Post de Rosana RábagoHa llegado el momento de regresar a Alfea. Y si es que hay alguna serie anime que podríamos decir marcó nuestro final de infancia y principio de juventud, esa sin duda sería junto a las W.I.T.C.H., las Winx. Bloom, Stella, Musa, Aisha/Layla, Flora y Tecna fueron parte de nuestros últimos años antes de llegar a la edad adulta y, por eso, cuando desde Netflix anunciaron Fate The Winx Club Saga, pues el hype era muy real (por cierto, cabe recalcar que aunque la dejamos allá por la cuarta temporada resulta que hay ocho, más tres películas. Habrá que ponerse al día). Y si bien es cierto que la plataforma no nos ha traído a las hadas como las recordábamos, hay que admitir que la adaptación no ha estado nada mal (desde aquí le ponemos un 7,5). Yo tengo que confesar que la temía mucho: cuando nos dijeron que Flora y Tecna no iban a estar ya me empezó a parecer un error. Y aunque es cierto que las hemos echado mucho de menos (sobre todo a Flora), debo reconocer que al final la serie brilla por sí misma y nos trae una ficción mucho más madura y con datos bastante más feéricos (como diría mi querida Naia) que la original. Sin embargo no todo ha sido del todo bien recibido. El hecho de que "blanquificarán" personajes (recordemos que en el anime Flora es latina y Musa asiática y aquí a una no la ponen y a la otra la britanizan) no ha sentado bien a los fans. Y desde aquí también echamos en falta a Brandon para poner el toque más cómico a la serie, aunque es cierto que este Riven es una especie de mezcla entre el del anime y el propio Brandon. Y también pedimos, por favor, que tanto el conejo Kiko como las brujas vuelvan al ataque. También hay cambios que han ido a mejor. Como decía, el hecho de que se basen algo más en la mitología de las hadas nos ha traído una Bloom intercambiada en lugar de adoptada y el círculo de piedras para absorber poder también viene de ahí (para más información visitad nuestro hilo de Twitter con más datos al respecto). No obstante, alguno de estos cambios también nos ha llevado a que Bloom no se lleve nada bien con su madre, Vanessa (cosa que en el anime no pasaba, siempre eran uña y carne) y de que el desconocimiento de sus poderes la lleve a alejarse más y ser más antisocial que en el anime, cosa algo más realista porque ya digo que en la serie madre y los libros acepta sus poderes con bastante naturalidad. Y eso es algo que aquí agradecemos, el que luche un poco por entenderlos. Respecto a los nuevos personajes... Pues bien, Terra (prima de aquí Flora) me ha parecido algo más sosilla que nuestra hada latina y la verdad es que su papel queda reducido al de la chica con problemas de sobrepeso y más buena que el pan (mira, en eso último se parece a su prima) que no sabe bien lo que hace pero que al final se descubre a sí misma (bueno, eso aun me falta por acabar de verlo). Sam, su hermano, es una incorporación que sí agradecemos. Aparte del talento natural del actor, su personaje nos da un respiro y aporta un toque cómico y más sentimental. Sigo sin verle con Musa (Musa y Riven forever) pero no me importaría que este hada se quedase por Alfea como amigo y confidente de estas Winx. Dane, ese especialista que supuestamente es LGTBQ+, es un sí pero no. Al principio te da la sensación de que puede dar algo de juego, pero pronto es eclipsado por Riven y el mejor personaje del que hablaré a continuación y al final su papel queda reducido al de un mero recurrente sin ningún peso en la trama. El personaje que más me ha gustado de los nuevos, sin duda, es Beatrix. Esta heredera y mezcla de las Trix es la villana definitiva. Tiene los poderes de Stormy, el interés por Riven de Darcy y la manipulación de Icy y oye, es la mezcla perfecta de todas ellas. Además, el hecho de que sepa engañar a Bloom hasta tal punto de que la pelirroja la libere es algo que hay que alabar. Definitivamente quiero ver mucho más de ella (aunque siga echando en falta a las Trix). Y ahora toca hablar de las protagonistas. Las Winx. A Terra ya la he mencionado y no hay mucho más que aportar. Aisha/Layla da el cambiazo de su vida y deja de ser la princesa de Andros para ser una atleta interesada por sus estudios, aunque lo de preocuparse por sus amigas (y en especial por Bloom) no se le pasa y es, en muchos casos, la voz de la