Post de Naiara Salinas Como sabéis, nos encontramos en la segunda edición del Reto Cinéfilo. El mes de marzo consistió en ver al menos una película dirigida por una mujer, de modo que decidí saldar una cuenta pendiente con una adaptación que hacía eones que mantenía en el cajón de-sastre, basada en una de las mejores novelas gráficas que he leído en la vida. Persépolis aborda el periodo anterior y posterior a la revolución islámica desde el punto de vista de la autora y protagonista iraní Marjane Satrapi, cuya vida viene tanto marcada por su infancia en Teherán como por su exilio a Europa. A lo largo del metraje veremos cómo se adapta al régimen, cómo se rebela contra él, cómo conoce el amor, el desamor, la pobreza y cómo evoluciona hacia la integridad. Integridad posiblemente sea la palabra principal de toda la obra y la moraleja más importante. El viaje que afronta Marjane está cargado de dualidad e indecisión, como una bala perdida en medio del conflicto, una niña obligada a crecer en un ambiente belicista a la que poca inocencia le permiten conforme va comprendiendo a la humanidad pero que sin duda lucha por conservar esa infancia: sus juegos, sus hobbies, las modas..., aunque el contexto no sea favorable. La película navega entre la lealtad a uno mismo, a sus raíces y la oportunidad de rehacer una vida, con una Marjane deseosa de deshacerse de todas las etiquetas colocadas por una sociedad fría y poco concienciada con la guerra desde una perspectiva extranjera y pacífica que observa por encima del hombro, tratándose de naciones tan avanzadas ideológicamente que no hay lugar para el respeto hacia una cultura retrógrada. Marjane debe aprender a convivir con esa cultura de la que forma parte, abrazar sus raíces sin vergüenza alguna mientras lucha por un futuro mejor. Dado el tema del largometraje y su estilo animado, no es difícil compararla con la nominada Flee, que mantiene un espíritu muy, muy similar con un protagonista muy diferente. ¿Cómo es Marjane, entonces? Valiente, contestona, insatisfecha, muy exigente y a menudo un tanto cabezota y cerrada. Es una rebelde en medio de una dictadura, un arquetipo interesante para la situación que se plantea, la clase de personaje que podría encabezar una revuelta... e incluso una revolución, pero que se mantiene en una especie de segundo plano, porque Marjane no encarna a una heroína, sino a una ciudadana común, alguien con los mismos sueños y los mismos pesares que más chicas de su edad y nacionalidad, así como extranjera. Marjane jamás aparece retratada como un ser especial, porque el objetivo de esta historia personal es ser la voz de miles más. La novela gráfica fue un hito en su día y aún recuerdo la oleada de emociones que experimenté leyéndola, cómo fue volviéndose más dura conforme Marjie crecía y se veía casi forzada a abandonar a su familia en ese infierno, pero también cómo estaba tan llena de positividad y esperanza. Como adaptación a cargo de la propia Satrapi, es cien por cien textual, respetando el dibujo en un resumen perfecto de todos los tomos, con continuos saltos del blanco y negro al color. Se adapta fenomenalmente al formato animado o cinético, jugando con transiciones y referencias que en el texto solo podíamos imaginar. El empleo de la música es ejemplar (ya sabéis que siempre guardo atención para este detalle narrativo). En resumen: siempre recomendaré la novela, así que cómo no recomendar su increíble adaptación, que se ganó al jurado de Cannes, los Goya y hasta casi los Oscar. Muy buen trabajo, muy emotiva, muy educativa y muy entretenida. Marjane es un personaje que puede representar a cualquiera dentro de su situación especial, y eso es lo que la vuelve memorable. Un coming of age sobresaliente. Ficha técnica Persépolis 2007, Francia Animación, drama, biopic Dirección: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud Guion: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud Reparto: Catherine Deneuve y Chiara Mastroianni Puntuación: 10/10 Disponible en: YouTube
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Post de Naiara Salinas Todos los años (y meses) descubro algo (o a alguien) del mundo del cine que ignoraba por completo. Este febrero mi gran descubrimiento ha sido el director vasco Paul Urkijo Alijo, del que, adelanto, me declaro fan. Esta es la primera película suya que he visto. Errementari nos sitúa en la Álava de la Primera Guerra Carlista, donde el rebelde Patxi regresa a la vida y se hace con un cargamento misterioso transportado por los soldados que acababan de fusilarle. Años después, llega al pueblo un investigador del gobierno buscándole, pero los vecinos le advierten de que Patxi es un herrero muy ermitaño que supuestamente mató a su esposa y secuestra a los niños. Todos aseguran que guarda algún misterio en su herrería, pero nadie logra averiguar cuál es hasta que Usue, una huérfana marginada por su origen adúltero, logra colarse dentro... y desata al mal por accidente. Cuando leí la sinopsis, esperaba encontrarme un cuento oscuro y, en cierto modo, así fue: una estructura sencilla, personajes muy contados, una idea clara y una moraleja en torno al perdón evidente. Todo es maduro en esta trama, guarda muy pocos detalles infantiles y sí mucha lectura entre lo que es moral y lo que no, lo que es aceptable y lo que no. Patxi es un protagonista con un gran duelo interno que se muestra sobre todo cuando aparece Usue, la expresión de la inocencia en esta historia a la que, sin embargo, quieren privar de su infancia por el pecado que la creó. Pero existe otro componente que hace de esta película algo especial. Sabemos que el cine es posible en casi cualquier parte del mundo; los rodajes no se limitan en eso y, cuando se trata de producciones históricas, más de una localización exterior podría valer para dar vida a la época. Como cantan las Tanxugueiras, «no hay fronteras». Pero creo que también podemos estar de acuerdo en que, cuando se rueda en casa, las películas cobran otro cariz más auténtico, más vivo... No sé cómo expresarlo con palabras realmente porque es más una sensación, pero justo una que parte de lo visible en la pantalla. Se pone más esmero, más mimo. Es como una cita: sea tu pareja o tu amigo, no te comportas igual si el plan es fuera que si es en tu casa: te pones a limpiar y ordenar, no perdonas ni una mota de polvo, procuras que todo el mundo se sienta cómodo en todo momento, les dejas cotillear tus estantes... Ver Errementari me dejó con una sensación de «bienvenida a mi humilde morada. Esto es lo que soy, lo que somos, y esperamos que disfrutes de tu estancia» que acabé orgullosa por todo el trabajo. Paul Urkijo hace magia con la cámara. Aparte de conectar con su amor por la fantasía y las leyendas, me quedé embobada por la fotografía y la epicidad tan de blockbuster que poco se suele ver en nuestro cine, al mismo tiempo que sigue jugando con la sencillez narrativa de su fábula. Puede parecer un combo raro porque no estamos acostumbrados, pero os garantizo que en este caso funciona increíblemente (y para grandes efectos visuales tenemos un clímax apoteósico). Es también un largometraje muy artesanal, con maquillaje