Post de Naiara Salinas Soy filóloga, cierto, pero a veces, cuando escribo en este blog, e incluso cuando programo las noticias del Twitter o comparto contenidos varios, me siento un poco periodista. Realmente cuando se habla de Internet quedan muy pocas cosas que no lo sean, es decir, hoy en día parece que la información está al alcance de tu mano y que cualquier fuente, sea una canción, un artículo, una crítica, un libro, etc., contribuye a ello. Y esta es precisamente también una de las funciones que, sobre todo en esta sección, atribuyo al cine, y además de una forma especial, pues el suyo no es un periodismo cualquiera. Condicionado por la visión de su director, cuando se habla de historias reales puede ejercer como un reportaje audiovisual. Lo cual, para mostrar una realidad dolorosa, puede ser determinante. Y eso, lectores, es lo que para mí ha supuesto Diamante de sangre. Lo que narra este filme es sencillo de resumir. Podría bastar con África, guerra, corrupción, utilitarismo y un diamante. Pero entonces nos perderíamos la brillantez de personajes como el de Danny Archer, un traficante que, en vistas de escapar de su país y ser libre, ayudará a Solomon Vandy, un humilde pescador, a encontrar a su familia dividida por la violencia rebelde a cambio de que este le muestre el escondite de un gran diamante, su pasaporte. Les ayudará la reportera Maddie, quien viaja a África para destapar la cruda realidad de esos diamantes de sangre. Como digo, parte de ese espíritu reportero del largometraje viene dado por el hecho de que el periodismo juega un papel importante en la trama a través del personaje de Maddie, interpretada por la intrépida y empática Jennifer Connelly, que consigue reflejar a la perfección el valor de este oficio, recordando a todos aquellos que se meten en un territorio hostil para informar de la verdad al mundo. El guion trasluce todo esto en forma de violencia y escenas caóticas, superponiendo la lucha de intereses de los diferentes personajes que aparecen y que les lleva a apoyar a cierto bando ignorando las voces de sus conciencias, más o menos. Tal y como afirma Archer, esto es África, amigos. Si no sabes moverte, no sobrevives, y menos si tampoco cuentas con aliados. De ahí viene el utilitarismo que os mencionaba y que es la base sobre la que se construye la relación entre Archer y Solomon, aunque cuanto más avanza el filme, más evoluciona esta a una amistad. Es decir, hay un punto de inflexión en el que la moralidad, que ya se había empezado a abrir paso antes, alcanza la mente de Archer y modifica sus principios o, al menos, el porqué de su misión. Esto, por supuesto, no sería posible sin un pasado doloroso relacionado con la familia que lo vincula a Solomon, y es que al final el mensaje de la película se orienta al origen de cada uno y lo que supone un hogar de verdad. A Archer, al principio, lo veremos rechazar África porque solo ha conocido su lado oscuro (y participado de él), mientras que Solomon, alma cándida donde las haya y de familia humilde, cuenta con una esposa e hijos y ve la vida de forma más sencilla a pesar de sufrir como el que más las consecuencias de la contienda. Lo bonito de esa alianza es que se forja poco a poco, a raíz de hacer frente juntos a los horrores de su alrededor. Uno quiere recuperar lo que tuvo y el otro quiere descubrir lo que se ha estado perdiendo. No solo de familia habla la cinta, sino también de materialismo, aunque en el fondo ambos temas guardan relación, pues, como he dicho, se compara la vida del pobre africano con la del rico americano o europeo, que se ensucia las manos para obtener ese dinero haciendo de un país hermoso por su pureza y cultura, rico en muchos aspectos, un lugar de vandalismo y muerte. La crítica está presente y es dura porque es real. Pero no nos detengamos mucho más en el contenido. El filme también me pareció de una ejecución brillante por parte del trío protagonista, así como del técnico de sonido. Si bien estoy acostumbrada a ver a Leonardo DiCaprio (O Dicarpio, como yo lo llamo) lucirse y aquí lo hace sin duda, en esta ocasión los aplausos van para un Djimon Hounsou que no se rinde, que es consciente de la violencia de su alrededor y al mismo tiempo no la comprende. Para él que un paisano asesine por un diamante no tiene sentido aunque reconozca su valor. Como he contado arriba, es la cara inocente, la víctima, y al mismo tiempo el luchador que hará lo que sea por reencontrarse con los suyos. Y en cuanto a la banda sonora... solo puedo deshacerme en elogios. Ya dije hace un par de añitos que estaba en mi top de las melodías compuestas por James Newton Howard, y ahora que he visto la peli puedo admirar aún más esos pasajes y sonidos tropicales, ese coro de ángeles africanos, la fuerza, la pasión... Aparte de ver el filme, os recomiendo encarecidamente dedicar unos minutos a buscar esta música en YouTube y oírla cerrando los ojos. El viaje es inmediato, os lo aseguro. Para mí la historia no tendría el mismo sentido sin esto.
En resumen: una película necesaria, como todas las que se ambientan en países de lo que consideramos Tercer Mundo, porque muchas veces no somos conscientes de por qué es así. Por interpretación y técnica es muy bella y digna, pero también es dolorosa y cruel. Lo del diamante no es el único problema, sino también la cuestión de los niños soldado. Supone una denuncia de una realidad que puede que ya no sea tal cual, pero que seguro que se sigue dando de otro modo (la de los niños seguro, tristemente). El final es uno de los mejores que he visto. Merecidas todas las nominaciones que obtuvo en los Oscar. Ficha técnica Diamante de sangre (Blood Diamond) 2007, USA Director: Edward Zwick Reparto: Leonardo Dicaprio, Djimon Hounsou, Jennifer Connelly, Arnold Vosloo, David Harewood, Michael Sheen y Basil Wallace. Puntuación: 9,5/10
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Agosto 2023
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