Post de Naiara Salinas Queda poco para la gran ceremonia cinéfila de la primavera, los premios por los que todo nuestro oro (y dignidad a veces) damos, y que conste que cuando digo oro me refiero al tiempo, no al dinero. De manera que no, la recomendación de este mes no es cosa del azar, sino de una nominada de la que se debería estar hablando más, ya que tiene papeletas para llevarse al hombrecillo dorado con todo el derecho del mundo en las tres categorías grandes en las que está nominada: Mejor Documental, Mejor Película de Animación y Mejor Película Internacional. Flee es una producción híbrida donde Amin, un refugiado afgano residente en Dinamarca, repasa su historia completa hasta el momento en el que su amigo director y guionista le propone grabar ese docu. Por tanto, sí, el guion se elabora sobre una base meta y a través de ella entramos en una realidad dramática muy distinta donde la esperanza, la voluntad y el amor son las únicas armas a las que puede aferrarse uno para sobrevivir. Mucha gente opina que buscar una intencionalidad subyacente al cine más allá del entretenimiento es un error. Pero definirlo así supone eliminar la otra cara: el arte, la expresión. Muchos cineastas (por no decir todos) tienen la necesidad de contar historias que por algún motivo les han llegado y de las quieren hacerse eco. Flee, bajo mi punto de vista, entra dentro de este grupo. No se le puede considerar «entretenimiento» porque no es divertida, ni fácilmente digerible, ni simple. Flee es una historia real desgarradora, plagada de adversidad, miedo y terror, y es la prueba de que el cine no siempre es entretenimiento, pero sí emoción, buena o mala, un lenguaje que te remueve por dentro, que puede llegar incluso a agitar la conciencia. Este largometraje ejerce ese efecto desde el primer fotograma. Más allá de la historia, la forma de contarla es muy humana y muy natural, al dejarnos ver la relación existente entre Amin y el director, antiguos compañeros de clase que han llevado vidas muy distintas. Jonas Poher Rasmussen invita a su amigo a ser sincero y este lo hace con la condición de que su identidad se proteja; de ahí el formato animado. Una animación muy artesanal con un movimiento irregular, como entrecortado, muy en la línea estilística del flashback que supone el 95% del filme, pero también un método de representar visualmente la inseguridad, el titubeo, de su protagonista, quien se expresa al principio muy temblorosamente y carcomido por la emoción, hasta el punto de que la narración se detiene varias veces para tomarse un descanso. Estos momentos entre bastidores tan inusuales enriquecen el relato con dos líneas temporales: presente y pasado, y a su vez le da un toque de falsa ficcionalidad al estar reflejando esa conversación entre amigos que normalmente no veríamos en la pantalla. Incluso en los documentales, nada que no sirva como prueba o testimonio directo entra en plano; lo que hace Jonas aquí es regalarnos la totalidad del rodaje para profundizar más en el contraste entre el Amin que él conoce y el que es de verdad. Ya yendo más a lo que es la trama, solo por la situación que vivimos en la actualidad se puede conectar fácilmente, y esta es la principal razón por la que me niego a considerar entretenida esta película. Tampoco es una denuncia directa; testimonio es el término más adecuado. Muestra lo que es huir de un país en guerra e intentar encontrar tu sitio en otro. Aparte, se aborda la sexualidad, como miembro que es Amin de la comunidad LGTBIQ+. Es un buen protagonista porque para él todo empieza en su infancia y pasa por muchos momentos duros hasta ir escalando poco a poco; de nuevo se juega con la perspectiva inocente como en Belfast, pero se aleja de la ternura y se centra más en el trauma, aunque no prescinde de la cotidianeidad y escenas más neutras y positivas, a lo Persépolis (Marjane Satrapi, 2000). A pesar de que, como decía, la voz de Amin contiene emoción mientras relata cada episodio, también manifiesta un tono muy sereno, algo agotado, porque seguramente no sea la primera vez que le ha tocado revivir esto, aunque sí ante una cámara, y logra sumergirte muy bien en su mundo interior. En resumen: partiendo de lo íntimo hacia lo universal, es una película que te hace llorar de forma muy agridulce pero que vale para abrir un poco los ojos respecto a la situación de los refugiados de todo el mundo (y del lado oriental en especial). Puede considerarse coming of age, ya que vemos cómo todo lo que sucede afecta a Amin en su desarrollo como individuo, pero ante todo es un acto de valentía enorme donde el refugiado se planta y se encara con su pasado, negándose a seguir huyendo. Para mí es la ganadora: no le veo ni un solo defecto (hasta la duración es la ideal). Ficha técnica: Flee 2021, Dinamarca Drama, documental, animación Dirección: Jonas Poher Rasmussen Guion: Jonas Poher Rasmussen Reparto: Amin y su familia Puntuación: 10/10 Disponible en: salas de cine
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Marzo 2023
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