Post de Naiara Salinas Lo prometido es deuda. Dije hace eones que escribiría sobre Legion, esa serie de Fox taaaaaan psicodélica que ha puesto nuestra capacidad de hilamiento a prueba. El momento ha llegado. Con una visión global retrospectiva y una revisión de los momentos que más confusión causaron, puedo, en partes, realizar un balance de la nueva producción marvelita. Cómo sobrevivir a un subgénero explotado Ya lo dijo Rosana: los superhéroes, de tanto que los vemos en la parrilla actual, están agotándose en argumentos y desarrollo de los mismos. En una era donde haber nacido en el seno de Marvel o DC ya no es una novedad, el valiente Noah Hawley ha irrumpido con una propuesta original: si ya no puede haber impacto al hablar de mutantes, dejemos que la gente experiencie por primera vez qué supone ser uno. Por eso no es de extrañar que, de toda la selección que cabía, tomara a un psíquico no solo hijo de un personaje conocido y admirado por los fans (el cebo perfecto), sino también aquejado de una aparente esquizofrenia, para poder desarrollar en su guion un completo rompecabezas, no tanto argumental (porque si quitamos el 95% de los efectos y elementos confundidores la verdad es que la trama es bien simple), sino gráfico. La primera vez que uno se enfrenta a Legion sospecha que este jovenzuelo "loco" no ha llegado para cumplir con la expectativa de tributo a los cómics y enganche inmediato. No. Lo que el espectador espera es que los superhéroes sean adictivos, ¿cierto? Que por eso tienen tanto éxito y se les exprime tanto como se puede. Pero las paranoias de David Haller no son precisamente atractivas, le dejan a uno descolocadísimo, algo nervioso y con más dudas que respuestas. Todo eso, por supuesto, al principio. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué Noah no puede limitarse a contar el drama del chico? Porque no es que su historia sea indiferente: lo han acusado de enfermo mental cuando lo cierto es que todo lo que ha vivido es real, provocado por sus poderes, y que fuera del psiquiátrico hay una guerra donde él puede brindar esperanza a su bando, claro legado de Charles Xavier. Es decir, el personaje tiene "chicha". No obstante, mantener solo esa premisa no haría de Legion más diferente que la saga de X-Men completa y que Logan. Si vamos a sacar a un nuevo personaje en la tele mejor que sea con una buena excusa, y si hablamos de un psíquico poderoso pero enfermo, ¿por qué no intentamos meternos en su cabeza un poco y entender cómo funciona su don? He ahí el quid de la cuestión: Legion no solo pretende contar la típica historia del "hijo de", sino convertirse en un alegato a favor de las personas que sufren esas enfermedades mostrando cómo viven la realidad dentro de su cerebro. La mente es un lugar complejo donde se vinculan razón y sentimiento, donde ordenamos nuestros pensamientos de forma única. La mayoría de las personas la usan como si fuera un ordenador plagado de carpetas y subcarpetas, es decir, un disco duro ordenado. Pero si te toman por "loco" o eres un enfermo no esperes que todo sea tan limpio, sino un completo caos. David, tanto si es por culpa de otro mutante parásito como si es por el camino que ha elegido, es una bala perdida con recuerdos fragmentados y sentimientos encontrados. Su mente rota es lo que hace que al público le cueste tanto adentrarse en su historia, porque no se lo da todo servido en bandeja sino a cachos, como un puzzle que se debe ir componiendo poco a poco para averiguar la verdad. Si comprender a una persona normal nos cuesta un poco (porque para eso hay que conocerla muy bien), imaginaos cómo es acercarse a un enfermo mental: o vives lo que él o es imposible. Por eso, aunque sea duro, el guion no da marcha atrás en este aspecto, pues sabe que solo así puede ser fiel al héroe. La genialidad de la serie es haber tomado ese reto de forma muy literal, es decir, no siempre lo que pasa en nuestras cabecitas es lógico, ¿no? ¿Cuántas veces nos ha sucedido que lo que decimos no es lo que pensamos de verdad, o