Post de Naiara Salinas "—¿Qué te pasa, cariño, tienes miedo? —Un poco. —No te preocupes. Todos esos monstruos que ahora te asustan desaparecerán cuando seas mayor. Tendrás nuevos miedos. Los fantasmas, los vampiros y el hombre del saco no serán nada en comparación con pagar la hipoteca, esquivar a los testigos de Jehová, los hooligans, los políticos, un virus mortal..." Típico diálogo imaginario que podría estar basado en una historia real (en la mía no). Pero qué quiere que le diga, señora conciencia de mi cerebelo: estoy rozando ya los treinta y a mí los fantasmas, los demonios y demás me siguen imponiendo. Es que no es lo mismo que te los presenten en edición infantil que en edición adulta. Y por eso estoy de regreso en este maratón temático con un cambio de rumbo en la selección (sí, esta es la edición en la que podemos sacrificar cabras e invocar al anticristo). Sinister (2012) La primera selección es de una lista mía que he tenido que desempolvar sobre películas que vi algún Halloween y nunca encontraron su hueco en este blog. Así que estrictamente hablando no ha formado parte del maratón de este mes, en este año, pero es que me estaba quedando sin ideas y tiempo. Como buena historia de terror que se precie a lo Stephen King, combinado con un poco de James Wan, el protagonista es un escritor de novelas criminales hundido en la miseria tras la pérdida de su inspiración (Ethan Hawke) que descubre una película en la que ve cómo muere toda una familia, así que decide hacer lo típico: convertirse en detective sin título y autoinvitarse a la casa del "siniestro" para investigarlo y resolver el misterio. Y, naturalmente, cosas paranormales comenzarán a suceder. Como película de terror no resulta excesivamente intimidante, o quizá fuese porque la vi acompañada con muchas voces tronadoras que hablaban, gritaban y reían más de lo que escuchaban la película (conócese como el mecanismo de defensa del hipersensible al miedo para ahorrarse las pesadillas de más tarde). Aun así, me pude enterar de lo esencial: que Ethan Hawke era un humilde siervo de la estupidez humana y que a mí me ponía nerviosa ese afán de lanzarse a la aventura terrorífica porque, oh, mejor cosa no había que hacer (es un cliché del género con el que no puedo, lo siento). Nah, ahora en serio: tal vez el problema de este largometraje es que es demasiado prototípica a estas alturas y, aunque es cierto que Scott Derrickson (director) es un nombre importante en el mundillo, tampoco la retengo como "su mejor cinta de terror", y eso que en algunas partes está calificada como tal, a juzgar por el miedómetro (whaaaaat). Los personajes, sin embargo, son llamativos y tenía varias escenas que de no ser por mi coro de voces hubiesen podido dar mal rollito de verdad (yo tengo algo roto en mí que me hace ser una complementaria, es decir, si estoy entre valientes, soy la cagona; y si estoy entre miedicas, soy la valiente. Debería hacérmelo mirar). No sé si debería volver a verla en soledad para que se me active mi propio mecanismo de defensa. También fue un año donde yo empezaba a darle duro al terror, he de decir (fue el año pasado, sin ir más lejos). Le doy un 7 porque sé que la mala memoria me dificulta la justicia en esta crítica y porque he nombrado a Stephen King y James Wan; vamos, con ellos ahí no la puedo suspender. La bruja (2015) ¡No puede haber noche de brujas sin una bruja mínimo! Motivada por reencontrarme con los tiempos de Salem y la Inquisición, así como por ver de una vez el gran debut de Anya Taylor-Joy en el cine internacional, me lancé de cabeza a esta trama inquietante que nos presenta a una familia que vive alejada del pueblo y pegada a un bosque donde aparentemente habita una bruja, que los volverá locos a todos. Este ha sido el primer largometraje del aclamado Robert Eggers (El faro) que he visto y, madre mía, tiene demasiadas cosas que me han multiflipado. Para empezar, cómo consigue conducir el desarrollo del relato hasta un clímax sublime apoyándose en nada más que unos fotogramas, unos planos fijos que hielan la sangre y la mejor de las bandas sonoras: el silencio. Casualmente esta ha sido la última película de mi maratón y la vi nada más acabar este análisis de Jaime Altozano dedicado justo al valor de la música en la provocación del miedo, una idea que ya tenía en mi cabeza desde hacía tiempo (siempre he defendido que si no fuera por los efectos de sonido no botaría tanto en el asiento) y que he podido comprobar en este filme que, miedo per se no produce, pero sí bastante mal rollo, mal agüero, como que hay algo ahí que no está bien. Y lo hace simplemente a través de la imagen y un manejo ingenioso de la atmósfera tan fantasmal, aislante. Un páramo de árboles. La idea del abandono impera en el largometraje y es lo que conduce en buena parte hacia ese final. Es una producción justamente contraria a la anterior en todo: se deshace de muchos clichés y se centra en la psique de los personajes y en el paisaje. Es algo que no te esperas de un género así, que normalmente no se detiene a contemplar, que te sacude secuencia tras secuencia. Es minimalista, hasta que se engrandece. Y, curiosamente, con esos trucos genera el tono que se espera, un poco para descolocar al espectador igual que a la familia, pero aún más me sorprende por lo hipnótica que acaba resultando, ya que juega con una esencia inquietante todo el tiempo y eres un testigo que se mantiene en alerta. No juega mucho con la sorpresa, pero te atrapa igual. La familia es un poco disfuncional, en el sentido de que tiene unos comportamientos un poco extraños, sobre todo entre Thomasin y los gemelos, Thomasin y su madre o los dos padres. El único normal es el hermano mediano, Caleb (bueno, y el padre). Anya eclipsa en cada escena que rueda y su conclusión es tremenda. BRA-VA. Esta película formaría buena pareja con Akelarre, así que