y prótesis más que digitalización (Eneko Sagardoy está irreconocible, guau). El doblaje contribuye a sentir que estás viendo algo de fuera, porque el filme se rodó en euskera, y no cualquiera, sino el que se hablaba en el siglo XIX en el territorio local (porque el País Vasco es más que solo el País Vasco, ojo). A eso me refiero con esmero: la parte fantástica permite recrearse en el misterio y el folklore, pero la parte histórica es la seña de identidad y cuida el mínimo detalle. Todo es de casa: los actores, el idioma... Formidable. En resumen: con un guion muy directo y bien solventado, Paul Urkijo logra llamar la atención sobre la cultura vasca pensando a lo grande para contar una historia pequeña. Es un niño al frente de una cámara con la que ansía captar todo lo que se imaginó cuando escuchó ese cuento, y ya sabéis que todo siempre es más mágico y épico en nuestra cabeza. Su mayor logro es haber podido plasmar esa imaginación, hacerla carne y hueso para que los espectadores no tengamos que pensar nada (aparte de en el mensaje), solo disfrutar. Esta casa se ha limpiado tremendamente bien para recibir a los invitados. Ficha técnica El herrero y el diablo (Errementari) 2017, España Fantástica, histórica, misterio Dirección: Paul Urkijo Alijo Guion: Paul Urkijo Alijo y Asier Guerricaechevarría Reparto: Kandido Uranga, Eneko Sagardoy, Uma Bracaglia, Itziar Ituño, Ramón Agirre, Josean Bengoetxea, Urko Olazabal, Almudena Cid, Zigor Bilbao y Maite Bastos Puntuación: 8,5/10 Disponible en: Netflix y RTVE Play Post de Naiara Salinas Hay películas a las que igual llegas muy tarde, pero de pronto consideras imprescindibles en tu vida y te preguntas cómo has podido vivir sin conocerlas. La mayoría de las veces tienes que escarbar en lo más profundo de Internet para dar con esos tesoros. Pero otras resulta que simplemente estás paseando una tarde y tus ojos aterrizan sobre un cartel publicitario de determinadas proyecciones promovidas por la filmoteca que tienes al lado de casa y te dices: «Oye, ¿por qué no?». Y abres la puerta. Así es como llegué a esta (huelga decir que ya conocía su existencia, pero no llegué a tiempo a su emisión en salas, así que agradecí sobremanera esta segunda oportunidad porque mi curiosidad era ingente). La opera prima de Daniel Brühl como director nos presenta a un actor alemán casado y con hijos de camino a Londres para una audición que podría darle el papel de su carrera. Sin embargo, al encontrarse en su bar de confianza con un vecino muy curioso comienza un diálogo que poco a poco se convierte en una batalla dialéctica que irá desentrañando varios secretos. En este garito, la polémica está servida. En 1954 Alfred Hitchcock estrenó La ventana indiscreta, que se coronó como una de las mejores películas de misterio de todos los tiempos. Desde entonces, Hollywood nos ha regalado unos cuantos momentos de espionaje (in)voluntario a través de un cristal con múltiples consecuencias dramáticas (desde la erótica Los voyeurs de Prime Video hasta la pausada Mujer en la ventana de Netflix, pasando por la caótica Chica del tren, de Universal). Esta no es una película de misterio como tal, pero, al igual que en filmes como Mass o El sastre de la mafia (de las que tengo una opinión elevada) su estructura a capas te sumerge en un cuestionario que va profundizando y despegando un par de esas por acto hasta alcanzar la hecatombe. Nuevamente nos topamos con un guion que bebe de lo mejor del teatro (escenario apenas invariable con decorado austero, pocos personajes y diálogos muy centralizados) y, como espectadores, consigue engancharnos e implicarnos en la historia con muy poco esfuerzo, tomando en este caso el desconcierto del protagonista como punto de apoyo emocional. Y así es como pasamos de una conversación inocente a otra cada vez más turbia. No se juegan todas las cartas desde el principio y siempre estamos pendientes de la reacción del protagonista, que además representa un tipo de perfil muy acostumbrado a ser observado en la distancia, lo cual genera un conflicto más interesante, pues surge la fina línea entre el mero interés y el acoso absoluto propio de un paparazzi, por ejemplo. La puerta de al lado pone en entredicho la felicidad con filtro, cómo ninguna vida es tan perfecta como parece, toda la historia de fondo que se olvida y las mentiras que se ignoran o se elige ignorar. Que la protagonice un actor resulta muy alegórico, pues al final su trabajo consiste en creer una fantasía, vivir en ella para poder transmitirla (de hecho, al principio vemos cómo intenta sonsacar a su agente información del personaje para el que va a realizar el casting, ya que desea prepararlo lo mejor posible. Es una pobre ironía oculta, porque ansía conocimiento y vive en la ignorancia absoluta). Claro que si ahora mismo me preguntan una sola razón por la que ver esta película, mi respuesta inmediata es Daniel Brühl. El barcelonés criado en Colonia se desenvuelve detrás de la cámara con la misma fluidez que delante, es un gusto ver cómo hace suyo el guion de Daniel Kehlmann y plasma parte de su historia en la construcción de su personaje: el nombre de pila, la ciudad de procedencia, el amor que siente por Berlín y su profesión... Todo eso es cien por cien Brühl. No es necesario conocerlo mucho para darse cuenta, de tan natural que es al comentarlo, como si hubiera aprovechado la oportunidad para emitir su propio discurso sobre un tema que sin duda le interesa como profesional del sector y famoso. ¡Hasta cuela un guiño a su paso por Marvel que no tiene precio! Así, intérprete y personaje se mimetizan y a partir de ahí todo es magia, incluso estableciendo la frontera con la ficción. Además, quien tenga la ocasión de verla en V.O.S.E. que lo haga, porque disfrutará de un políglota muy hábil (sí, el muy astuto consigue hasta colar su español nativo en el diálogo). No me sorprendería que el bar donde tiene lugar la acción principal sea en la vida real el suyo de tapas (por si no lo sabíais, desbloqueado un nuevo destino turístico). Ya solo me quedaría hablar de su excelente compañero, Peter Kurth, un portento, el tipo de persona discreta que puede reírse en tu cara perfectamente sin perder el temple, el hater de Twitter al que bloquearías a nada que te de la chapa y que en este filme queda incluso por encima de Brühl en cuanto a interpretación. Gracias a su personaje sin pelos en la lengua y con la moral así asá entramos en un debate sobre el oficio de actor que pone al personaje de Brühl entre la espada y la pared. Este guion opina que primero hay que cuestionar los hábitos del intérprete antes de entrar en los temas más personales, para ver cómo conecta una cosa con la otra. Y me encanta. En resumen: Brühl nos regala una de la interpretaciones más divertidas y sinceras de toda su carrera, llena de humor negro con esos diálogos viperinos en medio de una realidad sarcástica y agria. Resulta que su mejor papel es ser él mismo. Además, con esta trama lo ha tenido verdaderamente fácil para tomar las riendas, no es nada extraña su soltura. Se le puede acusar de haber arriesgado poco, pero para ser la primera vez ha obtenido un resultado muy óptimo