el mundo se tuerce. Linda al menos aún conserva su trabajo en una agencia, mientras que Paxton lo pierde. Lo que al principio se antoja como un relato costumbrista sobre un matrimonio en su rutina casera pronto cobra un giro de guion estrambótico cuando ambos deciden planificar un robo de diamantes de los almacenes Harrods, aprovechando que, por supuesto, todo el mundo está en casa. Esta forma parte de una serie de estrenos que en los últimos meses han ido ganando fuerza (y muchos más que vendrán): se ruedan en pleno confinamiento, con cada uno siendo director de su escena, casi, y puede que improvisando muchos diálogos para añadirle ese toque natural de una conversación por Zoom. Linda es la protagonista de esas sesiones, mientras que a través de Paxton asistimos a la conexión con el mundo real fuera de esas cuatro paredes. Ella es la típica mujer entregada a su trabajo en medio de una pandemia; él, el típico que alegra y distrae a los vecinos con sermones y actuaciones que acaban colgados en las redes como un ejemplo a seguir para levantar el ánimo. Pero lo que interesa es la química entre ambos, resquebrajada por un distanciamiento influenciado inevitablemente por su diferencia de suerte y su acompañamiento diario obligatorio (¿sabéis lo de "el roce hace el cariño"? Pues la convivencia puede dar asco si se prolonga tanto tiempo). Irónicamente, el robo es el mejor plan que tienen para reconectar y salvar su matrimonio. Cualquiera pensaría tras Ocean's 8 que Anne Hathaway está muy bien entrenada para la tarea y así es. No obstante, lejos de ser la comedia alocada que esperaba, la acción transcurre con bastante normalidad, despegada de ese ritmo que la aligerar. Al final sí acaba teniendo una presentación muy costumbrista, en un guion más soso del que cabría imaginar con semejante argumento, al que no le hacía falta ser otro Ocean's pero sí hubiese podido divertir mucho más (la idea de cometer un robo por desesperación y porque es factible, pensando desde la realidad pandémica, no es tan inverosímil. Me pregunto a cuántos se les pasó esto por la mente en la primavera pasada). No le vi tanta gracia (salvo por el reconocimiento de las nuevas "tradiciones", como hablar con los vecinos, el distanciamiento social, la mala conexión del WiFi y las mascarillas). Le doy un 5. Los últimos cinco años: historia de un matrimonio, el musical Esta historia tiene varias cosas en común con la anterior y al mismo tiempo es antítesis. De hecho, huelga decir que si existe un largometraje más adecuado con el que compararla es La La Land: no en vano ambos son musicales... sobre una pareja con pasiones artísticas. Los últimos cinco años puede verse en Amazon Prime. Nos traslada a Nueva York y nos presenta a Jamie (Jeremy Jordan), un aspirante a escritor, y a Cathy (Ann Kendrick), una aspirante a actriz. Ambos se conocen en la flor de la juventud y comienzan una relación mientras van a la caza de sus sueños. Al principio todo progresa adecuadamente, con el enamoramiento en auge, pero llega a un punto de inconformismo no previsto (por ellos). Este formaba parte de una larga lista de musicales de Broadway y el West End de Londres que tristemente desconocía, así que me animé a verlo tras oír las canciones más famosas y conocer al reparto. La historia no me motivaba tanto (en el sentido de que la encontraba repetitiva), aunque contiene un rasgo estructural que me llamó la atención, ya que la trama comienza cinco años después del inicio de la relación, cuando todo está a punto de romperse definitivamente y Cathy echa la vista atrás, a los hermosos inicios. Es decir, es un personaje que se ha perdido en los sueños del pasado, cuando todo era esperanzador, mientras que Jamie es un chico seguro encaminado con ánimo hacia el futuro, donde sabe que le aguarda el éxito. Esta diferencia de puntos de vista es lo que ocasiona esa brecha entre ambos que tratan de salvar, aparte de enriquecer el relato e inclinar la balanza hacia uno de ellos, una conclusión que me guardo para que la podáis descubrir viendo el filme. Se trata de una adaptación que aprovecha con efectividad los recursos cinematográficos mientras conserva el estilo del libreto, donde el 95% es cantado. Tanto por los saltos temporales como por el dinamismo del montaje, la idea casa con el formato cinematográfico, aunque tiene la pega de que no todas las canciones son especialmente interesantes o, más bien, se quedan en un tono muy homogéneo, con excepciones (a pesar de que las voces de Jordan y Kendrick, dos experimentados en musicales, sean muy