Post de Naiara Salinas Todavía recuerdo aquel momento entre primero y segundo año de carrera (2012) en el que quedé a comer con un amigo de Historia y, para no variar, acabamos hablando entre pitos y flautas de grandes historias con las que habíamos crecido, como Las crónicas de Narnia, Tiburón, El señor de los anillos... No es de extrañar, me parece a mí ahora, que de pronto este amigo me preguntara: "¿Y te has visto Juego de tronos?" Y yo, tan franca, le contesté: "La verdad es que no, pero me suena mucho el título". Cierto era. Hacía apenas un año que la primera temporada se había emitido en HBO con tan grandes resultados que se hallaba preparando la segunda entrega. Pero hasta ese momento no me había enterado de la existencia de la serie más que por una breve mención en una de estas revistas que acompañan a los diarios del domingo, cuyo espacio no era más grande que el de un cuadradito, destacado, eso sí. Por supuesto, mi amigo, flipando, se apresuró a sacarme de mi estado de ignorancia mediante una exposición sobre el mundo que había construido George R.R. Martin (él, cómo no, había alimentado su fanatismo por la serie a través de las novelas, como haría yo meses después). Me habló a grandes rasgos de la trama, del peligro de los caminantes blancos y de las cuatro casas más importantes de Poniente (aquella fue la primera vez que oí lo de "Se acerca el invierno"), el nombre de aquel mundo curioso. Y ya, para rematar, acabó hablándome del éxito de la serie en los premios y me enseñó la fabulosa intro. Pensaréis: y ese fue el surgimiento de un nuevo amor. Sin embargo, como tiendo a reaccionar en situaciones de spam, quedé impresionada y le prometí a mi amigo que le daría una oportunidad, ya que parecía ser una historia hecha para mí, aunque, sinceramente, al enterarme del gran volumen de cada novela mi ánimo fluctuó, pues no me había leído nada de Tolkien precisamente porque con el relleno de mis clases filológicas ya tenía bastante. Así que hasta que Antena 3 no lanzó su primer anuncio de que emitiría la serie durante ese verano, no cumplí esa promesa. Me acordé de ella en cuanto lo vi, por supuesto, y dado que a mi familia también le llamó la atención, ahí estuvimos juntos el domingo, preparados para catar el nuevo producto. Ni qué decir que ese verano me abrió los ojos y, de pronto enamorada perdida, sentí la necesidad de leerme los libros. Encontré los PDFs gratuitos en Internet (era una época donde la piratería era cuanto tenía a raíz de mi cartera hambrienta) y los fui devorando mes a mes mientras la vida transcurría. Antes de llegar a la segunda temporada, no obstante, ya me los había leído casi todos. La serie fue el flechazo, pero los libros, mi confirmación oficial como fan. A partir de entonces ya pude seguir estas aventuras a la par que el resto del mundo, con unas ansias horribles por ver de qué forma llevarían a cabo algunos de los acontecimientos más importantes y traumáticos del papel. Si hay algo que lamento en lo más profundo del final de la serie es no haberlo vivido con las personas con las que inicié el viaje. Pero no se puede tener todo. Es quizá la lección de vida que más me ha costado aceptar en mi proceso de madurez. Y es también algo que me ha enseñado este universo ficticio, diseñado exclusivamente para NO SATISFACER A TODOS. Canción de hielo y fuego es esa saga elaborada en una burbuja donde el autor busca complacerse a sí mismo como creador, y a donde puedes asomarte para ver qué hace y decidir quedarte si te gusta, pero él no te dedicará ni una sola mirada, mucho menos una palabra (¿no os recuerda a alguien?). Las veces que he sufrido yo leyéndola no se pueden contar con los dedos. Una historia donde los malos se salen con la suya y los buenos sufren demasiado no es plato para corazones sensibles educados en Disney. Cuidao, no digo que Disney sea exactamente arco iris y flores: la muerte de Mufasa, la de la madre de Bambi, el bullying a Dumbo (más los elefantes rosas satánicos) y cuando Maléfica se presenta en el castillo de Aurora y la guía hasta la rueca son momentos que como espectadora infantil quedaron registrados traumáticamente en mi memoria. Pero lo importante es que esas historias cerraban felizmente, para mi alivio y el de millones de pequeños, es decir, tenía esa garantía. Y así fue en la mayoría de las historias que leí y vi posteriormente: el bien siempre triunfaba sobre el mal. El hecho de que Canción de hielo y fuego amenazase con una premisa contraria me abrió los ojos y me sirvió de apoyo cuando me encontré con la dura realidad de que a veces el bien y la justicia no siempre triunfaban. Aun así, tiene que pasar algo bueno, porque la vida no es todo maldad. Tanto el autor como los showrunners prometieron, garantizaron, un final agridulce, y eso es lo que esperaba. No obstante, ese agridulce se ha traducido demasiado literalmente, afectando no solo a la trama, sino también a su desarrollo justo en su recta más importante, hasta el punto de que ya nadie se queja sobre esa séptima temporada ahogada en el fan service (really?). Cosas como esa me llevan a pensar que no muchos se han enterado de lo que es esta saga, aunque eso es lo de menos. Lo importante es que un viaje prometedor, complejo, ha tropezado justo a punto de llegar a la meta, y aunque ha conseguido levantarse y llegar de pie, su dignidad ha quedado machacada probablemente hasta que llegue otro final ansiado mucho peor. Tomé la decisión de esperar hasta su último capítulo para poder desahogarme con la justicia que esta ficción merecía y menos mal, pues de lo contrario hubiera sido otra más en llenar sus palabras de llanto, dolor e indignación por esa puñalada que seguro que habrán recibido miles de estudiantes de Escritura de Guion a quienes les habían dicho que Juego de tronos era un modelo a considerar. Tal vez lo