que en nuestra mente está muchísimo más desarrollado? Cuando nos vemos atrapados en una situación absurda creamos la parodia en nuestro fuero interno; cuando estamos tristes suenan violines imaginarios. Aunque no sean tan tangibles como en el caso de Legion, también proyectamos ilusiones que, de ser reales, convertirían nuestro mundo en un auténtico País de las Maravillas, con todo lo que ello implica. Bien, algo que Hawley ha aprovechado muy bien es este universo mental para jugar con los efectos especiales, de sonido y el estilo. Lo que vemos es el resultado de un trabajo sólido que ha pretendido (y logrado) conectar las emociones del protagonista con el mundo exterior. Hay que tener en cuenta que David pasa la mayor parte del tiempo atrapado en su cabeza, carcomiéndose con lo que está ocurriendo a su alrededor. Pasa de no ser nadie a ser lo más importante en un capítulo, y eso no es fácil de llevar cuando toda tu vida te han hecho creer que estabas loco. El cambio de pantalla, la emulación de una película sin voces, los dibujos que cobran vida, la habitación en la playa, las pesadillas, el color rojo de peligro, el sueño absurdo del baile a lo Bollywood colado sin más (mi parte favorita del piloto), los dèja vu... Todo eso no es brillante a secas, sino que intensifica la experiencia y le dota de simbolismo y/o significado real (aparte, Hawley es un excelente manipulador del entorno y los detalles para servir a su objetivo, sea la música o sea hasta la ropa). Ahora bien, eso no quita que cause dolor de cabeza Llevando la empatía ficticia al extremo, supongamos que el mareo que sentimos al recibir toda esa información es el que siente David; entonces Hawley habría logrado su objetivo, en parte. No obstante, no deja de ser un riesgo, pues la realidad no solo consiste en mente sino también en cuerpo, y el cuerpo está fabricado para actuar. Necesitamos que pasen cosas o moriríamos de colapso. Así que la guerra externa tiene su peso, pero no tanto como la que libra Haller dentro de sí mismo, y aquí se encuentra la justificación última de todo el enredo al que nos someten (por tanto, llega la hora de colgar el cartelito de SPOILER ALERT): una posesión de la mano de un villano que los fans de los cómics conocerán bien (al resto nos puede sonar más o menos), el Rey Sombra, a.k.a. Amahl Farouk, otro psíquico que actúa como un parásito que invade mentes y se alimenta de su poder. Alguien tan poderoso como David no iba a quedar impune, así que voilà. Farouk juega al engaño con todo el mundo, moldea la realidad, interviene cuando se considera en peligro de descubrirse y termina destapándose cuando no le queda más remedio. Lo que consigue para con nosotros es volvernos tan locos como a su víctima, pues llegamos a preguntarnos qué pensamientos y acciones son de uno y cuáles son de otro (eso no significa que tengamos que ser exorcizados como el prota). Los cuatro primeros capítulos se camuflan muy bien en la imparcialidad, pero tarde o temprano hay que ir metiendo pistas o el partido acabará sin público. Es aquí donde debo levantarme de la silla y rendirme con aplausos y reverencias a los actores de turno: Dan Stevens y Aubrey Plaza. El trabajo actoral del primero es subliminal, no tengo palabras. Ella, dentro de lo que cabe, va en la misma línea de personalidad chicarrona todo el tiempo (con mayor o menor nivel), pero él debe convencer al mundo de que está loco o enfermo, aunque al mismo tiempo conserva su inteligencia y su sensibilidad. Es víctima y es verdugo, es rarito y es normal. Un tío con un trastorno de doble personalidad falso. El David real es entrañable, simpático y gracioso (podrías achucharle con gusto), pero dentro oculta a un sádico con un humor bastante negro (valga el chiste, es un bestia). La mezcla de ambos carácteres facilita el trabajo si estamos hablando de un tío perdido, aunque en realidad es un atormentado. El actor se hace eco de la confusión y la transmite como puede. Al mismo tiempo añade chispa al personaje y cierto histrionismo con el