Post de Naiara Salinas Tenía todas las papeletas para colarse en aquella ceremonia de los Oscar de... 2013-2014: guion basado en hechos reales sobre un asunto peliagudo destinado a poner a prueba nuestra moralidad, buen protagonista (el querido Benedict Cumberbatch, ni más ni menos), buen diseño de producción... Y sin embargo, la cosa no salió como se esperaba. Bill Condon, el padre de la actual La bella y la bestia, no obtuvo mucho reconocimiento con este trabajo. Pero dio la casualidad de que un bonito día de esta semana lo descubrí, y supe de inmediato que tenía que dárselo a conocer a mis seguidores. Preparaos para alejaros del mundo fantástico de Disney y adentraros... en esta espiral de realidades cibernéticas. El quinto poder narra los vaivenes a los que se enfrentó Julian Assange, creador de la web popular WikiLeaks, durante los primeros años de difusión de noticias sobre corrupciones y asuntos extraoficiales de todos los gobiernos del mundo. Todo comienza cuando un informático de formación periodística, Daniel Domscheit-Berg (o Daniel Schmit, su alias) , se alía con Assange para manejar la red de datos y proteger las fuentes de donde llega la información, así como ayudar en la investigación. Entre los dos no tardan nada en hackear sistemas y sumar colaboradores, llamando la atención de los medios de comunicación internacionales y... del alto mando. Cuando el Gobierno tome represalias, ambos tendrán que apoyarse en su equipo y en algunos aliados periodistas, pero con un ente tan indescifrable e imprevisible como Assange la lealtad se pondrá a prueba. ¿Cuál es el precio por la libertad de expresión? Como he dicho, el argumento nos muestra elementos muy oscarizables, pero aun más interesante que la repercusión de la película es la repercusión real de un sitio web como WikiLeaks, que existe todavía y sigue actualizándose con información y protestas de muchos casos llevados también al cine, como el de Edward Snowden. Buena parte del mensaje de El quinto poder se apoya en la efectividad de Internet para transmitir y encriptar la verdad, esto es: cómo el anonimato de una pantalla facilita tanto el engaño como la sinceridad sin temor a las consecuencias, ya que hasta cierto punto existe un control sobre esos datos y cuando no lo tenemos nosotros se trata de organismos piratas encargados de difundirlos al resto de usuarios para eliminar ese anonimato. Tal y como afirma un periodista de The Guardian (interpretado por David Thewlis), eso es otra forma de poder. En el filme Julian Assange controla su red creándose correos falsos con multitud de identidades que trabajan como si fueran un equipo, aunque solo dirige él, pues el informador, matemático de formación, solo se fía de las máquinas y de sí mismo. El debate que crea el guion respecto a esto también me resulta interesante por lo que he comentado antes: las máquinas funcionan con códigos y las personas, con sentimientos. Una máquina nunca querrá vengarse, pero la controla una persona, así que ¿hasta qué punto puedes fiarte de lo que cuentas y lo que muestras? Sin embargo, Assange asegura que cuando la gente tiene garantizada la protección confiesa cualquier cosa, y en eso se basa su web. Cierto es que el conocimiento es poder, pero, como diría Spiderman, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y aquí se abre el siguiente debate: qué hacer con toda la información. Para Assange la respuesta es clara: difundirla. En eso se basa el periodismo después de todo, en dar a conocer los hechos tal cual han sucedido, sin tergiversar nada. ¿Es eso cierto? Cualquiera diría que en el momento en que un medio se afilia a una ideología política condiciona su contenido. Eso no cabe en WikiLeaks, que es la principal razón por la que acaba teniendo éxito: lo que le faltaba al mundo era un informador imparcial, objetivo y con elevada moralidad y sentido de la libertad de expresión. Por tanto, Julian no solo se convierte en objeto de admiración para el público sino también para el resto de publicaciones. Ahora bien, la libertad viene con un precio, el caos. Cuando la gente