sea, pero hasta la sexta temporada. Mi amor por la buena narrativa ha entroncado con mi amor por el arte y esta saga en general hasta el punto de que he acabado en medio de esta guerra entre defensores y detractores. Pero no quería despedirme de ella tan amargamente y, llegados a ese punto, acepté lo inevitable: que el agridulce ya lo llevaba saboreando desde el episodio 4, aprox. Y sabiendo eso, tuve el siguiente momento de iluminación: desde que serie y libros habían tomado rumbos distintos, la serie solo podía ser consecuente consigo misma y, dentro de lo que cabe, eso prevaleció hasta el final. Dentro de lo que cabe, repito. Me di cuenta de que, aun sin haberse leído la saga, la gente admiraba la idea arriesgada y valiente, casi kamikaze, de Martin. De que lo que habían disfrutado hasta ese momento era una buena adaptación de sus palabras y personajes, de su visión. Ahora quiero apelar un poco a la empatía del creador que cada uno de nosotros lleva dentro: imaginaos encontraros de repente con un camino en blanco o en negro, es decir, no señalizado, y buscar un mapa (libros) que no se ha dibujado. Preguntas cuál es el destino y te lo dicen, pero el cómo llegar hasta él es un misterio y, dado que previamente has elegido determinados atajos, no te queda más remedio que seguir adelante, salvando como puedas los obstáculos. No es tarea nada fácil trabajar sin guía sobre el trabajo de otra persona que tiene pensado ya el cierre de una historia, menos si encima no comprendes el cómo ni el porqué. El cómo interpretas algunas de sus decisiones es otra cuestión, ya que son muchos los lectores y espectadores que acaban creando sus teorías a partir de las pistas que creen ver. ¿Se puede castigar a dos showrunners por jugar a esto también, a su manera? Realmente no. Pero como buenos experimentados en guionismo, sí deberían haber sido capaces de coger las riendas que Martin les entregaba y haber reelaborado el camino con cabeza. A mí no me costó captar que libro y series no tendrían nada que ver en el final. Ya habían ido comiéndose cosas en las anteriores temporadas. Sabía que determinadas verdades de ese final sí serían propiedad del escritor porque él mismo se las había comunicado a los showrunners, pero en ese momento supe que la adaptación se había convertido en una creación original que todavía tenía en mente las ideas de otro. Si alguna vez me muriera sin acabar una novela y alguien decidiera acabarla por mí, jamás sería real, porque no sería lo que yo hubiese pensado, sino la interpretación de otra persona sobre lo que yo había escrito hasta ese momento. Una interpretación es algo muy subjetivo y nada absoluto. Por lo que a mí respecta, este final es "de pega" hasta que se demuestre lo contrario. Y con final no me refiero solo al 8x06, sino a TODA la temporada. Sabiendo eso, puedo admirar el intento, pero, como editora, de encontrarme con D y D acabaría abofeteándoles con el guion de la temporada por cometer esos errores estúpidos de principiante, pero más aún porque es un ultraje intentar ser Martin sin saber cómo. Tengo intención de reflexionar más sobre ello, sobre lo que ha fallado tanto en la séptima como en la octava temporada, en un vídeo que se encuentra en pleno desarrollo y que compartiré en este mismo post cuando esté acabado. Por ahora, centrémonos en cada episodio. 8x01. Invernalia Si tuviera que seleccionar dos grandes momentos de esta temporada, escogería el principio y el final, que es parte de la razón por la que no la crucifico del todo, porque esos siempre son la base del éxito. Este principio que a muchos les puede parecer soso continúa en verdad en la línea de lo que acabó vendiéndonos la temporada siete y, como base, me parece muy sólida. Daenerys llega a Invernalia, donde todo el Norte la espera. Se producen los reencuentros que faltaban, así como el despertar de la duda de la valía de la Madre Dragón y, sobre todo, el recelo norteño por los monarcas conquistadores del sur. Hay asperezas pero también momentos que los fans esperaban desde el 1x02, cuando nuestra manada se dispersó. Ayuda a asentar los principios sobre los que se elaborarán los siguientes capítulos. Realmente no hay mucho más que juzgar (quitando la poca habilidad de Jon como jinete de dragones, algo que nos adelantará su futuro). Claro que, como afirma Bran, no es momento de detenerse en tonterías, ya que hay una guerra, la "más importante que ha visto Poniente en siglos" (en sus palabras y en las de Jon), que librar. Solo diré que ojalá los guionistas se hubieran tomado más en serio estas palabras, se hubieran tomado más en serio la importancia y el pesar de estas dos últimas guerras. Ah, sí que me pareció brillante algo que también acabaría definiendo el resto de la temporada, y se trata de esas alusiones a la primera parte, al comienzo, solo para dejar claro que "recuerdan" (esa primera escena con el niño observando la llegada de la reina, igual que Bran y Arya, más el reencuentro Jaime-Bran). 8x02. Un caballero de los Siete Reinos El segundo capítulo muestra, a pesar de las palabras de Bran, una carencia de ritmo llamativa, donde más que urgencia y temor por la batalla que se avecina tenemos una prolongación un tanto innecesaria del 8x01. Teniendo solo cuatro capítulos más, uno agradecería un poco más de angustia y tensión en el guion, o quizá incluso más tiempo, ya que hay demasiados cabos, demasiados personajes, y es cierto que cualquiera puede morir y por tanto merece un último momento de felicidad aunque, sinceramente, esto se siente excesivo, todo un fan service que no contribuye al desarrollo de los temas que sí interesan, como la verdad recién revelada a Jon sobre su origen o el asuntillo de los Lannister. Preparan la estrategia de combate, bien. Bran confiesa por qué el Rey de la Noche tiene una guerrilla personal con él. Aquí hay un elemento nuevo de interés que ya se nos había introducido sutilmente en temporadas anteriores. Sí, habíamos visto que el Rey le tenía ojeriza al Cuervo de Tres Ojos, pero no sabíamos del todo por qué, aunque posiblemente la intervención de los Niños del Bosque en su origen tuviese que ver. Teorías previas, vaya. No obstante, ¿es realmente sensato explicarlo ahora? De cara a la organización del próximo episodio sí, le da un móvil, un objetivo: proteger a Bran, la memoria del mundo, para proteger el mundo. Pero al mismo tiempo sugiere un planteamiento de fondo que podría suponer un juego mayor, uno nuevo, quizá no conveniente para lo que nos queda de serie. Sea como fuere, el aplauso empieza a ser cada vez más dubitativo. El ferrari no termina de acelerar en la carrera (pero la banda sonora es muy bonita). 