Post de Naiara Salinas Un buen tema, un buen ejemplo y alguien que esté dispuesto a reflexionar sobre ello. Es todo lo que se necesita para que una conferencia tenga éxito. Y por eso estoy aquí, como "embajadora" de este blog en eventos como el festival de TV Series Lovers, que continúa su rumbo con eficacia. Como ya os anuncié, el viernes tuvo lugar la segunda charla de reflexión, esta vez dada por una trabajadora del mundo televisivo acerca de cómo las ficciones de esta pequeña pantalla han logrado expandir su universo. Tanto como seriéfila como con aires de uno de los personajes de la serie de turno, Riverdale, me pongo en pose de narradora y analista de sus palabras. Esta vez el ejemplo tendrá más peso, ya que quiero orientar mi reflexión entorno a él. La televisión, como sabéis, nació en los años 60 y desde entonces muchas cosas han cambiado, tanto la forma de considerarla como de usarla. Supuso un auténtico boom en una época donde el cine llenaba todos los comentarios como expositor de ficciones filmadas. Sin embargo, pronto encontraría un competidor potente cuando la primera serie se estrenó en los hogares de millones de familias. La ponente del viernes, Concepción Cascajosa Virino (que se dedica mucho a cuestiones relacionadas con El Ministerio del Tiempo), afirmó que el auténtico culto televisivo empezó a forjarse en los 70 y la serie que lo cambió todo fue Twin Peaks, por cuanto que entroncó con profesionales de Hollywood dedicados a grabar series. Dado que el cine tenía su propia historia, que un cineasta se dedicara a un "género menor" llamó mucho la atención, hasta considerar la serie lo mismo que una película con distinto desarrollo, es decir, una obra de arte en sí misma. Por primera vez la gente discutía sobre lo que veía, los artistas se inspiraban para sus trabajos, se escribían numerosos artículos con críticas, teorías y reflexiones (justo como yo estoy haciendo ahora). No es mi intención dar una clase de Historia, no os alarméis. Como amante de la cultura en todas sus formas me intereso por los fenómenos que suponen un cambio en nuestra forma de actuar, y el nacimiento de las series entra dentro de esa cuestión. Su surgimiento no hubiera sido posible sin el cine, pero una de las conclusiones extraídas durante la conferencia fue que hoy en día la hermana pequeña ha superado al mayor y eso se nota en las horas que dedicamos a una y a otro. No hay duda (y esto hasta yo, que voy mucho al cine, tengo que reconocerlo) de que vemos más series que películas, por una cuestión muy lógica: porque duran más y son cotidianas. No es que el cine no lo sea, pero no estrenan todos los años un mismo largometraje, ¿no? Aun así, el tema va más allá que el mero uso o acercamiento. Las series, de alguna forma, se las han apañado para influir en nuestros referentes culturales y el ejemplo del día, Riverdale, es una clara muestra de ello por lo que contaré más adelante. Los Soprano también fue mencionada, ya que dio para todo un libro con solo los artículos que se habían escrito durante su emisión. El foco que tuvo llegó a las altas esferas, a periodistas, críticos y demás autores, que, según Virino, es lo que causa que una serie se termine convirtiendo en cuestión de culto: no se trata de cuántos hablen de ella, sino de quiénes. Si la gente importante le hace caso a algo, el resto del público les sigue la corriente, así funcionan las modas (por mucho que este hecho me saque cierta mueca de desagrado). No obstante, por aquellos años no había todavía prensa suficiente para especializarse en las series. No, quien de verdad se interesó por ellas fue el sector más acostumbrado a tratar con la ficción, aunque en un ámbito diferente: los escritores, tanto novelistas como guionistas, pero sobre todo los primeros. Mario Vargas Llosa escribía sobre The Wire y David Foster Wallace mostraba públicamente su preocupación por el tiempo dedicado a las series. Incluso Almudena Grandes, a quien conocí en mi máster hace apenas un año, las ha defendido alguna que otra vez. Esto resulta