Post de Naiara Salinas Junio: empieza el verano, San Juan, fin de curso, vacaciones, graduaciones. Nada deseas más que salir ahí fuera y disfrutar de todo lo que el mundo ofrece tras meses de intenso trabajo (para los que tienen ese paroncito de tres meses, al menos). En tu mente todo es tan maravilloso que es normal que pienses que por un momento el universo se va a detener para dejarte disfrutar de la playa, el chapoteo, el turismo, etc. Incluidas las series. Pero... ¡sorpresa! Estas no se detienen. NUNCA se detienen. Pero no te preocupes, todos en algún momento de la vida nos hemos dejado engañar para no estresarnos demasiado. Y es que, aunque suene a leyenda urbana, antiguamente, cuando no había plataformas de streaming (parece mentira pensar en una época así, ¿verdad? ¿Qué vivíamos, cuando Cristo perdió la chancla?), sí era habitual que las series realizasen un parón veraniego para comenzar a rodar las siguientes temporadas y dejar que los programas y los concursos de verano se zamparan la parrilla. ¡Viva el Grand Prix! ¡Viva Furor! Y cuando no había suficientes concursos, empezaban las reposiciones y los estrenos de series extranjeras que fácilmente podrías haber pirateado hace tiempo o visto en la tele por cable. Por ejemplo, Arrow la vi por primera vez un verano. Juego de tronos la empecé en Antena 3 otro verano. Smallville y El coche fantástico en La 1, Perdidos en Cuatro, las series infantiles de los fines de semana... Francamente, aunque tú lo creyeras, las series nunca han dejado de aparecer en tu temporada de relaxing mojito con alcohol in Salou. El caso es que desde existe nuestra tríada poderosa (más Disney Plus, más Apple TV, más X, más Y, más Z) el volumen de estrenos no es que se haya multiplicado, es que se ha cuadratripleultramultiplicado y desde entonces hay que tener una agenda para las vacaciones. Sí, una agenda para las vacaciones. ¿Trauma? Pues habrá que organizarse el tiempo para poder verlo todo y seguir disfrutando del ocio al aire libre en esta cultura del consumo que nos han impuesto, ¿o qué? Ahora en serio, si por lo general la agenda de un/a/e bloguero/a/e está a reventar, en verano todavía más, porque todos nos merecemos unos días fuera del búnker, besar a nuestros padres, primos y parejas, así como recordarles a nuestros amigos que existimos y no nos hemos mimetizado con el televisor u ordenador. Pero, claro, la gente que tiene auténtica libertad de pronto puede suceder que se aburra y entonces recurra al catálogo de series y películas de las que seguro que espera que le hable alguien, porque con tanta oferta hay que seleccionar sí o sí. Y no hablemos ya de las noticias, el salseo... No hablemos siquiera de la Comic-Con, por favor. No hablemos. Con esta breve declaración (ahora los influencers lo llaman statement porque suena más... ¿inglés? ¿Fancy?), yo, bloguera, youtuber según me da y humana que solo quiere unas vacaciones... me dispongo a ir comentando algunas series que se acaban de estrenar, prácticamente, para que todo el que desee tener alguna novedad breve con la que entretenerse por las noches cuando cierren los bares... sepa que existen. Solos Como Amazon Prime y yo no pasamos demasiado tiempo juntos, es justo que utilicemos estos meses de cócteles para ponernos al día. Tras conocer esta antología de la mano de varios blogs, me lancé a ella sin dudarlo y acabé profundamente conmovida. Solos, de primeras, es la Black Mirror de Amazon, dado que nos ofrece ocho historias autoconclusivas en siete episodios donde la base es la tecnología, cómo se emplea y qué relación tiene con ella cada personaje. Así, episodio tras episodio se nos presenta un futuro no tan futuro, distópico, utópico o "normal", donde la tecnología ha conseguido avances de ciencia ficción como viajar en el tiempo, robar y comercializar con recuerdos, contratar a un clon para ayudarte con tus citas... Pero lo hace con una perspectiva más intimista y filosófica que Black Mirror, existencialista incluso, ya que si algo tienen en común todas las historias es cómo cada cual capitanea un barco que navega solitario en un océano demasiado inmenso de posibilidades donde las redes no siempre pescan lo que se desea. Si hay un momento en el que la asociación poética entre internet y el mar cobra mucho sentido es este, donde se explora la