8x03. La Larga Noche Llegó el momento de la verdad. Este capítulo fue un bálsamo para mis sentidos. Al margen de una coreografía de batalla planteada con menos realismo para favorecer el espectáculo, el episodio funcionó muy bien en cuanto a ambientación. Bien no, excelente. Fue entonces cuando sentí que volvía a estar viendo la Juego de tronos que yo conocía, la que te llenaba de miedo por el destino de los personajes. ¿Cero iluminación? ¡Pues claro, es el p**** invierno, los muertos esparcen la oscuridad por el Norte! A eso le llamo yo una atmósfera bien absorbente, inclusiva (aunque podrían haber avisado antes de que era mejor apagar las luces. Que yo solo lo hice porque me lo dijo una amiga). Esta batalla comenzó muy bien, estaba que me faltaba cojín para abrazar. Sin embargo, en su segunda mitad tuvo momentos que me causaron un fruncimiento de entrecejo, como Jon siendo un completo inútil en su gran pelea (y que no intenten venderme lo del "Go, go!" porque ese lo vi en castellano y se limitaba a gritar como un poseso, claro que después del "Sicansíos" cualquier error de traducción es posible) o la demostración de que Beric Dondarrion solo había sobrevivido para favorecer a la pregunta de si era Azor Ahai, que se ve que no. Pero lo que más enfada del episodio es que, a pesar de ser la batalla MÁS dura de Poniente (porque ¿qué son Cersei y la Compañía Dorada frente a un ejército de muertos a los que solo puedes derrotar con un arma muy específica? Exacto, una broma), se resuelve enseguida, a través de un recurso que consigue el golpe de efecto esperado: la explosión emocional del espectador que está observando a cuadros, en silencio y maximum tensium, la escena. Lo sé porque yo salté de júbilo como esta gente. Y que Arya acabase siendo la princesa prometida es algo que no vimos venir ni en sueños, un gran giro de los acontecimientos... Espera, ¿seguro? Y entonces Jon... Oh, tranquilos, aún nos queda el asunto Targaryen. Seguro que todavía le queda un gran papel que jugar. Tampoco se puede decir que se lo hayan sacado de la manga porque en la tercera temporada colaron esa referencia a los ojos que cerraría la lobata que no recuerdo en el libro correspondiente, pero está y es lo que importa. No hay que preocuparse demasiado; Bran está bien y no es el Rey de la Noche como muchos creían, todos están bien, Drogon y Rhaegal están bien y hemos tenido muertes queridas y dolorosas como habíamos esperado. Todos salimos contentos con nuestras lágrimas. El final agridulce de este episodio es digno de admirar y muy en la línea de las novelas, donde los personajes derrotan al mal pero a un alto coste: las vidas de mogollones de amigos y un ejército mermado, justo como veía venir Cersei, a quien ya podemos considerar la mejor estratega de los Siete Reinos. No obstante, estamos hablando de la Larga Noche. ¡Pero si el invierno solo acaba de comenzar!, dirían los ponientis que han visto un verano de diez años. Que sea el capítulo más largo no significa que eso le haga justicia. Da la impresión de que los guionistas se lo han ventilado para continuar con la verdadera guerra que les interesa: la del Trono. Después de todo, la serie se llama Juego de tronos, no Canción de hielo y fuego. Esta diferencia de títulos (aparte de la promo #PorElTrono) ya da una pista de lo que va a importar, pero de nuevo es una senda que no beneficia para nada al desarrollo, ya que cuando este todavía era una adaptación ya sentó la importancia de ese enfrentamiento entre elementos (¡que fue el comienzo de la serie, co**!). ¿Cuántos capítulos tiene pensado Martin dedicarle? ¿Cómo de chunga será la cosa en Vientos de invierno o Sueño de primavera? ¿Irá cada libro sobre una guerra? ¿Merece la pena hacerse estas preguntas todavía? Ay... Al menos la temporada ha cogido al fin ritmo y tono, las cosas se ponen serias y la vida de los supervivientes no volverá a ser igual. 8x04. Los últimos Starks Ese ritmo y tono de combate preciosos, serios, que la temporada acababa de adquirir se evaporan en diez minutos, los que aproximadamente dura el banquete de la victoria aunque en teoría seguimos en guerra y apenas quedaba comida para el invierno (claro, como se ha muerto media Invernalia ahora aprovechamos y nos comemos su ración, ¿eh?). Ese tono de comicidad y juerga que nada pega a una población que acaba de sufrir considerables bajas es un anticlímax perverso dedicado a jugar con las emociones de los espectadores y su inteligencia, y no lo digo por ese vaso de "Starbucks" pillado in fraganti, sino por un guion que ya nos trata de idiotas explicando las acciones de Daenerys muy innecesariamente (Tyrion, gracias, no me había dado cuenta de que Dany estaba comprando la lealtad de Gendry nombrándole un Baratheon legítimo. Su tono de voz y su insistencia en que él era lo que era gracias a ella no me lo habían dicho en absoluto). Hay muchas cosas que me enfadan de este episodio, pero la principal tiene que ver con que hemos pasado el Ecuador de la temporada y las decisiones