merece un 10. Eli (2019) Y llegamos al final. Así como de Sinister me pudieron atraer las referencias genéricas y de La bruja, su concepto y técnica, con Eli me llamó especialmente su argumento y que, al ver el tráiler, no sabía qué podía esperar. ¿Una Stranger Things 2.0? ¿Una película familiar? Fantasmas seguro, pero ¿por qué, cuándo, cómo? ¿Y qué importancia tiene que el protagonista tenga una enfermedad tan rara? Así es: Eli es un niño que padece un mal de cuyo nombre no q̶u̶i̶e̶r̶o̶ puedo acordarme que le genera dificultades respiratorias, razón por la que sus padres le llevan ante una doctora que asegura tener el tratamiento ideal. Una doctora que vive en un casoplón alejado de la mano de Dios, vaya casualidad. Sin embargo, Eli pronto descubrirá que no tal vez no es el único niño que habita la casa-hospital y que puede que la doctora guarde muchos secretos oscuros... Esta es una película muy extraña, pero no como La bruja, sino porque tienes la impresión de que suceden muchas cosas sin sentido, hasta que el sentido se revela. Mola porque juega mucho con la simbología religiosa y tiene un giro dramático de los acontecimientos que, para variar, no te esperas. O sea que el guion está en cierto modo currado. El problema a lo mejor es que en lugar de abordar toda la historia con más inteligencia va directo a los golpes emocionales y, claro, eso conduce al cliché de la estupidez una vez más. También es una historia de terror que pretende ser madura pero no deja de estar protagonizada por un niño, con lo cual el tono muchas veces se muestra indeciso sobre lo que quiere ser, es decir, es tan tierna como tétrica, tan graciosilla como lúgubre. Pero cuando se desvela todo pierde mucho del terror psicológico y pasa a ser algo un poco más gore. Creo que le voy a dar otro 7 porque ni yo misma sé si quedarme con la admiración o la decepción. Creo que la apuesta es buena, pero le falta un poco más de firmeza (y mejores personajes, por favor, que aquí la única que mola es la Max de Stranger Things). Hasta aquí lo que se daba. ¿Qué películas recomendáis vosotros para un maratón así?
Otras opciones con la bendición de la casa:
Otros maratones temáticos:
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Post de Naiara Salinas Halloween está un paso y nuevas restricciones nos sacuden y nos impiden ir a por caramelos, ̶s̶a̶c̶r̶i̶f̶i̶c̶a̶r̶ ̶u̶n̶a̶ ̶c̶a̶b̶r̶a̶ ̶y̶ ̶c̶o̶n̶v̶o̶c̶a̶r̶ ̶a̶l̶ ̶a̶n̶t̶i̶c̶r̶i̶s̶t̶o̶ a la hora de las brujas. ¿Vamos a quedarnos llorando en casa? No way, José! (A lo de llorar. En casa sí que toca). Cuando falla el trato, nos queda el truco: ¡un nuevo maratón! Que no me he pasado todo el mes viendo películas temáticas para que me ignoréis ahora. Y como sé que no a todos os va mucho el terror y lo gore, empiezo de forma muy suave y para toda la familia por si alguien quiere apuntar ideas. The Babysitter (2017 y 2020) Vale, justo la primera no es lo que yo consideraría para todos los públicos (si acaso mayores de 16, aunque sé que los mayores de 13 la verán igual), pero tampoco se diría que de miedo. Es más: es tronchante. Y no es para menos, ya que está concebida en clave paródica. Y lo mejor: a quien le guste puede disfrutar ya de una segunda parte: Killer Queen. ¿Qué más se puede pedir? Todo empieza con Cole, un chaval introvertido y víctima de acoso escolar que se cree con la mejor suerte del mundo cuando la chica más guay de la zona, Bee Bee, se convierte en su niñera mientras sus padres están fuera. El problema es que lo que empieza siendo una relación de colegueo mutuo se enfría cuando resulta que la canguro forma parte de una secta satánica que tras vender su alma al diablo debe recompensarle con otra pura... Desde ese instante, la noche de Cole se convertirá en una pesadilla, pero también demostrará tener un buen par más de lo que creía. A pesar de esta trama prometo que el filme no es de clase B, solo una forma socarrona de abordar muchos clichés típicos del subgénero slasher (dícese de los asesinos en serie), así como de presentar cierta crítica a temas de actualidad, como la superficialidad que impera en el mundo periodístico, el aprender a ser valiente en tiempos duros... Vamos, que profunda entre muerte y muerte llega a ser. Eso sí, ojito con tomársela en serio: eso arruinaría por completo la experiencia. Su guion no es una sorpresa, como si su alma ya hubiese sido reclamada por el mismísimo Satán, lo cual no implica que no logre salvar algo de personalidad. No es el tipo de película que recordarás por frases memorables como "La vida es una caja de bombones" o "Sic semper tyrannis", pero lo que tiene lo sabe emplear para conseguir su objetivo: que te quedes con cara de pasmado/a/e frente a la pantalla. Por lo que sí, esos WTF continuos a tu salud mental le sentarán tan bien como un Riddikulus a los magos de Hogwarts. Es una saga ideal para ver con amigos. Puede gustar si te va el tipo de comedia satírica y absurda que se vendió en Scream Queens, pero yo califico estas pelis mejor que esa serie (porque estas al menos las he visto "en compañía", así que anulé mi ojo crítico durante unos instantes). Por cierto, sale la hija de Hugo Weaving. Les doy (sí, a las dos) un 6,5. El Halloween de Hubie (2020) Tengo que meterla porque forma parte de la temática y del considerable listado mío de este mes, pero no la recomiendo (por suerte, esta sección no está pensada tanto para eso). Es la típica película del Adam Sandler de los 2010's donde nos deslumbra una vez más en su faceta de gran perdedor como Hubie, un pobre paria de la ciudad de las brujas (Salem, por si acaso) que se toma la seguridad demasiado en serio. Quiere ser un héroe altruista, pero es el hazmerreír. Hasta que justo en la noche de Halloween empiezan a suceder cosas extrañas: locos que se escapan de un hospicio, desapariciones misteriosas, persecuciones en un campo de maíz... Y, claro, de