Post de Rosana Rábago¡Hola, hola, allscreeners! Estoy de vuelta para hablaros de una serie de animación que a muchos os sonará (o quizás no, quién sabe) y es que todos hemos crecido con ella. Me refiero, como no podía ser de otra forma, a Los Simpsons. Y es que, de un tiempo a esta parte, es notable su caída en picado. Ya no nos divierte tanto la vida de Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie en Springfield. De hecho, cada vez es menos la gente que conoce a la popular familia amarilla de la televisión. Y es algo que todos creíamos imposible hace tan solo unos años. Yo de hecho no me había dado cuenta hasta hace una semana escasa, cuando alguien en el máster que estudió ahora me preguntó: “¿Quién es Milhouse?” Yo, incrédula, le respondí: “El mejor amigo de Bart, el de Los Simpson”. Y ahí fue cuando caí. Hoy en día es cierto que seguimos conociendo a la familia protagonista, pero ¿acaso me sabríais decir quiénes son Ken Brockman, Moe, Barney, la señorita Krapappel, Apu o Flanders? Pues hasta hace no tanto todos los conocíamos… Así que me puse a pensar y me di cuenta de que hasta yo (seriéfila hasta la muerte, preguntad a mis compis de este blog) poco a poco había ido perdiendo las ganas de ver Los Simpson. A día de hoy, es la típica serie que veo cuando no tengo ninguna más (y rara es la vez). Y realmente, cuando me acuerdo de ella es porque, de nuevo, ha predicho alguna cosa (en serio, creo que Nostradamus es guionista de la ficción de la FOX y no nos habíamos dado cuenta). Una vez me di cuenta de esto, lo hablé con Naia (cómo no) y decidimos que era el momento de analizar a fondo el problema de Los Simpson y por qué, poco a poco, ha ido perdiendo el favor de sus espectadores. Así que… ¡allá vamos! 1. La película de Los Simpson como gran culpable Sí, como lees, creo que el filme de Los Simpson fue el principal culpable de lo que a partir de ahora voy a denominar el principio del fin. Y es que si algo bueno tenía esta sitcom es que eran capaces de presentarnos una historia (o incluso tres en sus especiales de Halloween) que nos atraía en tan solo 20 minutos. Y es algo que perdió la película. ¿No teníais la sensación de que era terriblemente larga? Pues no, solo era una hora y media, pero claro, nos habíamos acostumbrado a lo bueno y que de repente nos metiesen tanto relleno fue algo que nos comenzó a alejar de Los Simpson. Y eso que no recuerdo la película terriblemente mala, pero no era tan buena como la serie en general. De hecho, Disney se ha dado cuenta y ahora han vuelto a traernos cortos de Maggie en Disney Plus. Si os fijáis, estos sí que tienen más éxito que el que tuvo la película y es que son capaces de contarnos la historia en solo 7 minutos. 2. El auge de las series de animación Si os fijáis, desde 2010 vivimos un auge de las series de televisión. Cuatrocientas se hicieron el año pasado y este año (a pesar del coronavirus) me suena que quinientas nuevas llegaron a producirse. A Los Simpson desde hace muchos años ya la acompañaban Family Guy, American Dad! y Bob’s Burgers (de hecho, todas te vienen a contar la misma historia solo que con personajes distintos). Lo que pasa es que en los últimos años ficciones como Bless The Harts también han llegado y lo que iba a ser una alianza poco a poco es una competencia. Y es que, ¿cuántas veces vamos a ver las mismas historias? Tenemos que recordar que somos seres que buscan siempre nuevas emociones y que nos den exactamente el mismo tipo de comedia en cuatro series distintas la misma noche quizás ya no nos atrae tanto como antaño, más si ahora plataformas como Netflix, HBO o Disney Plus nos ofrecen más variedad, con mejores efectos (y eso que los de Los Simpson han ido evolucionando a medida que mejoraba la tecnología) y con más cantidad cada semana (porque esto de que estrenen toda una temporada a la vez en lugar de esperar al capítulo semanal cada vez mola más). 3. El cambio de la mentalidad estadounidense Si había algo que a mí personalmente me gustaba de nuestra familia amarilla es que era capaz de emular a una familia de clase media baja americana y siempre encontrabas alguien con quien sentirte identificado. Pero la mentalidad estadounidense está cambiando y la mundial también y cada vez es más difícil encontrar con quien sentirse identificado o ¿acaso os veis como un ama de casa como Marge que se dedica a ir probando trabajos para acabar volviendo siempre al hogar? ¿O como un padre de familia más allegado al bar que a su propia casa y a sus hijos? Lo cierto es que Los Simpson se nos van quedando obsoletos y tampoco se saben reinventar. Han dado algún que otro pequeño paso con hacernos a una de las hermanas de Marge lesbiana, pero a mi parecer aún les falta mucho y el tiempo cada vez les apremia más. 4. Una era donde las ficciones vienen y van Como decía antes, vivimos en una época donde al año somos capaces de crear unas cuatrocientas nuevas series y eso significa que lamentablemente muchas acaban antes de empezar. Si no, pensemos en Almost Family o Dark Crystal Age of Resistance, por poner algunas de las que se han cancelado este año. De hecho, me resulta cuanto menos curioso que nuestra querida Springfield lleve ya la friolera de 32 temporadas. A ver, es cierto que podríamos afirmar que Los Simpson están en declive (y no nos equivocaríamos) pero algo tiene que tener para que continúe a día de hoy en nuestros televisores. De todas formas, mantengo que o empiezan a renovarse o quizás este año nos toque decirle adiós, porque el espectador es el que manda y desde hace varios años la caída en picada de Los Simpson es cuanto menos acusada. Pero bueno, tocará esperar a ver qué sucede mientras deseamos que los guionistas sepan reinventarse y consigan que volvamos a enamorarnos de la familia más alocada de la televisión. ¿Y vosotros, veis Los Simpson? ¿La abandonasteis o sois fieles a Homer y compañía? ¡Os leemos!
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Post de Naiara Salinas Continúo cantando mi amor por la música durante Santa Cecilia y me vengo al otro terreno por excelencia de las bandas sonoras, pues en esta nueva era me agrada pensar y saber que cuando se las menciona ya no solo se las asocia con el cine. Todas las series contienen temas míticos, bien sea en sus intros o en escenas claves. Sin embargo, antaño la figura del compositor de televisión no tenía tanto culto como ahora en comparación con el cine. Podemos mencionar a muchos grandes maestros de la industria madre (John Williams, Ennio Morricone, Hans Zimmer...) y muchos de ellos nos deleitan con conciertos en vivo y en directo. Pero ¿cuántos compositores de series podríamos enumerar? ¿Y los llegaríamos a reconocer si los oyéramos en alguna otra parte? Para reivindicar el valor de estos artistas, he desempolvado mi top de nombres más o menos ilustres en este ámbito. 1. Ramin Djawadi ¿Cuántas veces habré contado que es mi favorito? ¿Cuántas veces se habrá llevado el Oscar Seriéfilo a Mejor BSO? Este irano-alemán de 46 años le debe su catapulta hacia el estrellato a Juego de tronos, pero antes de eso ya había trabajado en Flashforward, Person of interest y Prison Break, entre otras. Y aunque sea más conocido por las series, donde más ha trabajado es sin duda en el cine, después de ser apadrinado por el mismísimo Hans Zimmer (suyas son, por ejemplo, Iron Man; Furia de titanes; Amanecer rojo; Hotel Transylvania; Pacific Rim; Drácula: la leyenda jamás contada y Un pliegue en el tiempo). Actualmente trabaja poniéndole música a Westworld (otra obra maestra) y su próximo gran estreno en cines será Eternals, de Marvel. Ya estoy deseando escuchar esa BSO. 2. Trevor Morris Lo que consigue este canadiense de 50 tacos es poesía trascendental para mis oídos. Para mí ha pasado más desapercibido porque no he visto muchas de las series en las que ha participado, pero las tres que sí (Vikings, Los pilares de la tierra y Reign) me han maravillado, sobre todo Vikings. Es un hombre que sabe cómo humanizar la historia y sensibilizar al espectador; por tanto, no me extraña que lo hayan cogido sobre todo para dramas históricos como Los Tudor, Kings y Los Borgia. Entre sus últimos trabajos se encuentran Dracula, Iron Fist y Castlevania. Ha colaborado con mis compositores favoritos en cine: Hans Zimmer y James Newton Howard, y firmado largometrajes como Inmortals. ¡Incluso compone para videojuegos! Así que no le perdáis la pista. 