narrativas son más estúpidas que nunca y no conducen a una resolución inteligente, sino apresurada, qué digo, atropellada, forzada. Si había algún error de los anteriores capítulos que subsanar, este era el momento ideal, como el dilema de la sangre Targaryen, que decide irse por derroteros sin sentido, como que el Norte siga teniéndole tirria a la Madre Dragón a pesar de haber sacrificado a su mejor amigo y a casi todo su ejército en la batalla por el bien de todos (really?) y que encima Jon se lleve los aplausos que son mérito de Arya (cosa que es muy graciosa porque, ahora me doy cuenta, debería haberlo hecho. Pero no. Para colmo, Dany es la única que lanza un brindis por "la heroína de Invernalia" y aun así no confían en ella. ¡Pero si tiene más luces que todos vosotros juntos! ¿Es que se han cargado a todos los inteligentes? Si es así, debería haber llorado más en el episodio anterior). A estas alturas me pongo del lado de Bran y decido mirarlos a todos con la misma expresión, pensando: "Idiotas". Ahora bien, que los ponientis se porten como imbéciles al final me la repanpinfla. Pero ¿los guionistas? No tienen perdón. Desde el olvido de que Daenerys ha perdido a casi todas sus fuerzas en la Larga Noche, pasando por el ataque sorpresa de Euron Greyjoy que acaba con otro dragón (para eso, mejor que hubiese muerto en Invernalia a manos de Viserion, de verdad), la discusión entre Varys y Tyrion sobre el heredero al Trono (a todo esto, Sam, que tan interesado se había mostrado al principio, ¿no tiene nada que opinar? Y qué cobarde por tu parte, Jon, cargarle a Bran el muerto de contárselo a Sansa y Arya solo para poder decirle a Dany luego: "Bueno, técnicamente no les dije nada, así que no incumplí mi promesa. Solo le dije a Bran que lo hiciera él") y, para finalizar, esa muerte de Missandei al final que solo quiere justificar el hundimiento de una Daenerys que hace solo un episodio luchaba por las vidas de todos, insisto. ¿Dónde quedan esos diálogos brillantes y esas discusiones entre Mano y reina que buscaban ahondar un poco en los verdaderos sentimientos y pensamientos de los personajes? ¿Por qué empiezan a conspirar a espaldas de Daenerys, que no ha hecho nada todavía para merecerse ese trato y que hasta pidió a sus consejeros que fuesen francos con ella si cometía algún error? ¿Por qué de pronto quieren pintarla como la mala que tiene el riesgo de volverse loca? Es más, ¿por qué tengo la sensación de que está más irritante que nunca, insistiendo en controlar un Norte muy dañado que acaba de demostrar que no la merece? No es el personaje que yo admiraba, no es la superviviente rompedora de cadenas, capaz de resistirlo todo y de negociar con su gente, que recordaba. Si me vas a cambiar al personaje, hazlo bien, dale un propósito auténtico y verosímil para ello. Porque alguien que ha sufrido pérdidas considerables en toda la serie y jamás ha sucumbido a la locura por ello, a pesar de haber sido siempre volátil, merece un trato más coherente, más inteligente. No me molesta que Daenerys se vuelva loca, pero sí el porqué. Se insiste mucho en la idea de que en Poniente no la quieren ni los dioses antiguos, pero ¿cuándo se ha demostrado eso? ¿Y todos los aliados que han muerto luchando por ella? ¿Acaso el Norte es ahora todo Poniente? ¿Qué hay del asunto turbio sobre que ha vivido una completa mentira, que el Trono nunca le había estado destinado a ella sino al nuevo amor de su vida, que además es su sobrino? ¿Por qué se deja pasar la gran oportunidad de reflexionar sobre eso? Es más, ¿por qué ese sobrino reacciona tan fríamente ante esa verdad a pesar de que el mayor trauma que le ha perseguido toda su vida era su condición de bastardo? Ni siquiera había que dedicarle todo el capítulo a ese tema, bastaba con uno o dos diálogos brillantes donde los personajes enterados plantearan estas cuestiones. En lugar de eso, se desaprovecha a favor de más golpes de efecto emocional, más sorpresas. El título, a todo esto, es el peor escogido para lo que narra el episodio: aparte de la intervención urgente de "Tenemos que hablar de Daenerys", poca presencia tiene la manada Stark aquí; mejor haberlo dejado para el 8x06. ¿Y Cersei? Mejor no hablemos de ella. No hablemos del hecho de que es "tan mala" que solo mata a Missandei para provocar a su enemiga, porque es "tan mala" que le da igual la supervivencia de la ciudad, es "tan mala" que le da igual que la khaleesi se la jure en ese mismo instante, aunque esté embarazada. Enhorabuena, Cersei, acabas de perder el título a la Mejor Estratega de Poniente por ser muy mala. ¿Y Tyrion? ¿De dónde viene toda la inocencia Disney, ese optimismo ciego a pesar de haber visto con tus ojos la maldad de los Lannister y de haber oído en boca de Oberyn lo que te hizo tu hermana de pequeño? Ciertos showrunners dirán que "se le olvidó". 8x05. Las campanas Un episodio que consigue remontar gracias a la increíble dirección de Miguel Sapochnik es la última diana sobre la que el fandom descargará toda su furia, aunque a estas alturas, cualquier destrozo de los arcos de Daenerys y los Lannister se veía venir. Si quedaba una mínima esperanza de que las cosas acabaran con cierta lucidez para ellos, se evapora en el minuto 40, cuando la locura llena por completo a Daenerys, a su mente y su corazón, y en un ataque de ira donde todas las emociones acumuladas (tristeza, desesperación, odio, recelo, rencor, desconfianza y traición) le martillean el cerebro, por lo que toma la decisión de descargarlas sobre la ciudad. No puedo culparla, ya no. Acepto su destino con facilidad: acaba de ser condenada. Según la filosofía de George R.R. Martin y, por ende, de D y D, no puedes volverte loco de repente y cargarte a media ciudad sin que tenga consecuencias fatales para tu persona. Si esta era la forma en la que Jon iba a subir