Post de Naiara Salinas ¡Buenas! Ya sé que los post últimamente se hacen un poco de rogar, pero soy yo contra un millón de series. No obstante, como ya se anunció por Twitter, ayer tuvo lugar el estreno en Pamplona de nuestro primer festival de series, TV Series Lovers, un ciclo orientado a una serie de conferencias sobre distintos aspectos reflexivos sumado al preestreno, con la participación de canales de tele por cable y el Museo de la Universidad de Navarra, de varias series. El ciclo comenzó con el coloquio "El efecto Lucifer", impartido por el especialista Alberto Nahum, cuya serie de acompañamiento fue Cuatro estaciones en la Habana, que se estrenará en Movistar Plus el 29 de enero (esta semanita misma). Me pareció una charla tan interesante que no me resisto a compartir mis conclusiones con vosotros (cuando la inspiración te llega, asegúrate de no dejarla escapar). El título de esta primera conferencia viene de un libro escrito por Zimbardo y publicado en 2007. Está orientado a mostrar la influencia del bien y el mal a partir del análisis de una serie de experimentos sociológicos, es decir, cómo la gente buena puede volverse malvada. Según el profesor Nahum, la televisión de hoy en día ha puesto en auge el género del terror a la hora de enfrentarse a este concepto, con series como Apparitions, American Horror Story, The Walking Dead, The Fall y Hannibal, entre otras. Pero no es necesario hablar solo de terror para hablar del mal, ya que tanto en comedia como en drama (sobre todo en drama) disponemos de grandes ejemplos. En todos ellos, afirmaba el profesor, el gran tema parecía ser el origen del mal, pero presentarlo en televisión no es lo mismo que presentarlo en una película. Hubo muchísimas cosas interesantes que dijo y con las que estoy completamente de acuerdo, pero no pretendo reproducirlo todo aquí, así que iré a mi grano. Hace años, cuando estaba en la carrera, me dieron la opción de escribir un ensayo para una optativa de Comunicación Audiovisual sobre si se podía contar el mal (para que veáis que este asunto se plantea mucho por esos lares). Mi conclusión fue que sí se podía, solo que su visión dependía enteramente del autor. Da la casualidad de que la mayoría de los showrunners siempre han tendido al conflicto interno de sus personajes, de forma que nada sea blanco o negro, sino gris. La extensión de una serie posibilita el seguimiento y la evolución de dicho conflicto, de forma que llegamos a conocer a un personaje más profundamente que en una película (que no forme parte de una saga) y facilita más el enganche a esa ficción. De hecho, la clave de la adicción a una serie para Nahum no es el grado de originalidad de su trama, sino el conflicto de sus personajes, encarnaciones de los vicios y las virtudes de la humanidad. Y resulta que la figura más prominente hoy en día es la del antihéroe, perfecta representación del gris que mencionaba. Antiguamente este personaje se identificaba con el tipo al que le salía todo mal cuando trataba de ser un héroe. En la actualidad un antihéroe es alguien con rasgos tanto detestables como positivos (es un criminal, un drogadicto, un mujeriego..., que, sin embargo, es capaz de amar y sentir como el héroe en cuestión). Y, como puede verse en casos como Daredevil, por poner un ejemplo, muchas veces hasta el que se supone que es el héroe lleva su moralidad al límite. Aun así, Daredevil no es el mejor caso de antihéroe (de hecho, no lo es, tal y como yo lo veo). Ya que esto se llama "El efecto Lucifer" hablemos de nuestro diablo por antonomasia. El ángel caído es justamente el Mal personificado según la historia y la cultura religiosa, pero en la serie es mucho más complejo. Se le presenta más como un diablillo travieso que no puede evitar ser como es, pero aun así es capaz de amar y tratar con los humanos como uno más. Tiene manías deplorables, pero también sufre y nosotros, como espectadores, no podemos evitar sentir empatía por él. Esto también es un concepto expandido en Hollywood y se llama sympathy for the devil: empatizamos con el dolor ajeno. Por mucho que un personaje sea odioso y villano malhechor, sufre tanto dolor físico y mental como los santurrones y no podemos evitar sentir pena por él en ciertos aspectos. Tiro hacia casos más radicales, como Ramsay Bolton y Negan. ¿Les queremos? Más bien les odiamos por lo que hacen, pero los seguidores de sus series no olvidamos que Ramsay siempre ha vivido como bastardo a la sombra de su padre (y un bastardo en Poniente lo tiene difícil para ser reconocido) y que Negan perdió a su mujer de forma trágica. Hacer un villano totalmente negro/oscuro es absurdo porque le resta verosimilitud y no ayuda a que el público se enganche. Aunque predomine su rasgo vil, todos tienen una historia, su propio drama interno. Además, la bravuconería en estos individuos resulta hasta entretenida (nos