Post de Naiara Salina Después de retomar este especial con el primer dueto brujo, regreso para comparar más brujas, aunque en este caso no hablamos de un remake en sí, sino de una secuela que cuenta con rasgos de remake, ya que su guion se estructura como un paralelismo, salvando pequeñas diferencias que tratan de justificar en vano la producción del filme. Si decimos que segundas partes nunca fueron buenas... ¿qué hacemos con esta? Del origen al legado Jóvenes y brujas (The Craft) es una película rodada y estrenada a mediados de los años 90, en pleno auge del cine juvenil (véase el repaso de esa década en este post) que cuenta cómo tres brujas de Los Angeles adoptan en su grupo a la recién llegada de San Francisco, Sarah, que posee los mismos poderes. Con ella el círculo se completa y las amigas pueden realizar su magia, hechizos que consisten en rituales complejos con los que harán algo más que levitar: mejorarán sus vidas. Y como toda magia siempre conlleva un precio, Sarah no tarda en darse cuenta de que hay algo ahí muy turbio y de que puede que jugar con fuerzas ancestrales para su beneficio no sea lo más indicado. En su día este largometraje no contó con el respaldo esperado, aunque hoy se considera película de culto dentro del género. En un alarde de originalidad, la secuela adopta como título en inglés The Craft: Legacy (*cara de póker aquí*), pero el legado que deja dista mucho de igualar a su predecesora y, como muchos remakes o secuelas de la actualidad, resulta floja si la comparamos (es decir, pierde bastante brillo). Así como con Las brujas seguí el orden de visionado cronológico, debido a lo que me ha costado encontrar la versión antigua con esta tuve que empezar por ir al cine a ver la nueva primero. La trama me llamó la atención, pero reconocía cuándo había algún paralelismo (no porque yo tenga un sexto sentido que los detecta, sino porque, como peli de culto, raro es que no haya oído hablar nunca de ella o no haya visto alguna escena por ahí), por lo que más que atraerme hacia esta aventura me animó a viajar al pasado para investigar. Por supuesto que la versión actual cuenta con su propia personalidad, pero con el término "legado" ya se condena a sí misma porque quien no conozca la primera entrega tiene la necesidad de acudir a ella en busca de respuestas que este guion pasa muy por encima posiblemente con el ánimo de elaborar una saga y seguir dándole coba al vínculo entre ambas películas en una tercera (y la productora ha admitido que está dispuesta a ello si el filme tiene buena acogida). Por desgracia, esta secuela se ha llevado tantos palos como la primera en su día, así que puede que haya que esperar otros veintipico años para que de nuevo sea aceptada y continúe. Cuatro elementos para equilibrar... ¿o desequilibrar? Que la secuela no haya convencido posiblemente se deba a su planteamiento y desarrollo, que por un lado quiere introducir un nuevo elemento en la historia pero por otro resulta demasiado homogéneo para ser una secuela (de ahí que para mí sea medio remake). Es justo lo mismo que critico de la última trilogía de Star Wars: bravo por querer avanzar y explorar algo de ese futuro sobre el que nos preguntábamos cuando acabamos la saga hace eones, pero muy mal por repetir la jugada, aunque sea de forma camuflada. Como este es un caso especial voy a concretar más: al comienzo del filme tenemos la llegada de una bruja nueva a la ciudad, Sarah en 1996 y Lily en 2020. Sarah se traslada con su padre desde San Francisco tras morir su madre y él empezar una nueva relación. En el caso de Lily, es el padre el fallecido y la madre la que quiere introducirlas a ambas en una familia compuesta por cuatro hombres: el patriarca y sus hijos, que acuden al mismo instituto que Lily. Aquí ya hay un cambio llamativo, ya que Sarah no contó ni con hermanastras ni hermanastros. Se tenía solo a sí misma. El conflicto de Lily, en cambio, pasa por tener que encajar en una