Post de Naiara Salinas «Puede ser cruel, poética o ciega. Pero cuando se ignora, es violencia lo que se encuentra» Justiciero: dícese de aquel que «observa y hace observar estrictamente la justicia en el castigo de los delitos». La Real Academia Española no reconoce como tal a un tipo enmascarado con capa que monitoriza la ciudad con un equipo tecnológicamente más avanzado y efectivo que el de la policía para infiltrarse entre las mafias y repartir buenas leches, pero es lo que acostumbramos a imaginarnos cuando oímos ese vocablo. La justicia es el tema en torno al que siempre ha girado el Universo DC, que no por nada su súper equipo recibe ese nombre, pues es lo que espera tanto obtener como otorgar cada miembro. Sin embargo, escudriñando un poco esta relación entre nombre y concepto, ¿acaso entonces los Vengadores van en busca de venganza? Hum. La venganza es el enemigo, es la corrupción de la moral que defiende el superhéroe, esté su imagen idealizada o no. La venganza no tiene espacio en la luz, solo en la oscuridad. Claro que Gotham no es que sea una ciudad muy luminosa. Si la justicia es ciega (como Daredevil), la venganza es una cegadora. Entender esa idea, desarrollada en el Batman de Matt Reeves, es clave para entender cómo se gestiona toda la senda de esta producción, desde el guion hasta la edición. El punto de inflexión Desde la mítica trilogía de El caballero oscuro el Hombre Murciélago no ha vuelto a ser el mismo. Cada vez es más reflexivo, más oscuro y todo lo que le rodea se siente y se muestra menos como una caricatura y más como el reflejo (auténtico) de la cara menos abnegada y altruista del ser humano. No voy a comparar ambas versiones, porque para mí Matt Reeves continúa el viaje que inició Christopher Nolan (de hecho, hasta se podría considerar una especie de culmen, pero igual estoy hablando muy rápido): ya no bastará con darnos villanos locos a los que derrotar, sino que se pondrá a prueba cada una de las dimensiones del héroe hasta obligarle a luchar contra su propia oscuridad. He visto esto en Christian Bale, en Ben Affleck, ¡hasta en la versión infantil de David Mazouz!, y ahora, más que nunca, lo veo en Robert Pattinson. «Soy la venganza» The Batman nos muestra a una versión joven del superhéroe, oseasé, en proceso de construcción. Su presentación deja claro que no va a ser un Batman como los demás: en el momento en el que se identifica con las sombras, vemos a un chaval emo ávido de sed de sangre con mucha ira contenida que, más que impartir justicia, castiga a los criminales que han vuelto su ciudad gótica en el paraíso del pecado, una criatura nocturna que agoniza. Bruce Wayne no existe en esta versión, no para mí: el protagonista que retrata Robert Pattinson está bastante centralizado en una personalidad, un carácter, del que no se despega en todo el largometraje (de hecho, llama la atención que a nadie se le ocurra relacionar a Wayne con ese «justiciero». No sé, es más obvio que nunca que son la misma persona). Este es un Batman que quiere imponerse, que quiere que le teman, así que tiene tantas habilidades sociales como un pez león en lo profundo del océano. Esa ira no le viene de la nada; al fin y al cabo, ha crecido con ella desde el fatídico día en que lo que simbolizaba la luz en la ciudad del crimen, sus padres, fue asesinado. Desde entonces, carga contra esa crueldad, esa vorágine violenta, pero para hacerlo ha tenido que sumergirse en ella, aunque solo sea para demostrar a esos criminales hijos de parias que hay alguien mucho peor que ellos. Esa forma de arremeter contra el crimen es como una purga; por eso se llama a sí mismo Venganza (sí, en mayúscula, por qué no): no se limita a ajusticiar, sino que se está desquitando por todo lo que le arrebataron. Descifrando a Enigma Este Batman está tan encerrado en sí mismo que tiene mucho tiempo para pensar. Y como piensa, entra fácilmente en el juego del gran villano de la película, Enigma. Toda la trama se elabora como puro cine negro, un thriller detectivesco con un caché tremendo gracias a lo bien que conecta todo y el excelente Cluedo en el que todos los actores se sumergen. En este caso el misterio que hay que resolver no es solo dónde y quién se esconde tras Enigma, sino quiénes han manchado la ciudad con sus mentiras. Desde la serie Gotham, Enigma lleva siendo mi antagonista favorito de todo el universo de Batman, porque aporta inteligencia dentro del cóctel de demencia desenfrenada. En Gotham persiste el crimen organizado, pero él lo lleva a un nuevo nivel. Es un villano que observa y ve, que piensa mucho las cosas, que cuida hasta el más mínimo detalle y por eso al