3. Michael Giacchino Vale, seguramente este personaje de aquí pueda parecer un intruso, pues donde más se le encaja es en el cine (sobre todo en Disney: Coco, Zootrópolis, Rogue One, Doctor Strange...), pero también es el hombre que me hizo llorar con el tema "Life and Death" de la BSO de Lost, una de mis series favoritas de todos los tiempos. Y si ese curro no vale para ensalzar al hombre, sabed que también se ocupó de Alias y Fringe, otras dos míticas. De origen americano y con 53 primaveras vividas, este año estuvo nominado al BAFTA por Jojo Rabbit, pero la que le dio no solo el BAFTA, sino también el Oscar, fue Up, porque nadie como él para hacer llorar hasta al más insensible. 4. Lorne Balfe Este escocés de 44 años es mundialmente conocido por su labor en los videojuegos (como Assassins Creed y Skylanders) y películas (tiene por estrenar Viuda Negra y antes de eso participó en Misión imposible: Fallout; Ghost in the shell; The Florida Project; Batman: la Lego película, etc.). En televisión tiene también su trayectoria, ya que en general no se ha cerrado puertas a ningún formato y hasta ha compuesto para documentales (The last man on the Moon) y cortometrajes (como When you find me, de Bryce Dallas Howard). Así pues, tenemos: Nova, The Bible, The driver, Sons of liberty... Pero las dos que para mí lo coronan y lo incluyen en este top son The Crown (primeras temporadas, que además firma con Zimmer y Rupert Gregson-Williams) y La materia oscura, en la que se encuentra actualmente. No está mal, ¿eh? 5. Bear McCreary Volvemos a cruzar el charco para visitar a otro de los grandes en Florida. El siguiente maestro de 41 años es un genio de la fantasía, la aventura y el viaje. Por eso, su nombre ha acabado en los créditos de Battlestar Galactica, Black Sails, DaVinci's Demons, Outlander (mi favorita), The Walking Dead, Agents of S.H.I.E.L.D. y Snowpiercer. Por la de DaVinci hasta se llevó un Emmy, ojito al dato. En sus ratos libres es youtuber y es de los pocos que tienen más recorrido en televisión que en cine o videojuegos (un pura sangre, vamos). 6. Federico Jusid Este argentino de 47 años que seguro que parte corazones allá por donde va es el artífice de la música de unas cuantas producciones españolas, entre ellas: Isabel; Bajo sospecha; Refugiados; Gran reserva; Carlos, rey emperador; Tierra de lobos; Hispania, la leyenda, Fariña y La catedral del mar, trabajo que para mí destaca con gracia. Es colega de Ridley Scott desde Dioses y reyes y también ha firmado películas de habla hispana. Me apetecía destacar también algo en nombre de España y sin duda ninguna de esas BSOs me ha pasado desapercibida en todos estos años. Es muy fan del viento, en especial de las flautas y clarinetes, con las que consigue un tono muy folklórico. 7. Blake Neely Con este nombre de aquí le concedemos a los superhéroes el hueco que se merecen, ya que es el autor de las bandas sonoras de todo el Arrowverse, así como de Blindspot, Riverdale, The Keepers (una serie documental), All American, You, The Pacific, El mentalista y un largo etcétera, ya que posee mucho recorrido. Este texano de 51 es un amante del sintetizador. En la gran pantalla lo hemos podido escuchar gracias a Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra; El último samurái; El rey Arturo (donde fue segundo de a bordo, ya que quien firma la mayor parte es Hans Zimmer); Catwoman (él siempre fiel a DC), etc. Colaboró como apoyo también en La isla, King Kong, y El código DaVinci. 8. Mark Isham Otro de los que se mueve entre la fantasía y la realidad. Nacido en Nueva York, a sus 69 ya cuenta con un recorrido destacable y buena variedad. Es trompetista y amante del sintetizador. En el cine, su propuesta para Waterworld fue rechazada, pero siguió componiendo para una amplia variedad de historias. Una de las últimas que llegó hasta nosotros fue Togo (2019). En la tele es el responsable de la música de seriazas como Once Upon a Time (y su spin off, Once Upon a Time in Wonderland); Black Mirror; Bella y Bestia; Cloak and Dagger; American Crime; Little Fires Everywhere y Amazing Stories, por ejemplo. 9. Martin Phipps Este británico de 52 velas es el padrino de las miniseries y fijo que la BBC le tiene reservado un trono y hasta un altar si te descuidas. Los cuentos de Canterbury; Grandes esperanzas; Guerra y paz, Sentido y sensibilidad y Oliver Twist son solo algunas de ellas. Pero por lo que más nos puede sonar es por Victoria, Peaky Blinders y Black Mirror. Como último trabajo destaca la cuarta temporada de The Crown. Nah, que un aplauso para él, hombre que sí. 10. Otros Hay muchos compositores con al menos una BSO en televisión destacable cuya carrera en este mundillo no he podido seguir, bien porque les he perdido la pista o bien porque el resto de su discografía solo es para cine. Aun así, merecían entrar de alguna forma en el top, así que aquí os los dejo: Paolo Buonvino: ya destaqué su inmenso trabajo en Los Medici y por supuesto que tras semejante experiencia auditiva iba a revisar el resto de su discografía. Por desgracia, las tres entregas de ese drama histórico son lo único por lo que puedo incluirlo aquí, ya que es un italiano (de 52, por cierto) especializado sobre todo en cine europeo. Y una especie de Hans Zimmer (sí, lo sé, me paso mencionándolo) para su país ahora mismo. Otro con tintes muy líricos. Abel Korzeniowski: la BSO por la que quiero premiar a este polaco de 48 añazos es, cómo no, Penny Dreadful, que nos sumerge en la Londres gótica victoriana y nos lleva por salones de baile, sueños de científicos y la melancolía de las almas y los monstruos olvidados. César Benito: Los protegidos y El tiempo entre costuras son lo mejor que tiene este granadino de edad desconocida, aunque suyas son también Allí abajo, La chica de ayer y Vive cantando. Ya, lo sé, son suficientes para colocarlo más arriba en el top, pero yo qué sé, en orden de preferencia no iguala a los otros. Carlos Rafael Rivera: nació en Los Angeles hace 50 años, pero tiene ascendencia cubano-guatemalteca. A él hay que alabarle el trabajo considerable en Gambito de dama, estrenada hace poco en Netflix. ¡Intensa como pocas! Los hermanos Newton: a ellos les conocemos gracias a las dos maldiciones de Netflix: La maldición de Hill House y La maldición de Bly Manor. Colaboran siempre que pueden con Mike Flanagan (con él también firman Doctor Sueño; Hush; Ouija: el origen del mal y Gerald's Game). Son bravísimos porque le dotan al terror de sentimentalismo. Sus temas conmueven mucho y son de las mayores preciosidades que he escuchado nunca en este género. Sonya Belousova: con lo que me gusta apoyar a mí a las mujeres en este sector cómo no mencionar a una de las pocas conocidas, gracias a The Witcher. Si bien es cierto que viendo la serie no conecté mucho con sus temas, una vez los escuché por separado ya me encantaron. La rusa se hizo muy famosa por sus composiciones