al trono se lo podrían haber montado un poquito mejor. Pero de qué me voy a quejar si el agridulce está servido en todo el menú, desde el primer plato hasta el postre. Espera ¿agridulce? Esto se siente más como una tragedia a lo Pompeya (en cuya peli, por cierto, participó Kit Harington. Seguro que para él este episodio fue un déjà vu). Sí, en cambio, puedo quejarme de la facilidad absurda con la que sucede todo esto. Se promete una batalla sangrienta y ardua, aunque seguramente menor que la de Invernalia, pero desde el primer momento las tropas de la Madre Dragón se sitúan muy aventajadas sobre de las de Cersei (aparte, el número de soldados continúa creciendo. En fin, golpes de efecto emocional, para qué os queremos). Y sí, todos hemos visto a Drogon en acción antes y sabemos que su llamarada es más como un ataque de bola fuego de Pokemon, pero... ¿de qué ha servido contratar a la Compañía Dorada? ¿Estaba el capitán enchufado o algo? Estoy dirigiendo yo el Banco de Hierro y les cierro las puertas a los Siete Reinos para siempre, aparte de arrancarme los pelos y tirarme por la ventana a lo Tommen (al final el chiquillo el más listo). Cosas que aplaudo, porque, como he señalado, no todo es malo y ya me había hecho a la idea tras el 8x04 del devenir de ciertos personajes (cualquier error de los episodios que nos quedan parte del destrozo de ese): el último adiós de Tyrion y Jaime (momento emotivo), el arco del Perro y Arya (que un personaje secundario tenga mejor desarrollo en la última temporada y mejor muerte que la de un protagonista es pecado), poder verle el rostro a la Montaña al fin, el caos de Desembarco y las muertes de Cersei y Jaime tan poco glorificadas pero sí muy simbólicas, un modelo de justicia poética a lo Martin, quien, recordemos, es el mismo hombre que mató a un gran guerrero y Rey en el Norte en una boda. 8x06. El Trono de Hierro Y por fin, el final. El definitivo. Después de un arranque flojo de temporada y un camino muy abrupto, pocas esperanzas había para que el último episodio de tan maravillosa serie en decadencia se salvara con dignidad. Siendo justos y apelando a la tradición literaria, el salto en el tiempo era la mejor solución. Hasta ese momento, la primera parte continúa arrastrando el vaivén de la temporada y, como una metáfora visual, nos muestra las ruinas y el cementerio en el que se ha convertido. La atmósfera, como siempre, impecable, así como la fotografía, impresionantemente imperial hasta el punto de que te preguntas cuándo va a sonar la famosa marcha de Star Wars. Como apuntaba al principio de este análisis, la temporada solo podía ser consecuente consigo misma y en esta parte las cosas suceden como tienen que suceder, lo cual justifica que un Jon que se ha pasado cinco capítulos aportando más bien melodrama de telenovela por su parentesco con "su reina" POR FIN demuestra que tiene un destino y acaba con la tiranía de una vez por todas, no sin antes recuperar un poco de dilema moral interno dialogando con Tyrion, lo que nos adelanta el regicidio (¿veis? Si esto hubiera sucedido antes las cosas hubieran tenido otro cariz). Nadie más podía hacerlo, salvo Arya, quizá (si no le hubieran concedido protagonismo al acabar con el Rey de la Noche. Esta es una de arcos invertidos). Por lo tanto, estos primeros veinte minutos constituyen el clímax. A continuación, lo que queda es una especie de epílogo muy largo que en verdad en la novela se elaboraría como un capítulo de resolución y, entonces sí, el epílogo oficial. Después de un camino construido con trampas donde los viajeros han acabado con los pies en el fango, se llega a la resolución made in George R.R. Martin y por fin se aplica la justicia que tanto se esperaba (al menos yo). El autor, calmado, pone sus palabras, su filosofía y su último mensaje en la boca de Tyrion, su favorito (es tradición que tu favorito represente en el fondo todas las ideas que quieres defender, y me alegra que D y D al menos hayan sido capaces de ver esto), para darnos una lección moral de cómo el mayor error de la humanidad siempre ha sido el no aprender de los errores, razón por la que las cosas no pueden seguir en la misma línea y no se puede seguir girando la rueda. Así, Brandon Stark, el único capaz de indicar cuáles son esos errores, un chico que ya demostró su sabiduría y su capacidad de liderazgo en las primeras temporadas, acaba siendo coronado rey por una asamblea de lores y ladies, los últimos herederos de cada casa de Poniente (es increíble cómo han conseguido rascar al menos uno). Poca gente está contenta con este resultado pero para mí tiene sentido y, sobre todo, hace gala del gran principio de construcción argumental de Martin: la justicia poética (y la ironía). Por ejemplo, ironía es que el Trono de Hierro que fue creado por un dragón, Balerion, termine siendo fundido por otro. Ironía es que Daenerys al final sucumba al destino trágico de su familia (sangre y fuego) a pesar de querer ser diferente. Y justicia poética es lo demás, como que Jon colme su deseo de no reinar (tampoco es que hubiera demostrado tener muchas luces para la tarea, anyway) y acabe guiando al pueblo libre que le debe todo después de estar temporadas procurando la convivencia entre estos y ponientis. Jon hubiera sido un desgraciado al frente de los Seis Reinos, que siempre lo despreciaron (siendo realistas, solo el Norte lo quería). Aparte, la continuidad del linaje Targaryen nunca hubiese roto la rueda, ya que es el mismo que lo inició todo. Enviándolo al Muro Bran, cuya trama siempre ha estado muy ligada a la de su primo (hasta el punto de que le arrebata la corona, juas juas), lo libera y le invita a vivir la vida que desea en el hogar que él considera. ¿Y dónde van los que no tienen un hueco en el mundo, en el sur? Más allá. Jon jamás aceptó su sangre Targaryen porque