Post de Naiara Salinas Estando este año como está, algún estreno tenía que llegar con su polémica, medalla con la que Disney se ha querido condecorar estrenando su live-action tan esperado en su niña prodigio Disney Plus, con acceso premium. ¿Pérdida de fe en las salas de cine? ¿Deseos de recuperar parte de la recaudación perdida por el retraso en plena pandemia? No importa. Mulan ha conseguido desafiar al coronavirus y convertirnos en espectadores suyos a pesar de la reticencia de muchos (entre los que me cuento) sobre su sistema. Una vez vista la película, sin embargo, el rechazo es otro. ¿Por qué aun disfrutando el visionado... al acabar me quedé un poco vacía por dentro? Pensemos. La balada: el punto neurálgico de la realización Me alegro mucho de haber podido repasar el cantar de gesta antes de ver la película, porque francamente todo el guion se estructura como este, no solo en cuanto al contenido, sino también la forma. Es evidente que Disney tenía una deuda para con su público más exigente, el chino, de ahí que haya incurrido en eliminar todo aquello de la versión animada que desagradó al cuarto país más grande del mundo: el dragón es uno de los cuatro animales sagrados junto con el mono, el cerdo y el fénix, por lo que no vale que sea el comediante del filme, así que fuera; la familia y la comunidad nos importa más que las pretensiones de una niña de sentirse bien consigo misma, así que introduzcámosle en la cabeza los valores patrióticos que debería tener toda guerrera china; el ejército chino... ¿un hazmerreír de incompetentes? Más seriedad, por favor. Seriedad, seriedad, nobleza y seriedad. La historia pierde elementos de comicidad con los que se ganó el cariño de los niños a finales de los 90, más un legado de covers y karaoke hasta el final de los días. Ese nuevo tono se amolda a la epicidad que denota su balada original y es de enorme placer ver cómo Disney esta vez se apoya en este texto que para la mayoría era un gran misterio antes de este filme o el anterior, ya que, puestos a realizar un remake, ¿por qué no mostrar algo diferente? Esa era la visión que a mí me llamaba, dado que no solo me daba la oportunidad de distanciar mi gran amor por la cinta del 98, sino que además podía conocer la historia "real". Cuando los demás lloraban por la pérdida de Mushu, a pesar de mis sentimientos encontrados (no sale en la balada tampoco, eso hay que tenerlo en cuenta), abracé ese y los demás cambios. Así pues, tras mi investigación y mi atención a las noticias, puedo confirmar que esta película no me ha ofrecido nada que no esperase. Tenía que ser algo más auténtico y más serio (no tanto para no ahuyentar a los jóvenes), pero igual de épico. No obstante, haciendo honor a la verdad, Disney tampoco ha adaptado todo, todo el poema, sino que ha querido cocinar su macedonia con su versión antigua y, quizá (para la ambientación y la construcción de la villa o la búsqueda de paisajes naturales), la versión íntegramente china de 2009, Hua Mulan. Ello vuelve al largometraje un cúmulo de referencias por un lado y por el otro: que si los conejos, que si el fénix, que si las canciones coladas hábilmente en los diálogos, que si la presencia de la hermana, que si la presencia de la actriz Ming-Na Wen... Como cazadora de easter eggs, es uno de los aspectos que más me divierte a la hora de ver los live-action, como también es lo que habitualmente me lleva a juzgarlos como entretenidos. Este ha estado atiborrado. El género wuxia Retomando el tema de la cultura china, el guion, elemento cinematográfico, encuentra el mayor ensalzamiento dentro de un género cinematográfico muy popular en China: el wuxia, que literalmente significa «caballeros de las artes marciales». Y su adopción no es nueva para Disney, como tampoco regalada. Como ya expliqué en el post sobre la balada, en la China medieval era común que los soldados estuvieran adiestrados en artes marciales. Es una cultura a la que envuelve mucho misticismo que también está presente en esta película (de ahí que lo de "realismo" tenga que cogerse muy con pinzas porque justo es tan fantástica como la animada) y que afecta directamente a su protagonista, quien posee el chi, esa energía que la convierte no ya en una heroína, sino en una superheroína hábil en canalizar ese don y pegar patadas a diestro y siniestro. No es que aprenda en el ejército, sino que ya viene aprendida, una diferencia bastante notoria con respecto a la versión animada que, bajo el prisma feminista con el que todo el mundo observa y analiza, divide al personaje del común mortal y lo aleja de la lectura según la que todas las niñas y/o mujeres pueden llegar a ser tan nobles y fuertes como los hombres en igualdad de condiciones. No puede haber igualdad si desde el principio Mulán es superpoderosa, aunque sigue viviendo reprimida porque ese chi no es bien visto en manos de una mujer. Aparte, le resta mérito en el entrenamiento, ya que lo que sus compañeros admiran (conscientemente o no) no es su ingenio, ni su progreso, sino esa fuerza interior. Uno de los mensajes que transmitía la versión animada precisamente era que los estereotipos estaban sobrevalorados, ya que a la muchacha no le bastaba con vestirse de hombre para serlo, sino comportarse de una determinada forma. Mulán llegaba para poner en alza la solidaridad, el ingenio, el esfuerzo, la honestidad y la valentía, cosa que aquí no es necesario porque ya son los mandamientos de su sociedad, algo que nadie, ni siquiera ella, cuestiona (tanto es así, que no hacen más que repetirlo a lo largo del metraje). Asume enseguida su nueva identidad. Que su magia sea más admirada en el fondo es coherente con el hecho de que como mujer china se atenga desde el principio a los mismos valores que todo el mundo, aunque en una mujer se apliquen de forma diferente. Si nos detenemos a reflexionar, nos daremos cuenta de que la versión del 98 es mucho más