pronto Hubie ya no es el Pedro que grita lo de "¡Que viene el lobo!" O más bien esta es la versión donde lo grita y resulta que viene. Lo bueno que tiene es que juega con referencias y que los jóvenes son en cierto modo cucos. Lo malo que tiene es todo lo demás. Me quejaba de que el guion de The Babysitter no tiene apenas alma, pero es que este reproduce el mismo imaginario de Sandler todo el rato aunque en un contexto diferente. Con la saga anterior al menos los clichés tienen excusa porque es una parodia, es decir, sabes que no te la tienes que "creer". Aquí no, aunque, por otro lado, es otra cinta más de Adam Sandler, cuyo humor que cabalga entre lo absurdo escatológico, la parodia y el sarcasmo, se va desgastando con el paso del tiempo y lejos queda de aquellas buenas aventuras como Ejecutivo agresivo. No sé, es como estar viendo a tu padre contando chistes sin gracia intentando amoldarse a tu jerga. Va dirigida a un público capaz de apreciar la simpatía de esta historia, que cuenta con todos los mismos ingredientes de siempre, incluido el reparto fiel. No creo que esté todo perdido (algunos gags al menos consiguen sacarte la mueca), pero a mí en general me dejó fría. Lo más emocionante llega en los créditos con la dedicatoria al fallecido Cameron Boyce (R.I.P.). Y por eso..., ¡tachán!, la suspendo con un 4. Consejos de una canguro para cazar monstruos (2020) ¿Sabéis eso de dejar lo mejor para el final? Exacto. La tercera apuesta halloweenera parte de la saga literaria de Joe Ballarini, quien escribe el guion también (nada sorprendente. Los escritores cada vez se involucran más en los saltos de su obra a la pantalla), y nos cuenta cómo Kelly se une a una sociedad secreta de niñeras del mundo para cazar a los monstruos que secuestran a sus niños. En concreto, Kelly se apoyará en este grupo cuando su propio niño haya sido secuestrado por ni más ni menos que el Gran Guiñol (Tom Felton), quien desea, mediante una máquina, dar vida a las pesadillas del niño. Este argumento muy pro-Scooby Doo logra salvar las horas invertidas a través de su originalidad y su espíritu juvenil. Otra aventura que implica búsqueda y rescate y nos devuelve a los tiempos de Percy Jackson sobre todo, ya que la protagonista debe convivir con lo que sabe de ese universo extraordinario mientras continúa en modo adolescente con las hormonas en su punto y se va encontrando en cada tramo del viaje con un nuevo obstáculo, aka monstruo, obteniendo destreza al combatirlos. Los personajes están creados para todos los gustos, lo cual nos deja un equipo de héroes muy simpático, completo y millenial. Pero sin duda el que más diversión garantiza es el villano. Tom Felton se mueve con un salero y un carisma, lanzándose hasta a cantar, que rompe los esquemas con respecto a sus otros papeles (sobresaliente caracterización, además). Su intervención en el filme es lo mejor, hasta el punto de que una quiere que continúe en la saga (si hay secuelas, claro). Ese punto de la agencia de canguros es mortal, muy a lo Artemis Fowl, pero mejor contado cinematográficamente. Esta sí que es ideal para la familia. Le doy un 8. Post de Naiara Salinas Hoy quería traeros un post diferente, un poco más reflexivo. En este año que vivimos el temor por el futuro de algunas producciones se acrecenta, aunque a la hora de la verdad lo peor que puede ocurrirles es que se retrasen (por lo menos, rara es la cancelación de proyectos del séptimo arte, y menos cuando ya han sido filmados. Eso es más propio de las series). En cambio, ¿las salas de cine donde hemos experimentado incontables emociones, vivido sueños y pesadillas? En ciudades grandes, las cadenas como Cinesa o Yelmo se preocupan lo justo, ya que cuentan con salas muy amplias para adoptar las medidas de seguridad sin problema. Pero cines pequeños como uno de mi ciudad han sufrido una clausura que dura hasta nuestros días y, a raíz del segundo confinamiento, va a extenderse hasta saber cuándo, lo cual me hace, inevitablemente, temer por su aguante. Aunque, a la hora de la verdad, ni unos ni otros pueden levantarse sin los estrenos, y en este año dominado por los retrasos de las películas potencialmente más económicas, cuando no ha habido traición directa al estrenarlas en streaming (sí, Disney Plus, te estoy mirando a ti), cabe preguntarse si el cine tal y como lo conocemos tiene los días contados. Una pregunta posiblemente innecesaria por obvia, pero aun así que muchos cinéfilos tememos plantearnos, ya que la respuesta no augura nada bueno. ¿Qué significa ir al cine? Antes de entrar en el meollo, quiero seguir buceando en lo que he planteado en el primer párrafo, ya que ahora que podemos comparar o indagar en nuevos matices no es tontería cuestionarse qué valor aporta una sala grande a oscuras. Antaño estos salones supusieron el inicio de una nueva era para la tecnología y el entretenimiento. El cine fue el nacimiento del cine, el espacio y el evento coexistían como uno solo y la experiencia era única, es decir, no se podía disfrutar en ninguna otra parte. Si querías ver una película, el cine (o el teatro en Estados Unidos) era todo cuanto tenías. Más tarde apareció la televisión, y aunque se pensó que podía amenazar al cine, su formato distaba bastante del de una película, por lo que ambos mundos podían convivir. En la televisión, además, la experiencia era más larga, ya que se emitían todo tipo de programas, noticiarios, publicidad... Al cine se iba para ver unas películas en concreto, oseasé, ambos formatos tenían bien claras sus diferencias. Ni siquiera cuando la televisión evolucionó podías compararla con la gran pantalla, ya que en esta no tenías anuncios interrumpiendo el visionado cada dos por tres. Sin embargo, surgió Netflix, surgió HBO, surgió Amazon Prime y ello, como en las mejores historias de terror, dio una vuelta de tuerca al panorama, ya que, aparte de