Post de Naiara Salinas Para encandilar a sus seguidores parece que Marvel solo necesita dos ingredientes: un micromundo plagado de easter eggs y un guion que se maneja entre lo épico y lo cómico. Si a eso sumamos aventuras completamente nuevas, aparatos que dejan KAO a cualquier ingeniero y motivan a los jóvenes a estudiar más ciencias, algo de romance, acción a tope y personajes secundarios que roban el show tenemos lo más cercano a la fórmula del éxito que nadie ha conseguido jamás. (ATENTOS, POSIBLES SPOILERS (IN)INTENCIONADOS A PARTIR DE AQUÍ). Los restos de una guerra Black Panther se maneja con todos esos ingredientes y funciona de maravilla, pero la cuestión es... ¿habría sido igual si no nos hubieran introducido al héroe durante la Civil War? Y es que esta cobra gran importancia para el desarrollo de esta aventura wakandiana en la que se nos devuelve dos personajes (T'challa y el agente Everett Ross) más unas cuantas alusiones al hecho que marca el futuro del heredero al trono: la muerte del rey T'chaka. Como suele acontecer en este universo, el vaivén de T'challa continua nada más acabar este enfrentamiento y tenemos ocasión de conocer a algo más que al guerrero noble serio que se nos introdujo en la tercera entrega del Capitán América. T'challa ya no es un hijo con deseos de vengar la muerte de su padre, sino que, una vez arreglado eso, se prepara para asumir el liderazgo de su pueblo. Lo bueno que tienen los spin offs o pelis individuales es que nos permiten ver más facetas de los personajes y esta vez, como digo, no nos fallan. Vemos a T'challa enamorado, a T'challa aceptando realidades que nunca creyó, a T'challa perdiendo la fuerza y volviéndola encontrar, a T'challa haciendo uso de sus propios recursos e inteligencia, a T'challa bromeando y jugueteando con su hermana... Sin duda el filme enriquece a este héroe con garras y lo afianza en el UCM. Por lo que a mí respecta, la conexión con la Civil War queda impecable y muy acertada, tanto por esta parte como por la introducción de Ross, a quien Martin Freeman aporta más frescura que en la vez anterior y sin duda nos da ganas de querer verlo en acción de algún modo en Infinity War (el tío en esta película es una especie de Ojo de Halcón: el humano al que le toca lidiar con todo lo raro y reparte buenas hostias ejerciendo de piloto, uno de sus talentos "ocultos"). Es la segunda prueba de por qué cada personaje de Marvel merece su propia película (la primera fue Spider-Man Homecoming, que además también se presentó en Civil War). Otro que reaparece (aunque conecta con otra película del UCM) es Ulises Klau, un villano tan molón... que duele mucho cuando le dejan tan poco protagonismo. No obstante, la alusión a La era de Ultrón acaba siendo importante también. ¿No os dais cuenta de que este es el último largometraje marvelita antes de la ansiada tercera parte de Los Vengadores? (Es una pregunta retórica, sé que os dais cuenta). El que a su vez conecte con la última vez que los héroes lucharon codo con codo contra el mal, más las repercusiones que eso tuvo, el enfrentamiento que los dividió, es una especie de mensaje de "Estate al loro", o al menos esa sensación me dejó a mí. Y es que después de varios años, al final un/a fan aprende que aquí toda referencia cuenta y no hay nada al azar. La armonía africana Ahora bien, el buen easter egg es el que se deja caer sin por ello quitar protagonismo a lo que ocupa de verdad. Gracias a Black Panther tenemos la oportunidad de adentrarnos en un mundo nuevo que ha procurado plasmarse con la mayor fidelidad posible: desde la fauna, hasta la vegetación, pasando por la vestimenta, los ritos, la música... Todo lo que configura la cultura africana sale a relucir en esta película y es lo que le dota de originalidad y belleza dentro de un argumento que nos puede recordar a otras cintas de Marvel o, por qué no decirlo, de