dignas). Y son cinco años que se sienten en esos 94 minutos. Aun así, la recomiendo porque su planteamiento es interesante, menos espectacular que el filme de Damien Chazelle, pero más sentimental e instrospectivo, una exploración de una pareja en torno a sus objetivos, un confrontamiento entre lo que esperaban que sería y lo que ha sido realmente. Ellos dos no decepcionan en este aspecto, son buenos intérpretes de todo el repertorio. La gran canción para mí es "If I didn't believe in you", aunque "Schmuel's song", "Moving too fast", "A summer in Ohio" y "See, I'm smiling" también se llevan la palma (por interpretación, letra, ritmo y escena en general). Os animo también a buscar las versiones teatrales (de hecho es un musical tan famoso que no me explico cómo lo he ignorado tantos años. No hay perdón para mí). Le granjeo un 7. Malcolm & Marie: historia de un matrimonio en potencia si no siguen el ejemplo anterior Con esta cerramos el triángulo de plataformas digitales trasladándonos al reino de Netflix. Mucho he estado reflexionando acerca de lo que se contó en este largometraje con una técnica muy clásica y muy indie. Si en Los últimos cinco años se concentran cinco años en 94 minutos, aquí estamos 106 minutos asistiendo a una discusión entre un director de cine (John David Washington) y su novia modelo (Zendaya) después de asistir a la premiere de la película del primero y recibir las primeras críticas con ansiedad. Para mí, la película funciona porque se construye a partir de dos perfiles con mucha rabia interna, muchos personal issues, que son un aliciente para lucir interpretación y escupir todas las críticas que quepan en un guion de por sí muy crítico que no parece dispuesto a perdonar a ningún crítico (sí, así de redondo es). Esta, como dato, también fue rodada en plena cuarentena. Es una película muy negra, no por sus protagonistas ni por su director, ni siquiera por el filtro en blanco y negro presente en todo el metraje, sino por los conflictos que destaca, su visión negativa y el pozo en el que los personajes no están dispuestos a asumir que se encuentran. El guion es una batalla dialéctica entre Malcolm y Marie, dos fuerzas que corren el peligro de arrasar a la otra si no miden sus palabras en medio de una decepción continua, porque Malcolm no obtiene el triunfo esperado (aunque sabe que lo tendrá) y Marie se siente una segunda de abordo y una utilizada para ese trabajo. Ambos se echan en cara sus sueños frustrados (por lo que podría ser otra Los últimos cinco años, pero por suerte no se queda ahí, porque, al contrario que Cathy y Jamie, no se distancian por sus carreras, sino que su pelea es un cobro de deuda, un "tú no estarías aquí de no ser por mí"). La pelea se prolonga como una montaña rusa durante casi toda la noche posterior al estreno, más tiempo del que cualquiera soportaría en el caso de encontrarse con ellos en ese espacio cerrado con mucho ventanal transparente que casi parece una metáfora de la desnudez de estos individuos conforme transcurre la trama (y, de hecho, se vuelve muy cansino tras la primera hora, pero se aguanta porque los dos están muy metidos en su papel y hay cierta hipnosis en ello). Estos personajes no reflexionan sobre su situación como en los otros casos: prácticamente se gritan el uno al otro su opinión, siendo un "matrimonio perfecto" incluso sin estar casados. Se trata de una acumulación de tensión que nos es invisible a los ojos, por cuanto que asistimos al momento justo en que estalla todo. Lo que la cámara nos muestra es el después, el avance de esa pelea, los momentos de calma y meditación en soledad, más la conclusión. Se echan todas las mierdas que no se han echado en muchísimo tiempo y encuentran la paz, más o menos. Lo que la distingue como una cinta de pandemia es todo lo que aprovecha el director para vomitar sobre toda esa nueva moda sensiblera de la corrección política muy penetrada en la prensa y, en concreto, en los críticos de cine. Prácticamente, escribir sobre esta película o comentarla es como tirarse piedras al propio tejado y esa ironía es lo que a mí me acabó atrayendo, porque tampoco sabía muy bien qué esperar de ella. Mola mucho cuando el cine es (auto)crítico, qué queréis que os diga. Su minimalismo de elementos (espacio, música, actores y acción), además, la convierten en una opción SÚPER idónea para el teatro (paradójicamente si tenemos en cuenta el filme anterior). Le doy un 7,5.
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Agosto 2023
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