para ballet. También ha trabajado en Dexter (temporada 7). Post de Naiara Salinas La casa real que ocupa el palacio de Buckingham desde antes de la Primera Guerra Mundial puede mostrar sus desavenencias con respecto a una de las series más populares de Netflix y BBC, pero de lo que no cabe duda es que The Crown no solo se gana la corona por su título y su trama, sino también por el increíble equipo que tiene detrás, trabajando día y noche en ofrecer un contenido con unas dosis de calidad poco vistas en los dramas históricos de la pequeña pantalla. Justo hace nada alababa la gran producción de Los Medici (tanto de la parte conocida como Señores de Florencia como la de El Magnífico) y no me parece casual que esa otra gran historia llegara a la televisión el mismo año que la primera temporada de The Crown, y en la misma época: otoño. Es una de esas bellas efemérides que te hacen creer en fuerzas superiores y en un nuevo amanecer para este género que siempre se ha mantenido equilibrado en número de seguidores y enemigos acérrimos (o, como mínimo, no creyentes). Ahora bien, aunque ambas ficciones (narrativamente) cuentan con tantos rasgos en común que apenas concibo que una sea admirada y la otra no, The Crown siempre ha asumido el mayor riesgo de todas sus predecesoras y herederas, pues en ella... ¿Cómo decirlo? La historia sigue viva. Un biopic coetáneo Casi lamento haber gastado todas mis energías y tiempo como para hacer otro gran vídeo "crítico-documental" de esta SERIAZA, pero qué remedio, no se puede llegar a todo en la vida. Como escribía, The Crown no es un drama sobre monarcas al uso, y es que como norma general no dictada lo que estamos acostumbrados a ver son historias de personajes históricos fallecidos, hombres y mujeres ilustres que dejaron un legado socio-político y cultural pero que como mucho solo pueden revolverse en las tumbas. Ninguno se levantará de pronto y acusará al intrépido guionista de mentir o falsificar sucesos por el bien de su drama. En The Crown, la mayoría de los protagonistas, en especial LA protagonista, continúan dando guerra y, aunque no muestran su opinión abiertamente al público (regla de oro en esta familia, como le comentó Isabel a su primogénito en la tercera temporada), podemos asegurar que muchos se sienten incómodos con la perspectiva de aparecer en un drama histórico de gran calibre. El término "drama" es demasiado importante como para obviarlo, ya que con él trazamos la línea que separa lo real de lo inventado. Proviene del griego δράμα, que a su vez toma la raíz del verbo δράω (drao = 'hacer'), unida al sufijo μα en alusión al resultado de la acción. Literalmente significa 'hazaña', término que la RAE define como: "Acción o hecho, y especialmente hecho ilustre, señalado y heroico". Cuando me solía mezclar con los historiadores en la Universidad aprendí una cosa: que la historia que se efectúa en el presente solo es historia para el futuro y para nosotros, literatura (conclusiones mías). Porque el apellido "histórico" siempre implica pasado. Viendo The Crown me ha dado por reflexionar otra vez sobre estos conceptos tratando de entender el valor que está aportando la serie al panorama cultural. Podemos afirmar con rotundidad que es un drama, más apegado al concepto con que acabó evolucionando en el ámbito teatral, pero... ¿histórico? Las tres primeras temporadas no lo ponían en duda: trataban una época ya muy lejana para nosotros. Pero en esta cuarta los guionistas han cruzado una puerta que los une más a sus espectadores, pues lo que hasta entonces había sido la recreación de acontecimientos propiamente históricos (por remotos e importantes) se ha convertido en la repesca de un soberano material de la hemeroteca mundial que habrá valido para revivir el origen de la prensa rosa como la conocemos hoy en día. Solo la existencia de tales pruebas nos libran de creer que estamos ante una pura invención, pero las definiciones están por algo: la historia que estamos viviendo (o que viviremos a partir de la quinta temporada) es presente y, por tanto, cuestionable. Ah, ¿y acaso la pasada no lo es?, contraatacarán algunos. ¿Quién se atreve a poner en duda aquello que no vivió y de lo que no queda un solo testigo? Pero todo puede ser, claro; las teorías conspiratorias llevan entre nosotros desde la antigua Roma, si no antes. Yo solo me remito a las palabras de la Real Academia (que, por si fuera poco, encima es real). Pero eso deja otra duda: entonces... ¿The Crown para qué está? ¿Para servir como documento histórico a las generaciones futuras... o para entretener (y posiblemente traumatizar) a sus coetáneos? Las reinas de Gran Bretaña... y el príncipe de Gales A raíz de la cuestión planteada en el párrafo anterior se viene una consecuencia: al igual que la familia de los Windsor, la serie no puede arriesgarse a opinar o mostrar una postura, aunque acabe haciéndolo. Por ello, la mayoría de las veces su guion plantea un acercamiento considerablemente neutral, algo que se ha notado especialmente en esta temporada que trata la polémica y delicada historia de Diana de Gales, uno de esos episodios que quedarán siempre como mancha en el expediente de la monarquía... y la prensa, tan reciente que el pueblo sigue bastante enfadado, y no solo el británico. ¿Cómo culparlo? Hasta yo la he visto con un nudo en la garganta. Sin embargo, se respira tanta agitación como paz en esta recreación. ¿Qué es la neutralidad, a fin de cuentas? Adoptar un prisma lo más objetivo posible dentro de un melodrama cargado de sentimientos cruzados. ¿Cómo? En una producción que se jacta de humanizar a figuras que solemos ver desde la fría distancia no puede haber horror o rebelión sin causa. Una de las cosas que mejor ha hecho esta serie es mostrar siempre las dos caras de la moneda. Por eso, aunque empatizamos como nunca con la "princesa del pueblo", no podemos dejar de contemplar a una reina preocupada por cómo sus hijos afrontan la vida y lidian con sus problemas, un heredero que se ve cada vez más apartado y oprimido, una amante para quien la vida pública también resulta complicada... ¿Vamos a quererlos y perdonarlos más por ello? Lo justo sería, como la serie misma, hacerse a un lado y dejar que cada uno viva su vida. Ayyyy fijo que alguien en Buckingham está mascullando: "Si tan solo no revolviéramos el pasado ahora que estábamos empezando a superarlo..." Curiosamente, en lo que a mi visión respecta, la serie, antes que alimentar los rumores de los más prejuiciosos, ha hecho bastante justicia a estos protagonistas mancillados y apaleados por los periodistas durante tanto tiempo. Justicia entendida como 'darle a cada uno lo suyo en las dosis correctas'. Podría parecer muy fuerte sentir empatía por un hombre (aquí perfilado como egoísta e inmaduro) como Carlos, pero es que Josh O'Connor lo interpreta tan bien, con tanta pasión, que te gana aunque no quieras. Fue un gran acierto mostrar su desarrollo en las temporadas anteriores con sus diversos traumas. Si en la tercera logró que nos apiadásemos de él, en esta lo arruina, aunque no del todo, ya que todavía vemos el ser humano que quedó destrozado tras la "traición" de su familia y que no levanta cabeza. Lo que acaba logrando este enfoque es que como público pienses: "Si tan solo le hubieran dejado casarse con Camilla..." No es la única vez que sucede. Toda la temporada deseas que la historia sea lo más literaria posible para que así pueda reescribirse el final sin pedir perdón ni permiso. Pero eso no sucede porque la ficción es todavía demasiado fiel a su género. Tan fiel que tenemos la ocasión de ver a una todopoderosa Dama de Hierro siendo cruel, badass y