Post de Naiara Salinas Cuando entrevistas a tu amiga del alma por su nueva obra y luego no vas a verla queda muy feo, y más cuando te ha picado el gusanillo. Por eso el viernes pasado, a las 20 horas, me presenté en el colegio mayor Larraona de Pamplona como marcaba el folletín y junto a unos amigos disfruté de algo que echaba de menos sin darme cuenta: las tablas y el delicioso sonido directo. La obra apenas alcanzó la hora u hora y pico de duración, minutos más que suficientes para asombrarnos con un solo acto intenso lleno de palabras fuertes y reacciones aún más flipantes. Porque lo que tan bien nos vendió Lady Mariaje de los Ruiz de Estella acabó cumpliendo con las expectativas (y hasta diría que las superó) y el misterio nos hizo ascuas hasta que se reveló la verdad cruda del asunto, que me voy a callar porque considero que es un factor importante para el disfrute de la obra y nunca se sabe cuándo alguien que me esté leyendo ahora va a ver otra adaptación, bien en su ciudad o pueblo, bien fuera (por si acaso, la obra, como conté en aquella entrevista, es de David Harrower, y justo el mismo día del estreno me enteré de que el hombre había ganado un premio por ella). Como iba diciendo (no estoy muy acostumbrada a reseñar teatro, o más bien hace tiempo que dejé de estarlo), la obra plantea un dilema moral abierto a la reflexión y la libre interpretación de cada uno, y probablemente uno de los mejores rasgos del libreto es cómo los diálogos iniciales confunden al espectador dándole a entender que pueda ser cualquier otra cosa más típica hasta que surge la verdad. Sin duda un pastel que no se traga fácilmente ni sobre el asiento ni sobre el escenario, lo que me lleva a remarcar la actuación de ambos intérpretes, que no solo estuvieron a la altura de las circunstancias (lo primero que siempre aplaudo es la capacidad de memorización y cómo los pequeños fallos acaban apoyando la situación de nervios y tensión que se vive ficticiamente también), sino que además tuvieron el acierto de llevar sus personajes complejos a su terreno de manera que la naturalidad fuese el ingrediente principal. Aparte de eso, que esas dos personas aguantaran el tipo durante toda la hora sin que el público se cansara merece toda una condecoración. Hablando del público, he ahí posiblemente la mayor sorpresa de la obra: la risa. Tan sorprendente que ni siquiera el propio director, Raúl, se la esperaba. Y es que si el común mortal veía a una lunática ejerciendo de justiciera, a los que conocemos a la actriz principal (hablo al menos por mí) nos sorprendió tal arrebato hasta ese punto (¿quién no se ríe cuando ve a un amigo lanzar una silla a alguien en plan "Cuidao, que estoy muy loco"? XD). Ahora un poco más en serio, el enfoque a este personaje, orientándolo más hacia el cinismo y el humor negro, hicieron de la obra poco más que una tragicomedia, un tono inesperado para un tema tan duro que funcionó gracias a los arreglos del director, quien optó por eliminar escenas "grotescas" y darle algo más de misterio al protagonista varón, no confirmando sus verdaderas intenciones en un final que ya de por sí era abierto. En resumen: trama muy interesante y bien planteada en esta versión. La mejor hora invertida de aquel viernes, y que conste que no lo digo por conocer a los artistas. Sinceramente, deberíamos bucear más en el teatro inglés: tiene muchos tesoros ocultos y ojalá estos Indiana Jones del escenario sigan descubriéndolos. Mucha mierda.
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Marzo 2023
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