Post de Miguel Barba “News Flash! The world cracks wide the fuck open, swallowing you and your homies whole (...) Digested by the earth, we have been enjailed in the essence, bewitched in prison, disappear in the black expands!” Admítelo: a estas alturas de la cuarentena ya has ordenado y dado nombre a cada una de las cucarachas que hay bajo tu cama, has visto todo el contenido de Netflix dos o tres veces e incluso has ponderado la posibilidad del suicidio. No quieres reconocerlo pero dudas de la existencia no ya de la vida más allá de la muerte, sino de la vida más allá del confinamiento, y poco a poco empiezas a notar cómo te hundes en ti mismo más y más mientras todo a tu alrededor se convierte en una espiral deformante y entrópica cuyo núcleo inmutable eres tú. Entonces, felicidades. Ha llegado el momento de que veas Kuso, el mayor trozo de mierda que te vayas a tragar este 2020. Y no es una manera de hablar; kuso significa 'mierda' en japonés y eso es exactamente lo que esta película te ofrece: mierda. Sobre el paisaje de una América asolada por un terremoto metafísico: mierda, mierda y más mierda. En concreto cuatro enormes pedazos de mierda bien grandes y olorosos engastados a través de la técnica del collage audiovisual. ¿Su director? El productor musical Flying Lotus. ¿Su hilo conductor? La música… y la mierda. No es una película para todo el mundo; de hecho, no es una película para nadie. Se trata de un gran ejercicio de mal gusto poético. Un filme experimental que cuesta tragarse entero. ¡Y qué maravilloso es! Pero esto, ¿de qué c*ñ* va? “Your God is from the Underground, so when you pray you cannot fuck around. No one will ever save you: Once you're dead, then you're dead, there is no coming back” Breaking news! En Los Ángeles un terremoto ha provocado que sus habitantes se comiencen a deformar y descomponer tanto física como mentalmente. En esta ciudad, completamente vuelta del revés, la gente se adapta a su nueva y sórdida vida en la que todo gira alrededor de… sí, lo habéis adivinado: la mierda. Este nuevo statu quo se nos presenta a través de cuatro relatos entrecruzados en los que se nos narra las vidas de los supervivientes del terremoto: una pareja fetichista aficionada al sado-maso; una japonesa que habita entre los restos de un derrumbamiento que busca desesperada a su hija para devorarla; una clínica abortista que ofrece tratamientos a base de mierda para quitar traumas; y un chaval que vive en el bosque cuya madre le hace tragar mierdas muy chungas y que, huyendo de ella en el bosque, se hace amigo de una bicho con forma de ano al que le da de comer su propia mierda. Cada uno de estas historias, que funcionan de manera independiente, están entrelazadas a través de fragmentos de telediario y de video-collages que nos van sumergiendo en el trasfondo de un relato denso y confuso. No es una película fácil de digerir, ya no tan solo por su dirección y temática, que se regodea en los momentos de mal gusto, sino por un ritmo que muchas veces se estanca y que casi parece que se esforzara por expulsar al espectador de la sala. En todo caso, si uno le da el tiempo necesario, puede llegar a apreciar un filme extravagante y único que contiene más de lo que aparenta. La estética de Kuso (verosimilitud y plasticidad) “It’s like a fucking a dead dog” Quizás el aspecto más interesante de la película sea su exploración del medio audiovisual y el uso de las herramientas del cine (y más concretamente del cine de terror) para ofrecer una propuesta que la separa de cualquier otra película del género. Por su tono, Kuso se acerca más a la propuesta Zef de los videoclips de Die Antwoord (por poner un ejemplo) que a otras películas del género. La atmósfera gris y surrealista de Los Ángeles nos traslada a un mundo que parece surgido de una pesadilla. Frente al realismo de las películas de terror, Kuso sitúa al espectador en un mundo oscuro y extraño, donde el shock no se encuentra tanto en la verosimilitud de lo relatado como en la crudeza y gratuidad de lo que sucede: más que terror lo que la película transmite es asco; un asco que te persigue hasta el sueño. Esto lo consigue gracias al gran manejo de las herramientas estéticas de las que dispone, sin duda lo mejor de la película. En todo momento, el espectador es consciente de que lo está viendo no es real, y sin embargo… Sin embargo el filme sitúa al espectador en un uncanny valley en el que se ve compelido a plantearse constantemente si lo que está viendo es real o no. A esto hay que añadirle la naturaleza de su trama, decididamente surrealista que termina por ubicar al espectador en un estado de what-the-fuck existencial casi hipnótico. Parece que el objetivo de la película fuera más plantearte el por qué estás viendo la película que el por qué suceden las cosas. Alicia en el país de las copropesadillas "- I fucking hate this movie. - What nigga? Eat ass, this is art. - This? This is garbage. Art is garbage". (Diálogo de la película) Y es que esta rapsodia posmoderna es, ante todo, una obra profundamente consciente de su ficcionalidad. De hecho, más allá de lo que les sucede en pantalla a los personajes, el argumento del filme podría resumirse como una crítica al público contemporáneo; ese que es capaz de tragarse mierda si se le convence de que es una mierda deliciosa. En este sentido la estética está completamente al servicio del mensaje que se pretende transmitir. La película se propone como un recorrido de hora y media por las vidas de unas personas que, literalmente, están en la mierda. Nosotros nos prestamos gustosos a verlo todo hasta el final esperando alguna conclusión que justifique todo el shitshow, pero la moraleja no termina de llegar y lo único parecido que se nos presenta es una conversación entre tres personajes que están mirando a cámara: esta película es una mierda y quieren que lo sepas. Esos mismos personajes se parecen demasiado a ti, tirados en el sofá, fumando y viendo el televisor, mientras se montan películas mentales pretenciosas sobre un montón de mierda sin sentido. En este sentido, podríamos reinterpretar todas las historias que el filme nos presenta como una crítica a la decadencia de nuestro mundo: el terremoto sería un terremoto metafísico que ha vuelto del revés el mundo, exponiendo toda la corrupción de los habitantes de este Los Ángeles; y los personajes que dan vida a estas historias podríamos ser nosotros mismos. Por supuesto esta es solo una interpretación, una de tantas que podemos crear para justificar haber visto esta mierda. Conclusión: como Bocadillo, pero bien Cada vez que nos enfrentamos a una película de este estilo, hemos de plantearnos si vale la pena o no forzarnos a verla. Yo he encontrado en ella algo que creo que justifica mi tiempo invertido, pero me temo que no todo el mundo va a encontrar lo mismo. No es una película que se preste a ser vista, pero está lejos de ser tan solo una provocación, como algunos medios la han publicitado. ¿Es mala? No, su factura es de gran calidad pero, justamente por eso, logra su objetivo de disgustar. Como dije al comienzo, no es una película para todo el mundo, pero es una película interesante y necesaria que, con el tiempo, se hundirá en el basurero de internet habiendo (paradójicamente) logrado cumplir su cometido.
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Agosto 2023
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