Post de Rosana Rábago y Naiara Salinas ¿Quién nos iba a decir que nos llegaríamos a enamorar de una compañía telefónica de los años 20… para despedirla en 2020? Hace ya tres años del estreno de Las chicas del cable, la serie que Netflix encargó a Bambú Producciones fruto del enorme éxito que seriales como Velvet o Gran Hotel tenían ya no solo en el público español, sino también en el italiano. Y este mes, al igual que nos está pasando con otras tantas ficciones, nos ha tocado decirles adiós a Lidia, Carlota, Marga y Óscar con una última temporada que no ha dejado indiferente a nadie y que procedemos a comentar a continuación (así que ya sabéis, alerta por posibles spoilers) La temporada (digan lo que digan, esta es la segunda parte de la quinta temporada y no la sexta) comenzaba con Lidia regresando a España para salvar a una joven Sofía (la hija de Ángeles) que había decidido alistarse y combatir en la Guerra Civil española. Una vez conseguido, nuestra Lidia acababa en una prisión regentada por nada más y nada menos que su peor enemiga, Doña Carmen. Y ahí es precisamente donde comienzan estos cinco últimos capítulos. La prisión de mujeres es el gran escenario de esta traca final, ya que, si bien Lidia es liberada en el primer capítulo, poco a poco y debido a distintos acontecimientos allí acabarán el resto de nuestras chicas del cable y eso supondrá el principio de su fin, aunque defendiendo sus derechos hasta la misma muerte. Lo de "traca" no es un calificativo regalado, puesto que el ritmo de este final es tan trepidante que te deja en ascuas. En sus últimos momentos, nuestras chicas y todos los que las rodean viven muchísimo drama, muchísimo miedo y, sobre todo, muchísima acción. Cada episodio concluye con un giro hasta el punto de que, más que de un solo clímax, deberíamos hablar de varios. El guion no pierde el tiempo y eso en ocasiones provoca que el público se quede sin aliento tratando de asimilar cada suceso. Vamos, que no disminuye el interés, pero dan ganas de aconsejar que en el catering se sirva alguna tila de vez en cuando, porque eso es lo que hemos necesitado nosotras para asumir el final final. Aun así, tenemos que agradecer a Netflix España este subidón de adrenalina y, sin ser un final perfecto (ya que, como decimos, a pesar de no descolgar al espectador en ningún minuto y de conseguir cerrar casi todas las tramas nos quedamos con esa espinilla de "todo fue demasiado rápido, nos hubiera gustado tener un poco de espacio para disfrutarlo más"), lo ponemos como ejemplo de hacia dónde debe dirigirse el resto: una tensión que desgarra sin apenas visualización de cómo se va a resolver, hasta concluir de forma digna. Así es como calificamos el ultimísimo episodio de esta serie que nos ha regalado tanto. En lo que a dramas se refiere, vivimos en unos tiempos y nos encontramos ya a unas edades donde nos importan menos los finales felices que los coherentes. Lo agridulce es lo que se lleva ahora y de eso Las chicas del cable goza a rabiar. Durante cinco temporadas (insistimos) las hemos visto pelear como leonas para hacer valer sus derechos y el de todas las mujeres, una lucha que prosigue hasta el final, por lo que el viaje conduce a la clase de cierre que cabe esperar de este género histórico y, en concreto, de estas peripecias y personitas, cuya madurez las ha llevado a afrontar la vida (y la guerra) de otra forma. Con todo, no penséis que solo saben liarla parda. Entre tensión y tensión hay mucho tiempo aún para resquicios de felicidad y últimos grandes easter eggs, como la mítica carrera de Francisco emulando la de Lidia cuando era una Alba adolescente. Si hay algo que nos ha enseñado Las chicas del cable, es que la libertad es un derecho que exige una tremenda lucha en algunos casos y que puede llegar acompañada de traición (como sucede con Marga, Pablo e Isidro), amor (como es el caso de Oscar y Carlota, de Marga y Pablo, de Lidia y Francisco y, en último lugar, de Sofía y Felipe), de desengaños (Lidia y Carlos) o incluso de muerte (Doña Carmen, Elisa e incluso las protagonistas de la serie). Y esa será siempre la gran enseñanza que nos dejen y por lo que, a pesar de sus anacronismos (que los hay), siempre tendrán un hueco en nuestros corazones. Y si es cierto que el argumento de este drama ha sido maravilloso y nos ha encandilado, además hay que reconocer que como producto audiovisual también ha contribuido mucho a la industria nacional. Y es que el ser la primera serie de Netflix realizada por una productora española también es de gran importancia, ya que, aunque tal y como decía la fundadora de Bambú Producciones, Teresa Fernández-Valdés, Las chicas del cable llegó a Netflix con el objetivo de “contar una historia que uniese a abuelas y nietas” (aparte de por el éxito de esas otras ficciones de la compañía mencionadas arriba que ya habían llamado la atención del público español, del latinoamericano y del italiano tanto como de la propia plataforma), lo que es innegable es que sin su éxito en el panorama internacional las series españolas no habrían visto abiertas sus puertas a semejante mercado y hoy por hoy no tendríamos grandes títulos nacionales como La casa de papel (bueno, eso no es cierto, que recordemos que en España la emitió Antena 3 aunque pasó muy desapercibida), Paquita Salas, Alta Mar, Élite, Hache, El vecino o la recién estrenada Valeria. Mucho debemos a esta serie por posicionar a España en un puesto relevante dentro de la familia netflixiana, así como por contar esta impresionante y emotiva historia de época con unas tramas y unos personajes variopintos para todos los gustos. No han faltado villanos (y villana sobre todo) cabrones, triángulos amorosos, guaperas de turno, tramas policíacas, visibilidad LGTBI+, historia española, enredos divertidos, otros muy de culebrón, misterio y dramas familiares. Y todo ello desde una perspectiva femenina que ha enriquecido esas aventuras protagonizadas por una chica del cable en busca del amor, una chica del cable en busca de la estabilidad económica y una familia, una chica del cable en busca de su identidad, una chica del cable en busca de su voz y una chica del cable en busca de seguridad. Pero todas, por siempre jamás, chicas del cable.
Y porque lo bueno (y lo malo) siempre tiene un final... ya sabéis lo que toca.
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