sensible a la vez (todos los premios para Gillian Anderson, por favor) o a Diana en plena decadencia física y psicológica, con cierta manía obsesiva que no es que le reste mucha culpa de su parte tampoco. Y es mejor así. Es mejor no endulzar demasiado las cosas, ni presentarlas como el horror que casi todo el mundo cree que fue. No es necesario tampoco revivir toda la polémica al completo (es un detalle que la serie omita detalles como la entrevista en la que Lady Di confesó todo, por ejemplo). Es más, me alegra que la temporada no acabe como me temía que acabaría. El final por el que opta (sin que sea inventado; más bien un corte antes de tiempo para cerrar este capítulo) logra causar incluso mayor impacto, ya que sientes cómo Diana se asfixia en esa "casa de muñecas". Y como se ve obligada a permanecer en ella, la sensación que deja es casi cual película de terror. La Rebecca de los Windsor Menciona Carlos en un episodio que quiere convertir su preciosa casa de campo en una especie de Xanadú, pero Manderley hubiese sido más acertado. Otra de las maestrías de The Crown es que se llena de un lenguaje muy lírico o simbólico a través de la música y los planos, lo cual la embellece tanto que le suma una estrella más en la calificación de calidad junto con el guion y la interpretación. En esta temporada no fallan las reminiscencias a Hitchcock. El paralelismo entre la señora De Winter y Diana es notable (aunque igual no aconsejable de cara a una perspectiva neutral), solo que su Rebecca, su Camilla, está viva y sigue ocupando el corazón de su Maxim, su Carlos. El público es testigo de cómo todo lo que rodea al príncipe va cayendo como una losa de piedra sobre la figura delicada de la bailarina y de cómo esta se ve más y más empequeñecida y enclenque en ese ambiente. Tanto intrínseca como extrínsecamente se vende la historia como un cuento de hadas, un sueño, pero no puede haber ensoñación porque ese es el mundo real, insisto, muy frío para un alma tan cálida. Aun así, ¿se deja pisotear esta heroína? Ni por asomo; más bien le da una vuelta al cuento y devuelve lo que recibe. Es más, tal vez sea un error compararla con la señora De Winter, tal vez sea ella Rebecca, tan especial, tan admirada, tan eclipsante... El tema que le dedica la banda sonora es tan atractivo como turbio, tan romántico como misterioso... Conclusión
Sería un error considerar The Crown como la fuente más fidedigna de todos los sucesos que en ella se narran, lo cual no impide reconocer la legitimidad y el respeto de su modus operandi, así como su valor cultural. La extensa labor de documentación de absolutamente todo el equipo no pasa desapercibida (conocedores de detalles como lo que desayuna el príncipe Carlos y de qué manera camina y habla, o cuántos años tenía cada personaje, cuántos hijos, etc.). Pero es un drama de la historia del presente, es decir, a mi juicio literatura para nuestros ojos y oídos que se deleitan con la belleza de sus fotogramas y la habilidad interpretativa no solo de los actores, sino también de quienes escriben estos episodios imaginando cada situación, poniéndose en la piel de la realeza, de una primera ministra tan odiada como temida y admirada y del pueblo revolucionado. La empatía es tan grande que traspasa la pantalla, por mucha opinión personal que tenga uno/a/e de lo ocurrido en torno a este capítulo vital sobre el que todavía se discute con muchísima agitación en las redes. Llegados a este punto, que sea verdad o mentira poco importa, ya que es el tiempo el que acaba poniendo a cada uno en su lugar (aunque hay lugares que, por mucho que lamentemos, jamás conoceremos). Mucho le debemos a Netflix por demostrarnos que, al final, como deseaba Carlos, los royals SÍ tienen voz. ¿Los implicados están enfadados por cómo la serie refleja sus vidas y personalidades? Los espectadores estamos admirados por que alguien tenga la valentía como para intentar ahondar en gente que otros menosprecian y que encima pueden oponerse a su producción. Esa siempre ha sido la magia de las historias, al fin y al cabo, incluidos los cuentos de hadas. Así pues, por ir más al grano:
Post de Naiara Salinas Bueno, pues al fin ha tocado. Tras siete años explorando el universo, los cien que una vez abandonaron el Arca en busca de vida en otro planeta, nuestro planeta, han cruzado la última frontera (porque, you know, lo bueno siempre tiene un final). Cien episodios y siete temporadas nos han tenido por la glorieta de Vitoria, es decir, en un círculo imposible de sortear, una bola de nieve que deslizándose por la ladera iba creciendo y creciendo (no tan complejamente como en Dark, gracias a los dioses). Si la Tierra orbita alrededor del Sol y traza ejes sin parar, también los personajes de esta producción de la CW han ido girando sobre los mismos conflictos, añadiendo una dificultad más cual salto de nivel de videojuego que los ha llevado a la difícil tarea de resolver el puzle que es el ser humano. Los que empezaron siendo unos adolescentes criminales y se han acabado convirtiendo en unos adultos mucho más ambiguos (pero heroicos de buenas a primeras) no han escatimado en pruebas vitales: salvajes, humanos encerrados en un monte con afán por diseccionar a los del exterior, una inteligencia artificial que acabó creando una nueva fe, una nueva ola radiactiva, un nuevo exilio, unos criminales en guerra por el único pozo verde de la Tierra, otro nuevo exilio, humanos con chips de inteligencia artificial que se hacían pasar por dioses... A cada gran paso para la humanidad, más complejo y enrevesado el problema, pero, al mismo tiempo, una nueva oportunidad de explorar el gran tema de esta ficción. Porque, al final, las historias siempre quieren contarnos algo y, pese a sufrir subidas y bajadas, Los 100 se ha convertido en una de esas distopías con un planteamiento filosófico de lo más intenso y profundo. Muy atrás queda lo que se introdujo como una aventura de jóvenes en la Tierra 2.0. La serie ha recorrido demasiado como para no reconocer su madurez y, por eso, quiero despedirme de ella respondiendo a esa cuestión que a cualquiera que la desconozca se le pasaría en primer lugar por la cabeza, pero más reflexivamente: ¿de qué va ? Ojito al dato, que lo mismo deberíamos ir tomando nota de cara a nuestro futuro apocalipsis. PD: Antes de nada, no os asustéis, no pienso dejaros literalmente cien temáticas de esta serie, faltaría más. Podemos hablar de diez para empezar, y como todo el rato vuelve sobre ellas las multiplicamos por otras diez y listo. 1. De las segundas oportunidades Si algo nos ha demostrado Los 100 es que todos merecemos una segunda oportunidad, no importa lo ruines que seamos o lo graves que hayan sido nuestros pecados, porque nadie está libre de ellos; como dijo Maia en la segunda temporada: "Ninguno de nosotros es inocente". La serie aborda en varias ocasiones los carácteres y sitúa una barrera entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, solo para que sus protagonistas la crucen de un lado a otro sin parar. Muchos personajes han ganado su redención sin un perdón explícito (aunque también los ha habido en ciertos casos) a partir de sus actos, al igual que otros muchos han caído a los infiernos... solo para volver a levantarse. Si tuviese que destacar a aquel que más se ha redimido, mis ojos apuntarían sin dudar a John Murphy, que no solo ha pasado de ser el agitador y genocida principal entre los 100 a salvar a mucha gente, sino que también ha ido abriendo su corazón hasta acabar convirtiéndose en un pilar para evitar la caída completa de la humanidad. Las segundas oportunidades son un punto clave en esta ficción, ya que sin ellas, la gran mayoría perecería o se reduciría al salvajismo. Por algo acaba siendo justo el TEMA PRINCIPAL DE LA SERIE, con el que además concluye en ese 7x16 que invita a la gran reflexión. 