razón. Musa también sufre cambios y es que deja de ser el hada de la música para ser una "empática". Y aunque esto tiene mucho que ver con la música, echo en falta su amor por los instrumentos y verla cantando a cada momento (por lo menos afirma que le encanta bailar en una mini escena que tiene con Riven, para gusto de sus fans). Aunque hay que reconocer que ser empática le da un toque bastante más maduro. Stella es, al principio, odiosa. Esta princesa de Solaria pasa de ser un personaje cómico y mejor amiga de Bloom a una niña malcriada más pendiente de Sky y de sus modelitos que de cualquier otra cosa. No es hasta que conocemos a su madre, Luna, que no la comprendemos porque es todo lo opuesto a su versión anime. Sin embargo, en los últimos capítulos de la primera temporada el personaje va cambiando y ya vemos a una hada de la luz más similar a la del anime, capaz de ayudar a Bloom y de acabar convirtiéndose en su mejor amiga, con el tiempo. Eso sí, agradecemos que el anillo atraviesa portales hiciese su aparición. Riven es quizás el personaje más similar al anime. Al principio se ve su rivalidad con Sky y su relación con Beatrix nos recuerda a la que tuvo con Darcy su versión anime. Además, ese acercamiento en el último capítulo con Musa nos deja con ganas de ver más de este rebelde sin causa. Sky es bastante similar al anime. No es príncipe de Eraklion (aunque si es de ese reino) pero sigue siendo un guerrero fiel a su causa, amigo de Stella (y algo más aunque al final se queden en amigos) e interés amoroso de Bloom. Veremos que le pasa en la segunda temporada cuando descubra que sus creencias eran una gran farsa orquestada para protegerle y evitar una sed de sangre hereditaria. Finalmente, llega el momento de hablar de la protagonista. De Bloom. Nuestra hada pelirroja es de lo mejorcito de la adaptación junto a Beatrix. Es una protagonista como ya casi no quedan. Al principio la vemos muy perdida y solitaria pero una buena causa y el deseo de descubrir sus orígenes es todo lo que necesita y somos testigos de como poco a poco el hada más poderosa de Alfea va descubriendo su potencial y abriéndose a sus nuevas amigas de la Winx Suite (¿en qué momento le han puesto el nombre a la habitación?) para, finalmente (SPOILER ALERT), ser capaz de lograr algo que desde hacía generaciones no se había conseguido. Es capaz de transformarse en un hada con sus alas a lo Campanilla (referencia que ella misma hace). Esta transformación, sin lugar a dudas, ha sido lo que todos los fans deseábamos y aunque hemos tenido que esperar seis episodios a que sucediese y esas alas podían estar algo más conseguidas, era todo lo que necesitábamos para sentir que efectivamente Fate The Winx Club Saga era una adaptación de nuestro querido Winx Club. Y aquí tenéis la prueba (cortesía del canal de Youtube MagixJourney). Además, Rosalyn (otro nuevo personaje y motor de esta primera temporada que va de encontrarla, salvarla y después detenerla) nos dice que la llama del dragón arde dentro de Bloom y que encima el pueblo que destruían estaba habitado por brujos de sangre. ¿Con eso no os dan ganas de que renueven por una segunda temporada? Porque está de aquí se ha quedado con ganas de más. Solo espero que para la nueva temporada me devuelvan a Flora y a Tecna. Y a vosotros, ¿os ha convencido Fate The Winx Club Saga? ¡Estamos deseando leer vuestros comentarios mientras continuamos esperando que esta nueva Alfea vuelva a abrir sus puertas con su segunda temporada! ¡Hasta la próxima, allscreeners!
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Post de Naiara Salinas Hola, amigos del World Wide Web Side. Soy Pico de Oro y hoy os traigo el mayor cotilleo del siglo. Desde hace varias semanas las redes sociales llevan generando mucho eco sonoro por la llegada de una prole singular. Enfundados en botas de cuero, vestidos amplios con purpurina, largos chaqués, sombreros de copa y sombreros con pluma, estos nuevos miembros de la aristocracia inglesa enmudecen todo salón de fiesta por el que se dejan caer y se atreven a observar por encima del hombro a leyendas nacionales ya consumadas. Esa mirada ejerce su efecto de inmediato, porque nadie puede evitar preguntarse quiénes son, de dónde vienen y, más importante, por qué nunca los han conocido antes. Para