contar con un catálogo mas amplio que el del cine, tanto en series como en películas, no tenían ningún corte publicitario (ni tienen en el presente) y la experiencia era tan directa como conectarse a la plataforma, elegir un título y darle al play. Aun con semejante competencia titánica, el cine ha podido seguir adelante gracias a que es el primer campo de recepción de los estrenos de las productoras de toda la vida (o lo era, al menos), el mimado de la Academia de Hollywood, que hasta hace unos meses solo admitía nominados que hubiesen pasado por salas. Así que daba igual que estas plataformas estrenasen su propio contenido, ya que las historias que más nos apetecía ver se encontraban en la gran pantalla y solo una vez retiradas de la cartelera pasaban al servicio streaming. ¿De verdad íbamos a ser capaces de esperar tanto para verlas? Nanai. Es más, incluso los festivales hasta ahora siempre habían honrado esta tradición. Prevalece una huella de prestigio en virtud de la cual no eres nadie si no estrenas en una gran pantalla frente a un público considerable (tanto es así, que hasta las series han empezado a colarse en festivales conforme ha ido elevando su popularidad). El caso es que ello también le ha granjeado una imagen falsamente clasista, ya que, por ejemplo, cuando en España se subió el IVA cultural y las entradas pasaron de costar 4 euros a 7 u 8 (y no hablemos de los estrenos en 3D), la asistencia a las salas se redujo considerablemente y aumentó la piratería. Para no perder clientela, los cines se reinventaron y colocaron el día del espectador a precio reducido, más la fiesta del cine. Sin embargo, cada año menos personas acuden para disfrutar de esta experiencia salvo si es por un evento especial (¿hace falta que mencione todos los actos que se han organizado estos años en los cines Callao, el Palacio de la Prensa, etc. etc.? Quiero decir, yo misma estuve en el evento Grindelwald con motivo del estreno de la segunda entrega de Animales fantásticos). Porque ahora, sobre todo ahora, que el contenido antiguamente exclusivo de las salas llega bastante rápido a Internet, los cines se han centrado en una de las dos ideas con que surgieron. No solo son un lugar para ver películas: también son una venta de experiencia. Una experiencia que en principio nunca ha buscado distinguir a su público, es decir, ser propio de una clase social, sino que precisamente cuando se ha visto en esa tesitura ha buscado soluciones para abrirse a todos. Hoy en día cualquiera que pague una entrada al precio de una película normal puede acudir sin problema a un festival. Esa imagen pija que se le otorga viene dada por adornos como la alfombra roja y demás, pero todos hemos tenido siempre un cine de confianza, grande o pequeño, donde estrenaban cintas que no podíamos ver en ninguna otra parte. Ahora tenemos Filmin, pero la plataforma solo puede ofrecerte lo que has ido a ver. No puede hacer que tu casa esté a oscuras, ni que dejes el teléfono en silencio o apagado, ni que dejes de pausar la peli cada dos por tres para ir al baño o pillar palomitas, ni que la imagen se vea en HD si tienes una pantalla de mierda, no digamos el volumen del audio. Tampoco te ofrece la inmediatez del estreno, por mucho que sea más rápido ponerse a ver algo. A estas streamers casi siempre les tocará esperar, a menos que las productoras decidan lo contrario. No obstante, paradójicamente algunos cines han ido añadiendo experiencias "caseras" de lujo (como los menús que cuestan el doble de la entrada) para favorecer una comodidad innecesaria, ya que los que vamos, lo hacemos principalmente por la calidad con que vemos las películas (y por la nostalgia, vale), no por la comida (salvo las palomitas y los perritos calientes recién hechos. Esos saben a gloria). A cenar se va al restaurante. La idea no deja de ser original, pero si por esa experiencia que solo disfrutaría una vez en la vida tengo que dejarme los ahorros de la compra, entonces sí que rozamos la división de clases, y es uno de los riesgos que entraña este nuevo servicio: el hacer creer al espectador que el cine dejará de ser un mero lugar cultural para el pueblo. La razón puede ser muy simple, aunque para mí de momento solo teórica (si alguien lo sabe, que me lo confirme o lo desmienta, please): de lo recaudado en taquilla se benefician las productoras y los distribuidores, pero por el resto de servicios únicamente las salas. El abaratamiento de entradas logra ganar espectadores, pero dado que estos siguen sin subir de forma significativa el número, hay que recurrir a otras medidas para salvar estos espacios. Otros han sido más agudos y, para hacer creer al espectador que está viviendo algo especial por un precio más o menos "equilibrado", han rehecho toda su estructura. El cine durante la pandemia Duele revivirlo, pero hay que hacerlo. Nuestro magnate ha sufrido como muchas otras industrias, pero nada garantiza, al menos en este país, que vaya a levantarse gracias al apoyo de un público que ya se ha visto saciado con las plataformas streaming (hubo un intento de recaudar fondos a través de una sala virtual donde se estrenaban las películas extranjeras y nacionales que tocaban a cambio de una remuneración que iba a ser destinada a ayudar a las salas. Si fue un éxito o no es un conocimiento del que carezco). La cancelación y el retraso de estrenos prometedores, los que dan de comer, ha causado estragos; la traición de Disney al estrenar Mulan en su propia hija online es una herida que tardará en cerrarse. En esta ocasión, las productoras no han querido jugársela y han mirado por su bienestar. Pero aun así la cartelera ha estado provista de títulos interesantes. Quizá no lo parece porque los más esperados, como Viuda Negra, Dune, Sin tiempo para morir o Wonder Woman 1984, no están entre ellos, pero sí hubo dos grandes blockbusters en verano, Tenet