2. De la fortaleza "Es una luchadora. Necesitamos luchadores. Solo los luchadores sobreviven". Tal y como nos ilustra la serie, existen mil formas de ser fuerte, y solo una tiene que ver con la resistencia física. Los fuertes jamás se rinden por complicado que se ponga el asunto; siempre están ahí para tomar las decisiones que nadie más se atreve; para encarar el miedo, la rabia, la desesperación y salir adelante... Los fuertes combaten por todo aquello que aman y en lo que creen. Aunque cuente con apoyo, la lucha interna solo la puede emprender uno mismo, ya que nadie va a venir a salvarle de sus demonios. Un luchador jamás será de mente débil, y la experiencia ha demostrado que quien desea una solución, casi siempre la acaba encontrando, como le ocurre, por ejemplo, a Octavia. 3. De la superación De las circunstancias más feas es posible salir, a nada que uno crea en ello y le eche morro e incluso ingenio. Esta historia no admite un "somos lo que somos", por mucho que Lexa así lo crea. Si existen segundas oportunidades es porque hay cambio. "Pasar página", se suele decir también. Todos podemos cargar, con más o menos peso, un pasado que a menudo nos oprime. Muchos de los historiales de estos personajes no son nada envidiables, pero allí donde los ves no solo siguen adelante, sino que los aprovechan para ganar el punto anterior. Personas como Raven, como Echo, como Emori y como Diyoza, que pierden muchas cosas a lo largo de la trama, nos han enseñado que el dolor es inevitable y la fase de duelo, necesaria, pero que también puede transformarse más fácilmente de lo que creemos en amor. Todas ellas recogen sus pedazos del suelo y los recomponen para invertirlos en un nuevo objetivo. Eso es evolución. Esos son los espíritus que acabarán inspirando a los demás, incluso si ni ellos se percatan de lo mucho que valen. 4. De mantener tus principios a pesar de todo En el fondo, todas las virtudes están interrelacionadas, ya que otro modo de mostrar fortaleza, valentía y superación es mantener la moral alta, en especial cuando el mundo te está invitando continuamente a cometer el mal, bien sea para salvar a tus seres queridos o para castigar a quienes los han dañado o los amenazan. A lo largo de la serie hemos observado a demasiada buena gente corromporse hasta un punto irreconocible o despreciable. Pero eso jamás le ha pasado al bueno y puritano de Monty, los dioses lo tengan en su gloria. Monty, que intentó vivir su vida de forma honesta, humilde y pacífica; Monty, que dio todo lo que podía aportar para ayudar a los demás; Monty, cuya mayor ambición era conseguir una granja de algas próspera. ¿Pero se puede ser más mono? Dolía verlo triste o decepcionado porque sus amigos no hacían más que cometer los mismos errores. Monty merecía el cielo... y en el cielo se quedó. 5. De aprovechar cada momento y vivir Carpe diem, dirían los romanos. ¡Música a tope!, solía exclamar en cambio Jasper, aquel personaje que al acabar la segunda temporada inició su proceso de ida de olla. Su despreocupación ante todo le volvió un ser irritante, sí, pero al fin y al cabo parte de su filosofía se fundamentaba en que había dos opciones: podías pasarte la vida repitiendo el ciclo de guerra tras guerra (lo que implicaría preocupación absoluta) o podías simplemente disfrutar de los últimos momentos de vida con buen rollito, sin enemistades ni responsabilidades. Postura madura tampoco fue la suya, pero a la hora de la verdad una cosa hubo cierta: relajarse también es necesario para el cuerpo y la mente. Muchas veces nos centramos tanto en el futuro, que no vemos el presente, que estamos vivos, que nuestro planeta florece y que nos da lo que necesitamos, por lo que posiblemente pensar en algo más sea demasiado. 6. De que el fin no siempre justifica los medios Si algo tienen en común todos los villanos de la serie (pero varios héroes también) es que todos pretendían siempre usar a los demás para conseguir fines mayores que habrían de ayudar a la mayoría. ¿La mayoría? Cuestionable. Ello, no obstante, no justificaba que de pronto tomaran la sangre y los órganos de los terrestres para soportar la radiación exterior o que amenazaran a unos forasteros y asesinaran a todo aquel que se pusiera por delante para conseguir la vida eterna. No, mis cielos: así no funciona. Hasta nuestro querido grupo "heroico" lo aprendió por las malas (ejem, búnker, ejem, Arca). 7. De la responsabilidad Apechugar con las consecuencias de un acto es algo que por desgracia tuvimos que aprender enseguida, con Finn entregándose tras su masacre contra los terrestres (de nuevo en la segunda temporada. Si es que a partir de ahí se diría que empiezan los grandes traumas para los personajes). Fue la primera muerte impactante de la serie, aparte de un gran paso para un tipo que al principio se jactaba de casi tanta despreocupación como Jasper, aunque conservando la nobleza y la conciencia. Finn es un personaje muy trágico que acabó siendo más débil de lo que parecía, que se dejó llevar por la pérdida, la preocupación y la sed de venganza hasta volverse loco, a pesar de haber aterrizado en la Tierra con la mejor de las intenciones. Aceptó el sacrificio porque no le quedó otra y porque la culpabilidad lo embargaba; a eso se le puede llamar también sentido de la responsabilidad. A raíz de esto, hemos ido viendo cómo lo aplicaba de distinta manera el resto; cómo, por ejemplo, para Bellamy Octavia encarnaba ese deber, cómo los líderes se responsabilizaban de cada acto cometido en nombre de su pueblo, cómo los padres cuidaban de sus hijos... Normalmente, no responsabilizarse de un crimen era el camino directo a la perdición. 8. De la igualdad Todos somos humanos en la vida, da igual de dónde procedamos o cuántos años tengamos. No tiene sentido pelear por un planeta del que nadie es invasor, sino un mero huésped que tiene la suerte de poder estar ahí. Los personajes han tenido que recibir continuos golpes de humildad (por no decir humillación) para darse cuenta de que ninguno es especial o superior por poseer las características que lo hacen único, dado que, a la hora de la verdad, hasta los Sangre Nocturna mueren, los dioses son solo códigos que se pueden manipular y eliminar, a todos les afecta un apocalipsis y todos sienten amor. Somos Wonkru, es decir, un único clan, un todo. Quienes mejor ejemplifican el valor de la igualdad por la inclusión que han demostrado con otros son Lincoln, Madi, Octavia (otra vez) y Gabriel. Casi todos "independientes". ¿Casualidad? 9. De la fe y el sentido común La fe ha salido a colación en varias ocasiones, en los tiempos de Jaha sobre todo (¿os acordáis? Y aquello nos parecía raro, buajaja), pero las dos últimas temporadas no se han cortado nada. Y es que sin fe muchas veces no se encuentra la fortaleza o la voluntad que precisamos para avanzar, incluso aunque a veces esa fe se dirija de forma errónea a algo o alguien que no la merece. Ahí es donde entra el sentido común, ya que, si algo se ha demostrado, es que creer a ciegas suele ser un error que se puede saldar con muchas vidas. Así, Los 100 es una espiral de continuos encuentros y desencuentros con esa fe, pero al final Bellamy (sí, lo sé, esto duele) demostraba que creyendo con profundidad en algo podías hacerlo, porque creer es poder. 