eso, naturalmente, gustan los insaciables ojos y oídos de los usuarios de leer a tipas igual de insaciables como yo. En su mundo, una palabra basta para que sus diamantes relucientes eclipsen a los demás: Bridgerton. Y como en toda familia de pavos reales, sus polluelos constituyen su propia bandada, envueltos por la plumosa cola de cien ojos de una madre viuda que se empeñó en instaurar una tradición cuya educación lingüística se observa enseguida al enumerar sus nombres: Anthony, Benedict, Colin, Daphne, Eloise, Francesca (que tan pronto como vino desapareció sin dejar rastro, dejando un agujero en este abecedario), Gregory y Hyacinth. Si todo fuese pura fonética nos congratularíamos de los finos acentos escupidores de falsas y ciertas promesas de amor, del mamarracheo del que esta servidora se reconoce culpable de disfrutar y del sabor auditivo tan fresco que llega tras oír a Billie Eilish entonada por una orquesta de violines. Pero, claro, los cotilleos que una puede atestiguar o escuchar en boca de otros solo son la base de la atracción. Es al detenerse en cada uno de estos personajes (porque sin duda son unos personajes) cuando el mimo telenovelesco cobra brío. Y, exceptuando a las únicas criaturas infantiles de la casa (y a la desaparecida Francesca, que si no es porque me sé el abecedario de memoria se me olvida que existe), no hay NADIE que pase desapercibido: como Anthony, el primogénito y cabeza de familia para quien parece que el cargo le viene muy grande, o es que no le apetece asumir la responsabilidad sobre hermanos tan descontrolados como Benedict, que quiere la vida de un artista (con sus polémicas orgías incluidas) o Colin (casi por el mismo camino pero sin la parte artística), o Eloise, la pequeña rebelde con cerebro independiente que nunca falta en las familias numerosas. Por querer, el joven adulto Anthony no quiere ni comprometerse con la soprano de la que dice estar locamente enamorado, aunque tampoco permite que su madre le apunte a First Dates (habrá que ver qué se le pasa por la cabeza a este vizconde de cuyo comportamiento soy incapaz de desinteresarme). Pero, sin duda, si los ojos de esta bloguera han de posarse en algún lado esta temporada, tal honor le corresponde a Daphne, la sierva de su condición, que al contrario que sus otros hermanos no tiene miedo de aceptar. Como haciendo gala del humor inglés del que se desprende todo lo demás (porque esto es América pura y dura jugando a las fiestas temáticas de Jane Austen), a la única muchacha de bien que solo quiere cumplir con su deber le sale todo mal, culpa de un hermano mayor demasiado sobreprotector, de un duque que tan pronto le da esperanzas como se las arrebata y de su propia cabezonería que le impide ser feliz con un príncipe de Prusia. O sea, ¡un príncipe! (Nunca he dicho que fuera lista la pobre. Esa no quería meterse en el embrollo de aprender alemán seguro). Si a esa lista de perfiles sumamos todos aquellos que entran y salen continuamente de sus vidas podríamos obtener un censo suficiente para fundarles su propia villa, siempre y cuando gusten de los enfrentamientos shakesperianos, pues, como bien señala la compañera de profesión Lady Whistledown ('Dama Silbidos', porque pecamos de un poco de obviedad en el gremio), cuando alguien brilla demasiado siempre aparece el admirador de las sombras para cubrirlo o... carbonizarlo, papel que los Featherington cumplirían con gusto si los pesares económicos y estrambóticos (como el hecho de ocuparse de una embarazada sin desposar y de color) no los tuvieran demasiado ocupados. Por si fuera poco, la joven Penelope Featherington apenas puede conciliar su amistad con Eloise y su atracción por Colin, que a su vez solo tiene ojos para la embarazada Marina, que lo único que quiere es que su hombre vuelva de la guerra en tierras sureñas (Gibraltar, ¿existes entonces?) para prometerle amor eterno, aunque lo vea imposible porque así de negativa (ejem, realista) es la muchacha. Podemos disculpar a ambas pilluelas por vivir con la madrastra y las hermanastras de Cenicienta. Por supuesto, toda imperfección en ese pulcro círculo queda perdonada cuando, al ritmo de Rod Stewart, en cámara lenta, asoma por la puerta cual Keanu Reeves el hermoso cuerpo esculpido del duque de Hastings, Simon Basset, que todo lo que tiene de