y Los nuevos mutantes, que desafiaron al nuevo orden establecido con su éxito. ¿Y entre medias qué? Quitando la ausencia de esos peliculones mencionados, apenas he encontrado diferencia llamativa de contenido (una mayor presencia del cine independiente, quizá). De las veces que he asistido, siempre me he encontrado con películas que ya formaban parte de mi catálogo genérico habitual. La primera peli post-confinamiento que vi creo que fue Personal Assistant (la cual considero un blockbuster de clase intermedia, es decir, atractiva cuando a lo mejor no tienes opciones mejores o ya te las has visto). Una historia chula, desenfadada, entretenida, muy para desfogarse y encontrar un poco de empatía por los sueños frustrados, donde Dakota Johnson hace que se te rebajen los ánimos de trabajar para una estrella. Mi segundo largometraje fue La caza, una de las propuestas más hilarantes del año, una verdadera comedia negra con una trama y una ejecución muy alocada que satisface y te deja a cuadros, aplaudiendo mientras te descojonas. Es un filme que al principio no sabes si tomarte en serio, hasta que te das cuenta de que tiene un propósito muy satírico y es una versión más gore y al mismo tiempo más divertida de Battle Royale o Los juegos del hambre. E incluso La purga. Está plagado de mensajes y críticas a las nuevas tendencias progresistas que dañan el debate y que generan una sociedad pensativamente más decadente e, irónicamente, más superficial (según se mire). Es la película perfecta para todo aquel que desecha lo políticamente correcto. Es más, es tan "incorrecta" que roza la perfección. La protagonista: muy top. En septiembre y tras el intenso trabajo con los Emmys Cinéfilos, me autorregalé Pinocho, la readaptación de un clásico desde el punto de vista de la tierra y la lengua mater: Italia. Siempre he creído que no hay nadie que adapte mejor un cuento que su país de origen, y este es otro claro ejemplo. Así como La bella y la bestia francesa me pareció muy original, recreándose en la belleza del cuento, en Pinocho hay un detalle, un sentimiento de orgullo local y una lealtad a los orígenes del relato, que le confiere más personalidad que todas las versiones que pueda sacar Disney. Podemos ver readaptaciones y readaptaciones de ambos clásicos, pero solo en Francia y en Italia nos cuentan las cosas como son, y Roberto Benigni, en el caso que nos ocupa, es un hombre tan soñador que logra darle el toque familiar y literario sin esforzarse mucho. La pena es que deja una versión más infantilizada que sin duda narrativamente disfrutan más los peques de la casa, mientras que los mayores nos recreamos en los aspectos técnicos. Aun así, simpática y entrañable. Hablando de cine nacional, con Explota Explota fui decidida a pasarlo bomba y a apoyar a mi cine, y la experiencia fue fantástica. Un musical muy bien ejecutado, con unas coreografías y una puesta en escena dignas de Hollywood, una historia bien insertada en la discografía de Rafaella Carrá (¿o más bien al revés?) y, en definitiva, un lujo de pasatiempo, súper divertida. No la aplaudes tanto por la trama (aunque me encanta cómo se trata el tema de la censura justo en tiempos muy liberales y de atreverse a expresarlo todo, para bien y para mal), sino por los numerazos que se marca y que te hacen pasar un rato de karaoke increíble (sobre todo si tienes la sala despejadica para ti). Además, algunas de las voces cantantes sorprenden con su ejecución; se defienden muy bien. Este podríamos considerarlo como un caso de blockbuster español con sello de festival (gracias, San Sebastián) y por el tipo de historia, la época que recrea y el concepto de desarrollar una trama con canciones famosas, la comparación con Mamma Mia es inevitable (y, si os gusta ese musical, un cumplido para este). En fin, ¡más musicales en España, que hay talento de sobra, pardiez! Y ya para acabar, lo último que he visto ha sido Akelarre, otra procedente del mismo festival, también una sorpresa. Me encanta ver productos locales (quiero decir, no solo españoles, sino rodados al lado, como quien dice, en casa de la vecina jeje) y en concreto me encantó cómo se había filmado este. Me pareció un argumento absorbente, envolvente, desde el principio. Mantiene muy bien la intriga y el perfil de las chicas vascas está muy logrado, más el desarrollo del juez inquisidor... Bueno, bueno, es que todo en esta historia te anima a verla: el cómo para salvarse de la hoguera una joven acusada de brujería, junto a sus amigas, urde un plan con el objetivo de ganar tiempo hasta la luna llena, cuando sus padres marineros regresen a casa. Otro detalle peculiar es que cuenta con diálogos en euskera, lo cual, en vez de sacarte de la peli (en plan: "¿Qué hostias me estás contando?") te introduce más en ella, ya que estás asistiendo a un relato perturbador, tragicómico y muy verosímil. Es como adaptar a la ficción algo que podría haber ocurrido de verdad en aquella época. Es un testimonio indirecto. El final: sublime, perfecto. Y las actuaciones: magistrales. Me quito el sombrero; ya quisiera yo haber escrito esto. No sé si seguirá en cartelera, pero si no la habéis visto, olvidaos de los estrenos de esta semana y catarla en el día de las brujas, que no os arrepentiréis. Si no he visto más películas aparte de estas (y alguna otra que se me habrá pasado) ha sido por falta de tiempo, gasto en otras cosas más urgentes, que el cine me las ha quitado cuando por fin podía ir y, algún día, puro sedentarismo, pero que conste que ha habido más estrenos atractivos, como ¿Dónde estás, Bernadette?, En busca de Summerland, Uno para todos, Greenland, El secreto... ¡E incluso reestrenos de clásicos! Vamos, blockbusters no han faltado, aunque no fuesen los que queríamos. El caso es que si os atrae alguno, hay que verlo enseguida, ya que permanecen poco tiempo en cartelera. Y es que, si bien nos faltan grandes estrenos, otros que no llegaron por culpa de la cuarentena están empezando a salir ahora: títulos ligeros como la nueva versión de Emma, que estaba prevista para primavera y llega ahora a la gran pantalla tras haber disfrutado de un periodo de alquiler en Amazon Prime UK. O la secuela de Trolls, que también fue puesta en alquiler para sufragar pérdidas. Es decir, las productoras todavía quieren seguir apostando por los cines en la medida en que puedan. Si ellas lo hacen, ¿por qué nosotros no? ¿Ha cambiado tanto nuestra forma de ver películas? Cómo creo que acabará esto
