Post de Naiara Salinas Lo primero: ¡feliz Día Mundial del Teatro! Ya sabéis que, si hay un día donde obligatoriamente escribimos en este espacio, es este. Hace unos meses tuve la oportunidad de ver una representación en el Bretón de Logroño como pocas (y vale que yo no sea la mayor teatrófila que hay por internet, pero tengo mi trayectoria como espectadora, ojo). La infamia es una obra de teatro basada en el libro de la periodista mexicana Lydia Cacho, Memorias de una infamia, en el que relata el secuestro que sufrió en México en 2005. Dirige José Martret y protagonizan Marta Nieto y Marina Salas. Sin freno pero sí una pausa La infamia es una experiencia intensa de aproximadamente una hora y poco más que no da tregua a su protagonista. Una sola persona (en mi caso, Marina) sostiene el libreto en todo ese tiempo y nos describe todo lo que vive mientras lo va interpretando, moviéndose sobre el escenario en una coreografía milimetrada. No se la ve descansar más que en un breve (y necesario) intervalo; no bebe apenas agua, deja que su garganta se agarrote después de gritar, llorar y suplicar piedad entre titubeos. Puede que pierda alguna prenda por el camino, ella sola fuerza a su cuerpo a arrodillarse, a meterse en el coche, a encerrarse en una jaula, como si la empujaran o agarraran unas manos invisibles. Muchas manos. Porque esta obra es puro acto de imaginación. Una imaginación regalada para los espectadores, que no necesitamos ver ni oír más, ya que solo la actriz nos introduce de lleno en su historia a través de sus gestos, sus reacciones, sus palabras, muy dentro de la situación. Por eso, para ver La infamia lo mejor es ir totalmente en blanco y dejarse llevar. Ni siquiera necesitas saber lo que te he contado en la introducción, porque el libreto ya se guarda toda esa información. Yo fui virgen y me sobrecogí en directo. Espeluznante e ingeniosa al mismo tiempo. ¿Por qué? Sin quitarle el mérito a la prota, hubo otro recurso que me llamó especialmente la atención: puede que os hayáis fijado en la foto de arriba que hay una pantalla... Lo mejor de las nuevas tecnologías La infamia es una obra que se enfoca mucho en las emociones, la vivencia. No está narrada en pretérito, sino en presente, combina armónicamente la acción y el relato, todo es inmediato y envolvente, y por ello es importante fijarse bien en la expresividad de la actriz, razón por la que las cámaras también forman parte de la coreografía detalladamente elaborada. Una en el coche, otra en la cárcel y otra sobre el escenario, siguiendo a la actriz, como si fuera su compañera, como si todo fuera un documental muy vívido, lo cual nos acerca al perfil periodístico. Hablando de lo cual, por muy minimalista que sea la escenografía en general, el relato se ve apoyado por imágenes reales emitidas durante el secuestro por los medios mexicanos. Conocemos a Lydia, vemos cómo era, cómo fue el momento en que la agarraron y la introdujeron en un coche, vemos el mapa del recorrido que siguió en él... Estos aspectos no hacen sino aumentar la inmersión, permitiéndonos ver a distancia casi como si fuera una película que en ningún momento distrae de lo que hay sobre las tablas, sino al contrario: es un atrezzo más con el que jugar, causa que la experiencia sea más aterradora y tensa, en ocasiones claustrofóbica porque capta el espacio como si fuera una prisión. Entre una cosa y la otra, la representación se vuelve cruda, pero ágil. El ritmo está muy bien marcado, siempre hay movimiento, palabras, ruido. El escenario y las cámaras interactúan continuamente, pasando del plano escénico (por llamarlo de alguna forma) al cinematográfico con solo pulsar una tecla. Y en el centro de todo, la protagonista y narradora, que nos emite su juicio de valor sobre su propia experiencia, que se expone al público mientras se convierte en un personaje más manejado con sus propios hilos. Aunque la técnica resulte muy original y fresca, al final de la actriz depende todo y el nivel que obtiene Salas está de Tony total. No sé actualmente cómo está la gira de La infamia o si volverá a representarse, pero recomiendo encarecidamente a todo amante del teatro que vaya a verla a la menor oportunidad. Menudo nivelón. Ya tenía ganas de contaros esto, jopetas.
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Marzo 2023
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