Post de Naiara Salinas Heyyyyy. ¿Qué hay de nuevo, viejo? Ha llovido la repera desde el último post en este especial. ¿Creíais que me había olvidado de él? ¡Para nada! Lo tenía en mente todos los meses, pero cazar más remakes, por irónico y falso que suene en esta era, no ha sido fácil. Ninguna peli me encajaba en el propósito de esta sección, hasta ahora. Ha tenido que venir la cuadrilla que dio un sentido y un logo a Warner Bros. en sus inicios para que me digne a volver. Hoy nos espera un viaje al espacio..., no necesariamente el galáctico. Coged vuestra bebida más fresquita y disfrutad de la lectura (porque de eso se trata). Una breve introducción primero: tanto la cinta de los 90 como la actual juegan con el mismo pretexto: una competición de baloncesto entre los míticos Looney Tunes y el enemigo mutante de turno con el apoyo de un jugador de baloncesto muy famoso del mundo (de acción) real, pero en ambas el contexto no podría diferir más, lo cual guarda mucha relación con el enfoque de ambas historias. Teniendo en cuenta que el último post de esta sección también tenía un legado en uno de los títulos, sería momento de apuntar que, aparte de remake, la versión actual funciona como una especie de secuela, una secuela que llega tres décadas tarde, con lo que ello acarrea. Vayamos por partes, como dijo Jack el destripador. Los Looney: de ser la moda a desfasados A muchas creaciones del pasado les está afectando: es un proceso de degeneración derivado en recuerdo nostálgico muy ocasional que forma parte de la existencia de cualquier obra de arte hasta que es rescatada del baúl de los recuerdos con la intención de una renovación para las nuevas generaciones, claro que no siempre genera los mismos resultados, porque normalmente la llamada publicitaria es hacia los entonces niños y ahora jóvenes adultos que si quieren pueden intentar convencer a su hijito, primito o sobrinito de acceder a esas aventuras de la infancia. Y, como en los casos de Disney, no sé qué opinarán esas generaciones más recientes del filme, pero los mayores no podemos evitar acusar los estragos de la edad en el infinito paso del tiempo y pensar que a veces el pasado debería dejarse intacto y sin perturbar la nostalgia millenial tan buenamente plantada. Digamos que hay obras que envejecen mejor que otras. Yendo al grano: ¿quién piensa aún en los Looney Tunes? ¿Por qué iban a importarnos unos personajes caricaturescos y muy violentos hijos de su época, cuando la nueva década nos proporciona otros divertimentos más interesantes? Una cosa es que te brillen los ojitos cuando descubres la vieja cinta en el catálogo de HBO y te pongas a reverla por los viejos tiempos: es el germen que dejan los ecos del ayer, los fantasmas invisibles que una vez estuvieron llenos de vida y te la transmitieron. Pero aquella marca de Warner Bros. actualmente no tiene otra función que la de decorar y recordar los orígenes de la compañía en la industria, más o menos como Mickey Mouse y compañía con Disney. Si algo hace bien la versión de 2021 es forjar esa idea de decadencia en un mundo ficticio muy consumido donde ya nadie es lo que era pero los iconos continúan ahogándose en esa memoria. Eso es lo que viene a ser Bugs Bunny, el personaje que lucha por recuperar lo que tuvo, mientras que los demás se han adaptado al presente-futuro, ya que es reinventarse o morir (y, como se verá más adelante en la trama, al final esto es muy literal). No teníamos esa noción en los 90 porque por aquel entonces los dibujos eran lo más de lo más, razón por la que, en esa Space Jam, eran los retados directamente, los protagonistas. ¿En 2021? Pasan a ser un mero apoyo, y para colmo accidental, un poco de fisgonear en la basura porque al deportista de turno no le queda más remedio, porque le engañan para que lo haga, aunque, como nos pasaría a cualquiera de nosotros, hubiese formado equipo con las leyendas del presente mucho antes que con "esos viejos dibujos desfasados". Sobre las consecuencias de ese desfase hablaré más adelante, porque ahora quiero detenerme en otro punto. El protagonista y su conflicto Una de las mayores diferencias entre ambas películas. En los 90 Michael Jordan decide que ha llegado a la cumbre de su deporte y es momento de cambiar de aires y seguir los pasos de su padre probando el béisbol. No tiene otra presión que la de