10. Del liderazgo ¿Qué implica ser un líder? ¿Qué es guiar? No significa ni mucho menos ser perfecto, ni saberlo todo, ni ser moralmente superior. Ser un líder es aplicar todas las virtudes e ideales que se han ido expresando hasta aquí. El buen líder nunca deja de crecer y forjar su armadura cerebral, la que le llevará lejos. Tampoco mira egoístamente y siempre, absolutamente siempre, va a ser el que mayores sacrificios realizará. Kane fue el mejor líder que tuvieron los Skaikru por todos los valores que aportó en su momento, así como Lexa entre los Trikru y Clarke entre los Cien. Podemos decir que todos se equivocaron, pero también llevaron a sus clanes a la grandeza o, más importante, hacia la paz, a un futuro. De modo que mi conclusión es que, a pesar del entramado de esta historia, podemos sacar valiosas lecciones, pues cada temporada siempre ha abordado en gran profundidad distintos conflictos que manifiestan varias formas de acabar con aquello que nos hace humanos. Los personajes siempre han estado enfrentándose al riesgo de perder esa humanidad, y el mensaje que se nos lanza es que jamás podremos hacerlo, porque es parte de lo que somos tanto como nuestros vicios. ¿Qué os ha parecido a vosotros este final? ¿Merecido? Ya para la llorera, el resumen de todo lo expuesto aquí: Post de Mariaje Ruiz Aviso a navegantes: este análisis contiene muchos spoilers, y en el fondo todos relacionados con el final de la serie. Se recomienda haberla visto antes y venir con ganas de aguantar largas reflexiones y análisis subtramados. Una de las cosas que más me enganchó a la ficción de Baran bo Odar y Jantje Friese, y que simultáneamente generó, cual mundo paralelo de Dark, que otra parte de mí me hiciera desconfiar sobre si debía continuar con el visionado, es que no tenía claro qué quería transmitir la serie. Los mil vericuetos genealógicos y relacionales, las múltiples referencias científicas, religiosas y mitológicas, más las idas y venidas temporales, sin duda conforman un entramado complejo capaz de generar constante asombro y curiosidad. Pero mi pregunta hasta el último capítulo fue: ¿estoy viendo un rompecabezas audiovisual que a la hora de la verdad —por mucha ingeniería narrativa que tenga— no es más que un entretenimiento que no va a ninguna parte, o hay trascendencia dentro de la complejidad, va a ser esta una historia que nos marque de algún modo con un mensaje importante? ¿Estoy ante una complejísima forma que no contiene nada realmente memorable en su fondo... o disipar las tinieblas de esta duda también es una cuestión de tiempo? Dado que creo firmemente en la capacidad de cambio y de autoliberación, otra de mis preguntas era: ¿la tesis de esta serie es determinista, estamos condenados a repetir nuestros errores, al estatismo interior? ¿No podemos escapar de lo que según unos es pecado y según otros es deseo, o incluso destino? O por el contrario, ¿podemos realmente aprender de nuestros errores? Una vez conscientes de ellos, ¿podemos cambiar? ¿Existe realmente el libre albedrío? Pues bien, aposté por llegar hasta el final y conseguí ver la luz dentro de la propia oscuridad. Como todos sabemos, la serie tiene varias lecturas por sus simbologías entrelazadas y seguramente podrían sacarse muchas interpretaciones. En mi caso, trataré de explicar sus principales elementos reiterativos, que en su mayoría hacen referencia al propio acervo cultural alemán y que sirven para construir la dinámica circular y determinista, más lo que yo como espectadora interpreto de la ruptura de esa tendencia. También comento algunos paralelismos que, pretendidos o no, se pueden entrever. Let's go. Desde el punto de vista filosófico, se podría decir que la serie sigue constantemente los postulados de Schopenhauer y Nietzsche: la aniquilación de la voluntad para acabar con el dolor y el eterno retorno, respectivamente. Según el canal Adictos a la filosofía, estas posturas quedan particularmente representadas en Adam y Eva. Ahora bien, ambas posiciones son llevadas a la práctica extrema, ya que Schopenhauer no propuso el exterminio total de la humanidad a través de la provocación del Apocalipsis, sino evitar dejarnos llevar por nuestros deseos, puesto que, al no poder elegirlos, no seríamos realmente libres. Ni Nietzsche creía realmente en un eterno retorno temporal, sino más bien en la sucesión de ciclos, en los que en circunstancias distintas se repiten hechos en esencia semejantes, lo cual debe ser aceptado. Sea como fuere, los patrones de los deseos destructivos se repiten constantemente en el mundo de Adam. Un ejemplo sería Ulrich, que con sus mensajes de No future y sus canciones sobre arrancar vidas, ya nos dice mucho sobre el que será su propio papel y sobre la visión del Jonas adulto. Mientras tanto, el mundo de Eva es bastante similar al mundo de Adam, puesto que todo sucede de nuevo de algún modo, aunque con variaciones. Y todo lo que ocurre en esta dimensión es aceptado y pretendidamente reiterado por el plan de Eva. Asimismo, otros como Juan Campos han visto referencias a Hegel y Kant. --omo sabemos, la mitología grecolatina también juega un papel importante: la historia de Ariadna, que ayudó a Teseo a derrotar al minotauro y a escapar del laberinto --que algunos han relacionado también con los viajes a través de las cuevas--, no solo aparece explícitamente en la serie, sino que a su vez fue de particular inspiración para el pensamiento nietzscheano, así como otros referentes de la cultura antigua. Podríamos decir incluso que, de alguna manera, Martha es la Ariadna de Jonas, el Teseo germano preso en el laberinto temporal que es la serie, que lucha contra un minotauro que no es otro que sí mismo. Un elemento destacable en este tipo de mitos y reiterado por la serie serían las relaciones genealógicas. Pero también aparecen otros elementos autóctonos: como en Tristán e Isolda, los amantes protagonistas tienen un vínculo opuesto a las conveniencias sociales (aunque en este caso con un tinte más edípico) y todo parece abocado a la tragedia y destrucción de ambos. Varias fuentes han aludido también al Fausto de Goethe, al que a mi entender de alguna manera representan especialmente todos los viajeros al entregarse a los planes de otros con la aspiración de obtener conocimiento sobre los hechos que no alcanzan a saber --aunque quede particular y trágicamente reflejado en personajes como Noah--. Mi propia compañera Naiara ha hecho referencia a la larga tradición de Alemania como tierra de cuentos oscuros. Sobre leyendas y desastres podemos decir aún más. Según recoge Rosa Sala Rose en su Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo: "En la mitología germano-nórdica la idea de una condena irrevocable del mundo desempeña un papel mucho más importante que en otras mitologías igualmente marcadas por una caída final [...] el Apocalipsis bíblico, muchas veces considerado una de las influencias ideológicas del nazismo, carece de la concepción cíclica de la historia, sugerida en la mitología germánica". Según esto, creo que podríamos decir: Der apfel fällt nicht weit von Stamm. Que en alemán viene a significar: 'la manzana no cae lejos del árbol', que es como nuestro de tal palo tal astilla. Y en este caso, tal bosque de Winden. Por otro lado, desde la perspectiva religiosa, tenemos una muy interesante revisión del origen del mal: las decisiones lastradas por los deseos y tentaciones de Adam y Eva, nuestros primeros padres según la tradición cristiana, los que cayeron en el llamado pecado original, trayendo consigo todos los demás. En la serie, esto queda reflejado en el constante sufrimiento al que les llevan sus acciones, afectando a los padecimientos y voluntades de todos los demás y, de una manera particularmente macabra, a su descendencia. Si bien algunos podrían considerar que el hijo de ambos parece