Disney. Sigue habiendo ciertos clichés que chirrían un poco, como la asociación de la cultura black norteamericana siempre al rap, pero, por otro lado, ¡ya era hora de tener protagonistas no indoeuropeos! Es de los aspectos que más fascinan, sobre todo por el aglutinamiento de diversidad dentro de esa misma cultura, que no escatima en detalles (vemos tribus muy diferentes entre sí, cada una con un estilo de vida distinto que unifica todo el continente africano a su vez). Los ritos y las creencias también nos traen esa esencia: cómo se crea la leyenda del Black Panther, los viajes espirituales... La mezcla entre ciencia y fe casi nos remite a la magia asgardiana, pero aquí es diferente porque no deja de ser el mundo real, habitado por humanos que luchan por sobrevivir como cualquiera, solo que cuentan con unos recursos secretos al más puro estilo Avatar que los hace parecer casi seres de cuento (por cierto, por si no ha quedado claro ya, ¡menuda tecnología! ¡La leche, yo también quiero!). Los aires de leyenda son muy importantes; se incorpora un misticismo nuevo, distinto del de Doctor Extraño, que llama la atención. Fuera de ese micromundo África sigue siendo el país tercermundista que conocemos, y es bueno cómo eso también se refleja en el guion y acaba animando a T'challa y los suyos a modificar su actuar. En definitiva: mola que esta gente tenga su propio superhéroe y que este se refleje a su imagen y semejanza y no al típico americano. Naaa chu weñaaaa Si es parte del título de esta crítica será porque, sumando todos los elementos que nos trae este felino, inevitablemente surge la comparación. Y es que al final no deja de contarse una historia con mucho trasfondo familiar, donde hay lucha por el trono, enemistad entre hermanos/primos... Cada personaje puede tener su alter ego de la Roca del León, qué gracia (Zuri para mí es Rafiki totalmente. Cumple las mismas funciones, como la de enviar al joven Simba-T'challa a encontrarse con el espíritu de su padre en el mundo de Yupi antes de asumir su nuevo papel. Y Nakia es igual de valiente e independiente que Nala). Scar, Sarabi, Kiara, Kovu... Venga ya, ¡si todo el cast del live action que prepara Disney podría haber salido de aquí! Ahora bien, imitación o no, el cast lo borda tanto en la parte dramática como en la comicidad, que no es tan exagerada como en Thor Ragnarok (aquí de hecho se dignifica más). Las interacciones entre T'challa y Eric son de lo mejor que hay (para mí Michael B. Jordan es uno de los grandes actores del largometraje, logra darle a su personaje más sentido que el de la mera venganza). ¿Y después?
Atentos a las DOS escenas postcréditos, en especial a la segunda, que es la que más apetece sabiendo la conexión tan fuerte que hay con Civil War y qué pasó en una de sus escenas postcréditos (*guiño*). Toda la trama nos ha mostrado Wakanda y a sus habitantes, pero el punto final es el que prepara al espectador para Infinity War y el papel que jugará todo esto ahí, que ya se puede confirmar que será muy grande. Si bien la primera escena (la midcréditos, como se diría) en realidad es un relleno que muestra en detalle algo que se cuenta al final del filme, la segunda gusta porque añade más información (ninguna que no se pueda intuir de antemano, sin embargo. Culpad de esto al trailer de Los Vengadores 3). Thor Ragnarok y Black Panther discurren paralelamente y son las encargadas de conectar la Tierra con el espacio, las que preparan ambos territorios para lo que se avecina. ¿Con qué me quedo yo? Pues con toda la ambientación y la cultura wakandiana, más los papeles de Ross, Okoye y Shuri (hay mucho feminismo en esta historia; es algo que me he dejado en el tintero pero que me encanta, que conste). Y la banda sonora, por supuesto.
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Agosto 2023
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