su mentalidad y su hogar siempre fueron norteños, pero tampoco era un Stark digno de proclamarse Rey en el Norte. Guiando a los salvajes a un nuevo hogar es como mejor podía acabar, como un modelo de los que, como él, fueron rechazados por la sociedad. Nadie merecía reinar en el Norte más que Sansa, y sabíamos que con lo pesada que estaba con la independencia acabaría obteniéndola. Arya sobrevive y continúa fiel a su ideología de no ser una dama, por lo que marcha en busca de aventuras como anunció en la sexta temporada que haría si conseguía salir adelante. ¿Y Bran? Tyrion, quien recupera de golpe la inteligencia y la sabiduría que había perdido en las dos últimas temporadas, ya lo resume bien: no es rey porque tenga la mejor historia, es decir, la mejor trama, sino porque conoce la historia, todas ellas (¿y quién más debilidad ha mostrado por las historias que Tyrion? Otra vez un reflejo de Martin). Es muy digno, incluso aunque su mote sea el Tullido (para entender eso, aconsejo volver a ver esta escena de la primera temporada, aunque mira que había nombres mejores: Bran el Cambiapieles, Bran el Lobo Alado, Bran el Cuervo, Bran el Verdevidente, Bran el Rey Cotilla, Bran al Visillo...). También es un personaje que, si no acababa en el trono, iba a tener un puesto muy importante porque todo su arco se ha orientado a aprender para ser algo grande. Mientras los demás reyes se formaban en la guerra, Bran es ese empollón poco hábil con las armas por el que nadie daba un duro que se pasó las tardes y noches estudiando hasta convertirse en "genio". ¿Y qué le dijo Tywin a Tommen que hacía falta para ser un buen rey? ¡Sabiduría! Cuando los demás solo trajeron muerte (incluido Jon), Bran es el único que sabía cómo traer la paz, tanto para ponientis como para salvajes y todas las criaturas del mundo, y que además sacrificó su voluntad (por no decir su humanidad) por ello. Por eso desde el inicio de su instrucción, los Niños del Bosque supieron que Bran no se quedaría con ellos, que debía volver para guiar a la humanidad. Exacto, lo habéis pillado, yo soy Bran defender. Esta clase de finales donde las historias son el centro de todo proviene de la pasión de sus autores por la literatura y, en este caso, de Martin por Tolkien. Por eso no me cuesta aceptarlo como cierre y por eso me parece muy digno. Cuando señalé en Twitter que me sentía como si hubiera leído las páginas de un libro no escrito fue porque imaginé de pronto el final de Sueño de primavera y lo vi tal cual. Un final agridulce donde no solo el mundo de los protagonistas ha cambiado, sino que además afrontan su destino sabiendo que su estirpe no seguirá. Los Stark, la familia más machacada de la serie, la que siempre aguardaba la llegada del invierno, es también la encargada de anunciar el paso de estación, el comienzo de una nueva era hacia un mundo, esperemos, mejor. Se cierran tramas y se deja abierto el nuevo camino porque la historia seguirá, aunque nosotros ya no seamos testigos de ella, como tampoco lo hemos sido de las otras grandes sagas (ejem, Señor de los anillos, ejem). Aparte, hay una crítica enorme de alguien muy familiarizado con el periodismo y es que los grandes héroes (Tyrion) nunca son mencionados en la historia (Canción de hielo y fuego, ese toque metaliterario que queda como guinda en el pastel). Así queda, por tanto, mi ránking:
6. 8x04 5. 8x02 4. 8x05 3. 8x03 2. 8x06 1. 8x01 Es una temporada que ha logrado salvarse artísticamente en la que por lo menos los símbolos y las referencias han seguido funcionando. Sabiendo, no obstante, el destino final, hubiera empezado a abrir ese camino antes, desde la séptima temporada. Hay muchas cosas que me hubiera gustado ver, aunque no por ello harían una temporada mejor si no tenían sentido para el final (más discusiones entre Daenerys y sus consejeros, no obstante, se hubiera agradecido. Un poco más de introspección general y menos acción-reacción, más escenas de Cersei, más Rey de la Noche de manera que la victoria no quedase tan clara, ya que al final sí ha habido un final Disney, o final tradicional, regido por las reglas de Disney, incluido lo del deus ex machina). En definitiva, lo único que le faltaba a la temporada para ser perfecta era un guion a la altura, currado, que no tomase un camino fácil para llegar a un final difícil. Queda el consuelo de que, aun estando marcada por la incoherencia narrativa con respecto a la saga en general, el último episodio ha sido muy congruente con esta. Preguntas con posible respuesta:
Pocas historias hay en la historia de la televisión tan centradas en los personajes y con semejante dardo efectivo en la sociedad y en cómo se maneja la política. Juego de tronos ha sentado una nueva base, donde, pese a este tropezón, ha conseguido elevar el fantasy de la pequeña pantalla al nivel del de la grande y ha demostrado que se pueden contar grandes historias no reales pero verosímiles; ha disminuido la épica hacia un rango verídico solo para facilitar la conexión del público con esas historias y demostrar que nadie está por encima de los demás y todos tenemos un papel que jugar, pues las historias unen a la gente. Si tuviera que destacar una narradora que se ha mantenido impoluta hasta el final, sería la banda sonora. Cuando todo lo demás languidecía, Ramin Djawadi aportaba la épica y la nobleza a través de sus composiciones. Esas notas nos han contado muchísimo sobre la trama y sus protagonistas, ha unido a la manada, ha equiparado al Rey de la Noche con Cersei y, al final, ha convertido el juego en la Canción de hielo y fuego. Gracias por semejante calidad y belleza audiovisual, y muchos hurras al reparto por su increíble y notoria madurez en el proceso. Al final, esta temporada iba más dedicada a ellos que a los fans. La historia nunca ha salido de su burbuja y eso está bien.
