Post de Naiara Salinas «Bien, voy a acceder a algunas cosas bastante personales de mi vida, y va a ser bastante crudo, y creo que no está precisamente de moda la forma en la que los sentimientos del personaje van a estar tan expuestos». Eso fue lo que le contó el escritor (también guionista) Samuel D. Hunter a la revista Esquire durante la promoción de su última película, la cual adapta una obra de teatro homónima que escribió en 2011. Una obra que suponía el reverso de su propia historia de superación, una obra que valientemente buceaba en busca de su Moby Dick a través de la pregunta «¿qué hubiera pasado si no hubiese salido de esta?». Todos los escritores tienen tanto la obligación como la habilidad natural de conectar con sus demonios internos, de invocarlos cuando se trata de abrirse en canal para exponer el flujo sanguíneo del que se nutre un corazón que el imaginario universal siempre va a relacionar con los sentimientos, con nuestra parte irracional e incluso animal. Si no lo hicieran, aquello que pretenden conseguir jamás funcionaría, puesto que presentar lo que verdaderamente uno es implica mostrar la cara entera, no una mitad. Exponer nuestro lado oscuro desde una zona luminosa tiene un efecto mágico en la gente que se halla del todo en la oscuridad: le demuestra que todavía hay belleza, que no está sola, que se puede convivir con esa mitad y, más importante, que todo es normal y tiene sentido porque lo bueno se define por lo malo y viceversa. Incluso a los que se encuentran en la luz se lo enseña. Si conectamos con las historias no es por lo cercanas que se encuentran a nuestra realidad, sino por la verdad profunda que encierran. Por eso, la sinceridad, la honestidad, es lo único capaz de levantar a un profesor de escritura creativa obeso y en depresión. Y, por eso, una ballena ficticia es capaz de reunir a dos corazones perdidos mientras los testigos nos deshacemos en lágrimas, sin importar cuál sea nuestra historia. El poder de la ballena Todo el mundo que se adentre en La ballena esperará un relato crudo sobre alguien muy gordo, pero eso es tan solo rascar la superficie. El primer plano de Charlie (el protagonista al que encarna Brendan Fraser) es un fondo negro. Esa es su presentación: una voz que se dirige a sus alumnos desde una pantalla central sin imagen. Mediante un zoom hacia esa negrura, Aronofsky nos advierte de que la experiencia no va a ser agradable: vamos a zambullirnos, figuradamente, en un océano oscuro habitado por una solitaria ballena blanca que apenas tiene pelo, se viste con ropa holgada y necesita un andador y un gancho para manejarse por una casa donde hasta el suelo se convierte en un obstáculo cada vez que se le cae un objeto. A esa ballena, sin embargo, le quedan varios amigos, o más bien una: una enfermera (Hong Chao) que le visita todos los días para darle apoyo moral, vigilar su estado y alimentarle pero que es incapaz de contener su frustración por la situación. Luego entra en combate un joven misionero (Ty Simpkins) que decide que la palabra del señor es lo que necesita esa ballena para reavivar su espíritu, porque solo la fe mueve montañas y a Charlie apenas le queda. Para mí la película tiene dos puntos y el primero y más importante es la conexión entre individuos. Las personas entran y salen de nuestras vidas continuamente en diferentes grados de cercanía y a lo largo del metraje vemos cómo Charlie se divide entre marcar una distancia con su entorno para ocultar su estado y al mismo tiempo obtener una relación pura. Viendo cómo la vida se le va, decide que es buen momento para conocer a su hija adolescente, Ellie (Sadie Sink), que le odia por abandonarla a los ocho años y crear una familia desestructurada. ¿Qué es lo que tienen estas personas en común? Moby Dick. Porque la novela de Herman Melville, tal y como la interpreta el filme, no va de un capitán persiguiendo a una ballena de forma obsesiva, sino de sueños frustrados, como el de la enfermera que quiere salvar a su amigo y no puede, el del misionero que quiere que encuentre la fe, el del padre que quiere reconectar con su hija y sea mejor de lo que lo ha sido él y el de una hija que ansía recuperar su vida anterior. La dinámica entre los personajes se desarrolla de forma paralela al libro sin que se den cuenta, porque todos van en busca de quimeras y se autoengañan sobre ellas, ya que en el fondo desean algo más; de ahí la importancia de la expresión y pensar en «la veracidad de nuestros argumentos». Aunque en realidad el principal paralelismo con Moby Dick sucede entre los dos que más conectan con esa historia: Charlie y Ellie, que se persiguen mutuamente, se hieren y no cesan en su empeño. Ambos actúan como ballena y capitán a la vez. Ya que la trama también explora la psicología, añadiré que la ballena simboliza por lo general la profundidad emocional. Son varios los artículos que inciden en el vínculo entre estos animales y las emociones, son criaturas especialmente sensibles. Ser psicológicamente una ballena es vivir en sintonía con la compasión, la soledad, la creatividad y el crecimiento. Por lo que Brendan Fraser encarna a una ballena no solo por fuera, sino sobre todo por dentro. ![]() «Es una manera para mí, espero, de escribir cosas que tengan utilidad para la gente. Porque si hay algo con lo que estoy luchando activamente o he luchado activamente con eso, es probable que haya otras personas en el mundo que también lo hayan hecho o que hayan tenido experiencias similares y puedan autenticar esa experiencia a través de la lente de sus propias luchas» (Samuel D. Hunter) Darren Aronofsky y los trastornos mentales Poner semejante argumento en manos de un director como Aronofsky podía resultar tanto la decisión más acertada como la más arriesgada (teniendo