Post de Naiara Salinas Con el año frenético que llevo voy dejando más cosas pendientes que nunca y muchas de ellas se me olvidan a la par que ignoro esos tesoros que normalmente descubriría sin problema. Suerte que todavía hay compañeros majos que se encargan de sacarlos a la luz, sobre todo en este caso. La realidad del millenial desencantado con tono desenfadado Cortar por la línea de puntos ha llegado en el momento más idóneo: un momento donde el consumismo y la propaganda a bombardeo apenas nos deja tiempo para respirar, no digamos ya meditar, y muchas veces conviene hacerlo o nos volvemos locos. Eso es algo que esta serie recrea bastante realísticamente. Su desarrollador, el italiano Zerocalcare (que además es autor y dibujante del cómic del que parte), nos refleja con un humor sarcástico, gamberro y en ocasiones apático, parte de su vida y su visión de un mundo que avanza muy deprisa, donde cada individuo humano pelea por encontrar su hueco y, si no lo logra, lo afronta con desgana. Cuando la vi no sabía que estaba basada en un cómic, pero sí reconocí ese toque autobiográfico, principalmente por todos los temas que trata y que convierten estos seis episodios de veinte minutitos (una fantasía cuando estás cargadísima de tarea) en un retrato cultural muy completo de esta década bajo el ojo adulto que expresa abiertamente su nostalgia, su desagrado, su sorpresa y su confusión por el cambio tan radical y el funcionamiento de la sociedad que deja muy desamparado a quien no sigue las reglas de un juego cada vez más competitivo. Su tono crítico pero a la vez hilarante hizo que acabara pensando mucho en Persépolis (y eso que este es mucho más dramático) y en Mafalda. Tengo la teoría de que los mejores cómics y las mejores novelas gráficas son los que contienen el toque (auto)biográfico, o al menos siempre acaban siendo mis favoritos; son obras donde la voz del autor está súper presente y te ayuda a conectar con su cerebro de forma más directa aunque narre en tercera persona (pero casi nunca lo hacen porque son conscientes de que esas viñetas nacen de su ansia por expresar y no quieren ocultarse tras otra voz). En este caso esa voz es la de Zero, un dibujante de cómic en sus treinta y muchos o cuarenta y pocos, cuya conciencia tiene la forma de un armadillo y con la que discute a menudo sobre lo que le ocurre a él o a sus amigos Secco, Sarah y Alice. Esa es la trama, no hay un objetivo concreto, una misión más allá de vivir la vida, a veces sufriéndola, a veces redescubriéndola. Zerocalcare nos permite ver su mundo interior de una forma muy animada (valga el chiste) y nos planta varios zascas y hechos con los que es imposible no identificarse. No se trata de referencias al uso, no son los easter-eggs lo que importa (aunque haberlos haylos), sino las ideas, pensamientos manifestados en diálogos (ya sean imaginarios o reales) que casi seguro que todos hemos tenido alguna vez con nuestro entorno. Esa es una de las cosas que para mí hacen tan especial esta joya: que es muy auténtica y, sin dejar de ser personal, se extrapola a toda una generación como si describiera la condición humana misma. Por ejemplo, y esto puede ser tanto un mini spoiler como una breve cata del tono y el humor que se pueden disfrutar, el momento donde critica el catálogo de Netflix es demasiado brillante, es como si me hubiera leído la mente, como si Zero fuera mi animal espiritual en todo: en su opinión, su arrebato emocional... Por supuesto que las personas no hablamos así todo el tiempo, pero (como defendía Nicolas Cage en La búsqueda) estoy segurísima de que sí que pensamos con esa fuerza. Aparte, me encanta esa autocrítica por parte de Netflix, la plataforma productora de esta ficción (es como: «Me tiro flores y también mierda porque puedo. ¿Veis como molo? Os entiendo más de lo que pensáis»). Esta forma de pensar, no obstante, tiene una consecuencia y es que acaba resultando un humor muy adulto a pesar del aire fresco que difícilmente las jóvenes generaciones podrán comprender o apreciar (al menos, hasta que pasen unos añitos y lleguen a esa edad). De la viñeta a la pantalla Ver Cortar por la línea de puntos se convierte en una experiencia muy amena y divertida gracias no solo a que la duración es perfecta y los gags muy ocurrentes, sino también a que el diseño es una pasada, adaptando los dibujos del cómic a una animación clásica, muy de los 90-principios de los 2000, lo cual acentúa la morriña porque te hace pensar en las series animadas de tu infancia, otra razón por la que considerar el público tan específico al que apela (se me viene a la cabeza, por ejemplo, Pepper Ann, ¿os acordáis?). Aunque la producción sea italiana, su planteamiento es tan universal que hasta emplea canciones en otros idiomas, como el francés (y menudo descubrimiento son estos temas. Posiblemente en la selección musical se encuentre su lado más indie). Aparte, por todo eso que comentaba arriba de la voz, la labor de doblaje se convierte en súper importante, y en el caso de España hay que felicitar al bueno de Eduardo Bosch (voz habitual de Kit Harington y Jason Segel, por ejemplo) por su entrega a la hora de atrapar todos los timbres que emplea Zero, quien a menudo es la única voz que oímos y que, como buen narrador, imita a las de sus compañeros con la misma naturalidad con la que lo haríamos nosotros cuando estamos relatando alguna vivencia (espero sinceramente que el hombre tuviera una botella de un litro de agua con él en el atril, porque Zero es súper enérgico algunas veces y casi nunca se calla). Por tanto, para ir rematando, Cortar por la línea de puntos es alegría simpática, es crítica y es hasta emotiva (cuando menos te lo esperas la cosa adquiere cierta seriedad y profundidad). Pero ante todo es meditación por y para gente que se hace mayor y ve la vida pasar intentando seguir la línea de puntos, hasta que sale del desengaño y descubre que esa no es la garantía del éxito. ¿O quizá es que en el fondo hemos cortado mal y acabado rasgando el papel?
Se sale de aquí, irónicamente, haciendo psicoterapia en vez de «ver solo una serie», jeje. Además, tanto si renueva como si no, te vale, porque cada episodio es autoconclusivo. Dentro de unos añitos esto se volverá de culto, hacedme caso.
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Enero 2023
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