Post de Naiara Salinas Con la segunda nueva normalidad retornando poco a poco a cada comunidad, me había propuesto que este puente iba a ser más "sociable", lo que se traduce en dejar de ver películas en mi televisión u ordenador y volver con el ansia viva a las salas acompañada de los cuatro espectadores más de turno (he tenido suerte y ya no soy la única que va, así que sí, para mí es socializar). El caso es que no contaba con que mis ahorros se agotarían del todo durante diciembre, mes de gasto por excelencia, acudiendo a ver la soberana cantidad de largometrajes que tenía marcados en mi lista (alguien se ha puesto las pilas, ¿eh?). He tenido que moderarme, ya que solo estamos en la primera mitad de mes, así que vamos a llamar a este el primer episodio de mi regreso al cine desde finales de octubre (¿solo un mes he estado mordiéndome las uñas? Qué eterno se me ha hecho). Érase una vez (fecha de visualización: 02/12/2020) De acuerdo, aún no había puente el 2, salvo que fueras de Navarra y tuvieras libre el 3, pero para entonces yo estaba enterada de la reapertura de los cines y no pude esperar, ya que este era un filme que tenía muchas ganas de ver. En verano leí una obra de teatro de John Logan llamada Peter and Alice en la que se representa de forma muy imaginativa el encuentro histórico entre el dúo que inspiró los personajes de James Barrie y Lewis Carroll. Esta película parecía que iba a relatar, con su libre interpretación también, la misma conexión, pero nada que ver. Brenda Chapman, con la ayuda de la guionista Marissa Kate Goodhill, propone un retelling al más puro estilo de la serie Once Upon a Time, con la que comparte el título en castellano, y nos relata los orígenes de Peter y Alicia, quienes se crían en el seno de una familia humilde en una pequeña isla que dispara su imaginación. Sin embargo, la tragedia se masca cuando el hijo mayor de la familia fallece en un accidente. A partir de entonces, la trama adquiere el tinte básico del duelo y la imaginación se convierte en el recurso que los niños emplearán para superarlo y aprender de paso qué significa crecer. El filme se construye como un homenaje a ambas historias y no escatima en referencias por un lado y por el otro, lo que hace que sea muy disfrutable, además de contar con el tono fantástico de ambas aventuras, muy bien planteado a través de la música y la fotografía. La construcción de los personajes queda a un cuidado minucioso. La presencia de Angelina Jolie y David Oyelowo (Selma) sin duda redondea un elenco que, aparte de ellos, puede pasar desapercibido, aunque también cuenta con Michael Caine en un papel muy secundario y con David Gyasi (Interestellar; El caballero oscuro) en el de antagonista. Pero el aplauso se lo lleva el debut de los pequeños: el trío formado por Keira Chansa, Jordan A. Nash y Reece Yates (que interpreta al hermano fallecido) supera las expectativas, sobre todo ella, cuya carta de presentación, por jugar con la analogía, es un as de corazones en toda regla. A Jordan lo vi un pelín más flojo, pero en general lo hace bien. En resumen: una mirada nueva a los cuentos clásicos que se apoya sobre mecanismos tradicionales, pero que se lleva su encanto y encaja de muy buena forma en el desarrollo del duelo y el devenir de los protagonistas. Se trata de una película con su idea sobre la madurez y la perpetuación de los sueños, que vincula sin miramientos y con buen ojo a las ideas de Barrie y Carroll. Lectura notable de ambos y logra su objetivo: entretener y conmover. Lo mejor: los easter eggs y el replanteamiento de algunos orígenes entremezclando las historias, la relación de la familia y el tratamiento de los temas. Lo peor: creo que en algunas partes se queda a medias, sobre todo en el tercer acto, y le falta más firmeza en la dirección, más sello. La interpretación personal está ahí, pero aparte de percibirla molaría verla. Puntuación: 8 El verano que vivimos (fecha de visualización: 05/12/2020) Este otro largometraje también narra una historia muy familiar. No porque esté