Post de Naiara Salinas El tercer maratón mensual que realizo no lo decidí a conciencia, sino que fue una bella serie de encontronazos al azar que, sin quererlo ni beberlo, me proporcionaron un tema en común. Se podría decir que he resucitado mi yo más adolescente, o ese yo que solía buscar inspiración en las historias protagonizadas por jóvenes, en un intento no frustrado de comprender las dinámicas de la sociedad. Conquista a medias (2020) El maratón da el pistoletazo de salida en Netflix a través de uno de sus últimos estrenos para todos los públicos, que se vende como otro clásico de "chico conoce a chica...", pero continúa con "... y le pide a otra chica que trabaja redactando ensayos de Filosofía para los menos lúcidos que se haga pasar por él en una carta, gracias a lo que se inicia una bella y profunda correspondencia entre dos jóvenes que tan solo buscan aceptación y liberación, lo que provoca en la chica mensajera sentimientos encontrados demasiado cercanos al enamoramiento, algo de lo que huye por su complicación". Con esta premisa, el guion (original) nos conduce al viaje turbulento de conocerse y aceptarse a uno mismo con un romance de por medio. El póster promete una historia de amor diferente, pero la película, dirigida por Alice Wu, sorprende más bien por la madurez con la que aborda el tema, presentando personajes que se alejan de los arquetipos a los que supuestamente representan, a saber: la chica popular, el jugador de fútbol y la empollona. Ninguno, salvo la empollona, cumple con lo que se espera de ellos, ya que la chica popular es más reflexiva, independiente e insegura de lo que aparenta y el jugador de fútbol es un torpe en el campo y en las citas, pero un rarito muy dulce cuando se trata de amistad. La narración pretende rasgar la superficie de esos protagonistas y bucear en sus ideas y emociones, adoptando una postura principalmente filosófica de la vida, aspecto que se nos deja muy claro desde que vemos que esa es la asignatura en la que más destaca Ellie, la empollona. El tono, por otra parte, se acomoda al perfil indie de la plataforma madre y esquiva el sensacionalismo para producir algo más auténtico. Dicho de otra forma, es una historia que cualquiera podría vivir, desde el pequeño pueblo en medio de la nada, con una liga de fútbol desdeñable, del que casi todo el mundo espera huir, pasando por una familia sin mayor drama que el de la economía y el recordar a un miembro fallecido, hasta llegar a la duda existencial de quién eres, qué quieres ser y qué mereces. Escrito así parece muy sencillo, pero los conflictos no lo son, y al enredo amoroso se suman otros factores que causan que la reflexión sea el modo más sano de proceder (por qué ser distinto es lo mejor, qué obstáculos tiene, qué podría considerarse normal y no en una población con un destacado catolicismo...). Sin embargo, aunque es cierto que la película no pasa muy liviana, tampoco es un ladrillo y consigue ganar ventaja en los giros dramáticos, que aparte de liar más el asunto suben un peldaño más hacia el corazón de los personajes, algo que, en materia juvenil, es de aplaudir (y que conste que yo adoro todo lo que se vende como juvenil, pero más me encanta encontrarme con buenos ejemplos para defender mi opinión, como este). En resumen: filme en un ambiente que ya es bastante normal, desarrollado de forma normal, que demuestra que lo normal no tiene por qué ser sinónimo de soso, como tampoco lo raro, al generar un debate sobre los estigmas y sentar el tema LGTBI en un contexto que busca afianzar el concepto de amor desde un punto de vista universal. Acaba resultando muy interesante y el personaje de Ellie (que además es china) es muy rico y una buena apuesta para ahondar en todos estos temas y añadir un par más. Aun así, hay algo que creo que le falta para terminar de ser un relato excelente (a mí también me ha conquistado a medias, badum tss), por lo que le doy un 8. Violet y Finch (2020) El segundo romance es todo un drama. Drama dramón. Drama que es indispensable ver con pañuelos por si las moscas. Esta historia adapta el best-seller de Jennifer Niven, que colabora en el guion, sobre dos adolescentes con una historia turbia que encuentran la luz de nuevo al cruzarse el uno con el otro. La protagonizan dos sensaciones del momento, Elle Fanning y Justice Smith (Detective Pikachu), cada uno en la piel de un contrario. Es decir, que Violet no tiene nada que ver con Finch, son personalidades que se complementan y eso las hace idóneas para adquirir un nuevo punto de vista sobre su situación. Violet, por ejemplo, es un alma serena y atormentada a la que le remueve la culpa por la muerte de su hermana. Finch, mientras tanto, es pura energía que no sabe controlar, sobre todo cuando entra en crisis. La presencia de Violet le aportará paz, mientras