lo sabe todo y aparentemente no hay espacio para los secretos ni la intimidad lo que surge es una anarquía y represalias por parte de los afectados. Julian maneja el cotarro sin ningún cuidado al respecto, mientras que su socio se preocupa por los demás. De nuevo, una cita literal del filme: "No es una fuente, es el líder de un imperio mediático del que nadie es responsable". En el largometraje, por tanto, no veremos la historia de cómo se fundó WikiLeaks. No es La red social. Tampoco un biopic fiel de Julian (ya sabéis, Hollywood), sino la construcción de un debate político-social que alcanza toda clase de esferas y que acabará dividiendo a los socios dirigentes. Daniel es un ciudadano común que además de su trabajo tiene una novia. Él confía en las personas, cree que la base de la comunicación es socializar cara a cara. De no ser por él Julian no vería su equipo aumentado. Por el contrario, Assange, más máquina que hombre, cree que el compromiso con la labor es la base del éxito y que poder llegar a él solo hará que nadie le traicione si las cosas se vienen abajo. Todo eso de "El fin justifica los medios" y "Por el bien común" le es bastante aplicable. Que alguien así se convierta en viral puede traer fatales consecuencias si otro usuario decide imitarle a las malas. El guion juega mucho con el término "transparente"; los personajes lo mencionan en alusión a las noticias y los gobiernos por lo que "deberían ser". No obstante, el diseño y los ordenadores no muestran una pantalla clara con lenguaje universal sino encriptado, cibernético, lo que para un espectador ignorante supone fiarse más de los personajes con el objetivo de seguir el hilo, los cuales, para considerarse divulgadores de la verdad, tienen bastantes secretos. O más bien, Julian los tiene. Y no permite, ni en el filme ni en la vida real, que nadie los descubra. Ni siquiera por qué tiene el pelo blanco (una de las gracias es que va cambiando esa historia conforme desea enseñar una nueva lección). La elección de Cumberbatch para interpretar a este tipo enigmático no sorprende, se amolda mucho a su trayectoria. En general el reparto es de alto nivel, y el comprender cómo funciona el manejo de la información mundial, incluso en una página como WikiLeaks, resulta interesante y atractivo, porque se juega con mucho fuego. En resumen: una película sobre el poder de la información y la era cibernética, cuyas consecuencias generan la pregunta de hasta qué punto puede hablarse de libertad de expresión y si esta debería vincularse a unos códigos morales/éticos más estrictos antes de ponerse en marcha. Lo que suscita esta pregunta no es la evolución de la relación entre Assange y Berg (en decaimiento), sino el hecho de que se nos muestre también el "bando villano", el gubernamental, y cómo afrontan ese agujero en sus corazas (después de todo, ellos también acaban siendo víctimas). ¿El fin justifica los medios? ¿Qué es la libertad en realidad? Estilo gráfico muy moderno, con muchas alusiones al mundo informático. Genial la guerrilla inicial dentro de la prensa antes de pasar al apoyo mutuo. Julian y su equipo son justicieros a su modo, pero a veces está bien tener cuidado para no pasarse de la raya. Y, vamos, ver al Doctor Who, a Remus Lupin y a Bestia en la misma sala discutir con Sherlock Holmes hace las delicias a cualquiera. Por algún motivo esto termina convirtiéndose en un europeos contra americanos. Los temas tratados son muy de actualidad, con alusiones a algunas de las polémicas más divisorias del siglo XXI, como el 11S. Y merece la pena conocer la página real, cuyo objetivo deja verse en muchas publicaciones, ya no solo sustentadas por uno sino por varios. Ficha técnica El quinto poder (The Fifth State) 2013, USA Director: Bill Condon Reparto: Benedict Cumberbatch, Daniel Brühl, Laura Linney, Stanley Tucci, David Thewlis, Peter Capaldi, Dan Stevens, Anthony Mackie, Carice Van Houten, Alicia Vikander y Alexander Siddig. Puntuación: 8/10
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Agosto 2023
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