inspirado en un libro, sino en un suceso real que se toma como base para el tejido de un culebrón typical spanish. Lo irónico del asunto es que dicha base es lo más bonito y conmovedor de la historia, por lo que si hubiesen contado las cosas tal y como sucedieron tampoco hubiese pasado nada..., salvo que el resultado opino que sería más indie, y a los guionistas les perseguía la ambición del blockbuster. De manera que cogieron lo mejor de los dramas españoles (e ingleses), se pusieron en modo literario y se inventaron una trama que vuelve a tomar las cartas como desencadenante y eje del nudo, donde una periodista becaria y el hijo del protagonista fallecido van en busca de la historia completa y desentrañan un misterio oculto durante décadas. Si esto hubiera partido de una novela, sería uno de esos best-sellers que se venderían con la coletilla de "La nueva Luz Gabás" o "Si te gustó Palmeras en la nieve...". De hecho, es bastante notorio que se ha aprovechado del éxito de esta. Sin embargo, conforme la estaba viendo, no era solo en Palmeras en lo que pensaba, sino en... Jojo Moyes, otra escritora (de origen británico) que, casualidad, proviene del periodismo. "¡Coño, yo esto sí que lo he leído, normal que piense que tiene fuente literaria!" Efectivamente, hace un año. La última carta de amor es un libro precioso y adictivo (cuya adaptación llevo esperando todo 2020) que también se elabora en torno a dos amantes separados injustamente por las circunstancias y los haters de su relación, pero que vuelven a ser unidos cuando una reportera mete las narices. Hasta la época en la que transcurre el romance se aproxima (una en los años 50 y otra, en los 60, y en ambos casos en verano). Originalidad, la justa. Y si ese libro me encantó, no voy a mentir ahora y decir que este filme no porque, como cinéfila empedernida ávida de salseo y emoción, acabé dejándome llevar por el metraje y reconociendo que como blockbuster cumple con todo. Aparte, donde estén Javier Rey y Blanca Suárez ahí estoy yo, firme animadora de estos intérpretes cuya química en la pantalla es increíble (aunque lamento que no le dieran el papel a Yon González porque me encanta verlo actuar junto a Blanca). El trabajo del reparto con el acento andaluz es lo más destacable de la interpretación. Conseguir esa naturalidad no es fácil, pero ellos lo resuelven de manera envidiable. En resumen: no es la joya de la corona del cine español de este año, pero está muy bien hecha. Tiene una trama de novela (literalmente) con toda la técnica que hizo brillar al largometraje de Fernando González Molina en su día. Contiene su parte "meta". Lo mejor: la bonita anécdota real que la inspira, Javier Rey, Blanca Suárez, la composición y demás elementos de la cinematografía y la banda sonora. Bueeeeno, y que engancha, aunque solo sea por jugar a adivinar qué sendero de todos los habituales del género va a optar por seguir. Lo peor: lo dicho, que es algo ya muy visto (o leído) y no se esfuerza por dejar huella, sino simplemente atraer a espectadores en masa (lo cual para las salas apoyamos; para la pandemia no). Puntuación: 7 Mank (fecha de visualización: 07/12/2020) Ups, una infiltrada. Pero no quería dejarla fuera de este "maratón" peliculero de puente. El regreso de David Fincher ha sido muy comentado en los últimos días por hacerse en Netflix en plena defensa de cineastas a favor de sus espacios sagrados (sí, lo he colado aquí también por esto). Lo diré desde ya: esta película tiene muchas posibilidades de obtener una fuerte presencia en los próximos Oscar a pesar de ello, porque casi se diría que ha sido planteada para tal meta. Sumado al regreso de un director admirado tras su largo retiro está el reparto colosal que la protagoniza, el nuevo homenaje al cine con el que la Academia ve saciada su autoestima, los hechos reales que rodean a una figura histórica de la meca y todo ese bonito aura retro impreso en el etalonaje. Netflix siempre juega sobre seguro, pero estaba decidida a arrasar con la que ya va siendo calificada como su mejor