Creo que los cines todavía pueden aguantar si dejan de ser solo cines, cosa en la que ya están. Ahí los vemos mutando a un híbrido entre parque de juegos, autocine y restaurante, lo cual no tiene mucho sentido para lo que es el visionado de la película, pero bueno, la intención es lo que cuenta (si eso atrae a espectadores aunque sea por la curiosidad, me vale). Quiero pensar que siempre va a pervivir como un espacio de homenaje a la cultura y a este hermosísimo arte, que será el que abarque de por vida los festivales y las entregas de premios, y que si hay un estreno importante o vienen actores a promocionar un trabajo, siempre se celebre en estos espacios. Lo hemos vivido con el Spoiler Fest, los maratones, los Oscar, etc. Es imposible imaginar que tantas salas vayan a caer. Ya he visto desmoronarse a un cine en mi ciudad natal y duele mucho; para nada querría vivir el momento del desalojo definitivo. Obviamente Internet va a ganar más peso en nuestras vidas, por si no tuviera ya suficiente, pero la cosa es que mientras queden productoras no afines a estos medios y un porrón de historias que contar, una sala, por pequeña que sea, podrá aguantar siempre que te ofrezca lo que otros no pueden. Llamadme ingenua si queréis, pero lo creo de verdad: todavía puede haber esperanza. Con este post claramente he demostrado que para lo único que necesitamos los grandes blockbusters es para alimentar a los cines y nuestras ansias vivas, pero en la vida hay más. Creo que este año es un auténtico desafío, pero me mantengo comprometida. El cine puede sobrevivir sin blockbusters, pero no puede hacerlo sin espectadores. Y por eso #YoVoyAlCine Post de Naiara Salinas "Puede hacer lo que quiera con cualquier cosa si la saca fuera de contexto". Una vez me sentaron a una mesa y me entregaron una carpeta con el nombre de una persona acusada de asesinato a quien tenía que juzgar. Claro que yo no estaba llamada a "decir la verdad y nada más que la verdad" ni la situación era real, sino un juego de rol. ¿La historia que representábamos? Doce hombres sin piedad, uno de los mejores clásicos en blanco y negro que he disfrutado en la vida, una película construida sobre una serie de perfiles humanos llamados a condenar o salvar al acusado, en una trama llena de confrontaciones morales puestas en jaque en la intimidad de un salón. De alguna forma, con el nuevo filme de Aaron Sorkin, guionista más que hecho (entre su obra se encuentran éxitos como Algunos hombres buenos —curiosamente sobre otro juicio—, El ala oeste de la Casa Blanca, La red social, Moneyball y Steve Jobs), he vuelto a sentir lo mismo que me transmitió aquella película, una nueva lucha de clases, otro repaso a distintos perfiles. Solo que esta vez no ha sido el jurado, sino los acusados, el objeto de atención. La clase de Historia que todos quisiéramos tener, con un maestro de la narrativa La sinopsis nos sitúa en 1968, tiempos de la guerra de Vietnam, cuando distintas agrupaciones (de estudiantes, de pacifistas, etc.) deciden acudir a una convención de Chicago para protestar pacíficamente contra la guerra, pero una serie de disturbios destrozarán esos planes y acabarán con los siete organizadores (ocho originalmente) en uno de los juicios más largos y mediáticos de la historia de Estados Unidos. A esta base histórica le acompaña como plus un largo recorrido de adaptación que empezó con Steven Spielberg y acabó en varias manos más hasta llegar a Aaron Sorkin. Así que puede considerarse como una de esas películas "malditas" que solo esperaba el momento idóneo para filmarse (y estrenarse). Bien, pues si hay que elegir un momento, este le viene como anillo al dedo, a tan solo un mes de las elecciones presidenciales, en un año muy famoso por los disturbios y las protestas, aparte de por la pandemia. Estamos todos tan sensibles que Hollywood llama con más fuerza que nunca a esta clase de argumentos dirigidos a exponer, criticar y, si acaso, concienciar de una forma un poco más... amistosa. Aaron Sorkin no perdona, pero tampoco es un estirado: su guion está lleno de preciosos dardos que dispara de la forma más entretenida y respetuosa que se le ocurre, a través de un montaje muy dinámico similar al de Parásitos, con una ejecución magistral de los diálogos que demuestra que a este hombre no hay quien le gane en una discusión. El guion es el verdadero fuerte del largometraje, con lo que se demuestra que Sorkin no pierde maña con la edad. Ello, más el componente realista, lo granjean como firme candidato a la próxima edición de los Oscar, aunque me dejo más cosas en el tintero. El peso del habla en esta historia es la causa y el efecto de su mensaje de fondo, sobre la importancia de alzarse contra las injusticias y plantear cambios socio-políticos mediante el uso exclusivo de las palabras y las ideas. La historia presenta dos bandos muy claros: los que quieren criminalizar el enfado colectivo y los que quieren acabar con la injusticia. Sin embargo, la forma en que se maneja el juicio convierte un proceso largo y tedioso en un pasatiempo que llega a disipar la tensión del ambiente en determinados momentos gracias al desenfado de algunos personajes. El juicio crítico se plasma convenientemente alejándose de la verborrea y favoreciendo continuamente el