más una encarnación diabólica que humana, recordemos que precisamente de la mano de Alemania y su Tercer Reich hemos conocido algunas de las acciones más terribles, que por demoníacas que parecieran, al fin y al cabo han sido realizadas por hombres. Algunos argumentaban, además, como ya criticó Hannah Arendt al referirse a la banalidad del mal, que simplemente "cumplían órdenes" de los superiores del régimen nazi, como al parecer hace el desconocido para mantener el plan de Eva —cual si de influjo nieztscheano en la mentalidad nazi se tratase, valorándolo desde las coordenadas filosóficas antes comentadas—. Hay que destacar la simbología del número 3, relacionada, entre otras cuestiones divinas, con la trinidad. Ya el escritor Dante Alighieri utilizó este número en la estructura de su Comedia, al igual que los creadores de Dark con su serie de tres temporadas y cuyo último capítulo se llama igual que la última sección del libro del vate italiano: Paraíso. Cabe destacar otro paralelismo, y es que los condenados del Infierno de Dante se encuentran en distintos círculos donde sufren eternamente los mismos castigos. Otros elementos religiosos están vinculados al asunto de los ires y venires entre mundos y épocas, y tendrían que ver con Jonas y Noah. El primerio estaría inmerso en un periplo similar al de su cuasi homónimo bíblico, Jonás, encerrado en el interior de una ballena durante el nada casual número de 3 días, de modo que se asocia este pasaje como premonitorio del sacrificio de Cristo, que resucitó a los 3 días de su muerte, a los 33 años, lo que abarcan los periodos temporales centrales de la serie, y número también de referencia en otras religiones y creencias, como la astrología y la masonería. El segundo sería el Noé encargado de embarcar y vigilar a otros en estos enredados desplazamientos temporales, guiado por la fe que depositó en la creencia del propio Adam. Asimismo, tendríamos también los complejos linajes tan recurrentes en la Biblia para recalcar los orígenes y su vinculación a las profecías. También la moneda de San Cristóbal, patrón de los viajeros, que algunos, aludiendo de nuevo al Mundo Antiguo, han relacionado con la moneda de Caronte. Y las constantes alusiones al Apocalipsis, representadas tanto explícitamente como a través de signos visuales, como han explicado entre otras cosas en Cuatrobastardos. A mi entender, todo esto no es ajeno a Alemania, sino otra muestra de su bagage cultural como país de tradición cristiana, por las vías católica y protestante, esencialmente. Fue de hecho en el país germano donde al parecer se inició la agitación de la Reforma encabezada por Martin Luther aka Lutero, para quien el hombre estaba totalmente corrompido y solo podía salvarse por la gracia de Dios a través de la fe, y cuyo compañero Calvino, teólogo del protestantismo francés, creía que los seres humanos estaban ya predestinados. En definitiva, posturas que han influido en la historia del pensamiento y que conectan también con los sucesos de la serie. En otro orden de cuestiones espirituales, tenemos la triqueta, símbolo indoeuropeo también utilizada tardíamente por el catolicismo, que hace alusión a la triple dimensión de la divinidad, o al presente, pasado y futuro, entre otras tríadas. Probablemente uno de los símbolos que mejor represente la esencia de la serie por su forma entrelazada: todo está conectado. Estaría también La Tabla Esmeralda, misterioso documento de interés alquímico, que hace semejantes el mundo de arriba y el de abajo, que son a imagen del Uno, del que ambos proceden. De acuerdo al desarrollo de la serie, el precepto número VIII dice: [...] "Combina los poderes de lo que está arriba y lo que está abajo. Así ganarás gloria en el mundo entero, y la oscuridad saldrá de ti de una vez". Y según el IX, continúa: "Esto tiene más virtud que la Virtud misma, porque controla todas las cosas sutiles y penetra en todas las cosas sólidas". Y para continuar con el X y archifamoso Sic mundus creatus est. Otros de los grandes ejes centrales de la historia serían los avances científicos: la energía nuclear, la partícula de Dios y las teorías de Einstein sobre la relatividad y los agujeros de gusano, por ejemplo. Será el relojero H.G. Tannhaus -cuyo nombre hace referencia al escritor H.G. Wells, quien popularizó el concepto de los viajes en el tiempo- el que, en su obsesión por la ciencia, desatienda a su hijo, quien a su vez al sentirse abandonado y marcharse de la residencia paterna fallecerá en un trágico accidente. Y esto provocará a su vez la obsesión al cuadrado de su padre: la de recuperar a su hijo a través de la vía científica, con la que ya estaba obsesionado, y le conduzca al desastre de generar los otros dos mundos y los nuevos horrores que acechan en cada uno. De tal modo que vemos la complejidad de cómo por no haber aprovechado la relación en el tiempo en que podía -el presente-, se centró tanto en cómo cambiar el pasado para modificar el futuro que acabó creando un bucle infinito. Y entonces, ¿de qué va todo esto? Considerando todo lo dicho, a mi entender la serie trata de cómo al estar ensimismados, encerrados en nosotros y en nuestras posturas, hacemos daño a otros y a nosotros mismos con inimaginables consecuencias, partiendo del drama paternofilial como base y sus problemas de afectividad y comunicación. Lo que, hablando de ciencia, está muy en relación con las modernas teorías del apego sobre cómo nos afectan las relaciones del núcleo familiar con respecto a las demás y el daño que generan estas cuando se forman mal, de modo tóxico, o incluso se pierden estos vínculos. Entiendo que también se refleja el hecho de que el amor y el sacrificio pensando de verdad en los otros puede llevar a la plenitud y la redención, y de algún modo, a la creación de algo nuevo al romper el ciclo tóxico, en esencia. Los propios guionistas han afirmado que para ellos "es un final feliz darse cuenta de que no se trata de ti todo el tiempo". Y en otras palabras, de cómo nos afecta la herencia del pasado y cómo, teniendo este como base, sin renegarlo del todo, cambiar el presente para que nuestro futuro sea distinto. Partiendo del mundo origen, la ruptura padre-hijo se replicará de distintas maneras a lo largo de la serie. Empezando con la desaparición de Mikkel y el sufrimiento y la búsqueda de Ulrich, Mikkel y Jonas, Noah y Charlotte, Petter y Elisabeth, o el dramático desenlace de Helene y Katharina. Ese pequeño-gran drama familiar se repite una y otra vez en distintos grados, desde el simple desconocimiento hasta el parricidio. Sea como fuere, constantemente tenemos a padres e hijos que no se conocen en cierto sentido y que acaban totalmente separados por la muerte de alguno de los dos. Y se ve tanto el sufrimiento de los padres con la pérdida de los hijos como a la inversa. Michael Kanhwald aka Mikkel Nielsen, con quien empezamos la historia, representa muy bien la doble dimensión de ese sufrimiento como hijo y como padre perdido. Una historia constantemente repetida en Winden, que pudiera tener que ver también con que la casa de Hanna, Katharina y Regina sea la misma aunque en diferentes mundos, como si fuera una historia constante en las familias. La obsesión científica no solo nublará a Tannhaus, sino también a los dueños de la central nuclear, a Adam en su búsqueda de la destrucción de la partícula de Dios y a todos los viajeros del tiempo y el espacio, que aunque tratan de avanzar gracias a sus descubrimientos, caen en los mismos errores constantemente. De la misma manera, Adam y Eva están encerrados en el bucle de sus ideas condenando una y otra vez a todos los demás por su pecado de