que logra que nos lo creamos, aparte de ayudarnos a sobrellevar la confusión con algunas dosis de risa (es un loco con encanto). Sin embargo, lo que cuenta es que no es un ente normal, sino un mutante poseído que no controla sus poderes, parte donde el esfuerzo es alto. En cuanto a Aubrey, lo mejor es su desparpajo y la naturalidad con la que se maneja. Al contrario que Stevens, que está en continua dualidad, a ella le toca asumir rápidamente su papel, que no es tan femenino y que se desdobla de una forma más concreta. Es genial ver a una mujer haciendo de hombre, de buena y de mala. Su aportación es un tanto bufónica, en armonía con la excentricidad cómica de Dan/David. Sin duda buena parte del éxito de la ficción se le debe a ella. Lo divertido es que esta percepción, incluso habiendo visto toda la serie y habiéndola asumido, no es siempre tal cual. El que primero da la impresión de interpretar dos papeles es Dan, pero luego esa función para a Aubrey. Esa es la trampa y el reto interpretativo, que cada uno sea su propio personaje y aun así haga dudar al espectador. Destaco abajo las que creo que son dos escenas donde se refleja muy bien el talento de ambos y donde sus personajes se fusionan (al final es inevitable que a David se le pegue algo de su "parásito").
Resumen para dummies Entonces... ¿es buena, es mala? ¿Merece la pena o es solo otra serie más de superhéroes? Ya os digo que no (respecto a esto último). Como experiencia visual es algo nunca visto en el subgénero y completamente original. El guion es un acertijo lleno de cebos y de trampas donde, aunque nos disguste, acabamos picando. De modo que mi conclusión... es que es molesta y una genialidad al mismo tiempo. El primer capítulo te intriga y te anima a ver más porque necesitas unas cuantas aclaraciones, así que cumple su función, se podría decir. Los tres siguientes te desesperan porque la narrativa es tediosa y sigues sin pillar nada de lo que está sucediendo. A partir del quinto o el sexto comienzas a sospechar y en el séptimo se resuelven TODAS las dudas, para luego cerrar esa primera parte en el octavo y convencerte de que te has metido en un juego muy inteligente. Prueba de ello es el repaso que se tiende a dar cuando por fin lo has comprendido todo. Por tanto, es una serie que recomiendo ver y rever, porque nuestra primera reacción va a ser siempre "WTF", pero luego, al volver atrás, te das cuenta de todas las pistas que han dejado caer sin que nos diéramos cuenta, tan hipnotizamos como estábamos por los efectos (lo más destacable). De lo que se trata es de descubrir el engaño. Noah Hawley es un mago que realiza trucos aparentemente sacados de la manga, pero no es así. Y NO es que no cuele homenajes a los cómics, todo lo contrario. El héroe y el villano han salido de esas páginas, así que no puede ignorar el hecho de que son creaciones de otros. Se ven muchas alusiones que hacen delicias a los fans, pero el showrunner no ha querido usarlos como punto de referencia principal, sino construir su propia historia con ellos (un fanfic en toda regla). Por tanto, la originalidad no solo se la llevan el estilo y el diseño, sino también los nuevos personajes, con sus propias anomalías y excentricidades (qué mejor equipo para acompañar a Haller que ese). Además, las relaciones entre David y Syd (grandioso personaje también), Cary y Kerry y Melanie y Oliver son dignas de verse. La pega que le veo a la renovación es que, ahora que verdaderamente hemos entrado en el juego, la originalidad no va a ser la misma. ¿O todavía queda mucho engaño por delante? Si queda, tendremos el alivio de poder enfrentarnos a él con más conocimiento. El fuerte de esta ficción hasta ahora han sido los plot twist. Como presentación esta temporada ha puesto muy alto el listón, aunque sabemos que lo que venga a continuación no va a sorprender igual. En definitiva, si no eres fan completo a partir del séptimo capítulo mejor no sigas viendo más porque no vas a engancharte nunca.
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