Post de Mariaje Ruiz La ficción de Netflix Los dos papas me plantea dos ideas que, lejos de ser contradictorias u opuestas, creo que son complementarias, pues la verdad se encuentra en los matices. Quien no quiera encontrarse con spoilers, que no siga. Lo primero que tengo que decir es que la peli, en cuanto que historia, en cuanto que narrativa, me parece bastante buena. Funciona con la dialéctica de dos personajes que parecen contraponerse y reflejar dos realidades de la Iglesia de modo simbólico: una corriente de corte inmovilista, más instalada en el pasado, con cierta pompa, que conduce a una teología algo enclaustrada, ajena al día a día, y por tanto severa en el modo de exponer sus juicios. Y otra que opta más por el cambio, la sencillez, y que se implica en la realidad de la gente y la complejidad de la vida, más centrada en acercarse y comprender al diferente. A mi modo de ver, esas visiones de la vida -que no se dan solo en la Iglesia, sino en casi cualquier sector de la vida misma, de un modo u otro- expuestas en la película, son reales y por tanto, nos acerca a la verdad a través de la ficción. Además, el conflicto es tratado con un bello encuentro interpretativo entre dos grandes actores: Anthony Hopkins y Jonathan Pryce. Por otro lado, la película refleja dos cuestiones de la realidad humana que no son nada tontas. Una sería la noche oscura del alma, catalizada en un papa que no se encuentra con Dios, a pesar de todo su bagaje: las tinieblas, la ausencia de luz interior, la pérdida de sentido. Otra sería el diálogo -no exento de dificultades-, la comprensión y el acercamiento de dos almas aparentemente lejanas: el amor, y en definitiva, el mensaje de Cristo. Tendríamos así otro binomio: la ausencia y la presencia de Dios. Lo segundo, que no anula todo lo anterior, es que gran parte de lo que hemos visto en la peli, no parece corresponderse con la realidad. Los hechos no fueron los que se dice que sucedieron, el carácter de sus verdaderos protagonistas no queda fielmente representado, y la relación entre ambos papas no se dio como el filme nos muestra. Y en definitiva, las conversaciones que se nos enseñan, no sucedieron, son elucubraciones fílmicas. No hay constancia de tales confrontaciones. Si bien Meirelles se ha inspirado en algunos textos y discursos de los propios papas para construir los diálogos o la idiosincrasia de los personajes, todos debemos recordar lo fácil que es sacar palabras de contexto para construir cualquier tipo de discurso. Con esto no pretendo apuntar a una pretendida tergiversación, pero sí quisiera decir que al parecer la película es más bien la visión de sus creadores, salpicada de ciertos elementos reales, que una historia basada en hechos reales al uso. Los personajes están estereotipados, especialmente el papa alemán. Si ciertamente, de alguna manera los dos podrían representar ciertos aspectos de la realidad de la Iglesia y hasta de sí mismos (por ejemplo, la caracterización del teólogo alemán como hombre de estudio, más clásico, y del sacerdote argentino como el campechano pastor de las periferias), Ratzinger no es el demonio de la ortodoxia ni Francisco un cambio huracanado que está poniendo la Iglesia patas arriba. En defensa de Benedicto XVI quiero decir que, cualquiera que haya leído sus libros (u otros textos como encíclicas, cartas u homilías) se encontrará con un hombre que lejos de ser un ultra reaccionario e irracional, es un intelectual, con el que se puede estar o no de acuerdo, pero un intelectual que trabajó entre otras cosas, por el diálogo interreligioso. Por otro lado, no era un hombre sediento de poder. el propio McCarten, guionista de la película, ha contado que es evidente que lo último que quería Ratzinger era el papado. A este respecto, tampoco parece baladí que el alemán fuera el segundo máximo representante de la historia de la Iglesia que decidiera irse voluntariamente: aunque él mismo expresó su falta de fuerzas para llevar el ministerio petrino en condiciones -mientras muchos siguen teorizando sobre la profundidad de sus verdaderas razones-, lo cierto es que en este sentido, sea como, parece que es un hombre que supo medir sus esfuerzos y renunciar a la jerarquía que había alcanzado legítimamente. Quizá para sorpresa de muchos de sus detractores, precisamente fue él -en su época como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe- quien inició la investigación canónica sobre Marcial Maciel (agresor sexual y fundador de los Legionarios de Cristo) y siendo papa lo retiró del ministerio sacerdotal en 2006. Una de las muchas acciones que ejerció Benedicto XVI contra los abusos sexuales. Seguramente sería una labor mejorable, pero sin duda hizo más que muchos. Y esa estela de limpieza es la que está siguiendo Francisco. Tampoco parece que fuera el "papa nazi" que dicen algunos, como aparece en un fragmento de la película. Que el régimen nazi exigiera en 1939 la afiliación obligatoria a las Juventudes Hitlerianas no parece suficiente motivo para condenar a un chaval de 14 años, -que al parecer salió de allí en cuanto pudo- para el resto de su vida. A mi juicio, ha habido además una oportunidad particularmente perdida por no haber desarrollado cinematográficamente este último tema. Creo que le hubiera dado un verdadero transfondo al personaje y hubiera hecho mucho más humana su historia. Robert Barron, comparte esta idea y tiene algunos comentarios interesantes al respecto. Así mismo, tampoco parece ser que realmente Jorge Bergoglio fuera a casarse ni tampoco parece que todo lo que se dice sobre la dictadura militar argentina sucediera como se cuenta. Podría mencionar otras cuestiones, pero resaltado lo que me parece más importante, creo que la cuestión no es perderse en detalles. Diré también que tampoco me parece raro que aparezca todo lo mencionado anteriormente, puesto que en origen la película estaba destinada a ser un biopic del papa Francisco, por quien el director claramente tiene predilección, y que al final todo funciona como una estructura de "licencias poéticas" para configurar la narrativa de la confrontación y del drama.
Creo que no saber esto nos induciría a un error de juicio. Una posibilidad conduciría a algunos a odiar el film - sin tener en cuenta todos sus elementos positivos - como un ataque indiscriminado hacia la Iglesia, cuando parece que no hay ninguna decisión de atacar visceral y deliberadamente. Pienso que es solo la visión de unos artistas que tienen todo el derecho de expresarse. Al respecto, os muestro unas declaraciones de Hopkins que aparecen en ABC, y sobre las que creo que es conveniente reflexionar. Donde menciona la religión y lo religioso, os invito a imaginar otros temas. Seguro que la situación os suena familiar: «La religión es un tema delicado. Sé que muchos pueden sentirse ofendidos y yo no quiero ofender a nadie», admite Hopkins. «Tengo respeto por todas las creencias, pero no soy religioso» puntualiza, insistiendo en «la corrección política» que impera en el mundo actual no le permite hablar de nada. «No se me permite pensar, que es lo que más nos mata», filosofa. La otra opción, creo que llevaría a otros a tragarse una historia que poco tiene que ver con la realidad, y a juzgar - especialmente a Ratzinger - de un modo inapropiado e irreal, y por tanto a vivir desinformados sin remedio. Por lo que insto a todos a tratar de contrastar la información que recibimos en general, porque nuestras opiniones y percepciones, y por tanto nuestras acciones, quedarán condicionadas por lo que creemos saber. Y ya lo decía Cristo en el Evangelio: "La verdad os hará libres".
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Agosto 2023
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