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Post de Rosana Rábago
¡Buenas, allscreeners! Un año más aquí estoy (perdonad la ausencia pero últimamente ando muy liada, cuando vuelva eso sí os hartaréis de mí) para traeros las novedades de los Upfronts de este año como ya hice el año pasado (con la colaboración de Naiara) y hace dos años.
Y ¿qué son los upfronts?, me preguntaréis. En resumen (os lo explicó todos los años pero siempre sé que hay algún allscreener nuevo) es esa semana tan terrorífica en la que las principales cadenas americanas de televisión en abierto y de pago (las plataformas en streaming como Netflix o HBO aun no se han animado a unirse), a la par que emiten sus season finale nos anuncian las novedades que tendrán durante la próxima temporada así como las renovaciones, cancelaciones y la parrilla a partir de septubre. Como cada año, hemos ido elaborando un hilo en nuestro Twitter que os dejo a continuación:
Sin embargo, como nos gusta tener todo de un solo golpe de vista, a continuación os dejo, ordenados por cadenas, las tablas en las que encontraréis las renovaciones, cancelaciones, nuevas series y series pendientes de saber su futuro junto a un calendario de su parrilla a partir del próximo septubre y todo esto acompañado de los trailers de las nuevas series que nos traerán.
Por último, y como venimos haciendo desde hace un par de años, os dejamos el calendario con las series de cada cadena que podréis ver durante esta temporada cada día. Además, y como novedad, por facilitaros ya la vida del todo, os dejamos en la última tabla un listado con las series que las cadenas se han reservado para Midseason, (todas con sus logos oficiales), es decir, a partir de enero del año 2020, divididas en dos tablas que os indican cuáles son las nuevas series y cuáles las ficciones que regresan. ¡No podréis decir que os falte nada!
Ya solo me queda despedirme por ahora. Volveré en cuanto mi vida personal me lo permita y ya os avanzo que con unos cuantos posts ya hablados con mi compi Naiara pero hasta entonces os dejo en sus capaces manos que, seguro, esta semana os traerá muchos especiales dedicados a Juego de tronos. ¡Cuidaos, allscreeners!
Post de Mariaje Ruiz y Naiara Salinas Aliette de Bodard es una escritora de fantasía y ciencia ficción ganadora de premios varios como el Nebula (en dos ocasiones), Locus y el British Science Fiction que en 2018 publicó un artículo titulado "La supresión de la maternidad", donde exploraba el porvenir de los protagonistas de la literatura (mayormente) tras quedar huérfanos por determinadas circunstancias. El artículo fue posterior a la publicación de su último libro, In the vanisher's palace. Yo misma, Naia, en clase de Literatura Infantil aprendí que la orfandad era un punto clave en los esquemas argumentales de la mayoría de cuentos. Teoría que no dudamos en rebatir con un par de ejemplos opuestos pero que sigue estando ahí, claro. A raíz de este post del blog La nave invisible, vamos a discutir lo que cuenta su autora, unido en este caso a las series pero con la garantía de aplicarse a cualquier trama, sea en el formato que fuere. La identidad del héroe Comienza interviniendo Mariaje: Es interesante lo que dice, pero creo que se olvida de un factor importante, que quizá simplemente no conozca. No es que los hijos no puedan estar de aventuras sin sus padres, pero es que la pérdida de los progenitores influye en la psique. Lo hace el hecho simplemente de que te abandonen psicológicamente, que no te atiendan debidamente, aun estando los padres vivos... Muchos psicólogos y analistas han tratado esta cuestión en diversos artículos. Eso de alguna manera configura los deseos, las metas, la forma de proceder en muchas ocasiones, mucho más de lo que pensamos. La pérdida, del tipo que sea, no tiene por qué ser necesariamente un pastiche narrativo, que uno pone ahí porque simplemente funciona, puede quedar bien o quién sabe qué (el problema entiendo que es cuando uno empieza a poner elementos como si fueran piezas que uno intercambia y ya está, y ahora se muere una madre y en el fondo da un poco igual porque podría haber pasado cualquier otra cosa). De hecho la pérdida bien contada puede reforzar mucho la figura. Batman, por ejemplo, no se convierte en Batman porque sí: la historia de la pérdida de sus padres es esencial para entender cómo llega el personaje a ser quién es y sus motivaciones, y los sitúa a ellos precisamente en la importancia que tienen (en ese sentido. "ausencia es presencia", como decía Jude Law en The Young Pope). Hablemos de arte y géneros Por otro lado, creo que también depende de lo que cada uno quiere contar. O es capaz de contar. ¿La madre de Bella no aparece, no se le nombra? Bueno, quizá simplemente se ha considerado que no es esencial para el metraje. En ese sentido también depende de la intención. Si hay una invisibilización pretendida o simplemente la ausencia o la falta de mención, esta es circunstancial, por motivos varios. En general en arte -y no solo con este tema, sino con otros muchos- me parece que las cosas pueden ser muy complejas y que en general no es buena juzgarlas desde la ideología o las motivaciones políticas. Porque esencialmente el arte es expresión y contar historias, y a veces en esas historias hay cosas que no nos gustan, como en la vida misma. Entonces, yo creo que en estas cosas hay que distinguir entre si simplemente nos están contando historias de huérfanos (que en ese caso es normal que nos hablen sobre todo de ellos y no de los padres) o de gente abandonada o lo que sea, o nos quieren decir, como una de las cosas que afirma el artículo, "que las familias