adelantada a su tiempo que el live-action, en el que prima sobre todo la tradición, otro aspecto que viene dado por el género. Dado que Mulan es una leyenda china, contarla como wuxia tiene mucho sentido y, a pesar de que modifica en gran medida la recepción de su mensaje igualitario, en cierta manera sigue siendo positivo que la protagonice una chica, a quien se la viste moral y físicamente como un héroe medieval como si con ello pretendieran indicarnos que las mujeres también podemos ser legendarias y poseer el chi (cada cual con su interpretación). La presencia del fénix que muy poca gente comenta por respeto y respaldo al dragoncito (imagino) es también una especie de símbolo de ese poder, la llama que fluye dentro y que levanta a la joven en su momento de inseguridad (aparte de su guía espiritual). Sin embargo, aun salvando esta perspectiva, su apuesta no hubiese podido ser más prototípica y comercial, restando al estilo la personalidad que pudiera haber tenido bajo la dirección de Nikki Caro, quien se ha especializado en tramas con bastante sentimiento y feminismo (véase La casa de la esperanza, En tierra de hombres o La leyenda de las ballenas). El largometraje exalta el poder económico de Disney a través de efectos especiales, colorido, banda sonora, magia, ambientación y reparto, y todo ello sumado al género deja un espectáculo sin huella de profundidad para un personaje con el que aprendimos a cuestionarlo todo. En resumen: una fantasía de leyenda, pero con muy poca alma
El filme no es para nada horrible: la propuesta de revisionar la leyenda como lo que en su día fue mola mucho y culturiza; el reparto es destacable y realiza un trabajo excelente, aparte de contar con algún veterano del wuxia como Jet Li, por lo que a quien le agrade este género se lo puede pasar muy bien; la protagonista es digna en su papel: lleva el rol con el carisma exacto, como si hubiera nacido para él, y personajes nuevos como la "bruja Lady Halcón" interpretada por Li Gong (Memorias de una Geisha) y Honghui (que es aparentemente el nuevo interés amoroso de Mulán, un compañero de su mismo rango, lo cual también es guay porque suprime el cliché de que las "princesas Disney" acaben siempre enamoradas de príncipes, capitanes, etc.) caen bastante bien; Harry Gregson-Williams retiene en la memoria las notas del 98 (no solo "Mi reflejo", sino también la canción de la casamentera en la escena correspondiente) mezclándolas divinamente con la fantasía local y cierto eco narniano que queda atrás. La fotografía también es alucinante, a la altura del resto de live-actions, que a nivel técnico deslumbran siempre (salvo El rey león). Pero a la hora de la verdad una película no solo es efectos y tecnicismo: también historias que cuentan. Y, lamentablemente, poco más me ha contado, o más bien transmitido, esta versión. Se diría que el camino de Mulán ha estado más encauzado a la honestidad que otra cosa, algo así como salir de su armario místico, pero hay mejores formas de desarrollarlo. No es un mal proverbio, aunque cualquier filme protagonizado por un hombre me podría haber dicho lo mismo, esa es la espinilla. Se ha echado muy en falta un poco más de autoría personal por parte de Nikki en este enfoque, un poco más de profundidad en la protagonista y en su conflicto interior, que antaño fue tan grande. Incluso más conflicto en la bruja hubiese enriquecido la historia. Tengo la sensación de que me hago vieja por cómo voy recibiendo estas pelis. Empiezo a pensar que esta generación, mi generación (viva los 90), no está hecha para estas adaptaciones, aunque sea una paradoja. Pero tendría que hablar con los peques a ver qué opinan de esta Mulan sin conocer a las otras. Una idea positiva con la que me quedo es que, al final, el resultado es un largometraje casi nuevo, como me lo pareció Dumbo en su día. Es un atrevimiento que merece mi aplauso. Lo mejor: la fidelidad al texto original, que era la gran novedad, así como el acercamiento más compensado a la cultura china; la escenografía, el reparto (destacando la química entre Yifei Liu y Yoson An) y la banda sonora. Cuela muy bien las referencias y tiene varios momentos divertidos y simpáticos. No siempre pretende creerse moralmente superior, lo cual es un alivio, y dentro de lo que cabe es disfrutable por el morbo del live, pero tampoco una que quieras repetir enseguida necesariamente. Me quedo conforme con el lenguaje de la cámara lenta en ciertas escenas (por algún motivo siempre me fijo en ese detalle cuando aparece). Lo peor: es más superficial que su predecesora de la factoría y no termina de aprovechar las nuevas aportaciones al banalizarlas como arquetipos del género, por lo que poco le ha faltado para alcanzar el estatus de "otra película más de patadas". En su lugar, adquiere el de "otro live-action más de Disney", es decir, no está ni por encima ni por debajo de los que ya se han visto en esta década (aunque sí entra en mi top, vale, lo reconozco). Also, la escena de la batalla en la montaña... otro ejemplo de por qué Disney no puede pretender equiparar la acción real a la animación. Quería ser más épica y falló. Puntuación: merece aprobar, pero no es tan fácil decidirse. Oscilo entre el 6,5 y el 7. El 8 es el número de la suerte chino, lástima. Otra vez será.
1 Comentario
|
El diálogo cinéfilo de la semanaRuido de fondo
Jack: La sorpresa es infinita. Siento lástima por nosotros y por el extraño papel que desempeñamos en nuestras catástrofes, pero, a partir de un persistente sentido de ruina a gran escala, seguimos inventando la esperanza y aquí es donde esperamos: juntos. Acceso a Calendario CinéfiloArchivos
Agosto 2023
![]() All Screens by All Screens is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License. Creado a partir de la obra en http://allscreens.weebly.com. Puede hallar permisos más allá de los concedidos con esta licencia en http://allscreens.weebly.com |