adaptarse a este nuevo ambiente donde se ve como pez fuera del agua y además debe volver a escalar desde el fondo. ¿Se considera un capricho de superestrella el abandonar la carrera cuando mejor se está y arruinarla haciendo lo que no le va? Sea como fuere, a Jordan poco le importa mientras sea él quien lleve las riendas de su vida y, como todos, solo quiere mantener una vida saludable física y mentalmente, lo que causa que salir de la zona de confort para él sea más una aventura y un propósito bien meditado. Aun así, no está exento de dudas e inseguridades, por lo que el partido, a pesar del riesgo, se convierte en un proceso terapéutico hasta el momento de realización. ¿Qué realización? ¿Que en el fondo nunca debió dejar el baloncesto? ¿Que puede intentar compaginar ambas vidas y ambos deportes? ¿Que quien la sigue la consigue? Da igual porque el viaje continúa siendo una interiorización gracias a un último empujón para ayudar a los que lo necesitan. Looneys y Jordan funcionan como equipo porque todos son conscientes de sus puntos fuertes y débiles y mantienen la confianza lo que pueden, pues vienen del primer podio. En cambio, con LeBron James nos encontramos en un contexto muy distinto. Primero porque no cuenta con la baza del éxito natural, no llega a sus 12 años encestando como un campeón, sino distraído (y encima jugando con los Looney en la Game Boy, más retro no se puede ser). Y accede al baloncesto no con gracia, sino a base de presión, de poner las castañas en el fuego para vender la idea de que el esfuerzo es necesario para todo. Lo interesante de este prota es que su conflicto ya no solo es interno, sino externo, puesto que tiene que lidiar con un hijo preadolescente que no piensa en balones, sino en videojuegos, némesis del trabajo serio. Toda su trama pasa por intentar reconectar con ese hijo "perdido" que resulta estar más en la moda presente que su padre. Eso convierte a la versión de 2021 en una película más familiar y le da la oportunidad de explorar otros horizontes fuera del ámbito deportivo. El guion casi parece una defensa geek del valor de un juego, ya que el baloncesto, aparte de deporte, es un pasatiempo que prepara el cuerpo y la mente, cosa en la que también puede participar la tecnología. ¿Y su relación con los Looney? Somos testigos de cómo el guion establece un paralelismo, ya que LeBron debe incentivar a un equipo que ha perdido la esperanza, ha cambiado, no es el triunfador de antaño, y actúa como el entrenador que le dirigió a él en su camino hacia el éxito, oseasé, tosca y exigentemente, igual que con el hijo doceañero que lo único que quiere es a un padre, no a un entrenador. En su intento por recuperarle, LeBron va aprendiendo y dándose cuenta de sus carencias como individuo y de que no puede obligar a los demás a ser grandes como él, sino la mejor versión de ellos mismos. El viaje espiritual de LeBron en esta trama nueva no tiene que ver con qué camino seguir, sino en cómo ser y aprender a disfrutar de la vida en lugar de enfrentarse a ella. En ese aspecto, Jordan aportaba más inteligencia emocional y, por ende, madurez, pero es cierto que en 2021 el conflicto de LeBron es más desarrollado por complejo. Como dato de interés, ambos jugadores se vieron las caras cuando LeBron aún era un pipiolo, lo cual hace que me pregunte si Warner estuvo guardándose esta idea en el cajón de sastre desde entonces. Las formas hacen al autor Así como el jugador protagonista del 21 gana en desarrollo psicológico, carece de la fuerza y la confidencialidad del anterior, cuya presencia en la trama es más potente en parte porque los demás elementos cinematográficos contribuyen a ensalzar su figura (y porque es Jordan, vamos, una leyenda). La Space Jam de los 90 fue una bomba explosiva de ritmo, con canciones icónicas y un montaje muy decente y súper dinámico que combinaba imagen real y animada. Los villanos también eran geniales, esa mezcla entre ternura y agresividad torpe para reflejar a una clase trabajadora explotada por un magnate de negocios. Los Looney tenían (no sin ironía, teniendo en cuenta que esa es la trayectoria que siguen las productoras actuales) la amenaza de convertirse en esclavos explotados para generar beneficios destinados a la industria del entretenimiento. Era un detonante muy bueno para jugárselo todo en un partido nada amistoso. En el