película del año, aunque para mí no lo es (sigo apostando más fuerte que nunca por El juicio de los 7 de Chicago, si acaso). El guion de Mank se disuelve en tres rutas: la época o contexto socio-político, el perfil del protagonista y el origen de una obra maestra. No entraré en si Ciudadano Kane está sobrevalorada (ni siquiera yo sé cómo calificarla, ya que me es imposible despegarme de su importancia histórica para el cine), pero su esencia se encuentra en esta película, que no solo emula su origen, sino absolutamente todo. David Fincher elabora de forma muy astuta una matrioska en la que la vida del guionista Herman J. Mankiewicz sucede en paralelo a la de Charles Foster Kane, empezando con ambos en una cama, convalecientes. La estructura del biopic imita a la de la ficción, ocultando el paralelismo bajo capas y capas de discurso político que en el fondo no logran sino vincularla más al largometraje de Welles, cuyo protagonista vive para ese mundillo. Consecuencia: no estoy segura de si la gente se da cuenta de esto a la hora de juzgarla, pero si no eres fan de una, difícilmente te va a engatusar la otra, porque de forma sutil se nos vende la misma historia bajo los mismos preceptos. Entonces es un tributo por todos los poros, que en lugar de ensalzar un acontecimiento importante para la industria (la realización de un filme), exterioriza el filme mostrando el reflejo o impacto del contexto en él. Una película con la máscara de otra película: esa es la genialidad que le veo a Mank. ¿Y el defecto? Que Fincher es demasiado coherente con su idea y, así, nos tiene durante 132 minutos en un circunloquio de vicios, personajes que llegan y se van sin perdón, reflexiones culturales, etc. Mank es el continuo tira y afloja de un genio con su sociedad, lo mismo que resultó Ciudadano Kane. Sus diálogos pueden verse provistos de la profundidad y cierta agudeza esperada, pero el ritmo es tedioso a más no poder, de tal forma que se agradece que conserve los saltos temporales de la obra de Welles. La labor de los actores es sobresaliente, pero ninguno me salvó del aburrimiento en varias secuencias de los dos primeros actos, bien porque sus tramas son tan pequeñas que resultan fáciles de ignorar u olvidar o porque la reiteración de Kane es tan notoria que eres incapaz de conectar con la historia presente y estás pensando en el clásico todo el tiempo (de hecho a la par que iba viendo el largometraje tenía abierta la Wikipedia para ir repasando). En resumen: no diré que fue una decepción porque lo cierto es que tampoco esperaba que me deslumbrara. Es más, cumplió mi expectativa, ya que solo iba a verla porque sabía que era carne de premios y quería poder opinar cuando llegase el momento. Fincher como cineasta no es de los que más me entusiasman (o sus películas son las que no me suelen atraer, con excepciones), aunque reconozco que tiene muy buen fondo y cuando estrena, si eres amante del cine, tienes que darle una oportunidad. En este largometraje se echa de menos parte de su voz, que solapa con la de Orson Welles, pero toma algunas buenas decisiones. Lo mejor: el efecto muñeca rusa, Gary Oldman y una escena que me llamó especialmente la atención: cuando están reunidos varios trabajadores de Hollywood (entre ellos el prota) y comentan el nazismo y la forma en que puede acabar repercutiendo en su arte. Como reflejo de la época es muy buena y aporta una opinión del cine sobre hechos externos a las películas que es muy interesante, ya que lo normal en los biopics relacionados con Hollywood es que siempre se reflexione sobre el arte en sí y lo fascinante que es dedicarse a él (se tiran flores porque pueden). Aquí no, hay mucho estrés porque importan muchas más cosas, y ese punto de vista es uno de los aciertos de Fincher. Técnicamente también se luce. Lo peor: si le damos la vuelta a lo que acabo de comentar, también vemos que genera un efecto soporífero. No sé de qué forma se podría hacer más atractivo este argumento con las reglas con las que decide jugar, así que lo dejo en "gajes del