guapo lo iguala en orgullo, superando a la mismísima Daphne, pero quedando por debajo del exigente Anthony. Basset es el rompecorazones perfecto, pues, movido por una sed de venganza contra los designios de su padre abusón, se ha jurado a sí mismo no casarse nunca para no engendrar herederos, sin saber que sin una varita mágica o la presencia de un testigo (más si es sacerdote, que de votos saben mucho) ese juramento de inquebrantable tiene lo que se pueda resistir la voluntad (que, en este caso, mucho no es). Con semejantes perfiles que atraen los escándalos como el conejo al zorro, hasta los consumidores súper populares de la columna de mi querida Whistledown pueden respirar tranquilos por quedar eclipsados. Bueno, tranquilos de cara a su sociedad, claro, porque mis ojos cotillas no pierden la ocasión de calar también a estas figuras históricas y comprobar hasta qué punto la reina Charlotte se hace honor a sí misma o quién es realmente el príncipe de Prusia con bonita cara de inglesito de Hogwarts. Sorprendentemente, en un mundo donde la política y la cultura importan mucho menos que el deber social de darse arrumacos, hay bastante de cierto en lo que dicen, hacen o son, incluidos sus súbditos deportistas y mi amiga silbadora, salvando ciertas licencias que quieren demostrar a los jóvenes de hoy en día que sus antepasados no eran los muermos que siempre sueltan la frasecita "En mis tiempos..." y que también estaban bien adiestrados en las posturas del Kamasutra, la moda musical y el colorido. Los abuelos, eso sí, pondrán el grito en el cielo cuando se enteren. Y si todavía os quedan dudas, una de mis fuentes os las aclara: Qué, no pensaríais acaso que todo lo bueno nos lo habíamos quedado nosotros, ¿no? Así que despedíos de Manhattan, poned vuestro mejor acento y agarrad vuestra taza de té a las 17:00, más los anteojos para poder admirar la belleza a distancia; seguid indagando sobre cuántos actores de Harry Potter se codearán con la clase alta; preguntaos cuánto tardarán los inmaduros en sentar la cabeza y seguir los pasos de la ahora bienaventurada Daphne (ejem, Antonito, querido, ¿quedamos para un té?); canturread "pito pito gorgorito" con cada hermanito o tío Gilito; apostad cuánto tardarán estos londinenses en desenmascarar a la Dama de las Cotillas que silba como los pajaritos de Twitter; anotad todas las incoherencias históricas para confirmarlas o desmentirlas; spoileaos de lo lindo con esos textos escritos por esa tal Julia Quinn que se atribuye el trabajo de mi compañera (la muy hip*****); escoged vuestra mejor indumentaria y calentad para bailar el mash up de Bad Bunny con Beethoven (porque una banda sonora clásica no se completa sin Beethoven) y olvidaos de la represión sexual decorosa porque son tiempos modernos y hay que aferrarse a la libertad más que nunca en la casa de cada uno.
Mientras tanto, yo estaré atenta para informaros de todo lo que se cueza en esta cocina. Post de Naiara Salinas Llamar a Lupin mero "ladrón de guante blanco" quizá desmerezca la totalidad compleja de este personaje que juega a ser el antihéroe de su gremio, pero desde luego es un buen título para su carta de presentación durante el primero de cinco episodios que componen la primera temporada de la nueva apuesta de Netflix Francia, que el año pasado dejó muy claras sus ganas de reinventar historias. Un Sherlock Holmes del mundo criminal Lupin es la recreación de una cinta de animación inspirada a su vez en la literatura. El personaje creado por Maurice Leblanc en 1905 tiene tras de sí un largo recorrido con 17 libros, 39 novelas cortas y 5 obras teatrales, aparte de todas sus adaptaciones para cine y televisión. El personaje fue concebido como un genio opuesto a Sherlock Holmes, que trabajaba en el lado de la ley, en tanto que Arsène Lupin era más bien ambiguo, un ladrón astuto con sus propios principios. La novela sirve como inspiración para el protagonista de esta nueva adaptación, un huérfano nacido en una clase baja, inmigrante senegalés y deseoso de venganza hacia los ricos por encarcelar a su padre inocente y llevar al posterior suicidio de este entre barrotes. Assane Diop encuentra su camino gracias a este personaje literario cuyo modo de vida se convertirá en su mantra: "Arsène Lupin es más que un libro. Es mi herencia. Mi método. Mi