Post de Naiara Salinas Oh, oh, Halloween is coming, y eso hace que cada vez me cuestione más el tipo de miedo que nos ofrecen los productos televisivos actuales. Resulta que he dado en las últimas semanas con dos que dan auténtico mal rollo. Con Black Mirror cualquiera diría que ya hemos aprendido la lección: lo que supone nuestro porvenir, cuando se vuelve en nuestra contra puede ser terrorífico. Nos encontramos en una era donde nuestros miedos se alejan de los monstruos clásicos y se tornan cada vez más etéreos, una colmena de códigos o algoritmos que hacen mucho más que asustarnos: nos controlan. Aun así, vivimos tranquilos sabiendo que esas pesadillas no son más que el fruto de nuestra mente paranoica tras un maratón de ciencia ficción. ¿Pero y si la ciencia estuviera diluyendo cada vez más esa ficción? ¿Y si nos encontráramos un caso real donde la tecnología en la que hemos depositado nuestra confianza... nos engañara vilmente? Con esa premisa parte The capture, otra ficción que, sin embargo, se apoya en una realidad, que además encuentra otra prueba gráfica, valga la ironía, en En el corredor de la muerte. Un thriller y un drama que nada tienen que ver y que, sin embargo e inquietantemente, muchos rasgos comparten. Hoy os vengo a dar pinceladas de ambas miniseries para aquellos que todavía no habéis tenido el placer de descubrirlas. The capture: la realidad desdibujada, la justicia invisible The capture es una miniserie de tan solo seis capítulos de la BBC que nos narra la odisea del soldado Shaun Emery (interpretado por un ya más que maduro Callum Turner, conocido mayormente por Guerra y paz, Green Room y Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald) por limpiar su nombre una vez que unas pruebas audiovisuales lo señalan como acometedor de un crimen del que afirma ser inocente. Durante seis capítulos vemos al pobre hombre sufrir lo indecible, tanto física como psicológicamente, y es que, no contento con culparle, el guion pronto nos revela todo un hilo tejido estratégicamente donde organizaciones secretas y manipulaciones gubernamentales entran en juego al más puro estilo Jason Bourne, pero sin despegarse de la habilidad y el crecimiento tecnológico de la pionera Black Mirror. Esta es una trama que "te captura" desde el minuto cero, ya que cada momento está pensado para dejar al espectador con más preguntas que respuestas (y, por ende, ganas de saber más), en un juego de alto riesgo para el guionista donde el final debe llegar a la altura del misterio que se está vendiendo. Cuando después de cuatro episodios sin entender qué está ocurriendo o por qué (¿algún valiente se atreve a lanzar sus teorías? Por una vez apenas podemos respirar como para eso. Estamos completamente a ciegas en un mundo donde las cámaras todo lo ven), el quinto revela al fin el juego sucio y el sentimiento de estupefacción es demasiado enorme como para reaccionar. La manipulación se compone de un esquema grande tan bien estructurado y conectado que, mientras se alucina, no se puede evitar sentir admiración. Porque no es una de esas series que se saque las respuestas de la manga, error en el que caen varias del género, sino que las tenemos delante, ocultas en los detalles más simples. Hay que fijarse muy bien porque nada pasa o aparece de forma casual en esta serie. El trabajo de escritura y dirección es realmente bueno, logra ponerte en la tesitura de los dos protagonistas, Shaun y Rachel Carey (la inspectora que cubre la investigación del caso, interpretada por Holliday Grainger, quien ya tiene experiencia como agente tras la adaptación de la saga de Cormoran Strike de J.K. Rowling), en el sentido de que, como ellos, no entiendes qué pasa y vas a ciegas todo el rato, intentando encontrar respuestas por tu cuenta y dándote con un muro o una laguna, preguntándote si el acusado realmente es inocente como alega. El miedo por la manipulación de la realidad es cada vez mayor y te llega a crear paranoia cuestionándote la confianza en el sistema judicial y en todo lo gráfico que se presenta como prueba a un juzgado, en un mundo donde Photoshop prácticamente se ha multiplicado en evoluciones cada vez superiores. Incluso el trailer te advierte. Todo ello da lugar a una serie de dilemas morales entorno al clásico "si el bien justifica los medios". Mirándolo así, esta podría haber sido perfectamente otra tv movie de Black Mirror, semejante a Bandersnatch, porque parece que se hubieran compinchado los realizadores de una y otra para traernos esta historia. Los que la descubrís ahora y no tenéis que ir semana tras semana