no pueden tener aventuras". No creo que exista esa pretensión ideológica, la verdad, y si la hay no creo que sea la más extendida. La pretensión más extendida que yo veo (desde distintos lados, no hablo de ninguna ideología en concreto) es la de tratar de hacer las historias acordes a nuestras ideas sin tener en cuenta lo narrativo-psicológico. Y eso me parece malo para el arte, venga del lado que venga. Creo que puede haber connotaciones ideológicas en las obras, pero cuando lo más importante es la ideología, más que la coherencia de la historia, la estética, la técnica y todo lo demás, me parece que en realidad se instrumentaliza el arte. Naia, haciendo un inciso: el arte claramente es inseparable de su tiempo y de su ideología, pero al mismo tiempo posee la capacidad de trascender, que es lo que lo convierte en algo tan especial, lo que nos permite una relectura del material heredado y hasta su reescritura. No hay que olvidar que la literatura infantil llegó a manos de leyendas e historias transmitidas de forma oral de padres a hijos, de generación en generación. En Alemania fueron los hermanos Grimm los encargados de recopilar estos cuentos y darles un sentido pedagógico, dirigido a los niños, que son quienes al final van a enfrentarse solos a su futuro, por mucho apoyo que tengan (e incluso si no lo tienen). La orfandad, así, puede interpretarse como un símbolo de independencia y madurez, el aprender a valerte por ti mismo cuanto antes porque tus padres no siempre van a estar ahí para protegerte. Siempre me ha resultado llamativo este pensamiento, teniendo en cuenta que el ser humano es la especie más dependiente de todo el planeta, por lo que hay un halo de fantasía en las aventuras protagonizadas por niños, hasta qué punto podemos invocar el "instinto de supervivencia" cuando ni somos conscientes de que lo tenemos. Para mí, en esta línea, la fantasía es la clave. En ese tipo de historias, género y trama van muy unidos. Todos los cuentos tenían su punto fantástico en la antigüedad y continúa siendo así, en parte porque se consideran (equívocamente) para niños y es durante la infancia cuando más alimentamos esa parte del cerebro conocida como imaginación. Y cierto es que un niño no necesita perder a sus padres para creerse un superhéroe, pero su viaje tampoco será el mismo. A veces, la fantasía choca con la realidad y acaba perdiendo ante una figura más adulta, que representa ese otro lado de la balanza. Pero cuando el niño está solo, la fantasía, la magia, puede ser su única salvación, su secreto para sobrevivir. En la televisión (o en el cine mismo) la mayoría de protagonistas huérfanos pertenecen a series de fantasía y/o ciencia ficción, como es el caso de Once upon a time, Charmed, The vampiare diaries, Juego de tronos, Las escalofriantes aventuras de Sabrina, The 100, The Flash, Arrow, Supergirl, etc. No es necesario que todos los personajes sean huérfanos o que empiecen siéndolo. Tampoco que estén completamente solos. A veces basta con que hayan creído que están solos y que lo han perdido todo para activar ese instinto del que hablaba. Lo que tienen en común estas historias es el viaje de sus protagonistas, su carácter luchador, su personalidad férrea por todo lo que les ha curtido la vida al conocer el drama desde muy pequeños. Todos ellos acaban siendo un modelo de supervivencia del que los espectadores más jóvenes acaban tomando nota para hacer frente a su realidad. Visto así, sí que suena instrumental, como apuntaba mi compañera, pero es un instrumento sutil, semi inconsciente e incluso necesario. ¿Supresión de la maternidad = supresión de la figura femenina? Existe otra cuestión que se trata en el artículo de Bodard, ya que no por nada hace referencia a la maternidad en el título, y es la independencia de la mujer en este desarrollo. Una mirada a las ficciones mencionadas antes nos lo muestra: desde Blancanieves y Emma Swan hasta Arya Stark: hay todo un séquito de guerreras forjadas sin madre. A mí, Mariaje otra vez, me parece genial que se represente a la mujer empoderada, luchadora, heroína, llena de fuerza y con personalidad. Pero también hay mujeres que son todo lo contrario y tampoco es bueno dejar de representar eso por corrección política o similar, en mi opinión. Por otro lado, también hay mujeres fuertes pero corrompidas, o luchadoras pero ingenuas o de carácter débil para enfrentarse a ciertas circunstancias. Lo que creo es que quizá a veces se ha entendido que de alguna manera se ha tratado de decir mujer inteligente=mala, o buena=tonta mojigata, por poner ejemplos. Es muy fácil echarle la culpa a los artistas, pero no tengo tan claro que sea así, o solamente. Al final los estereotipos también tienen su parte de realidad. Y cada quién entiende lo que entiende y hay cosas que a todos nos dan pereza o rechinan por cómo somos o pensamos. Pero yo personalmente creo que, de entrada, es injusto echarle la culpa a los artistas, porque la misión pedagógica de decirnos la vida es así y esto solo representa una faceta de la realidad y esto otro es un estereotipo no es suya. Eso lo tienen otros, empezando por los padres, pero muchas veces no lo hacen. Yo creo que en arte se puede representar cualquier cosa, todas las facetas de la vida. El cómo contarlo y cómo es más conveniente por distintos motivos, ya es otro tema. Otro apunte: la misión pedagógica en sí misma creo que la tienen otros, pero también está el discernimiento y la búsqueda de la verdad de cada uno, los esfuerzos que haga para mejorar y comprender más.
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Enero 2023
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