que a ella Finch le regalará temperamento y ganas de vivir. Esta relación de apoyo mutuo se construye a través del espacio, que tiene un simbolismo elevado en la película (por algo su título original es All the bright places). Cada uno de ellos es una metáfora de un miedo que se convierte en algo de valor, porque son lugares tan idílicos como arriesgados (una montaña rusa de donde te puedes caer, un lago donde te puedes ahogar...), y así la parejita aprende a dejar poco a poco sus sombras a un lado, aunque nunca enteramente. Smith y Fanning componen un yin yan que logra hacer justicia a estos espíritus y el conjunto entero (cinematografía y guion) convierte el largometraje en otro espacio de ensueño y amargura. Quizá, eso sí, están más logrados los dos primeros actos que el último, que se estanca en alguna escena en su propio melodramatismo (a veces las crisis de Finch irritan, pero eso es opinión súper personal). En resumen: adaptación bien desarrollada con una complejidad muy en la línea de Conquista a medias pero mucho más romantizada, en la que los actores tienen la oportunidad de lucirse y lo logran, aunque, como digo, flojea en algún punto climático importante (aun así, en cuanto a ritmo general gana). La situaría dentro del canon que han generado títulos como Por trece razones, Las ventajas de ser un marginado, Ahora y siempre (donde, como dato, sale Dakota, la hermana de Elle), etc. Un nuevo recordatorio para no olvidarse del pañuelo y... 7 que va. Un espacio entre nosotros (2017) De Netflix saltamos a Youtube, y de lo realista vamos a algo más ficticio. En este filme conocemos a Gardner Elliot, un muchacho que nació en Marte y nunca ha podido pisar la Tierra debido a su condición genética, débil para la atmósfera terrestre, lo cual implica que tampoco ha tenido más contacto humano que el de los científicos de la NASA que trabajan en la estación marciana. No obstante, con su mente de cerebrito se las ingenia para establecer contacto con la Tierra, llegando al dispositivo de una chica apodada Tulsa (¡y eso que de Tinder no ha oído hablar en su vida!) que vive yendo de casa en acogida a casa de acogida, hasta convertirse en una joven muy apañada. Cuando Gardner es enviado a la Tierra para comprobar si realmente puede vivir en esas condiciones, se escapa para ver a Tulsa y que le ayude a encontrar a su padre, con lo que ambos se embarcan en un viaje por la costa Oeste de Estados Unidos. La película es preciosa y es la que más me ha gustado de todo el maratón. La había visto antes, pero no entera. Es de las primeras veces que vemos a Asa Butterfield enamorándose en pantalla y con su visión del mundo consigue enamorarnos a nosotros. La relación se construye muy poco a poco a través de la conexión entre dos personas que se sienten y se saben fuera de lugar pero que están dispuestas a llegar al fin del mundo para encontrarlo. O al menos Gardner, ya que la evolución de Tulsa pasa por aprender a conectar más con la gente, que siempre la ha decepcionado al abandonarla. Además de eso se pone en alza nuestro planeta mostrando las cosas bellas que tiene, a través de los ojos de un personaje que lo experimenta por primera vez y, lejos de dejarse llevar por los prejuicios, lo vive con emoción. Hay que tener en cuenta que todo lo que conoce es gracias a imágenes, y lo más cerca que ha estado de vivir la adolescencia ha sido el cine, ya que su mejor amigo es un robot. Por lo tanto, otro detalle que refleja este guion es el impacto que tienen las historias a la hora de embellecer el universo y mostrarnos lo trascendente, que se le escapa al ojo humano. Gardner observa todo bajo ese prisma y enseña a los demás a hacerlo. Aparte, el filme goza de un frente adulto imponente, con un Gary Oldman muy sensible a la cabeza, en un registro casi nuevo para él. Ni por tono ni por ritmo se puede decir que decaiga, está más equilibrada que las otras dos porque también tiene más aventura y más comedia. Este carácter de blockbuster en discordia no desmerece, sin embargo, su mensaje, que sigue calando (aunque eso de que sea comercial se puede discutir). Un punto interesante que quisiera destacar del montaje es la intercalación de imágenes en blanco y negro de forma paralela a las del metraje principal, como manifiesto de los recuerdos y las sensaciones de Gardner en cada sitio terrestre por el que pasa. Metáforas visuales, como yo las llamo. En resumen: un descubrimiento estupendo y recomendable para una tarde tranquila. Se pasa volando. La historia es muy guay y original, soy muy fan de su planteamiento. Brit Robertson está en su salsa y Asa en la suya. Ah, sí, claro, conviene reciclar el paquete de pañuelos de antes. Le doy un 9.
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Agosto 2023
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