intercambio rápido de palabras entre juez y acusados, juez y abogado y/o abogado y fiscal. Un intercambio rápido causado por la exasperación que produce tanto alargamiento, precisamente (la rabia de los personajes aumenta cada día que pasa sin un fallo pero sí más y más pegas). De esta forma, la lucha encarnizada es básicamente ideológica y lingüística, lo cual supone un modelo de interacción entre tantas personalidades dispares donde cada uno tiene su forma de entender la revolución. Sorkin viene a apoyar a las masas afirmando que si tienen algo que decir, deben salir a la calle y gritarlo a los cuatro vientos, que no es momento de callarse (no por nada la canción principal que suena en los créditos finales se titula "Hear my voice"), pero en ningún momento se defiende la violencia, y de hecho el sentido en torno al que gira todo es la denuncia contra los actos vandálicos y agresivos. El acierto del guion es ofrecer esa denuncia en cantidades muy bien medidas dentro de cada secuencia para que el mensaje cale pero no sea demasiado pesado. El juicio pasa por distintas fases, sufriendo altibajos. Contiene momentos de tensión, momentos de guasa o socarronería, momentos de reflexión, momentos de incertidumbre... El salseo está servidísimo. La presentación del filme ya resulta agitada con los protagonistas arengando a sus oyentes para manifestarse en la "ciudad del crimen" al ritmo del rock sesentero. Todo lo que sucedió en esa convención se va intercalando con la narración del juicio, conforme los personajes responden a las preguntas en el estrado o más tarde en la intimidad con su gente. Ese es, como comentaba, el rasgo más dinámico de la película, una forma inteligente de ir ofreciendo respuestas al espectador que se pregunta por los hechos graves que han llevado a esa situación. Además, para agravarlo más, algunos de los fotogramas empleados se corresponden con imágenes reales extraídas de los archivos de la hemeroteca de confianza. Las voces denunciantes: protagonismo colectivo con un reparto top La película no sería lo mismo sin un casting tan apabullante como este, donde destacan Sacha Baron Cohen, Eddie Redmayne y Joseph Gordon-Levitt como los personajes que presentan mayor giro o transformación a lo largo del metraje, y Mark Rylance y Frank Langella como los verdaderos rivales (entre sí) en el top. Rylance interpreta al abogado principal de los Siete (no confundir con los de The Boys) y su actuación es impecable durante las dos horas y diez minutos, muy enérgica, muy líder, muy badass. Mientras que Langella es el juez, el obstáculo más crudo y desesperante no solo por sus convicciones conservadoras, sino también porque "chochea". Es el más anciano del elenco (aunque también el más veterano junto a Rylance) y ello le crea una mentalidad muy arraigada en los modales patriarcales. No ve con buenos ojos que unos hippies se mofen de la situación, ni que un afroamericano le levante la voz. Ver en escena a estos dos, siempre en rifi rafe, es un regalo a los oídos y la vista: su interpretación se llena de matices, ya que como ambos representan dos caras de la moneda en ese juicio (la defensa y el ataque) han de moderarse, por lo que en una sola escena llegan a pasar por calentura y calma a la par. En el fondo, el abogado defiende un modelo de vida y pensamiento que descontenta al juez, un desconfiado de las nuevas generaciones. Hay mucha chispa suelta entre ellos que siempre te va a asegurar una buena batalla emocional. Baron Cohen sorprende, ya que, cuando parecía que su personaje iba a ser otro bufón más en la larga lista de este intérprete, se revela como un filósofo maduro peculiar, con un monólogo final maravilloso, el mejor. Eddie es Tom Hayden, otro claro líder del grupo, que siempre acompaña a Rylance como soporte. Es aquel del que nadie tiene dudas de que es un tío cojonudo, respetuoso y muy moderado, la voz de la razón, el único capaz de recular. Por eso, el clímax para este personaje supone una vuelta de tuerca, ya que es algo que no se corresponde con la personalidad serena, apaciguadora y neutral que muestra en el juicio, pero al mismo tiempo no le es contradictoria (nota: debido al montaje intercalado con flashbacks su vuelta de tuerca es además pasada, lo cual llama la atención). Ver a Eddie en este rol que estaba destinado a Heath Ledger en el pasado es como verle compaginar su parte más sensible, educada, discreta e inteligente con la revolucionaria que mostró en Los miserables y Los pilares de la tierra. Hay mucha ironía en cómo se relacionan el personaje de Sacha y el de Eddie al principio y al final; es como si se intercambiaran los roles. Y en cuanto a Gordon-Levitt, es el de la evolución más básica, pero aun así muy genial: el personaje más dual, situado en el bando "enemigo", en el que empieza creyendo firmemente, pero que poco a poco irá ganando empatía por los Siete. Al final, todos los personajes están tan bien perfilados que, a pesar de seguir repasando unos arquetipos prefijados, ninguno de ellos se va a acomodar en su rol y todos van a estar llenos de tonalidades, lo que da pie a juegos interesantes, aunque poco sorprendentes en ciertos casos. Pero, más importante aún, el protagonismo colectivo funciona porque (casi) nunca se despega de esa idea y hasta con los más secundarios disfrutas. El juicio de los 7 de Chicago es una de las mejores apuestas de Netflix este año y un gran modelo de cómo se resuelven los conflictos en la realidad y de cómo se deberían resolver. Sorkin se consagra como relatador de oro para mí. En este guion se percibe el mismo sentimiento que en otras de sus producciones; es inteligente, picante, sarcástico. Ha dejado frases y reflexiones para la posterioridad. Especialmente recomendable a todos los seguidores de su carrera y a los amantes de las tramas (i)legales. Las dos horas esas ni las he sentido. Veni vidi vinci.
