Post de Naia Salinas "En las garras de las circunstancias no he gemido ni he llorado. Ante las puñaladas del azar, si bien he sangrado, jamás me he postrado. Ya no importa cuán recto haya sido el camino, ni cuántos castigos lleve a la espalda: soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma" (Nelson Mandela) Hoy se celebra el Día Internacional de la Solidaridad con el Pueblo en Lucha de Sudáfrica y, con la Eurocopa en plena jugada también (*guiño*), no se me ha ocurrido otra que desempolvar del baúl de los recuerdos uno de estos dramas históricos eastwoodianos. Que ya sé que el fútbol es una cosa y el rugby otra, y que en la vida real solo participan los europeos ahora mismo mientras que en la película se trata de un mundial. Pero yo voy a lo que voy: deportes y política (vaya... justo los temas que menos me gustan. La vida sorprende). Invictus parte del libro de John Carlin, Playing the Enemy, pero toma el título del poema que compuso el protagonista de esta historia durante su tiempo en prisión. En ella, el presidente sudafricano Nelson Mandela (Morgan Freeman) decide aprovechar la Copa Mundial de Rugby del 95 (que justo se celebra en el país) como medio de apoyo a su gran causa política: la abolición total del Apartheid, un sistema sociopolítico instaurado por los descendientes de los colonos europeos entre 1948 y 1992, basado en la segregación de la población por causas raciales o étnicas. ¿El objetivo de Mandela? Reconciliar a la mayoría negra y la minoría blanca. Ello le conduce a una alianza con el capitán de la selección sudafricana, François Pienaar (Matt Damon), en un momento en que el equipo está a punto de perder la fe en el deporte y su talento. Como digo, ni me gusta el deporte (bueno, depende. Los de equipo y tiro sí, aunque solo se me da bien el tiro con arco y sin duda prefiero practicar cualquiera de ellos antes que seguirlos con fervor por la tele) y la política me interesa solo como ciudadana de un país determinado con unas supuestas leyes que cumplir. Pero esto es cine, pasión más que confirmada, y, si bien es cierto que no me considero especialmente fan del cine de Clint Eastwood, su toque como director y productor termina dejando largometrajes que te conmueven, te revuelven, te invitan a pensar (aún no supero Million Dollar Baby). Muy humanos, en definitiva. A pesar de poner ese semblante sereno y aparentemente frívolo, el corazón de Eastwood está lleno de la sensibilidad que se requiere para interpretar a cada individuo, coger su relato y componer una obra muy emotiva. Invictus no iba a ser menos y, por eso, de todos los enfoques posibles, opta por un intimismo no exento de clasicismo que explora la visión de Mandela como dirigente de uno de los países más fracturados en ese momento, y lo sitúa como figura paralela al capitán Pienaar, que también es responsable de levantar la moral de un equipo sumido en la amarga derrota continua. La película consigue capturar esa doble lucha de múltiples formas, empezando por una perspectiva que sigue tanto el vaivén del presidente como el del capitán, con sus propias historias personales (muy llamativas son sus relaciones con sus respectivas familias, donde hay un contrapunto que favorece al rubiales frente al hombre más poderoso del país, y con sus compañeros, donde gana la hermandad en ambas partes), mientras a su alrededor los roces entre la población de color y la blanca mantienen el ambiente en tensión (por ejemplo, cuando contratan a los seguratas blancos, lo cual provoca el recelo del equipo de Mandela). Luego está el propio rugby, un deporte de contacto que obliga a ensuciarse las manos y a acabar con unas cuantas magulladuras (la representación física de esa batalla ético-moral). Si la unión hace la fuerza, este filme es un gran ejemplo de hasta qué punto y cómo una victoria alimenta la esperanza de toda una nación (aquí meteríamos el deporte como metáfora en un frente internacional, en plan: "¡Oéoé, no somos un país mediocre, podemos ganar todos juntos, blancos y negros!"). Aunque, a la hora de la verdad, la razón por la que aplaudir esta historia es la magnífica elección de sus protagonistas, con un Morgan Freeman impecable digno del Oscar (aunque ya lo ganó por Million Dollar Baby) y un Matt Damon bien conservado, ambos en papeles hechos a medida, sí, pero magníficamente ejecutados como para merecerse las nominaciones que tuvieron. Y ya para acabar, comentemos un momento el título, cuya traducción del latín no sería 'invencible' como sería lo habitual, sino 'invencido' (o 'no vencido', a falta del otro término en nuestro diccionario). Toda la película, toda decisión directiva, es un homenaje bien planteado al poema de Mandela, que a su vez es un eco de su persona, su biografía, su espíritu, su filosofía. Y por eso el bueno de Clint está muy interesado en mostrar la vulnerabilidad de sus personajes, en asomarlos un poco al precipicio, aunque en términos de desarrollo argumental van ascendiendo. La lucha es exitosa y la evolución es bastante notoria y muy visible en las dinámicas presentes en la trama. No son individuos que no han conocido la derrota, sino que la han encarado y se han levantado. Y por eso no son invencibles, sino "no vencidos". Otro resultado hubiera sido si además de caer se hubieran mantenido abajo. En resumen: otra buena historia de superación profunda de individuos con mensaje colectivo, con un elenco 10. Como punto negativo pondría el ritmo durante el segundo acto, que quizá alarga un poco el metraje. Por lo demás, bien ejecutada. Ficha técnica Invictus (Invictus) 2009, USA, Sudáfrica Drama Director: Clint Eastwood Guión: Anthony Peckham Reparto: Morgan Freeman, Matt Damon, Scott Eastwood, Zak Feaunati, Grant L. Roberts y Bonnie Mbul Puntuación: 7,5/10 Disponible en: YouTube Premium
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Marzo 2023
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