familia donde no siente el apoyo esperado y hasta es acosada sin venir a cuento. Sarah es un poco más abierta y se esfuerza por trabar amistades desde el primer día, aunque le cueste. Sus futuras compañeras de aquelarre, en cambio, son las que se cierran en banda, perfiladas desde el principio como las góticas marginadas con pasado oscuro y muchos secretos raros. En los 90 ser así no estaba bien visto en los pasillos del instituto: lo raro era sinónimo de demencial y razón de más para un vade retro en toda la jeta. Pero los tiempos cambian y ahora ser raro y friki es lo que se lleva, porque somos de mente más abierta y apoyamos a las minorías. De modo que cuando a Lily se le escapa la menstruación en plena clase y los chicos se burlan de ella, las brujas se van a alzar en defensa de su nueva amiga. El mensaje que se envía es el de chicas contra chicos (bueno, alguna mala pécora por la clase también hay, pero no influye tanto como en 1996). No obstante, la insistencia nada sutil en la nueva ideología es lo que acaba ahogando la película (un resultado similar al cambio del mensaje en el live-action de Mulan, me atrevo a afirmar), en tanto que lo que puede condenar su entrada a la papelera es un guion muy vago para con los personajes y sus dramas. Mientras que en 1996 llegamos a empatizar con todo el aquelarre, ya que cada bruja elemental tenía su conflicto personal, en 2020 todo gira en torno a Lily, porque ella es la chica especial, el legado, la que posee un vínculo con aquel aquelarre de antaño. Aparte, es la que tiene el riesgo de volverse loca, mientras que sus amigas son las sensatas, algo que en la versión del 96 sucedía a la inversa (reconozco que este cambio de roles es chulo). Y no es que esa trama no sea interesante, que lo es. Ocurre que ese circunloquio y monólogo que se monta el guion sobre la protagonista molesta, pues a pesar de seguir una intención muy clara desmerece a las otras miembros del grupo y, por tanto, a su título. ¿Dónde está el aquelarre? Por no hablar de la trama del padrastro, que es el nuevo elemento en discordia. Los 90 nos dejaron con una moraleja muy chachi, ya que si algo tienen en común las películas estrenadas entonces es el mensaje de que nosotros mismos somos nuestros peores enemigos, por lo que ahí tenías a jóvenes tratando de arreglar los marrones que ellos mismos creaban y repercutían en sus vidas. Poco intervenían los adultos, jueces en la sombra, porque al final lo importante era madurar y eso solo se conseguía reconociendo el error. Así pues, cuando se daba cuenta de los tres Estados que se habían pasado, Sarah se enfrentaba a sus amigas y demostraba un valor digno de Gryffindor porque al final ellas eran las malas, cosa que no es fácil de digerir cuando estás en la piel del maltratado. Vamos, que una película en apariencia sencillita al final estaba contándote la lucha contra los demonios internos, el fin nuevamente justificando los medios y dónde encontrar la fuerza para discutir con las únicas personas que te apoyan porque son tus iguales. Además, el espacio contiene su relevancia, ya que se encuentran en un instituto católico de Los Angeles, es decir, hay profesoras monjas y uniformes, se juega mucho con el contraste entre lo cristiano y lo pagano, la divino y lo diabólico. Cuando parece que la actualización va a seguir esta senda (salvo por el espacio y el colegio católico), de pronto presenta a un enemigo externo al aquelarre perteneciente a una raza de la que no se ha hablado nunca y que deja una sensación de deus ex machina, salvo porque no está para solucionar nada, sino para destruirlo. Y es lo que me terminó de cabrear del todo, pero solo después de ver la del 96, donde esperaba que se me hablase más de ese grupo de brujos o demonios que arrebatan los poderes a las brujas. ¿Cuándo, cómo, por qué? Dado que la versión del 96 se nutre de la moda de Embrujadas y hasta utiliza el mismo tema mítico, ¿he de suponer que estas cintas