e interesante. Puede llegar a ser un director muy detallista, ya que tiene una visión tan desenfadada como puntillosa (lo veo tomando nota en cada rodaje pasado), y el hecho de que nos permita acercarnos tanto a su zona de confort demuestra lo hogareño, nostálgico y humilde que puede ser (o que es). En fin, que si ya le admiraba, ahora estoy enamorada. PD: hay escena midcréditos, ojo. Ficha técnica La puerta de al lado (Nebenan) 2021, Alemania Comedia negra, dramedia Dirección: Daniel Brühl Guion: Daniel Kehlmann Reparto: Daniel Brühl, Peter Kurth, Aenne Schwarz, Rike Eckermann, Gode Benedix, Vicky Krieps, Mex Schlüpfer, Stefan Scheumann y Luisa-Céline Gaffron Puntuación: 10/10 Disponible en: HBO Max Post de Naiara Salinas ¿Te parece que la temporada de Halloween pasó demasiado rápido? ¿Te gustaría ver algo relacionado con la Navidad pero sin un espíritu muy exagerado? ¿Deseas recuperar la fe en el cine de zombis? ¿Estás harto de que los mayores te impidan conocer el mundo como a ti te apetece? ¿Te abstraes de la realidad cuando te pones los cascos y te crees que estás en un videoclip? Y por último pero no menos importante: ¿el cuerpo te pide música a raudales? Amigo o amiga, tengo la película perfecta para ti. La protagonista de esta historia, Ana, desea levar anclas y viajar por el mundo en lugar de preocuparse por la universidad, de modo que planea el gran viaje para las vacaciones de Navidad sin contar ni con la opinión de su padre ni con la pandemia desatada por un virus que convierte a las personas en zombis (un clásico). Justo durante la víspera de Navidad, el virus irrumpe en la pequeña ciudad inglesa y trastoca las vidas de Ana y sus amigos, que deberán luchar por la supervivencia a base de bastones de caramelo y... rock and roll. Ana y el apocalipsis llegó a mi vida como una fiesta sorpresa hace unos cuantos meses (entre finales de 2021 y principios de 2022). No me preguntéis cómo, no me preguntéis por qué, pero una tarde estaba yo relajada en YouTube cuando apareció un vídeo de una chica celebrando un nuevo día lleno de oportunidades mientras los zombies se comían a sus vecinos por detrás. El metraje me dejó tan loca que supe que antes de que acabase el año encontraría esa película y la disfrutaría. En mi trayectoria como espectadora de musicales, jamás de los jamases pensé que llegaría a ver un «La La Land mezclado con la trilogía del Cornetto» (palabras del tráiler y el cartel promocional), pero eso es justo lo que es este filme que, al igual que el de Emma Stone y Ryan Gosling, explora el conflicto de los jóvenes que están ansiosos por salir ahí fuera y cumplir sus sueños pero se sienten desalentados por la sociedad y deben expresarlo a través de la música, así como, al igual que el de Simon Pegg y Nick Frost, te sitúa en una batalla campal contra los no muertos sin perder el humor negro marca de la casa. ¿Qué se obtiene con este cóctel? Una película meme donde la risa está asegurada, ya que navega entre la parodia y la sátira. Es un relato muy desenfadado que nos brinda situaciones tan dramáticas como absurdas por su exageración. Una ridiculez, ojito con esto, planificada de antemano y a la que se le da la vuelta varias veces. Por ejemplo: ¿se cachondea el largometraje de los tipos duros que van de sobrados y superhéroes? Sí. ¿Hace que terminen salvando a gente de verdad? También. Vamos, que te ves la película por el humor y los números (excelentemente ejecutados, todo hay que decirlo), pero la guardas para siempre por todo eso... y la profundidad que gana en cuanto se pone un poco sensiblera. Porque esta historia, al final, trata sobre vencer el miedo a lo desconocido, abrir las alas y volar, tomando decisiones difíciles como la persona madura que eres. Cada adolescente tiene su sueño frustrado, pero no hay nada como un apocalipsis zombi para agarrar el bate y devolver los golpes. Llama la atención por su sinceridad en el relato, sobre todo al final. El desarrollo de la trama incentiva la valentía y el cambio, por lo que, aparte de distraerse del mundo real un ratejo, puedes interpretarla como una metáfora del crecimiento y la obtención de autonomía. ¿En cuanto a la técnica? Maravillosa. La banda sonora enamora a la primera con canciones vibrantes, baladas profundas y otros temas más cómicos, que aportan un tono súper cañero y revitalizador en general. Aunque se la compara con La La Land, yo la veo más High School Musical, pero bueno, eso según la percepción de cada uno. El ritmo es muy ligerillo, no necesita mucho tiempo para contar lo que tiene que contar, así que es una película perfecta para una tarde en casa. Casi todo el joven reparto es novel, pero seguramente el profesor (Paul Kaye) te suene por haber interpretado a Thoros de Myr en Juego de Tronos. En resumen: una fiesta para el alma. Si tienes ganas de Navidad pero echas de menos Halloween, ya sabes, te lo he puesto en bandeja. Y si no, aunque sea date el gusto de descubrir un musical sobre zombis con su comedia negra (yo siempre digo que las historias sobre estos bichos me funcionan más en ese tono. Véase Bienvenidos a Zombieland o Los muertos no quieren morir). Tiene mi bendición, la de Sitges..., ¡solo le queda la tuya! Ah, eso sí: NO esperes algo así como... «un final de Hollywood» (*guiño, codazo, guiño*). Ficha técnica Ana y el apocalipsis (Anna and the Apocalypse) 2017, Reino Unido Terror, comedia negra, musical, juvenil Dirección: John McPhail Guion: Alan McDonald, Ryan McHenry Reparto: Ella Hunt, Malcolm Cumming, Sarah Swire, Christopher Leveaux, Ben Wiggins, Marli Siu, Mark Benton, Paul Kaye, Ella Jarvis y Calum Cormack Puntuación: 9,5/10 Disponible en: Filmin Post de Naiara Salinas «Cuando la aventura te llama, hay puertas que jamás deben abrirse» Hoy se estrena en Netflix el nuevo largometraje animado por stop motion de Henry Selick, Wendell y Wild, y, dada la temática de este mes, no me he podido resistir a sacar a la luz su anterior gran éxito. Sé que, tratándose de otra adaptación de Neil Gaiman, me ha costado mucho hablar de ella, pero más vale tarde que nunca. Coraline Jones se muda con su familia a una mansión dividida en apartamentos conocida como el Palacio Rosa. Sus padres son redactores de un catálogo de jardín y nunca tienen tiempo para su hija, que destaca por su curiosidad e impaciencia. Un día, explorando, encuentra una especie de pasadizo tapizado que se abre todas las noches y la lleva a un mundo paralelo donde todo parece más idílico, salvo por los botones que llevan sus habitantes, clones mejorados de la gente de su mundo. Sin embargo, no todo es tan bonito y Coraline pronto se encontrará en una situación delicada que pondrá patas arriba su mundo. Coraline (Los mundos de Coraline como título completo en castellano) merece atención por varias razones. La primera y más simple es que se trata de la película que puso en el mapa a la productora Laika, dado que fue su gran presentación en el cada vez más competitivo mundo del cine. A partir de ella se forjaron los cimientos de esta compañía. Dejando a un lado su valor histórico (que no es poco), también resulta un filme familiar muy entretenido para cualquier momento del día que