Lily: Imagina esto: estás en tu librería favorita, ojeando el estante donde se encuentran tus libros favoritos y, allí, entre los lomos familiares, hay un cuaderno rojo. Imagina que estás en Nueva York y es Navidad. Estás rodeado de gente, de posibilidad y la esperanza de que en algún lugar de la ciudad esté esa persona que está destinada a ti. Solo tienes que encontrarlas. ¿Cómo haces eso? Todo depende del tipo de persona que seas.

Reina Isabel: Es un error presuponer que porque alguien sea privilegiado carezca de agallas. Y es un juego peligroso hacer enemigos a izquierda, derecha y centro. 
Margaret Thatcher: No si una se siente cómoda teniendo enemigos.
Reina Isabel: ¿Usted sí?
Thatcher: Desde luego. Inspirada en las palabras del poeta escocés Charles MacKay: "¿No tienes enemigos, dices? Una pena, amigo mío: ese alarde es vano. Aquel que participa en la refriega del deber, que los valientes soportan, debería haber hecho enemigos. Si no los tienes, pequeño es entonces el trabajo que has hecho. Si a ningún traidor has escarmentado, si ningún zafio patán te ha calumniado, si ningún entuerto has enderezado, entonces... has sido un cobarde redomado". 

Miren: Al final voy a ser yo la mala de la película. Pues que sepas que no estoy de acuerdo. No sé yo si vales mucho para ser nuestro patrón, por mal camino vas. A ver, ¿por qué tenemos que pedir perdón? ¿Y los asesinatos del GAL qué? ¿Alguien ha perdido perdón por eso? Y por las torturas en las comisarías y en los cuarteles, ¿quién ha pedido perdón? Y por la dispersión de los presos, y por el daño a nuestro pueblo. Nadie. Y si lo que hacíamos era tan malo, ¿por qué no nos paraste a tiempo? Nos dejas hacer y luego resulta que el sacrificio es para nada, que miles de vascos que amamos lo nuestro nos equivocábamos como idiotas. [...] Concho, ¿no ves que yo también sufro?