obcecación. Y así nos encontramos distintos mundos encerrados en sí mismos que afectan a los otros replicando la forma de la triqueta. Todo está conectado con todo, y cualquier cosa afecta en lo demás: todas las disciplinas, culturas, creencias, personas y acciones (por aparentemente lejanas que estén en el tiempo) se influyen entre sí. Pensamiento de causa-consecuencia repetido a lo largo de la historia de la humanidad, resaltado por los maestros espirituales e intelectuales y contemplado también, por ejemplo, en la Teoría del Caos. Por lo que aunque distingamos fallos concretos, está todo tan entrelazado que el origen es casi indistinguible y venga de donde venga inicialmente ese error de cerrazón, el ensimismamiento de cualquier postura se encamina al mismo final. Según entiendo que plantea la serie, este bucle de la desesperación se rompe gracias al cambio que busca realmente un mundo mejor y al salir de uno mismo pensando en los demás, encarnado especialmente por Claudia Tiedemann y seguido por Jonas y Martha en una perfecta trinidad redentora y salvífica. Al estilo neotestamentario, desde la visión del amor se plantea una pregunta ante el sufrimiento de su hija: ¿realmente es buena y necesaria una realidad que siempre nos hace sufrir, hay posibilidad de no hacerlo siempre? Y se hace otra pregunta lógica: ¿cómo es posible que vengamos todos del mismo árbol genealógico? Desde el conocimiento que le ha brindado estar entre los dos bandos —el de Adam que pretende aniquilar toda vida para acabar con el sufrimiento, centrándose evitar el futuro, y el de Eva que quiere perpetuar el sufrimiento para continuar lo que entiende como ciclo vital, centrándose en el pasado que ya conoce— ha visto los elementos en perspectiva, se ha distanciado de ambos creando una nueva teoría en la que comprende que no todos forman parte del entramado y que el oscuro nudo infinito se puede deshacer cambiando las cosas desde el presente. Y esto a su vez viene dado por el amor que siente por su hija, para quien quiere un futuro mejor. El verdadero amor activa lo mejor de nuestra imaginación y ayuda a construir el mañana, amigos. Aunque se ha apoyado en los precedentes, Claudia da un giro de mentalidad y de dirección y ataca el verdadero origen. Se convierte así en una nueva Ariadna que ayuda al Teseo Tannhaus a salir de su intrincado enredo sin aparente salida. En una nueva Eva —como se suele llamar a la Virgen María en la tradición cristiana, considerada también no solo madre de Jesús, sino madre de la Iglesia para los católicos-- en la que tener esperanza. En una nueva filósofa en cuyas teorías apoyarse, entrando en las cuevas a buscar la verdad como una reinvención del estilo platónico, así como la solución para que todo siga fluyendo, pantha rei, al modo de Heráclito, y en definitiva desde una perspectiva que vuelve a conectar con el ideal y el movimiento. En una nueva científica, al estilo de Einstein, que rompió con los paradigmas anteriores y nos dejo esta frase célebre: "Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo". Y, además, podría decirse que representa al nuevo Tannhaus y a su nuevo modelo de paternidad. Si bien en su día el científico no supo hacer que su hijo se sintiese querido, ahora hará todo lo posible por intentar que no muera —creando gracias a su gran interés, un cambio en su vástago, que hará que todo sea diferente--. Y eso mismo es lo que le ocurre a Claudia con Regina. Por otro lado, en cuanto a Jonas y Martha, después de su prolongado sufrimiento por su amor insostenible por consanguinidad y la muerte de unos y otros, junto con sus constantes luchas de poder cual lucha de sexos contemporánea, vivirán un vínculo paradójico. Irónicamente, esa relación aparentemente imposible se convierte en la colaboración idónea cuando sus acciones cambian de registro, cuando dejan de actuar como lo estaban haciendo, pensando en un bien superior ajenos a sí mismos, lo cual a su vez les hace estar más unidos que nunca. La pareja perfecta fue justamente la que se sacrificó y se descubrió a sí misma y al amor que se tenían gracias a un acto de amor que nada tenía que ver con los deseos que esclavizaban a sus yoes futuros, que encerrados en sus perspectivas solo causaban dolor y enfrentamientos. Hasta el último momento, continuamos viendo cómo cualquier suceso, venga de la dimensión que venga, tiene importancia. Si el mundo origen dio como lugar a los mundos de Adam y Eva como si fueran una especie de mal sueño —aún más turbio que el Origen de Nolan— que dio lugar a todo tipo de horrores, Jonas y Martha han devuelto al mundo origen la salvación gracias a un acto de amor sacrificado. Lo que nos recuerda a los versículos del capítulo 21 del Apocalipsis de San Juan, donde se habla de crear un cielo nuevo y una nueva tierra y se hace alusión también al alfa y el omega, el principio y el fin, que en la Biblia expresa la naturaleza de Dios mismo. Todo esto queda recogido en la última escena, catalizado a través de Hannah, cuya reacción recoge de alguna manera la siguiente conversación de Jonas y Martha en el primer episodio, de la serie, Secretos, que como ya han explicado varias publicaciones, como Kim Renfro en Insider.com, se repite en el primer capítulo del mundo de Eva —que precisamente se llama Dèjá vu— de manera distinta pero similar, nietzscheanamente: MARTHA: Acabo de tener un dèjá vu. La luz, el bosque... Es como si ya lo hubiera vivido. JONAS: Es un error en la Matriz. MARTHA: ¿Qué? JONAS: Si el mundo fuera una simulación, un dèjá vu sería un error en la matriz. MARTHA: O un mensaje del más allá, lo leí en algún sitio. El sueño pseudoprofético de Kahnwald, en el que al parecer percibe el Apocalipsis fallido —haciendo, creo, un clara alusión al origen de la palabra trauma, que viene del alemán träume y que a su vez significa 'sueño'— y la decisión de darle a su hijo del mundo origen el nombre de Jonas, son muestras de las premisas mencionadas anteriormente —si nos dijeran que todo ha sido un sueño suyo y que todo es un bucle entre los procesos conscientes e inconscientes, probablemente sería el final "todo fue un sueño" con más consistencia que conocemos—. Pero esas micropercepciones, que a la vez son microrrepeticiones, nunca hablarán de nuevo de los mismos sucesos que hemos estado contemplando porque ya se ha dado el cambio. Los pocos resquicios de las encarnaciones del pensamiento de Schopenhauer y Nietzsche que nos ha propuesto la serie ya no son lo que eran: los héroes trinitarios salvaron el mundo origen y el nuevo Jonas será diferente solo ya por el hecho de que su padre es otro. Y en este caso, aunque no tenemos muchos datos, la primera impresión es que sus padres sí se quieren y todo podría ser orquestado por el amor en el núcleo familiar —cuya importancia nos ha remarcado la serie constantemente—. Y precisamente, como sucedió con Tannhaus, a través del también padre Torben Wöller y el origen desconocido de su lesión ocular, los creadores nos lanzan intencionadamente el siguiente mensaje: aunque pensemos que ya lo sabemos y controlamos todo, que toda oscuridad ha sido fulminada con la luz del conocimiento, se nos vuelve a decir como ya dijo Newton en su día y como a todos los personajes se les ha hecho saber, implícita o explícitamente: "Lo que sabemos es una gota de agua, lo que ignoramos es el océano". Así que efectivamente, a pesar de la lluvia torrencial de información de este post, seguro que aún habría mucho más que decir. Así que a ejemplo de los alemanes que se apoyaron en los clásicos, solo cabe que digamos socráticamente: "Solo sé que no sé nada".
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