nuevamente se hace eco de la filosofía Gaiman al plantear un argumento en el que la fantasía ayudará a la protagonista a afrontar su realidad. Y es que la niña no se siente satisfecha en ningún momento del primer acto y, a pesar de mantener una actitud positiva, también le puede su egocentrismo, su deseo de atención, que genera más de una rabieta y consecutiva decepción por el camino. Seguro que todos en algún momento hemos pensado: ¿por qué tengo una vida tan aburrida? ¿Por qué no pueden mis padres complacer mis deseos o ser más interesantes? Gaiman en la novela y Selick en el guion la agarran de la mano y en vez de contarle Alicia en el País de las Maravillas deciden que reviva esa historia entera, por lo que la arrojan por ese pasadizo para toparse con un mundo mejor, pero extraño, donde Coraline vive como Pinocho en su isla de las tentaciones. Es otro relato que juega con el popular dicho «ten cuidado con lo que deseas» en una clara intención pedagógica, por muy divertido que suene lo de lanzarse a la aventura. La enseñanza parte de la presentación de un universo que subvierte la realidad; por tanto, eso de que es mejor en verdad es un engaño, ya que las personas se limitan a ser opuestas a lo que son en su otra vida, esta vez siguiendo los designios ilusorios de la joven Jones. Es otro Mundo Del Revés, algo que incluso refleja el nombre de la protagonista, que surgió por una errata tonta de su autor al escribir Caroline. El paralelismo se muestra como un espejo de sus deseos, pero la hipocresía, la falsedad, se denotan en el aspecto tan de muñeca y marioneta que presentan los ojos de sus habitantes (otra alusión a la bibliografía de Gaiman, en concreto al volumen Casa de muñecas de Sandman). ¿Por qué solo los ojos? Porque a través de ellos recibimos las verdades; es una metáfora de lo ciegos que podemos ser cuando se trata de autocomplacernos. ¿La moraleja? Que todos podemos convertirnos en esclavos de nuestros deseos, así que hay que tener, nuevamente, cuidado. Como guinda del pastel, la historia cuenta con mucho dinamismo apoyado por un elenco de personajes muy variopinto y extravagante como bien gustan a estos creadores. Incluso los diálogos tienen un encanto único. No sé cómo explicarlo, pero, aunque sean normales, les ves cierta originalidad. En cuanto a la animación, para todos aquellos que admiran esta técnica va a ser un espectáculo: tiene colorido, un diseño muy arriesgado y un toque entre infantil y gótico que le dotan del mismo carisma que posee el guion. Pete Kozachik logra una vez más capturar la atmósfera equilibrada entre cuento fantástico y lúgubre como ya lo hizo en trabajos como Pesadilla antes de Navidad (también dirigida por Selvick), La novia cadáver, etc. En resumen: el finde perfecto pasa por hacer un maratón con esta peli y la nueva. Creo que no saldréis decepcionados. Planazo para Halloween (sobre todo si os da por leer el libro, que es algo más fuertecito). Ficha técnica Los mundos de Coraline (Coraline) 2009, USA Fantasía, terror infantil, animación Dirección: Henry Selick Guion: Henry Selick Reparto: Dakota Fanning, Teri Hatcher, Keith David, Robert Bailey Jr., John Hodgman, Jennifer Saunders, Dawn French e Ian McShane Puntuación: 8/10 Disponible en: Apple TV+ Post de Naiara Salinas Septiembre es ese filo que corta sin piedad dos humores muy distintos, dos estaciones; la cuerda que te baja de las nubes, el jarrón que te recuerda que tienes deberes... Los mortales nos despedimos del buen tiempo y de las vacaciones y retornamos a la rutina laboral o académica (y, en algunos casos, ambas. Mis condolencias). ¿Y las películas? ¿Qué hacen? Pues... proseguir la ardua carrera hacia los Oscars presentándose en los festivales más reputados (con perdón de Cannes y Málaga). ¿Os acordáis de nuestro reto cinéfilo? Este mes la tarea era ver justo filmes que se hubieran presentado en algún festival, con independencia de si participaban o no o de si ganaron o no. Por el momento llevo vistas cinco películas así y hoy os quiero hablar de dos que me han tocado especialmente la patata. ¿Y por qué dos? Porque agosto no se puede quedar vacío el pobre (la que es tradicional e insiste en una recomendación al mes, es tradicional y punto pelota). Tres mil años esperándote Presentada en la sección oficial de Cannes (fuera de concurso), este largometraje que nos devuelve al George Miller más mágico y más tierno de Las brujas de Eastwirck, Babe, el cerdito valiente y Happy Feet manteniendo el esplendor visual de Mad Max: furia en la carretera cuenta la historia de Alithea, una narratóloga en medio de un congreso literario en el extranjero a la que el destino decide unir con un djinn que anhela terminar su cometido y ganarse la libertad. Cuando Alithea se niegue a solicitar los tres deseos que dicta la tradición, el genio comenzará un relato lleno de amores, promesas incumplidas, mucha historia y mucha magia. Si tuviera que resumir mis impresiones en palabras sueltas diría, de buenas a primeras, BELLA, sentimental, ensoñadora... George Miller te pinta un paisaje en el que te adentras fácilmente como el niño (o la niña) que escucha una historia antes de dormir, en el cual aprovecha para dialogar acerca de cuestiones existenciales relacionadas con el paso del tiempo, el amor y el significado de las historias y los deseos, partiendo de una narración sencilla pero no por ello menos profunda. No cae en el cliché (barato) de las historias protagonizadas por estos seres, sino que más bien se recrea en su sentido jugando con la idea de qué ocurriría si para cuando llegase el genio... no tuvieras nada que pedirle, algo muy posible a cierta edad. Tilda Swinton, en un papel muy a medida, encarna a una mujer de mediana edad, «solitaria por naturaleza», viuda, analítica de historias, austera y lo bastante conformada con su vida como para quedarse en blanco cuando recibe la visita de la criatura a la que da vida el ya muy acostumbrado Idris Elba. Un genio tan hastiado por su sino, como desesperado que usará el lenguaje que solo su interlocutora parece comprender para explicarle (y, en cierto modo, justificarle) su existencia. Mediante esta relación singular que domina acertadamente todo el guion (el dúo funciona increíblemente bien y cala desde su primera escena), la película plantea una reflexión en torno a la voluntad, con todas sus caras: la necesidad de tener deseos que nos impulsen (es decir, la motivación de vivir), en contraste con el peligro de la obsesión, el inconformismo y la ambición desmesurada. Se exploran deseos simples y complejos; el deseo carnal, el deseo inconsciente, el deseo fantasioso..., en diferentes episodios que convierten la estructura en casi una antología, con lo que eso conlleva (al final, ciertos relatos pueden atraer más que otros). Por otro lado, se deja caer parte de lo que llamo «la filosofía Gaiman», sobre la realidad de los cuentos, los cuales usamos como interpretación de nuestra vida y nuestros sentimientos. Si hay una película que lo ejemplifica a la perfección es esta e incluso se vuelve una matriozca cuando el genio cuenta la historia de un emperador que adoraba oír historias. El guion en sí se basa en