camino. Yo soy Lupin". No solo respecto a su historia influye este ladrón, sino también a todo el mecanismo sobre el que se estructura un guion súper meticuloso, cuadriculado, para conseguir encapsular esta presentación en solo cinco capítulos que se hacen eco del "menos es más", porque no sobra nada, engancha a la primera y deja con la boca agua de cara a una continuación. Esa extensión, a su vez, le da el toque de aventura ligera, simulando la novela corta. De manera que para quien no conociese este personaje pero sí a Sherlock Holmes, es como ver una inversión de personajes de la miniserie de la BBC en la que el ritmo se mantiene dinámico, el protagonista resulta súper carismático y el misterio late en cada fotograma. Pero como estamos hablando de ladrones, qué menos que recordar la genialidad de Ahora me ves y Ladrón de guante blanco (sobre todo la primera, que quizá está más unida a esta serie de lo que vemos). Ah, claro, ¡viva la saga Ocean's también! Un justiciero Ya comentaba que Lupin es más que un genio del robo. En este caso la trama humaniza al protagonista a través de un recorrido que tiene como meta el ajuste de cuentas. La trama del presente se justifica con el recurso del flashback, donde apreciamos el progreso de Assane tras su primera caída. Nos encontramos a un personaje deshecho y reconstruido por medio de su arma más poderosa: su ingenio, con un ingrediente secreto: su incapacidad de olvidar. El primero vale como degustación y cebo para el espectador, pero con la segunda se abren las puertas del thriller y Assane se convierte tanto en criminal como en investigador, una fuerza justiciera al margen de la ley que con su modus operandi irá rozando la respuesta mientras la policía trata de seguirle la pista. Un juego a dos bandas es lo que consigue este senegalés, que por su estatus social también es mostrado como una víctima, un títere de los artificios millonarios racistas. Este asunto, curiosamente, también es lo que alimenta la trama de Ahora me ves (salvo por el racismo). Sin embargo, ni todo el oro del mundo puede medirse con su mente, mucho más privilegiada. Assane cabalga entre comunidades, forja alianzas que le otorgan más corazón que al detective más implacable de Inglaterra; perdona, pero todavía no sacia su sed de justicia. Está hecho un Robin Hood, porque sabe qué es perderlo todo y tener que luchar por las malas. Un caballero Pero precisamente el punto sobre el que se perfila a Lupin es la clase. Es un ladrón con éxito, entre otras cosas, porque posee un exquisito don de gentes que le permite mezclarse con todo tipo de grupos. Es camaleónico y seductor. Y para ello nada como contar con uno de los actores franceses con más estilo del panorama actual: Omar Sy, cuyo registro acostumbra a esta mezcla. El Lupin de Sy no es un salvaje. Es un hombre educado, un hombre amable, un hombre con una respuesta para todo, que no se deja arrastrar enteramente por "el fin justifica los medios". Un criminal con mesura. Es un ex novio y un padre fabuloso, que aunque peca de distracción en ocasiones siempre está cuando se le necesita. Es un currante y un hombre honesto que cumple su palabra, por muy fama de ladino galán que venda. Y es que lo guay de él es que sabe que la superioridad no la da el dinero, sino la educación, el intelecto. Para más, mejor véase el manifiesto de Lupin. Hombre afortunado al que le llegó la oportunidad tras superar obstáculos, todo lo que tiene se lo ha ganado con creces. Con todas esas características, no es de extrañar que este ladronzuelo haya robado también el corazón de los suscriptores de Netflix y desbancado a la favorita, Los Bridgerton, en apenas un fin de semana. George Kay (conocido por las miniseries de Criminal repartidas por Europa y Killing Eve) y François Uzan nos presentan una versión muy adaptada a estos tiempos que le llenan al protagonista de frescura y camaradería, en un guion muy divertido y suelto, con personajes que también aprenden a cuestionarse sus métodos o estructuralismo social a raíz de la experiencia con este hombre. Nada como unos genios para tratar con otro. Empieza genial y acaba prometedora. ¡Ojalá no tardemos en ver la segunda temporada! Ya está en mi top 10 del año... y solo acabamos de empezar.
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