devanándoos los sesos no sabéis la suerte que tenéis. Es una serie digna de maratón y por eso espero que Netflix la repesque en algún momento. Ya para acabar, por si con el jarrón de agua fría del penúltimo episodio no tuviéramos bastante, llega el cierre de la que ya se puede confirmar como primera temporada (esto se veía crecer, he de decir. Ha tenido muy buena acogida en Reino Unido y la han comparado varias veces con The bodyguard). Un final que enfada, no porque esté mal escrito, sino porque... ¿de qué ha servido todo este viaje, toda esta lucha..., para tan poco? Obviamente esa clase de cierre demandaba una continuación, pero yo me quedo con el sentimiento de impotencia que te deja, como si, al final, la tecnología resultase vencedora por encima de cualquier cosa, incluso aun sabiendo que quienes la crean y la controlan son personas con el mismo cerebro maligno que cualquiera puede desarrollar si le das un motivo. Y he ahí el terror, aunque mejor puede confirmarlo Pablo Ibar, que es la siguiente víctima del presidio en este repaso. Así, en resumen:
En el corredor de la muerte: la mentira del cerebro filmada Esta es mucho más delicada de ver y de tratar, porque aquí se parte de un caso puramente real, el del primer español-colombiano en ser condenado a la pena de muerte en Estados Unidos. Pablo Ibar lleva en una prisión de Florida desde 1994, es decir, 25 años, sin encontrar justicia que valga, y esta miniserie de Movistar que es más breve, de cuatro episodios, nos responde al porqué. Curiosamente, al igual que The capture, todo comienza con una evidencia de vídeo que, aunque no se truca, da lugar a interpretaciones con solo dos posibles respuestas: el criminal es o no es Pablo. El guion va repasando los momentos vitales de Ibar antes y después del altercado, pero el drama se sirve desde el comienzo. Aquí no hay misterio, solo pesar: el de la familia cuyo hijo de pronto ven alejado de sus vidas, el de la chica que quiere creer en la humanidad del amor de su vida y se mantiene constante en su lucha pese a tener obstáculos muy pesados, el del abogado que debe batallar para hacer oír y entender los derechos de su cliente... Encierro, juicio, vida carcelaria y salida del corredor. Esa es la máxima justicia a la que se puede aspirar dentro de un sistema corrupto que seguirá apoyándose en la evidencia gráfica a pesar de su debilidad y que, cuando esté a punto de perder, intentará engañar para salirse con la suya. Si el final de The capture te deja impotente, aquí eso está a la orden día, porque verdaderamente eres consciente de todo lo que está pasando y es tan evidente que da rabia que nadie más desee verlo, porque lo que cuenta no es solo lo que una cámara capta, sino también lo que el cerebro quiere ver. Y el cerebro desea culpar con todas sus fuerzas, porque es más sencillo, porque es mejor castigar primero y preguntar después, porque no cabe el arrepentimiento. En este sentido, Pablo Ibar es tan víctima del sistema como Shaun Emery. La realización se cuida de no emitir muchos juicios de valor y de limitarse a relatar los hechos, pero la orientación de la historia va más hacia la inocencia de Pablo. Lo más destacable es el realismo, con una muy cuidada labor de interpretación que se percibe en el acento adquirido de Miguel Ángel Silvestre, cuyo nivel de inglés (porque sí, la serie es española pero los personajes hablan en inglés, ilustrando que se encuentran al otro lado del charco) no pongo en duda tras Sense 8. La manera que tienen los actores de lograr que sus personajes conecten entre ellos traspasa las cámaras y alcanza al público. La serie tiene muchos momentos emotivos, que arrancan desde que Tanya, que encarna la figura femenina en auge hoy en día, mantiene su fe y está dispuesta a pelear hasta el final. Se ve en un suspiro, pero también te deja pensando. Resumen:
Por tanto, ¿qué queda? Una justicia puesta en jaque, una realidad enmascarada donde tan pronto se envían dardos desde la anonimia de una pantalla como las lentes transparentes captan todo lo que sucede a nuestro alrededor y lo distorsionan. Estas dos series son la prueba de que a la hora de abordar un tema, la idea puede impactar casi de la misma forma aun tratándose de géneros distintos, fantasía o realismo. Aunque no daría tanto miedo si no fuera por que cada vez es una posibilidad más real, así que probablemente la fantasía sobre en este caso. ¿Cómo confiar entonces? ¿Dónde está la verdad?
¿Dónde queda la justicia?
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Enero 2023
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