un cuento de A. S. Byatt y es un homenaje a las civilizaciones que marcaron las primeras compilaciones de este género literario con un trasfondo educativo (desde el Mahabharata hasta Las mil y una noches). Ni siquiera el nombre de la protagonista parece aleatorio con esta lectura, pues proviene del griego aletheia y significa 'verdad' (otra escritora que sabe poner nombres simbólicos). No deja de tener su ironía. La dirección de Miller comulga con ese halo: el director se desmelena artísticamente como él sabe, con una visión muy pictórica plagada de referencias coloridas, luminosas y surrealistas (la fotografía saturada de 300 sobre la que previno Elengy Cine. Doy fe de que es así), sumada a un montaje que rinde desde la transición que se produce en el aeropuerto al principio (un detalle ligero que a mí, personalmente, me pareció muy inteligente y me auguró que estaba a punto de ver, valga el chiste, una genialidad). Es una rareza visual, en ocasiones extravagante, pero justo por esas decisiones resulta original (por ejemplo, la forma en la que se presenta el genio). Aparte, aunque no es como en Mad Max, no puede evitar dar palos a la humanidad de vez en cuando. En resumen: una fábula hermosa con dos intérpretes a la altura y una tonalidad claroscura exagerada (y no solo por la imagen) que tan pronto se toma en serio a sí misma como se convierte en una sátira que roza la hipérbole. Es muy mágica, muy romántica y muy entretenida. De lo mejorcito que he podido ver este año, un existencialismo fantástico que termina conmoviendo. Ya lo comenté por Twitter, pero para mí posee un encanto similar al del episodio 6 de Sandman (es una trama que seguro que su también excéntrico autor aplaudiría, aunque sea porque él también saca genios aquí y allá). Ficha técnica Tres mil años esperándote (Three Thousand Years of Longing) 2022, Australia Fantasía, romance Dirección: George Miller Guion: George Miller y Augusta Core Reparto: Idris Elba, Tilda Swinton, David Collins, Alyla Browne, Hayley Gia Hughes, Angie Tricker y Sarah Houbolt Puntuación: 9,5/10 Disponible en: de momento solo en cines. Swiss Army Man La segunda recomendación resultó triunfadora en Sitges poco después de estrenarse en Sundance. Paul Dano interpreta a Hank, un hombre atrapado en una isla que, sin posibilidad de escapar, toma la decisión de suicidarse, hasta que llega a la playa un cadáver (Daniel Radcliffe) cuyas flatulencias lo impulsan por el agua. Este el comienzo de una trama disparatada (surrealista en un sentido menos fantástico y revelador que el del largometraje anterior), en la que un hombre extraño se convierte en el mejor amigo de un cadáver llamado Manny que va reviviendo poco a poco y redescubriendo la vida como un recién nacido con ese toque especial que te da el haber vuelto de entre los muertos. Lo del disparate es solo la superficie; oh, sí, os garantizo que de la risa pasaréis a los ojos llorosos. Aunque parezca mentira, este filme tiene varios puntos en común con el primero: la conexión de dos individuos en un contexto algo mágico que no tienen por qué entender a la primera pero que aceptan con bastante facilidad, el navegar a viejos recuerdos que despiertan emociones curiosas e inesperadas, una poquita de ironía y cierto humor negro con un mensaje muy emotivo al final, plagado de redescubrimiento. Dano y Radcliffe son un dueto maravilloso a la hora de arrancarte la carcajada desde el minuto cero. Su honestidad, su inmadurez, más su choque entre la inocencia y el desencanto regalan al público una relación de amistad hermosa y pura que lo único que pretende es procurar el bienestar del otro ayudándose mutuamente a regresar con sus seres queridos. Hank y Manny van conociéndose (diría que hasta descubriéndose) por el camino, pelándose capa por capa de la forma más cómica y entrañable posible. Dan Kwan y Daniel Scheinert, mucho antes de llegar a Todo a la vez en todas partes, confieren a un argumento tronchante y muy ridiculizable humanidad durante este peculiar «viaje del héroe» en el que destaca la actuación tan estrambótica de Radcliffe (sus getos, sus posturas, sus reacciones... Inaudito lo que se mete en el papel), sumada a la gracia natural que aporta Dano. Estos chicos, francamente, no tienen miedo de reírse de sí mismos mientras indagan en sus personajes y van sacando a la luz todo lo que les incentiva. Porque esta película, también como la de Miller, tiene un móvil muy intrínseco, ya que ni siquiera estos dos gamberros escapan a su pasado y sus demonios. Durante el trayecto, Hank es el encargado de asesorar a Manny sobre lo que implica la vida y a raíz de eso desvela sus inseguridades. El largometraje termina lanzando un mensaje muy digno sobre la amistad, la soledad y el miedo con sistemas un tanto bizarros. En medio de la floresta, persona y cadáver desnudan su alma. El diseño de producción es menos ambicioso, pero igualmente está lleno de un arte que te envuelve (en especial la música). Se construye como cine independiente bizarro destinado a inspirar y lo logra con su soltura, con la celebración de la vida y la felicidad que es ese lanzarse a la mar y dejarse llevar por, literalmente, los pedos sin silenciarlos cual tabú. En esta historia no caben los tabúes (en concreto, los escatológicos): si tiene que ser grotesca o incómoda, se las ingenia para darle la vuelta y que te arranque la sonrisa y te fascine. Ni siquiera importa por qué hay un cadáver que se mueve y habla (por lo menos, no hasta el final); estamos ante dos desconocidos solitarios que unen fuerzas contra la adversidad, tanto psicológica como física. En resumen: nada hay más poderoso y magistral que contar una historia llena de vida utilizando a un muerto, con su sencillez y todo. Transmite tan buen rollo que alegra el día seguro. Daniel Radcliffe se viene arriba con este tipo de roles y ojalá que no pare de escogerlos. Paul es adorable. BRA-VO. Cine de autor del bueno. Ficha técnica Swiss Army Man 2016, USA Comedia, indie, fantasía, aventura Dirección: Dan Kwan y Daniel Scheinert Guion: Dan Kwan y Daniel Scheinert Reparto: Paul Dano, Daniel Radcliffe, Mary Elizabeth Winstead, Timothy Eulich, Richard Gross, Marika Casteel, Aaron Marshall, Antonia Ribero y Shane Carruth Puntuación: 9,5/10 Disponible en: Apple TV+ Post de Naiara Salinas «¿A cuántas personas les diagnostican esquizofrenia, psicosis, trastorno bipolar o simple locura cuando tenían algo tan fácil de diagnosticar?» A todo el mundo le gusta una buena historia de superación. Todos quieren creer que podemos superar los obstáculos que la vida nos pone por delante, sobre todo cuando hay problemas de salud de por medio. El caso es que todos quieren la solución, pero nadie se detiene a mirar de verdad el problema o su raíz. Y eso a la protagonista de esta historia le conduce a un infierno. Susannah Cahalan es una periodista de 21 años que tiene la vida hecha: trabaja donde siempre quiso, sale con un tío talentoso y atento y sus padres, aunque divorciados, siempre están ahí para ella. Todo es perfecto hasta que, de la noche a la mañana, comienza a presentar varios síntomas que se van enrareciendo y agravando conforme transcurren las