caso de 2021, parece que todo se supedita al homenaje (lo cual es muy típico de esta sección) y acaba como las secuelas de Jumanji (otro día hablaré de esta saga): actualiza el universo, lo convierte en digital y como ya queda muy poca gente que siga creyendo en los aliens, sitúa como rival del equipo a la propia tecnología a través de un algoritmo "pataletas" que solo quiere ser reconocido. No es que Don Cheadle no lo haga bien y tiene interacciones y puntos de vista muy interesantes, pero en ocasiones chirría, puesto que es un personaje que se aborda con un tono muy infantil, mientras que en el 96 el trasfondo serio, a pesar de la comicidad, era más evidente. Todo lo demás pasa por su "falsa imitación", pero se dejan lo mejor: ¡la música! ¡Ni una sola canción que poder tararear luego! ¡Ni una nota memorable! A pesar de ese traspiés, el montaje prosigue con su decencia y se expande para dar cabida a la aventura de reunir al equipo. Esta es la parte marcada con un circulito en el departamento de marketing, porque básicamente consiste en la Warner tirándose flores a sí misma durante más de media hora de metraje (con la colaboración especial de su nueva amiga HBO). Los easter-eggs abundan, son una delicia geek por y para los geeks, ayudan a conectar la vieja Warner con la nueva y entretienen... hasta que se quedan obsoletos, porque para mí son otro reflejo de la pérdida de gracia de los Looney, la supuesta atracción estrella que debe colarse en otras para llamar la atención. La idea es: ya que estos dibujos son muy antiguos y nadie los ve, ¿por qué no los metemos en los mundos que ahora gozan de popularidad? El juego es interesante y consigue que no te aburras, pero no marca (¿estoy ya muy mayor? Jou). La mejor parte llega cuando arranca el tercer acto: el esperado partido. Ahí sí podemos afirmar que la actualización le sienta divinamente, por fin se saca "partido" (CHISTACO) al CGI y los gags, y la mejora es incuestionable en comparación con el resto del filme, donde como espectador/a te entran ganas de palmear al CEO de la Warner y decirle: "Eaea, que no, que no eres un manta, viejo, que ya sabemos que sabes hacer cosas buenas". Si el partido es lo más aplaudible del largometraje, cosa en la que además coinciden las dos versiones, ¿cómo aprovechan el resto del tiempo? La cosa es que, mientras que en 2021 parecen haberse quedado sin ideas y por eso lo mejor es provocar un megacrossover al estilo del Arrowverso, en 1996 aprovechan para contarnos otra trama paralela consecuencia de la principal: la de los jugadores que pierden sus habilidades porque se las roban los alienígenas, lo que indirectamente les hacía partícipes de la jam. En 2021 los compañeros realizan su aportación inspirando las habilidades de los monstruos de Dom que luego roba el algoritmo, pero no vuelven a salir porque lo interesante es ver al hijo lidiando con su decisión. Los demás humanos no contribuyen sino a ser los rehenes de ese partido maquiavélico (¿una metáfora del control de la tecnología sobre nosotros? Yo no descarto nada). And the winner is... Creo que las circunstancias le son más favorables a la versión de 1996, a pesar de que tampoco estoy segura de que haya envejecido bien. Sin embargo, para mí funciona mejor que la actual como entretenimiento puro y duro. Puede dar la apariencia de ser más simple, pero si esa es la conclusión que se obtiene poco se cuenta con la mezcla de los reinos de carne y hueso y animación, que prevalecen durante las casi dos horas de metraje, mientras que en la de 2021 parece que lo que sucede en el universo digital se queda ahí (eso, en el proceso de integración, para mí es trampa). En cuanto a villano, ritmo, montaje y tono gana mil veces la del 96. También se lleva un plus por la originalidad. Todo lo relacionado con el conflicto del protagonista y los efectos visuales se lleva la palma en la de ahora, eso sí, pero yo me quedo con el espíritu de Michael Jordan porque me parece que encabeza mejor al equipo de lo que lo logra el "rey" James (aquí me apetece destacar el gag que hacen con Michael B. Jordan. Los chistes que surgen durante el partido son los mejores). En trama empatan, más o menos. Eso es todo, amigos. ¿Qué versión os convence a vosotros?
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Marzo 2022
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