en cuenta su último largometraje, Madre!), pero por suerte ha terminado siendo lo primero. Y es que, de todos los directores, este es el que más conecta con la psicología humana; cada película de su filmografía es la exposición de un trastorno (la ansiedad y la bulimia en Cisne negro; el histerismo colectivo en Madre!, etc.). Más en concreto, es especialmente bueno abordando el delirio mediante imágenes que deconstruyen lo coherente y lo convierten en un esperpento onírico. En otras palabras: convive mucho con el plano fantástico, recreándose en su horror o trascendencia espiritual con alegorías visuales que siempre van de la mano con las argumentales. Sin embargo, en La ballena es más sutil, la primera propuesta que le veo donde ese plano desaparece o no importa porque la alegoría se encuentra ya en una novela y es toda la herramienta que necesita para dar cuerda a este drama de personas emocional o vitalmente arruinadas. El buen ojo de Aronofsky nos ayuda a comprender el impacto de las acciones y las palabras de cada uno en los demás. Nos ayuda a bucear por ese océano acercando esa profundidad oscura a la superficie, donde la ballena puede respirar. Me atrevo a pensar que su decisión de enmarcar el metraje en un plano cuadrado clásico se debe a que nos está plasmando la vida como es: agitada, contradictoria, lastimera, hermosa, una lucha constante, amorosa, ácida, cruda, sensible, empática... No romantiza ni poetiza el sufrimiento, siempre trabaja con una escala de grises. Su manejo del asunto es tan acertado y tan equilibrado..., que es un delito que no se le haya nominado al Oscar. Porque por un lado está la fuerza interpretativa del protagonista, sí, que eclipsa cualquier participación extra, vale, pero, por otra, la labor directiva es la que realmente logra sacar el potencial de todo el reparto y de la historia encontrando el tono y el ritmo idóneos en un tiempo récord. Conclusión
La ballena nos resulta dura y emotiva porque es real, porque el discurso autodestructivo de Charlie nos recuerda al pasado de Fraser y ansiamos justicia poética para él igual que Liz para Charlie, porque Aronofsky, de la forma más humilde, se rinde al mensaje de Samuel y lo apoya con una composición armónica de sus elementos y porque conectamos con el deseo de sentir y recibir un amor verdadero, de encontrar el bien en la humanidad y servir a nuestro propósito de vida. De cada uno depende que ese sueño no se convierta en una quimera. Así que le voy a dar un 9,5 por la valentía. Lo mejor: Aronofsky, Fraser, Sadie (tan Max de Stranger Things ella), ver a Ty tan mayor y la redacción de Moby Dick. Lo peor: que igual las lágrimas te dificultan la salida del cine y que lo mismo necesitas un barco de verdad, no metafórico. Si esta crítica es la mitad de buena que la famosa redacción, daré mi objetivo por cumplido. Y ahora, a seguir viviendo.
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¡Feliz 2023! Hace un año y dieciocho días inauguramos nuestro primer reto cinéfilo y, aunque estábamos predispuestas a una nueva entrega, determinadas circunstancias nos llevaron a replantearnos las cosas. No queríamos dejar a los participantes más entregados colgados, así que al final hemos optado por una solución sencilla y para todos los públicos: ¡un canal de Telegram! Se acabaron los repasos en directo en YouTube, pero creemos que esta vía puede ser más adecuada para construir la comunidad cinéfila que tanto ansiamos, donde cada mes compartiremos las películas que vamos descubriendo gracias a este reto, independientemente de si os unís antes o después, y donde esperamos poder interactuar más con VOSOTROS, lectores y espectadores, porque si no, no sería lo mismo. Como nos encanta incentivaros por supuesto que mantenemos sorteo para todo aquel que complete todos los meses, aunque realmente creamos este grupo por amor al arte, para que sigamos animándonos a salir de la zona de confort y descubrir nuevos mundos. Cada persona puede retarse a una cosa diferente por cuenta propia, pero a menudo ni siquiera sabemos qué puede ser esa cosa hasta que alguien nos da una idea. Por eso, aquí os dejamos las nuestras (sabemos que hemos sido unas ratas con enero porque os dejamos menos tiempo, pero, oye, por experiencia también sabemos que la gente espera al último momento para verse la película jiji, así que tampoco nos pareció un problema sin solución): Como veis, empezamos fuertecito, con un plato que no suele gustar: ver una película de por sí «mala», pero es que si no, no se puede llamar reto. Nosotras llevaremos control todos los meses como siempre en Telegram: haremos encuestas, recordaremos semanalmente el reto, daremos ideas, mantendremos conversación, haremos críticas... La única diferencia es que, insistimos, VOSOTROS también colaboraréis más activamente. El único requisito para participar será unirse al canal y comentar ahí cada mes qué película has escogido, qué te ha parecido y si la recomiendas en general. No será necesario ya twittear con el hastag #RetoCinéfiloAS23 porque entendemos que si te unes al canal creado solo para esto estás participando. Sin embargo, nosotras sí mantendremos el recordatorio del reto que toca en nuestro perfil: Si este nuevo modelo te convence, no esperes más: empieza a seguir el canal, que te acogeremos muy cálidamente.
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El diálogo cinéfilo de la semanaRuido de fondo
Jack: La sorpresa es infinita. Siento lástima por nosotros y por el extraño papel que desempeñamos en nuestras catástrofes, pero, a partir de un persistente sentido de ruina a gran escala, seguimos inventando la esperanza y aquí es donde esperamos: juntos. Acceso a Calendario CinéfiloArchivos
Marzo 2023
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