se desarrollan en el mismo universo y que por tanto todo está explicado en la serie o qué? Lo dicho: guion vago. Una versión no me explica de dónde surgen esas brujas, aunque tampoco te enfadas por eso porque por lo menos tienen un local lleno de libros y herramientas para hechizos que insinúa que las chicas son más bien brujas por aprendizaje, mientras que Sarah lo es por naturaleza (eso SÍ se cuenta. Punto para la generación del 96). Y ahora en la nueva no me quieren justificar a esos enemigos, que para colmo son todos hombres que lo que propician es la reunión del aquelarre (aquí el grupo no acaba disuelto, al menos, porque las brujas unidas jamás serán vencidas. Lo veis, ¿no?). Golpe de efecto es lo que es. And the winner is... La versión clásica logra sostenerse por sí misma, siendo una más de mil aventuras similares que nos regaló su década. Ni siquiera necesita una segunda parte porque el cierre no da pie a ello. Básicamente lo demás se lo sacan de la manga, y esa falta de interés por mantener la coherencia interna es por lo que el semi remake no termina de funcionar como secuela, aunque tampoco lo haría de ser una película solitaria por la pereza de su planteamiento, y eso que sí le da tiempo a tocar todo lo relevante del presente cultural. Actualiza a los personajes, pero deja una historia muy pobre que no sé si merece más desarrollo, salvo en caso de que siga por esa puerta que acaba de abrir, porque de lo contrario predigo su caída en picado. Vamos, que para Jóvenes y brujas, las que ahora son viejas (dirigidas por Andrew Fleming. La de 2020 queda a cargo de Zoe Lister-Jones). Eso sí, la letra de "How soon is now" le pega mucho más a la secuela y ni siquiera la usan.
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Post de Naiara Salinas Un mes después de la inauguración de este especial regreso para comparar dos nuevos remakes que vi en salas como celebración de la noche de las brujas. Así que sí, mucho ha llovido desde entonces, pero me he permitido aprovechar el tiempo para rever las versiones clásicas y forjarme una opinión más concienciada (o sabia, o completa). Me he encontrado con que en un caso puede que sienta más simpatía por el remake y en el otro, por el original. ¿Queréis saber cuál es cada? Pues vayamos al lío (y estad a la espera de la parte dos de este "doblete"). Las maldición de las brujas (1990) vs Las brujas de Roald Dahl (2020): dos títulos, una historia, dos épocas cinematográficas La primera parejita que os traigo adapta en conjunto el libro homónimo de Roald Dahl. Si bien en la versión original ambas se copian hasta el título, en castellano se ha querido distinguir un poco más como servicio de ayuda al algoritmo, no sea que luego te sea muy difícil encontrar la que buscas (a ver si aprendemos, Jóvenes y brujas...). La trama cuenta cómo un niño huérfano que vive con su abuela es sorprendido por una bruja que lo marca como presa, razón por la cual ambos se trasladan y acaban en un hotel donde, quiere su buena suerte, se celebra una convención de brujas que planean convertir a todos los niños en ratones para acabar con ellos de una vez por todas. En este caso mi orden de visionado siguió los preceptos naturales y empecé el viaje en 1990, por lo que al llegar al cine pocas sorpresas me aguardaban, o eso pensaba. Hay aspectos en los que la primera cinta acierta y otros cuyo mérito hay que concedérselo a la segunda, pues para ser un remake no resulta tan literal. Tanto en esta actualización como en la siguiente vamos a ver que, en comparación con la versión antigua, el lenguaje se ha adaptado a los nuevos tiempos y hay mayor inclusividad en el reparto, siendo el protagonista de Las brujas de Roald Dahl de color, mientras que en La maldición de las brujas es blanco y rubio. En fin, ¿para qué están los remakes, si no? La estructura de guion en ambas películas se mantiene, pero el enfoque es ligeramente diferente, más fantasioso y clásico en la de 