Post de Naiara Salinas Lo bueno y bonito de este especial es que nunca tiene una fecha definida; por eso que no os sorprenda que, si hace unos días lanzaba mi recomendación septumbrera, vuelva a las andadas en solo cuatro días de octubre. Cualquier día puedo ver una película y sentirme inspirada para que sea mi recomendación mensual o el inicio de un maratón. En este caso, y con motivo del Día Mundial de los Animales, que sabéis que me encantan, he decidido compartir esta historia que, literalmente, acabo de descubrir. Esta historia se sirve del esquema de un cuento narrado en primera persona para contar la bonita relación entre una niña que vive en la campiña francesa y un zorro hembra (no demos lugar a usos o interpretaciones injustamente incorrectas con el uso de la forma femenina), a lo largo de todo un año. Cuando un día la niña al volver del cole descubre al animal, se obsesiona con encontrarlo y domesticarlo, mientras la criatura trata de sobrevivir en el mundo salvaje. Y ya está, esa es la historia. No tiene mucho más que contar, en serio, pero el cómo lo hace te captura, te hipnotiza y te mantiene en vilo. Hay muchos aspectos respecto a la filmación de esta película que me han llamado la atención; el primero tiene que ver justo con el minimalismo de un guion que ni se preocupa en nombrar a los personajes aparte de a la zorrita, que es bautizada por la niña. Y esta pareja sola lleva el peso interpretativo y argumental (solo al final del filme aparecen otros actores), construyendo una amistad de a pocos, desde el día en que sus caras se cruzan hasta la primavera en la que por fin mantienen contacto. El paso del tiempo parece ser la clave para la solidez y la importancia de algo que a priori resultaría anecdótico: "Yo una vez vi un zorro en el bosque que hay junto a mi casa". La trama no se queda ahí, sino que la joven protagonista de diez años queda tan fascinada por la belleza del animal que, no teniendo mucho más entretenimiento por la zona, ansía volver a encontrarlo. Y lo estudia todo sobre él mientras de fondo acude la narración para expresar en alto los pensamientos de una persona a la que en ningún momento se la ve interactuar con nadie sobre nada. Es decir, que el carácter de cuento lo tiene profundamente marcado. Eso también contribuye a que el tono sea muy tierno, de pequeña aventura para una niña que crece alejada de la gran urbe a lo Heidi y cuyo pasatiempo predilecto es explorar la naturaleza salvaje. La visión del director se amolda enseguida a la de la narradora. Podría decir que es una cinta muy francesa o muy indie, ya que trasluce un encanto muy propio, pero en verdad es muy naturalista. Poca sorpresa al respecto, ya que el director, Luc Jacquet, es mundialmente conocido por su obra documental, en especial El viaje del emperador (sobre pingüinos, con la que ganó un Oscar). Por tanto, todo ese minimalismo, junto con la belleza del paisaje que presenta y las escenas donde la zorra se desenvuelve sola buscando comida, apareándose o huyendo de los cazadores, en realidad cubre la parte documental del largometraje. Digamos que es un género híbrido. A mí principalmente me llamó la atención porque me encantan los zorros; de adolescente quería que mi daimonion (véase La materia oscura) fuese uno, por lo que podía entender perfectamente la admiración de la prota. Esta amistad que surge tras mucho insistir por parte de la pequeña acaba siendo tan pura que se te iluminan los ojitos. Está el hecho de que ambas son pelirrojas (tal vez la narradora no le de mucha importancia, pero ¿podemos decir lo mismo de los guionistas? No lo creo. Podría haber sido tranquilamente morena o rubia, así que ahí lo dejo) y pasan buena parte del tiempo solas explorando el mismo territorio. Con el tiempo el documental queda en una esquina y se ahonda en esta relación humana-animal en la que cada parte descubre su mundo a la otra. La niña se aventura por parajes a los que nunca hubiese llegado por su propio pie y realiza cosas que tampoco hubiese esperado, como cazar ranas o ahuyentar a una manada de lobos. Es un juego interesante el que se produce en este acto, pues un adulto jamás esperaría que alguien de diez años se las apañe tan bien en la madre natura, mientras que cuando la zorra es introducida en el mundo humano el resultado es muy distinto. Luc Jacquet enfoca un territorio como mágico y vital, liberal, mientras que en el otro hay caos, confusión, opresión... Moraleja: la amistad solo puede ser posible en el primer entorno, donde ambas partes están igualadas. Lo que es creación del hombre, solo vale para el hombre. En resumen: historia pura y cautivadora a caballo entre el cuento infantil y el documental con una visión muy amable y totalmente respaldadora de la naturaleza. Jacquet se va a convertir en mi documentalista favorito a este paso por las impresionantes imágenes que captura con su cámara. ¡Bellísimo paisaje para un cuento en general! Te hace soñar que da gusto; es más, el tono podría haber sido mucho más fantástico, tipo "princesa del mundo real que descubre otro mundo habitado por animalitos a los que canta cual Blancanieves" (a nada que veáis el tráiler abajo me daréis la razón, supongo). Si os gustó Tod y Toby y estáis obsesionados con la canción "What does a fox say" de Ylvis, esta peli es un MUST. A todo esto, he dado por supuesta que la localización del filme era francesa por la producción más que nada, pero tampoco se especifica el territorio. Aquí lo único que importa es que niña conoce a zorrita y a ver cómo se las ingenia para ganarse su confianza. Ficha técnica Una amistad inolvidable (Le renard et l'enfant) 2007, Francia Drama infantil, documental Director: Luc Jacquet Guion: Luc Jacquet y Eric Rognard Reparto: Bertille Noël-Bruneau, Isabelle Carré y Thomas Laliberté Puntuación: 10/10 |
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Jack: La sorpresa es infinita. Siento lástima por nosotros y por el extraño papel que desempeñamos en nuestras catástrofes, pero, a partir de un persistente sentido de ruina a gran escala, seguimos inventando la esperanza y aquí es donde esperamos: juntos. Acceso a Calendario CinéfiloArchivos
Agosto 2023
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