va mucho la ironía, admitámoslo). No quiero decir que esté de acuerdo con lo que hacen esos villanos, claro, faltaría más. Es solo que me paro a pensar en las series que sigo y reconozco la verdad de esta moda: mirad a la Reina Malvada de OUAT, que empezó como ser repulsivo y hoy en día todo el mundo la adora porque ha demostrado que es canalla y tiene su corazoncito. Seamos sinceros: los personajes puramente buenos y malos aburren. Necesitamos que tengan conflictos, desde los Lannister, pasando por el Dr. Alchemy, The Punisher, Damon Salvatore, Walter White, el Pingüino, William/El Hombre de Negro, Rumpelstilskin, los protas de The 100, Lena Luthor... Puede que el mundo esté lleno de ángeles y demonios, pero los primeros pueden caer y los segundos pueden levantarse. No importa que una serie tenga una, cuatro o diez temporadas; como pone en la frase de inicio de All Series: "Una serie no es sino la representación de una vida", y la vida supone un largo recorrido donde tenemos tiempo de trabar amistad con esos personajes, de tal forma que si falta uno lo notamos enseguida. Además, sin ese recorrido sería muy difícil que el conflicto llegara al espectador (las series no están hechas ya para darnos lecciones, aunque las tomemos, sino para enfrentarnos a nuestra propia conciencia al meternos en la mente del asesino). Ahora bien, el prestigio de una serie no se define solo por su calidad en cuanto a conflictos, sino por el guion entero, donde importa tanto el principio y el final, y aquí es donde se está teniendo más cuidado en los últimos tiempos. Para terminar de reflexionar sobre el mal hay que saber cómo acaba la historia, explicaba el profesor Nahum, y es importante cerrar bien. Hollywood tiende a ir mucho a las modas y no es que esto sea malo, ya que la originalidad, pienso, está algo sobrevalorada, pero cuando un género se agota lo que logra mostrar es vagancia o fatiga narrativa, que lleva a finales como el de Perdidos (y a mí me encantó esa serie, que conste. Fui fiel devota hasta el final). El final perfecto es el que muestra coherencia con la historia y sus personajes, es decir, con su conflicto. ¿Y qué pasa con el villano y el antihéroe? ¿Pueden redimirse? ¿Qué le espera al mal? Si hablamos de justicia poética, quien ha hecho cosas malas debería recibir castigo por ellas, ¿no? Sin embargo, no siempre es así y hay guionistas que lo terminan pintando todo muy bonito y feliz, llevándose duras críticas por ello. Yo digo: LA FELICIDAD NO ES COMPLETA. Asumámoslo, la vida no siempre es de color de rosa. Vuelvo al gris otra vez. Muchos finales dejan un sabor agridulce, como el de Penny Dreadful. Ni los héroes tienen por qué acabar bien ni los villanos mal. La historia misma es la que decide qué final se lleva cada uno, y contra esto no tenemos control y, si lo tenemos, podéis esperar un mal final, porque el público no tiene derecho a elegir sobre la obra de otro. Es este final el culmen de la reflexión sobre el mensaje de la serie. Sin el final no podemos entender qué nos han querido contar y debemos verlo en esa clave. El final es la consecuencia última del mal. Si acaba tristemente no produce ninguna sorpresa, pero ¿si acaba bien? Toma castaña. Ahora quiero detenerme un poco a hablar de lo siguiente que vi en la conferencia, la primera parte de una miniserie de ocho capítulos. Cuatro estaciones en la Habana es un thriller producido por RTVE, entre otros. Un policía aspirante a escritor investiga un caso de asesinato de una mujer, aparentemente violada. La investigación les lleva a él y a su compañero por sitios bastante oscuros donde no vale jugar limpio, y para averiguar la verdad van a tener que mezclarse con calaña. Los supuestos malhechores podrían ser hasta estudiantes de un instituto (ya que resulta que la víctima es profesora), jóvenes con sus propios miedos. Como serie la verdad es que no me atrajo mucho (he terminado cansada de los polis y cacos tras vivir toda mi infancia y adolescencia rodeada de ellos), pero como ejemplo de la conferencia me pareció buena, ya que es un caso a la inversa, es decir, en lugar del malo con sentimientos vemos buenos con un lado oscuro. Espero que este post os haya parecido interesante. Me ha gustado volver a ponerme filosófica y analítica en lugar de escribir la típica crítica (lo echaba mucho de menos, para qué mentir). Y espero que podáis aportar vuestra opinión y abrir un debate, ya que lo bueno de las series es eso. Si os animáis, hasta puede que haga algo con ello. El ciclo continuará mañana en la Universidad de Navarra con "Pienso, luego veo series. La irresistible emergencia de la ficción televisiva en la cultura contemporánea", seguido del preestreno de Riverdale en español y, como siempre, tomaré notas para reflexionar sobre ellas, así que puede que esto se vuelva a repetir.
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