Post de Naiara Salinas Esta es la primera vez que traigo a esta sección una película catada como preestreno (screener en la jerga periodística), pero como no tendréis que esperar mucho para verla, dado que se estrena mañana (17 de junio) en Apple TV+, supongo que no importa. Hacía tiempo que no sentía la «llamada», esa necesidad de recomendar un filme con tanta fuerza. Pero cuando las cosas se hacen con tanto corazón, ay, no queda otra. Bailando por la vida es una historia sobre la madurez, abrirse paso en el duro salto a la vida adulta, encontrar el camino. Andrew (Cooper Raiff) se acaba de graduar en la universidad y, sin tener muy claro su rumbo, decide volver a casa y ayudar a su hermanastro pequeño a conquistar a su chica y vivir todo ese amor que él, a pesar de ser un enamoradizo perdido, no ha tenido oportunidad de experimentar. Cuando en un bar mitzvah se topa con Domino (Dakota Johnson) y su hija autista Lola (Vanessa Burghardt), da comienzo una relación que le valdrá para descubrir que el futuro que desea... puede que no sea el suyo. El largometraje no solo acaparó mi atención por su sinopsis, sino también por ser el triunfador entre el público del festival de Sundance de este año en la categoría de drama, toda una proeza si consideramos que Cooper Raiff (quien dirige, escribe, produce y protagoniza) solo tiene veinticinco años. Con este y su anterior filme, Shithouse (2020), se ha convertido en una joven promesa del cine independiente a la que no perder de vista en los próximos años. A mí, desde luego, me ha cautivado con su frescura, su pureza y su honestidad. Raiff crea esta historia desde el corazón, lo que se aprecia en el cuadro emocional que dibuja entre los diferentes personajes, los cuales constituyen distintas familias. A través de un tipo que se siente y se reconoce como un desarraigado, ensalza el amor familiar por encima de todo, incluso el romántico. Uno de los toques que más sorprenden en este trato es el respeto general entre todo el elenco, a partir de relaciones que se construyen entre iguales, lo que implica que Andrew puede ser una figura modelo para su hermano pequeño tanto como este para él. No hay triángulos amorosos (aunque lo parezca, yo no lo calificaría como tal) ni broncas que no sean para detener un acto de bullying, y el resto del tiempo todo es profunda sinceridad, con personas que no tienen miedo de mostrar sus sentimientos o sus debilidades, como el mismísimo miedo. Toda la naturalidad que reina en este proceso vuelve la conexión con este reparto un hecho tan importante como sencillo. No se necesita mucho tiempo para enamorarte del protagonista, para empezar, por su cercanía y el reflejo de un espíritu inquieto y al mismo tiempo lleno de dudas, cuyo optimismo provoca que cualquier obstáculo se vea nimio. La mejor definición para Andrew es la de soñador empedernido que se choca un par de veces con una realidad que se niega a aceptar y es que, sin saberlo, siempre se termina enamorando de la seguridad, la estabilidad que le pueden proporcionar mujeres que le sacan unos años. Sin embargo, Domino está muy lejos de la serenidad, habiendo sufrido el salto a la madurez de forma muy brusca. Ella, que se ha perdido buena parte de su juventud, pretende orientar a Andrew hacia ese camino en lugar de estancarse con ella y su hija. La metáfora que emplean es la de la fiesta, después de que Andrew consiga un trabajo como animador tras su éxito apoyando el primer bar mitzvah, porque con tal de no tener que pensar en sí el chico vive por y para los demás, servicial como él solo. Claro que los jóvenes nacieron para vivir sus propias fiestas, no montar las de los demás... Así como de Raiff no tengo más que buenas, buenísimas, palabras (me he enamorado, en serio), con Dakota me he sentido un poco regular a lo largo del visionado, porque, por muy mayor que sea, así como tiene muy presente su camino, su inteligencia emocional fluctúa. Domino es un personaje muy complejo, agotado, en cierta forma aburrido y nostálgico, soñando siempre con lo que podría ser. A veces la que parece desarraigada, paradójicamente, es ella. Y no, no es que Dakota lo haga mal, todo lo contrario, pero su vaivén te puede hacer perder un poco los nervios. Aunque de quedarme con otro rostro aparte de Raiff, ese sería el de Vanessa, que interpreta a Lola. La imagen que dan aquí del espectro autista es lo más verosímil y respetuoso que he visto en mucho tiempo, un trabajo notable por parte del director al arropar a su adolescente para ofrecer lo mejor de esta en pantalla, lo cual se salda con una química incuestionable. Así que además de talentoso y guapo es empático (ganando puntos). ¿Y el apartado técnico? No hay mucho que comentar, a excepción del montaje de la escena final, que consigue un contraste y al mismo tiempo un paralelismo muy chachi pistachi. En resumen: Bailando por la vida es un must para todas las personas que buscan historias entrañables, simpáticas y profundas, llenas de amor de todos los tipos. Pocas veces la mano personal del realizador en su proyecto se nota tantísimo; es su opera secunda, parida por él y solo por él. Un gozada, con su comedia y drama bien equilibrados (muy animada). Ah, y también tiene muy buen gusto musical (me casooooo). El público de Sundance tiene todo mi respeto por elegirla como ganadora. Ficha técnica Bailando por la vida (Cha-Cha Real Smooth) 2022, USA Comedia dramática Dirección: Cooper Raiff Guion: Cooper Raiff Reparto: Cooper Raiff, Dakota Johnson, Leslie Mann, Odeya Rush, Brad Garrett, Raúl Castillo y Vanessa Burghardt. Puntuación: 10/10 Disponible en: Apple TV+
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Marzo 2023
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