oficio" porque, de hecho, del oficio trata. Lo que sí sobran son unos cuantos personajes o subtramas que no aportan, claro que si lo que vamos a reflejar es "la vida" pues entonces... como la vida misma es. Puntuación: 6,5 Madame Curie (fecha de visualización: 08/12/2020) Historias sobre los logros femeninos no es algo exclusivo de esta década, aunque lo parezca. Lo que sí que parece importar cada vez más es la reflexión en torno a los avances científicos, en especial lo que supone la mayor arma de nuestro tiempo. Chernobyl abrió de nuevo el debate sobre la energía nuclear y el abuso de la mano humana sobre la naturaleza en aras de mejorar la calidad de vida. Pero Marie Curie, científica pionera que en su día pretendió también mejorar vidas, ha regresado de entre los muertos en un conjunto de fotogramas para directamente echar por tierra su descubrimiento. Marjane Satrapi, quien me hiciera llorar como nunca he llorado leyendo un libro con Persépolis (2000, con su adaptación animada de 2007), nos trae una biografía que más que de empoderamiento bebe de la reflexión en torno a las consecuencias de uno de los mayores hallazgos de la ciencia: el radio. La película nos muestra el intento desesperado de Curie (Rosamund Pike) por continuar su trabajo mientras los académicos de su alrededor le cierran puertas, hasta que llega Pierre Curie (Sam Riley). Continúa con su relación romántica en paralelo al descubrimiento de ambos, pero como en toda buena biografía que se precie hay momentos de vicio y caída en desgracia. Entre esas partes no sabía si el filme como tal me acabaría convenciendo, pero mi percepción general empezó a cambiar cuando su estructura saltó a la luz y reveló las intenciones de la directora y el guionista (Jack Thorne), ya que de forma muy inteligente, en lugar de flashbacks, lo que se cuela en el relato lineal son flashforwards sobre cada uso impactante que la humanidad ha realizado del descubrimiento de los Curie, con los que se contraria el discurso favorable y esperanzador de ambos científicos años antes. Todo ello deja una intención crítica muy clara, como un cielo despejado, pero no es el objetivo de Satrapi condenar o cancelar a Curie; de hecho se muestra bastante empática con la mujer, desde la primera escena en que llega moribunda al hospital y de pronto retrocede a los mejores años de su vida, un viaje espiritual que todos podemos realizar en la madurez para ver el camino que hemos recorrido y si estamos conformes con él. ¿Y Curie lo está? Para saberlo, habrá que ver la película, aunque el repaso exterior se porta y adopta una postura neutral. En resumen: inteligente uso del biopic para plantear cuestiones ético-morales sobre la función y el uso de la ciencia. También abre diálogos feministas sobre la eterna batalla de la mujer por lograr el reconocimiento merecido en un campo de inteligencia con mucho hombre (antaño, al menos) y otros más generales sobre ciencia versus espiritualidad (puestos a saber, hay que saber de todo). Por cierto, mucho mejor el título original (que, además, me hace cantar a mi grupo favorito, Imagine Dragons). Lo mejor: el manejo de la estructura, las interpretaciones y el mensaje. En el último acto, además, se deja ver Anya Taylor-Joy, que está en su año más productivo (como diría Marisa en Aquí no hay quien viva: "Qué mona va esta chica siempre"). Lo peor: el momento más "picante" y que arroja a Curie del podio me pareció un poco sobrante y muy de cortar el rollo sobre el tema principal. Supongo que debido a que observa el lado negativo de su ciencia, Satrapi quiere que el público empatice con ella de otra forma, aunque no me parece que este modo sea el más efectivo. Yo lo situaría como un paréntesis, pero al final acaba teniendo su relevancia para el resurgir de la mujer en el clímax y yo qué sé lo que sucedió en realidad (no, aún no he ido a Wikipedia a averiguarlo). En fin, lo dejo entre interrogantes. Puntuación: 8
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Agosto 2023
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