semanas, hasta que la dejan incapacitada para seguir con su vida y a los demás, familiares y médicos, sin un diagnóstico claro y, por ende, una solución en blanco. Con esta premisa muy digna de House doy la bienvenida a un mes donde lo último que desea la gente es estresarse por salud (no me odiéis mucho, que tengo algo más guay preparado para vuestras vacaciones). La razón es triple: en primer lugar, el viaje de la protagonista, su transición de la normalidad a lo más escalofriantemente increíble y su lucha contra los síntomas de una enfermedad que existe, es muy extraña, afecta a jóvenes sobre todo y acojona. En segundo lugar, que está basada en una experiencia real autobiográfica: Brain on Fire es el título que adoptó la propia Cahalan de las palabras de su doctor salvavidas para describir con simplicidad su situación, que desde fuera no tenía nada de simple y casi condujo a la paciente al ingreso en un hospital psiquiátrico. Este es precisamente el tercer motivo para recomendar esta película: nadie se libra del estigma marcado por la sociedad en torno a las enfermedades mentales. Si actúas como un loco, te comportas como un maníaco, oyes voces, etc., cualquiera de las enfermedades mencionadas arriba en negrita es más llevadera ahora que hay tratamientos y pastillas adecuados que seguir explorando. Porque cuando se trata de bucear en nuestra mente, todos, médicos y ciudadanos comunes, tenemos miedo, porque es como meterse en una red de araña infinita y nos queda tanto por hilar aún, tanto por resolver y explicar... que a menudo damos rodeos sin indagar hasta el fondo. Este filme viene a demostrar que saber de enfermedades mentales no hace más fácil explicar por qué se producen. La vida de Susannah antes del ingreso es agitada, pero normal, ni siquiera se estresa porque sabe dividirse bien el tiempo, está ilusionada, es una joven en desarrollo. Por eso nadie cree que pueda pasarle algo grave y, cuando esto sucede, la negación está muy presente y Susannah tiene que enfrentarse a profesionales y seres queridos diciéndole que trabaja demasiado, que no beba mucho, que se relaje, que espabile... Cuando la enfermedad (cuyo nombre estoy omitiendo porque hasta el final permanece en misterio) entra en su fase psicológica, hasta Susannah se ve arrastrada a ese miedo, ese mar de dudas que le impiden confiar en sí misma, en lo que ve, en lo que oye y hasta en lo que siente, como cuando empieza a autodiagnosticarse sus trastornos basándose en los datos superficiales que tiene o encuentra de ellos, con los que establece una comparación. Es una tendencia bastante común sentarse frente a un doctor o una doctora y decir: «Tengo X», como si fuera sencillo. Esta trama también te conciencia sobre ello, pero no es que te desanime a mirar en Google o en libros, sino todo lo contrario, para tener la oportunidad de al menos poner el debate sobre la mesa. Chloe Grace Moretz (que lleva fuera del mapa un tiempo) asusta cuando se pone nerviosa, porque siempre da esa imagen de chica dulce y segura de sí misma. Su transformación degenerativa aquí te absorbe, te deja preguntándote cuán lejos va a llegar hasta que lo resuelvan. Verla no es una experiencia agradable y, sin embargo, tenemos la garantía de un final feliz, por lo que hay que valorar el trabajo documental detrás de este guion simplista que añade las capas justas. Hay testimonios de otros pacientes en proceso, supervivientes o allegados que afirman tras el visionado que el filme reproduce con bastante verosimilitud los síntomas. La Susannah Cahalan real escribió el libro porque, cuando ella sufrió la enfermedad, esta se acababa de descubrir. Gracias a su historia muchos otros aquejados se beneficiaron de un diagnóstico más rápido y preciso que les ayudó a mejorar en cuestión de semanas. El largometraje quiere cumplir de igual forma a nivel universal, entre quienes desconocen esta enfermedad (yo incluida). Yo siempre digo que las historias contribuyen a la difusión del conocimiento, y en casos como este se nota que importa más esto que si es un filme excelente (no lo es, lo digo desde ya), por lo mucho que se centran en el proceso, más que en la vivencia de los personajes, y eso que a Moretz le acompañan unos cuantos rostros famosos (el marketing no debió de ser muy bueno en Estados Unidos, porque quedó bastante invisibilizada cuando la intención debía ser la contraria). En resumen: si te enganchabas a los episodios de House, Anatomía de Grey, Urgencias, etc., esta película es una extensión de hora y media que te puede tener en vilo, porque intensita es, pero lo importante para mí es el aspecto educativo, no solo sobre la enfermedad, sino sobre el procedimiento para conseguir su diagnóstico y tratamiento certeros: el no rendirse, el insistir, el tratar de encontrar las respuestas y el no dar nada por concluyente. Está bien conocerse, tener control sobre los cambios de tu cuerpo y tu mente, y en pelear por la verdad si crees que no estás bien, pero tampoco hay que llegar al punto hipocondríaco (lo sé porque yo eso lo practico mucho, mal que me pese). Ficha técnica Brain on Fire 2016, Canadá Drama, biopic Dirección: Gerard Barrett Guion: Gerard Barrett y Susannah Cahalan (memorias) Reparto: Chloë Grace Moretz, Richard Armitage, Carrie-Anne Moss, Thomas Mann, Jenny Slate y Navid Negahban Puntuación: 7/10 Disponible en: Netflix Post de Naiara Salinas Esta es la primera vez que traigo a esta sección una película catada como preestreno (screener en la jerga periodística), pero como no tendréis que esperar mucho para verla, dado que se estrena mañana (17 de junio) en Apple TV+, supongo que no importa. Hacía tiempo que no sentía la «llamada», esa necesidad de recomendar un filme con tanta fuerza. Pero cuando las cosas se hacen con tanto corazón, ay, no queda otra. Bailando por la vida es una historia sobre la madurez, abrirse paso en el duro salto a la vida adulta, encontrar el camino. Andrew (Cooper Raiff) se acaba de graduar en la universidad y, sin tener muy claro su rumbo, decide volver a casa y ayudar a su hermanastro pequeño a conquistar a su chica y vivir todo ese amor que él, a pesar de ser un enamoradizo perdido, no ha tenido oportunidad de experimentar. Cuando en un bar mitzvah se topa con Domino (Dakota Johnson) y su hija autista Lola (Vanessa Burghardt), da comienzo una relación que le valdrá para descubrir que el futuro que desea... puede que no sea el suyo. El largometraje no solo acaparó mi atención por su sinopsis, sino también por ser el triunfador entre el público del festival de Sundance de este año en la categoría de drama, toda una proeza si consideramos que Cooper Raiff (quien dirige, escribe, produce y protagoniza) solo tiene veinticinco años. Con este y su anterior filme, Shithouse (2020), se ha convertido en una joven promesa del cine independiente a la que no perder de vista en los próximos años. A mí, desde luego, me ha cautivado con su frescura, su pureza y su honestidad. Raiff crea esta historia desde el corazón, lo que se aprecia en el cuadro emocional que dibuja entre los diferentes personajes, los cuales constituyen distintas familias. A través de un tipo que se siente y se reconoce