soledad real de los usuarios en un mundo falsamente interconectado, puesto que este divide más que une. Pero la tecnología no debe verse como una villana, como puede parecer, ya que en todo momento dialoga con el protagonista de cada capítulo (a su manera, algunas veces más directamente que otras) para obligarle a enfrentarse a la quimera que ha propiciado el enganche. Porque en esta (mini)serie no hay sueños normales, sino quimeras, fantasías, fruto de una obcecación malsana que causa que los personajes se autoengañen creyendo que la tecnología de turno servirá para arreglar su vida, en vez de lidiar con el problema de frente y admitir todo lo que como seres humanos nos da miedo: que somos un torrente de emociones e impulsos que no siempre podemos controlar, por más que tratemos de objetivarlos con una inteligencia artificial. Y vivir en esa fantasía es lo que acaba por dejarnos solos mientras el resto del mundo se rehace y sigue caminando. La tecnología (no tan) futurista de esta producción viene a ser el pobre intento de socializar y charlar con nuestra conciencia. Es algo que se ve en los capítulos de Leah, Jon, Peg, Jenny y Sasha, donde conversan con avatares idealizados de sí mismos, cuando no ante la nada o un robot. En definitiva, Solos es el mejor exponente de la demencia social a la que puede que haya hecho referencia en la intro con otras palabras. O quizá es la que me ha motivado a escribir esas palabras al darme cuenta de que sin tecnología tampoco se está tan mal, quiero decir, que no la necesitamos a todas horas. Que hay cosas más importantes (como un buen gofre salpicado con nutella sobre una toalla de playa en una torre de la Gran Muralla china. Ñam...). Ahora bien, al igual que sucede en Black Mirror, tiene sus altibajos: no todos los relatos calan por igual, cada cual contiene sus matices. Si tuviera que escoger, me quedaba con el primero por cómico y con el último por bello, profundo y el dúo que conforman Dan Stevens y Morgan Freeman. Porque sí, la serie tiene estrellas para dar y regalar, más desconocidos interesantes. Y su propuesta resulta más que apta para ponerse sobre tablas, porque los escenarios de todos los episodios tienden a ser muy minimalistas y se emplea un recurso muy inusual en el formato seriegráfico: el monólogo (y sin que sean chistes). El trabajo de los actores que están solos frente a la cámara se vuelve muy importante para atrapar al espectador y cautivarnos con su mera narración. Por ese riesgo podemos confirmar los altibajos, de hecho, ya que en algunos casos sale muy bien y en otros, menos. Lo mejor de todo: cada episodio dura solo veinte minutos, vaya, son más bien cortometrajes, así que es compatible con cualquier plan que quieras hacer el mismo día. Leonardo No hace tanto de la vez en que os hablé con todo lujo de detalles (pero sin spoilers) de Los Medici, esa serie de Frank Spotnitz producida por Rai TV que descubrí el año pasado y me cautivó desde el minuto cero. Los mismos responsables (en asociación con RTVE) vuelven ahora con la miniserie Leonardo, de ocho capítulos (por continuar con la tradición), donde se indaga en las peripecias del aclamado artista, inventor, ingeniero y un sinfín de cosas más, modelo de hombre renacentista...: Leonardo Da Vinci. La fascinación por esta figura histórica no es una sorpresa para nadie. Seguramente muchos recordamos todavía Da Vinci's Demons; también tuvo un par de cameos en Los Medici, cómo no. Inspiró El código Da Vinci, "apareció" en El secreto de la pirámide y hasta tuvo una adaptación infantil protagonizada por el Jonathan Bailey que ahora triunfa con Bridgerton. El propio programa con el que hago pequeños trucos de magia audiovisual de vez en cuando se llama DaVinci (y lo amo por ello). Nadie duda de que es un personaje interesantísimo con múltiples posibilidades, un hombre ilustrísimo con sus polémicas, sus misterios... Por supuesto que Spotnitz no iba a abandonar el Renacimiento sin echarle el guante. La trama de la serie se construye como un relato policiaco de época, en el que asistimos a un presente muy negro para la tortuga ninja de vendas azules (con el rostro de Aidan Turner), en prisión por el supuesto asesinato de Caterina de Cremona (Matilda de Angelis, joven despuntando). Freddie Highmore interpreta al comisario encargado de