1990, que como primera incursión para esta historia merece mucho la pena (es uno de esos clásicos de la infancia que me perdí en su día, pero mejor tarde que nunca), ya que se impregna de todos los rasgos del cine de la época y te genera mucha nostalgia por aquel pasado y esos metrajes de calidad de vídeo casero, ays... Debido, no obstante, a ese poco avance en la técnica, los efectos visuales son minimalistas, a fin de evitar un trauma a los ojos del espectador. Usan ratones de verdad en algunos planos, por ejemplo, cuando no son animatrónicos (a lo mejor pueden realizar gestos humanos, pero no muestran expresiones y cuando hablan creo recordar que se les dobla por encima, sin mover su boca a la par). Aunque lo que de verdad está curradísimo es el maquillaje de las brujas, que causa repelús (ups, parece ser que sí hay trauma visual después de todo), pero también admiración (ya se sabe, como cuando te curras el disfraz de Halloween y todo el mundo te aplaude). ¿A qué viene lo de "más fantasioso", entonces? No es por la técnica, sino por el tono, el efecto que consiguen los fotogramas, la música y el ritmo. A pesar de tener más rasgos "realistas", la emoción con la que el niño vive esta aventura, su increíble parque de atracciones para sus ratoncitos, su amistad con Bruno y el desenlace llevan consigo el halo de cuento del material del que parten. El filme se postula como un entretenimiento para los pequeños de la casa y la idea es que se diviertan, no que se traumen, por lo que todo se narra con bastante simpatía, a pesar del peligro. ¿Actualización más currada o no? Esa simpatía no se pierde en la versión actual, pero resulta un pelín más introspectiva o psicológica. Aparte, el metraje abusa más de la tecnología. Paradójicamente, no solo conlleva más digitalización, sino que lo que antaño se trabajó más, el aspecto de las brujas, ahora se rebaja. No es que no tenga su curro, pero, en comparación, a Angelica Houston la perdemos bajo toda esa prótesis, mientras que Anne Hathaway sigue siendo reconocible (y guapa, que quizá sea lo menos convincente. Eso sí, chapó por la decisión sobre las garras y la cola). Imaginándome con diez años seguramente me hubiese impactado más la transformación de Houston. Lo curioso de esta adaptación es que toma nuevas ideas que dotan a sus personajes de más fondo (se habla sobre la muerte, la depresión y la superación, por ejemplo, que no es moco de pavo para una película infantil), pero al mismo tiempo incurre en sistemas que, para mi gusto, la infantilizan mucho más que la versión clásica. El mejor ejemplo que se me ocurre es el trato de los ratones, por su rediseño caricaturesco y manierismos tan humanizados, lo cual los convierte casi en dibujos animados. Para un largometraje fantástico no está mal, pero choca con respecto al original. Y ni hablemos de los cambios argumentales, que dejan la versión de 1990 como un tanto simplista. En la de 2020 se introduce una subtrama que es la de la ratoncita adoptada por el protagonista, el cual además se convierte en el narrador en su versión adulta (fun fact: nunca se dice el nombre de este chico. En el reparto figura como "Héroe" a secas). En resumen, este remake trata de no quedarse en lo básico y explorar un poco más dentro de sus posibilidades. Tampoco arriesga demasiado, salvo por el gran cambio del final, lo que me hace preguntarme ahora cuál es el correcto, es decir, el que está en la novela. Ambos son felices, pero cada uno a su manera. And the winner is... Si tuviera que quedarme con una versión no sabría cuál escoger, así que empate. Creo que cada una en sí aporta, no se pisan tanto. La mezcla entre ambas produciría la adaptación perfecta, incluso. Ahora bien, entre las brujas, por mucho que adore a Anne Hathaway, Angelica Houston gana por goleada. Es más mala, más... bruja. Impone. |
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Marzo 2022
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