como un desarraigado, ensalza el amor familiar por encima de todo, incluso el romántico. Uno de los toques que más sorprenden en este trato es el respeto general entre todo el elenco, a partir de relaciones que se construyen entre iguales, lo que implica que Andrew puede ser una figura modelo para su hermano pequeño tanto como este para él. No hay triángulos amorosos (aunque lo parezca, yo no lo calificaría como tal) ni broncas que no sean para detener un acto de bullying, y el resto del tiempo todo es profunda sinceridad, con personas que no tienen miedo de mostrar sus sentimientos o sus debilidades, como el mismísimo miedo. Toda la naturalidad que reina en este proceso vuelve la conexión con este reparto un hecho tan importante como sencillo. No se necesita mucho tiempo para enamorarte del protagonista, para empezar, por su cercanía y el reflejo de un espíritu inquieto y al mismo tiempo lleno de dudas, cuyo optimismo provoca que cualquier obstáculo se vea nimio. La mejor definición para Andrew es la de soñador empedernido que se choca un par de veces con una realidad que se niega a aceptar y es que, sin saberlo, siempre se termina enamorando de la seguridad, la estabilidad que le pueden proporcionar mujeres que le sacan unos años. Sin embargo, Domino está muy lejos de la serenidad, habiendo sufrido el salto a la madurez de forma muy brusca. Ella, que se ha perdido buena parte de su juventud, pretende orientar a Andrew hacia ese camino en lugar de estancarse con ella y su hija. La metáfora que emplean es la de la fiesta, después de que Andrew consiga un trabajo como animador tras su éxito apoyando el primer bar mitzvah, porque con tal de no tener que pensar en sí el chico vive por y para los demás, servicial como él solo. Claro que los jóvenes nacieron para vivir sus propias fiestas, no montar las de los demás... Así como de Raiff no tengo más que buenas, buenísimas, palabras (me he enamorado, en serio), con Dakota me he sentido un poco regular a lo largo del visionado, porque, por muy mayor que sea, así como tiene muy presente su camino, su inteligencia emocional fluctúa. Domino es un personaje muy complejo, agotado, en cierta forma aburrido y nostálgico, soñando siempre con lo que podría ser. A veces la que parece desarraigada, paradójicamente, es ella. Y no, no es que Dakota lo haga mal, todo lo contrario, pero su vaivén te puede hacer perder un poco los nervios. Aunque de quedarme con otro rostro aparte de Raiff, ese sería el de Vanessa, que interpreta a Lola. La imagen que dan aquí del espectro autista es lo más verosímil y respetuoso que he visto en mucho tiempo, un trabajo notable por parte del director al arropar a su adolescente para ofrecer lo mejor de esta en pantalla, lo cual se salda con una química incuestionable. Así que además de talentoso y guapo es empático (ganando puntos). ¿Y el apartado técnico? No hay mucho que comentar, a excepción del montaje de la escena final, que consigue un contraste y al mismo tiempo un paralelismo muy chachi pistachi. En resumen: Bailando por la vida es un must para todas las personas que buscan historias entrañables, simpáticas y profundas, llenas de amor de todos los tipos. Pocas veces la mano personal del realizador en su proyecto se nota tantísimo; es su opera secunda, parida por él y solo por él. Un gozada, con su comedia y drama bien equilibrados (muy animada). Ah, y también tiene muy buen gusto musical (me casooooo). El público de Sundance tiene todo mi respeto por elegirla como ganadora. Ficha técnica Bailando por la vida (Cha-Cha Real Smooth) 2022, USA Comedia dramática Dirección: Cooper Raiff Guion: Cooper Raiff Reparto: Cooper Raiff, Dakota Johnson, Leslie Mann, Odeya Rush, Brad Garrett, Raúl Castillo y Vanessa Burghardt. Puntuación: 10/10 Disponible en: Apple TV+ Post de Naiara Salinas Mientras divagaba sobre cuál de las últimas películas indies descubiertas en los últimos meses podría presentaros en esta sección, quiso el algoritmo de YouTube llevarme por la jungla del Amazonas a partir de las composiciones de varios músicos brasileños, hasta que, de improviso, apareció el tema «Glow», de un tal Antonio Pinto que no conocía (hasta ahora). Cuán fue mi sorpresa al ver que la carátula de esa melodía tan enigmática y relajante era la del filme The Host, más conocida como «la otra novela de la Meyer de Crepúsculo». Una morriña repentina me llevó a reescuchar la banda sonora completa, luego a rever algunas escenas y me di cuenta de que me apetecía mucho hablar de ella tras revisitarla tantos años después. Pues heme aquí. La huésped nos sitúa en un mundo distópico invadido por una especie alienígena parásita (se llaman a sí mismos «almas») que se adhiere a las mentes de los humanos para controlarlas. Cuando el alma Wanderer se adhiere a la mente de Melanie (Saoirse Ronan), una fugitiva, esta lucha por conservar el control con tanta fuerza que le llena de recuerdos del amor de su vida, Jared, hasta el punto de que Wanderer (Wanda para los amigos) acaba deseándolo también y ambas inician un viaje en su búsqueda. Siendo sincera, a mí lo que me apetecía recomendar era la novela, el reflejo de una Meyer más madura como escritora y con una visión más profunda y heterogénea del amor, la vida, etc. Recuerdo pensar en un momento dado que hasta me gustaba más que la saga de Crepúsculo, con ese salto a una ciencia ficción muy existencialista con un lore más elaborado. Allá donde la franquicia vampírica y licántropa podía resultar empalagosa a más no poder, The Host se convertía en una mirada con más trasfondo humano que ahondaba en las experiencias, los sueños y los recuerdos. No obstante, en este blog no hay espacio propio para la literatura, así que centrémonos en la película, que no consigue abarcar toda la dimensión emocional (normalmente los aspectos negativos no tienen cabida en las recomendaciones, pero en este caso consideraba importante que lo tuvierais en cuenta, ante la negatividad vista entre la crítica para con ella). Ahora bien, sí consigue expresar esa subversión de la invasión que plantea la historia, dado que la distopía solo es vista como tal bajo el prisma humano, pues en general el mundo ha mejorado bastante con la presencia de las almas: no hay enfermedades, no hay odio, ni guerra. De hecho ni siquiera hubo violencia en la invasión. Esta especie extraterrestre solo mira por el bien común, no conoce la ira, ni la sed de venganza, ni el egoísmo. Llegan al planeta de forma más benévola que otros invasores conocidos para sanarlo así por las buenas. ¿Cuál es la batalla de la humanidad? Mantener el control, para mantener sus derechos de libertad, pues algo en lo que las almas no ceden es en la persecución de todo hombre, mujer y niño para conseguir más anfitriones para su especie. Este conflicto se manifiesta cuando Melanie se «activa» en la mente que ahora ocupa Wanda. A través de esta conexión se va desarrollando una relación progresivamente empática que hará a Wanda replantearse muchas cosas y quizá volverse contra los suyos, aunque ellos no sean tan «perversos» después de todo. Es más, el filme juega a darle la vuelta a esta idea todo el tiempo, mostrando la cara bruta