muy irónico, ya que Virino considera que el éxito de las pantallas supone poco a poco la muerte del papel (es decir, cada vez hay más gente que ve series y no lee). Como escritora amateur no puedo concebir siquiera la idea de que la novela pueda dejar de existir, sin embargo. Básicamente por la influencia que se tienen mutuamente. Para los autores, el auge de las series y el cine ha cambiado su forma de concebir las historias y de contarlas. El lenguaje cinematográfico ha influido a la literatura tanto como esta a él. Podemos ver muchos rasgos literarios en las pantallas: en la forma de narrar, en la poesía creada a partir de la mezcla de sonido e imagen... Aparte, se influyen en contenido, pues hasta Riverdale surge de fuente literaria (una serie de cómics de los 40, en su caso). Creo que la cuestión aquí no es si un formato logra superar a otro (cosa que, por más que me duela, puede ser cierto), sino que lo que tienen en común es la historia, el contarlas. Las historias siempre han tenido peso en la humanidad, desde que aprendimos a hablar. Lo que han demostrado las series es que casi no hay límite para la forma de transmitirlas, es decir, por lo que a mí respecta suponen una evolución, pero mientras la gente quiera contar historias ninguna forma de hacerlo va a desaparecer, por el hecho de que cada uno escoge el ámbito en el que se siente más cómodo. Aunque cada vez haya más guionistas, la novelización está tan arraigada en la sociedad que no va a morir así como así, si acaso existirá de otra forma (un ejemplo muy claro son los fanfics a partir de series. ¿Qué tenéis que decir a eso? Estas no duran eternamente, pero a los fans les cuesta despedirse de ciertas tramas y personajes, así que les dan vida más allá en el formato para el que están mejor cualificados). Como sea, el caso es que fue un escritor latinoamericano (con cuyo nombre no me quedé, mis disculpas) el primero en empezar un blog dedicado exclusivamente a series en El País. Llegó a un punto, a partir de los 90, en el que no hablar de series resultaba hasta sospechoso y se empezaron a incorporar a los festivales de cine. En la actualidad podemos ver perfectamente cómo estas han alcanzado las esferas políticas (desde Obama entrevistándose con un showrunner y haciendo un chiste sobre House of Cards en un meeting hasta Podemos hablando de Juego de Tronos y Narcos en las redes sociales). En nuestra cultura presente, básicamente hablar de series se ha convertido en "algo obligatorio" para estar en la conversación, ya que están hasta en la sopa (de ahí el título del coloquio: "Pienso, luego veo series"). ¿Qué tiene esto que ver con Riverdale? En el coloquio fue descrita como "memoria televisiva" por su inmenso contenido referencial. Una vez pudimos disfrutar del piloto todos en la sala nos dimos cuenta de la verdad de semejante definición, que es la razón por la que es un ejemplo tan bueno de las ideas expuestas. Riverdale no solo tiene un argumento semejante a otras series que conocemos sino que es la ficcionalización (me lo acabo de inventar, sí) de nuestra realidad, como personas que en cada charla usan algún referente cultural, sea de cine, de literatura, de música, de tele o de Internet. En las ficciones de hoy en día hay muchísimos referentes. En realidad estos siempre han estado, pero conforme más avanzamos en el tiempo más se acumulan, en especial si son "de culto". Las propias series se convierten en una manifestación de su auge y eso, como espectadores, nos atrae, es como una reivindicación de la cultura. Un personaje menciona Outlander. ¿No sabes por qué? ¿No sabes de qué va? Pues ponte a verla y te enterarás del chiste. Así es nuestra cultura también, nuestras comparaciones y los chistes se forman en relación con lo que vemos y oímos. Riverdale es una mezcla entre Gossip Girl (con este personaje que me ha encantado, Jughead, interpretado por Cole Sprouse, que se dedica a novelizar los sucesos que ocurren a su alrededor y por tanto se convierte en narrador de la historia), Pequeñas mentirosas (asesinatos y misterios juveniles), High School Musical (chico deportista que quiere dedicarse también a la música), etc. Una serie juvenil producida por la CW (así que no es de extrañar este popurrí) que nos sitúa en un pueblo típicamente americano donde el verano se ha visto ensombrecido por la desaparición misteriosa de Jason Blossom, cuya hermana, Cheryl, lidera el equipo de animadoras del instituto. Sin embargo, el protagonista es Archie, un pelirrojo que descubre su vocación musical de la mano de su profe de música, que también resulta ser su amante. Archie tiene una mejor amiga, Betty, que está coladita por sus huesos, pero la nueva de turno, Veronica, será, aunque no quiera, un obstáculo en ese amor. Si os suenan estos nombres es debido a la fuente literaria que antes mencionaba. Los cómics de Archie forman parte de esa cultura paternal a la que los mayores regresan con nostalgia. En realidad, incluso a los de la generación de principios de los 90 nos tiene que sonar un poco, aunque solo sea por las series de animación creadas a raíz de esos cómics y su famoso tema, "Sugar, Sugar" (que espero que metan en algún momento como homenaje). Este rasgo acentúa la referencialidad de esta serie por cuanto que encima rescata un tesoro del pasado adaptado a la nueva juventud. El thriller adolescente en el que han convertido esta historia se justifica, quizá, por la serie animada Los misterios de Archie, llevada ahora con un tono más oscuro (y realista) que la original (prácticamente era como la Scooby Doo del instituto).
Yo vi la serie sin tener esta información. Sabía que estaba basada en una serie de cómics y ya. Pero no sabía que el Archie de la tele de dibus fuese el mismo que el de los cómics. Luego me encontré con eso en Google y mi cuerpo hizo PLOF. A esta ficción le ha pasado como a Teen Wolf: surgida a raíz de una apuesta anterior con un tono más cómico o animado, cambiado casi por completo. Aun así, como "memoria" no está nada mal. No me extraña que haya vuelto ahora y que en los próximos meses pueda sonar con fuerza, no solo porque se perfila como sustituta de las que se van (la propia Pequeñas mentirosas entre ellas), sino porque se incluye en la moda nostálgica en la que está cayendo últimamente Hollywood y que en materia de series empezó este verano con Stranger Things. Si en cine La La Land rescata la Edad de Oro de los musicales, parece que en televisión quieren hacer lo mismo con su propio subgénero, aunque no tienen por qué remontarse tan atrás como la gran pantalla porque su origen es más próximo a nuestra época. Riverdale, por tanto, tiene una importancia de peso en este viaje por el tiempo, pues pretende condensar todo lo que he escrito hasta ahora. Para el espectador no es más que otro remake con una trama que más o menos engancha. Para el analista, en cambio, se convierte en mucho más. Históricamente, cuando Hollywood creyó haber llegado al límite de su expansión empezó a rescatar clásicos, formas antiguas, con la intención de modernizarlos. Uno de ellos, de hecho, ganó el Oscar en 2012 (The Artist, un ejemplo de cine filmado a lo clásico estrenado en tiempos más "futuristas"). Ahora las series, que ya han puesto su auge en boca de todos, van por el mismo camino. Esto no significa un punto. Es solo el principio del siguiente paso en la evolución. Una vez que parece que ya se ha contado todo lo que se podía contar, se están buscando nuevas formas de contarlo. Y ahí es donde reside la originalidad (por si pensabais que había muerto. Yo no lo creo). Dejada esta conclusión, os dejo algunos de mis momentos favoritos de este buen piloto. Por si no ha quedado claro, he de decir que, por mi curiosidad insaciable, voy a seguir viendo esta "novata" (adiós, vida social. Por cada nueva serie cuarenta y cinco minutos menos aire fresco T.T).
El ciclo continuará mañana, martes, con "¿Son las series arte contemporáneo?", impartido por Jordi Carrión. La serie de preestreno será This Is Us, de Fox Life.
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