Dovidl: De todas formas, no pareces un hombre.
Martin: Ser un hombre no significa eso.
Dovidl: ¿Pues qué significa, sabiondo?
Martin: Entre otras muchas cosas, tener respeto a los muertos. 
Dovidl: ¿Por qué, porque están muertos?
Martin: ¡Era una persona humana, Dov! Probablemente se acostó pensando... que haría croquetas de pescado. Y la pobre acaba muerta, entre los escombros de su casa. ¿Eso no te hace... sentir nada?
Dovidl: ¿Sabes cuánta gente ha muerto esta noche, Motle? No me refiero solo a Londres: en toda la Europa ocupada. Por disparos, bayonetas, bombas, por el hambre, quemados vivos, colgados...
Martin: No se trata de eso...
Dovidl: ..., ¡decenas de miles! Y nadie sabe cómo se llaman. Así que dime, hombrecito hijo de buena cuna, ¿por cuáles se supone que tengo que sentir algo? ¿Por todos ellos o solo por aquellos con quienes me tropiezo? 

Señora Godwin: El señor Shelley sufre de algún tipo de tristeza. Quizá se decepcionó al descubrir que no posees la misma promiscuidad que tu querida difunta madre.
Mary: Le pediría que no faltara al respeto a mi madre.
Señora Godwin: Oh, por supuesto. ¿Cómo se atreve alguien a decir algo fuera de lugar sobre una fallecida de tan ilustre mérito? Al menos no has heredado ese déficit, esa estúpida impulsividad que confundía la dicha con la emancipación.
Mary: No he heredado nada más que fuego en mi alma, y ya no permitiré que usted o alguien más lo contenga. 
Señora Godwin: ¿Tienes alguna relación con ese asiduo a las esas rameras? Espero que esos rumores sean falsos. Justo cuando hemos encontrado un camino para nuestra salvación conviertes nuestra fortuna en otro escándalo.
Mary: ¿Cree que me importa lo más mínimo mi reputación? ¿O la suya? ¡No me asusta nada más que dejar que sus palabras sin sentido amilanen mis deseos!