del hombre frente a la gentileza (e incluso nobleza) de las almas, rasgo del que se hacen eco las notas tan tiernas de Antonio Pinto. ¿Cómo podemos considerarles villanos después de eso? Es el aspecto que mejor adaptado está de todos, y ni qué decir que Saoirse está divina y a quien le guste esta actriz se lo puede pasar muy bien observándola en plan Gollum amansado. No hay mucho más que contar de ella (la trama romántica no es que merezca mucha atención porque donde más se disfruta es en el libro. Por la irrupción del tiempo limitado, ya que el texto original era bastante tocho, se dejan vetas sin explorar y diálogos muy básicos). Lo que sí aporta la dirección de Andrew Niccol (maestro en el género gracias a Gatacca, In time, El señor de la guerra, etc.) es un equipo muy competente a la hora de elaborar el diseño de producción. Como guinda: la secuencia de créditos finales con la canción «Radioactive» de Imagine Dragons, grupo al que conocí gracias a esta película. Al menos le debía esto. En resumen: un romance algo diferente. Una historia de invasiones muy curiosa y original. Una dualidad tratada con sensibilidad. Más profunda y humana de lo que parece, contemplativa en algunos aspectos, abrupta en otros. Ficha técnica La huésped (The Host) 2013, USA Romance, ciencia ficción, juvenil Director: Andrew Niccol Reparto: Saoirse Ronan, Max Irons, Diane Kruger, William Hurt, Jake Abel, Frances Fisher, Boyd Holbrook, Bokeem Woodbine y Emily Browning. Puntuación: 7 Disponible en: Amazon Prime Video
Post de Teresa Antón
Estaba viendo qué iba a venir en Netflix en tema películas cuando una novedad de animación llamó mi atención. La película se llamaba Apollo 10 ½ Una infancia espacial y fue directa a mi lista para verla cuando se estrenara. Y sí, ya la he visto y hoy vengo a contaros un poco mi opinión. Antes de empezar quería hacer referencia al nombre. Con "Apollo 10 ½" se refiere a la misión (inventada) que va entre el Apollo 10 y el 11, pero también al tamaño del niño (algo como lo de Dos hombres y medio) y a la costumbre de los niños pequeños de decir que tienen 10 años y medio o 7 años y medio. Y yo amo los juegos de palabras. Pero es más, puede que en inglés no esté segura con “A Space Age Adventure”, pero en español eso de “infancia espacial” es obviamente otro juego de palabras entre espacial/especial.
Empecemos con la trama. Como muchas películas y series antes, esta película nos narra un momento histórico: la llegada del hombre a la luna. Bien, este tema lo hemos visto muchas veces en películas, series y documentales así que en este caso tenían que buscar una forma original de contarlo. Para esto el director, Richard Linklater (Boyhood, Escuela de Rock), nos mezcla una narración de las vivencias de un niño en 1969 con una historia de fantasía que ese mismo niño ha creado. Iré hablando más de esto.
La película es en formato de animación, con un diseño diferente al que estamos acostumbrados en los últimos años, o a lo que yo estoy acostumbrada, que tiene más estilo de dibujo. Tal vez para dar un aire más retro y que encaje mejor con la época. Eso dejaré que lo juzgue alguien que sepa más de animación. Yo diré que a mí me ha gustado y que al parecer pintado daba la sensación de pasar las páginas de un libro.
Como he contado antes, la película tiene dos tramas y, a mi parecer, no están muy equilibradas. Con la voz en off del protagonista haciendo del narrador por un lado tenemos el reflejo de este momento histórico que está inspirado en la propia infancia del director. Personalmente, la obsesión por esta carrera a la luna y la creencia de superioridad de EEUU en este tema por ser los primeros es algo que no termino de entender. No sé si es algo puramente estadounidense lo de dar tanta importancia a ser los primeros en pisar la luna o más gente de otros países de verdad están interesados en el tema, pero aunque entiendo la importancia histórica de ese momento, no comparto esa idea casi obsesiva. Así que no me sorprendió que por momento me pareciera un poco exagerado en cuanto al tema.
Sin embargo, esta fue la trama que realmente disfruté. El reflejo de cómo era la vida de un niño en un barrio de Texas en los 60. Las series y películas del momento, las canciones que escuchaban, los planes que hacían, cómo era el colegio y los juegos que jugaban… En cuanto a material sociológico es una maravilla. Con un aire que en España se podría definir de “costumbrismo” vemos un montón de referencias y aprendemos mucho de cómo era todo. En este aspecto, creo que alguien que viviera eso o que sea cercano a alguien que lo haya vivido lo disfrutará más. Así que, junto a la obsesión que antes mencionaba, me parece una película destinada más para el público estadounidense que el global. Se respira nostalgia con esta película y, aunque me encantó aprender más sobre todo esto, no pude sentir completamente esa nostalgia porque no nací en los 60 ni en EE.UU.
La otra trama es en la que Stan, el niño desde el que vemos esta historia, es convocado por la NASA para una misión ultra secreta en la que le mandarán a la luna. Esta parte es obviamente menos histórica, pero en la propia película juegan con su veracidad al señalar que a Stan le gusta crear historias. A mi parecer esta trama es un aburrimiento total, y por suerte es bastante más breve y acaba siendo unas pequeñas pinceladas en todo el conjunto. Sinceramente, tenía la sensación de que había sido introducida para que los niños que vieran esta película encontraran la historia más entretenida. Ya que aunque es animación, no es una historia realmente infantil. Si ese es el verdadero motivo detrás de esta trama, dudo que haya funcionado porque tampoco creo que haya gustado a un público infantil.
Esta es una película con un ritmo lento, que pinta mucho una imagen de una época como si fuera un vídeo casero documental. Es bonito, es interesante y no va a gustar a los niños. Por otro lado, si el motivo es solo mostrarnos la forma de ver el mundo de un niño con complejo de grandilocuencia y mucha imaginación, supongo que sí que lo consigue. Es un poco como la diferencia de ver el mundo de niños y adultos que se señala en El Principito, pero esta reflexión no encaja con el resto de la historia.
En resumen: Si te gustan los documentales históricos, es probable que disfrutes de esta historia. El director muestra como se vivió en una pequeña ciudad de Texas la llegada del hombre a la luna con un aire nostálgico que enganchará a quienes puedan recordar ese momento. Visualmente es muy bonita, las referencias a la época son lo que más me entretuvieron, pero la trama de fantasía en la imaginación de un niño no terminó de convencerme.
Ficha técnica: Apollo 10½: A Space Age Adventure 2022, Estados Unidos Aventuras, histórica, animación Dirección: Richard Linklater Guion: Richard Linklater Reparto: Zachary Levi, Jack Black, Glen Powell, Josh Wiggins, Samuel Davis, Lee Eddy, Bill Wise, Mona Lee Fultz, Nick Stevenson, Brian Villalobos, Andrew N Sears, Nicholas Andrew Rice Puntuación: 7/10 Disponible en: Netflix |
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Marzo 2023
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