interrogarle y arrancarle una confesión, Stefano Giraldi. No busquéis su nombre en Google porque no es un personaje real, sino creado para conveniencias del guion. Da Vinci comienza a contarle a Giraldi la historia completa desde que conoce a esta muchacha en el taller de su maestro Verrochio, seguido de cómo su relación va evolucionando en paralelo al ascenso de Da Vinci y los acontecimientos socio-políticos. Comparado con Los Medici es una serie que se recrea mucho más y que sacrifica parte del historically accuracy friendly en virtud de la exploración de este genio que, al igual que el Lorenzo de Daniel Sharman y el Cosme de Richard Madden, llega al pico y se derrumba antes de llevarse la revelación de su vida. A aquellos que siguieron mi recomendación (o no) y se vieron Los Medici primero les sonará la estrategia estructural de esta serie que, como la primera temporada de su prima mayor, juega todo el rato con el contraste entre presente y pasado para desentrañar la gran incógnita: quién mató a Caterina y por qué. Pero el enfoque no es el mismo, dado que el protagonista no es un hombre poderoso, sino un artista que empieza desde lo más bajo. Es como si Sandro Botticelli fuese el foco principal de Los Medici (lo que hubiera sido, al menos). Y a pesar de que esta miniserie renueva a casi todo el reparto (se mantiene solo Alessandro Sperduti), la permanencia del resto del equipo y el amor italiano por su cultura causan que existan muchísimas referencias, algunas muy sutiles pero fácilmente reconocibles para los fans de la prima, por lo que se siente como un spin off que satisface a aquellos que se quedaron con ganas de más arte la primera vez. Esta vez importa más la obra que la historia, y eso es lo que la convierte en un deleite para esos fieles seguidores (que no se librarán de repasar sus conocimientos para cuadrar fechas y personajes). A mí me gusta decir que una te da la perspectiva que necesitas para comprender el periodo entero y la otra, el valor de un artista. Sin embargo, narrativamente no me deja la misma huella que su predecesora (¿o debería decir coetánea? Ambas están ambientadas en el mismo periodo, con unos años de diferencia namás). No se trata de que la trama no sea interesante, ni tenga un final digno (de hecho el último episodio es uno de los mejores, súper apoteósico), ni los personajes estén bien construidos, sino de que pasamos menos tiempo con ellos y de que la línea no es tan directa. Los episodios casi parecen autoconclusivos, pues en cada uno de ellos se homenajea un trabajo del artista, son como revisiones de los momentos más destacados de su biografía, con el interrogatorio de Giraldi como hilo conductor principal. Es una estructura que funciona, no está mal, pero que a la vez siento que nos priva de algunos detalles. También marca una distancia con la ficcionalidad. O puede que sea cuestión de gustos y después de lo que me fascinó Los Medici no crea que se le puede superar, aunque en realidad me deja una sensación muy parecida a la de la primera temporada, solo que Leonardo es un poco más ambiciosa. Técnicamente sí puedo afirmar que mantiene la impecabilidad, lo cual era una de las mejores partes de la predecesora junto con el reparto. La música, el vestuario, la fotografía... Todo mantiene la misma calidad. Puede parecer una serie pequeña, pero nunca se la podrá tachar de fea ni superficial. El metraje habla el lenguaje de la belleza espiritual, pero también de la autenticidad, con la que conecta la ideología artística de Leonardo, quien no solo aspira a lo improbable, sino que quiere captar la esencia de las cosas. Como punto final, aplaudo el trabajo de todo el reparto, en especial de Turner, Highmore (siempre un placer verlo crecer como actor) y De Angelis, que me está sorprendiendo gratamente y diría que es la actriz con mejor energía de todos. No creía que me fuese a interesar tanto pero ha terminado siendo de mis favoritos en esta serie. Y, por supuesto, Carlos Cuevas, que interpreta a un ladrón que se convierte en aprendiz de Leonardo (otro de los que me gustan). Siempre es agradable ver a españoles haciendo sus pinitos a nivel internacional y este chico va a llegar muy lejos si sigue así. ¿Qué, entonces? ¿Os hace un maratón veraniego en el Amazonas?
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