darle caza es tan escurridizo. Enigma sitúa sus crímenes en un laberinto con muchas trampas y recorrerlo mientras se desbloquea cada puerta es de lo más estimulante para el público, que va resolviendo los acertijos a la par que los héroes. Es el malo perfecto para desarrollar este género con tal eficacia y hasta morbo, pero hay más, ya que la mirada que le dan a este Enigma le da la vuelta nuevamente al concepto de justicia, tan vinculada a la venganza. No se contenta con jugar con la ley, sino que tiene un propósito: quitarle la máscara a toda Gotham, revelar la verdad, denunciar los verdaderos crímenes a los que el mundo hace oídos sordos. Se nota que es un tipo muy desengañado y quiere quitarle la venda a la señora ciega de la balanza. Batman trata de sanar la ciudad de todo el veneno que ha absorbido y que la ha corrompido. Enigma viene a decir: «No, mi ciela, Gotham siempre ha sido así. Aquí el sol no puede brillar y te lo voy a demostrar». Y lo cumple con cada jugada. Es un villano a la altura del Joker de Heath Ledger y de Joaquin Phoenix que pone todo el orden en jaque y desvirtúa a los rostros más ejemplares. Paul Dano se come la pantalla encarnando a un genio loco que sabe cómo ejecutar su venganza y agotar a sus enemigos, y no hablo solo por el caballero oscuro, porque consigue molestar a mucha más gente importante. De todas formas, el Batman de Pattinson, insisto, sigue siendo un joven que está aprendiendo. Su energía no es rival para la mente maestra de un villano que en lugar de sacar todo su potencial desde el principio, como harían otros, va conquistando la ciudad paso a paso, muy meticulosamente. Es un tío al que, honestamente, da mucha lástima ver derrotado, porque tal y como vende su plan y sus intenciones, deseas que tenga éxito, que desenmascare toda la corrupción. El gótico es un arte Matt Reeves también ha dirigido su película como si fuera un puzle donde cada pieza encaja a la perfección. Por suerte, está más cuerdo que Enigma. Todo por lo que ha pasado este filme hasta ser una realidad ha terminado beneficiándole, porque se ha cuidado cada detalle con muchísimo mimo: la música de Michael Giacchino que emula las notas de la marcha fúnebre de Chopin y la imperial de John Williams; la fotografía de Greig Fraser (actualmente en pos del Oscar por Dune) que tiñe Gotham de sombras y nos hace navegar entre el miedo y la frialdad de sus ciudadanos; el diseño del vestuario; el diseño súper gótico de la ciudad mezclado con su aire cyberpunk (la apuesta por el sentido distópico del escenario es un chef kiss). La dirección de arte es una pasada y se solapa muy bien a toda la filosofía y el fondo de la historia, que es lo importante. Añade y persiste en la idea todo el tiempo, con lo que demuestra que Enigma tiene razón: el sol no puede existir en ese páramo tal y como está. La simbología cromática está muy bien definida: el negro y el rojo dominan los tonos como en el más tétrico de los infiernos. Gotham es una bomba de relojería capaz de estallar en cualquier momento. Y, como decía, la venganza ciega hasta a la cámara; de ahí que tengamos planos totalmente oscuros. Conclusión
He querido escribir esto como introducción al mensaje del largometraje, que pretendo retomar con spoilers en el futuro. Por ahora, me queda felicitar a Reeves y a todo el equipo que se ha arriesgado para dar vida a esta versión que se desmarca mucho de las otras, aunque siga en la misma línea filosófica de algunas. Robert Pattinson lo borda, pero yo ante quien me postro y santifico es Paul Dano, en especial en el último acto (no lo veía majara desde Prisioneros y me ha encantado). Si tienes un Ravenclaw en tu interior vas a encontrar mucho atractivo en su modus operandi, que hará que las tres horas pasen muy desapercibidas (aunque sé que la mayoría de los que la han visto las han sentido un poco por culpa de elementos que se introducen pero no terminan de desarrollarse, se quedan a medias o van un poco atropellados como promesa de varias secuelas o spin offs). Tal vez aún tenga alguna que otra laguna, pero todo lo que presenta te hace la boca agua y desear ver más, en especial de personajes como Catwoman, el Pingüino, Alfred y Gordon, que también son piezas clave. Empecé a interesarme por Batman a raíz de la trilogía de Nolan y esta versión condensa muy bien lo mejor que tenía esta y lo mejor de la serie Gotham: el fondo, el cuestionamiento de la moral del héroe y los villanos. Es una evolución cada vez más compleja y por mi parte recibe un 9 más que merecido.
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Agosto 2023
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