Post de Naiara Salinas En esta ocasión os advierto: no hagáis caso a la siguiente recomendación sin una caja de pañuelos al lado. He dicho. Pues porque no había llorado el pasado fin de semana lo suficiente por no ser rica ni tener una biblioteca mientras mis pies se dejaban el alma trasladándome de un lado a otro repetitivamente en la feria del libro de Madrid, a mi regreso decidí ver uno de esos dramas sensibleros pensados para hundírsete bien hondo en el corazón. Y es que La cabaña nos cuenta una historia tan trascendental como terrenal, tan familiar como individualista. En ella Mack, un padre que desde pequeño está acostumbrado al sufrimiento, encuentra la gota que colma el vaso en el secuestro y el asesinato de su pequeña e inocente Missy durante una acampada. Incapaz de seguir adelante con su vida, sumido en una profunda depresión, un día recibe una carta de Dios citándole en el mismo lugar donde ocurrió el fatal suceso. Intrigado, Mack acudirá ahí y lo que encontrará le cambiará la vida para siempre. Lo que me atrajo de esta película fue ese aire místico en un argumento que empieza muy realista como cualquier otro drama de temática actual y muy fuerte que podríamos encontrar en la sobremesa de Antena 3. Resulta para todos los públicos en el sentido de que, aunque su trama sea muy religiosa, no hay resistencia por parte del espectador ateo porque todo se presenta de forma tan humana que logra conmover a ambas partes. El metraje no se detiene en miramientos y cuenta una historia muy lineal (salvo por el montaje que nos intercala un par de flashbacks al principio para justificar la actitud de Mack), pero con mucho tacto y simbolismo. Tiene también ese toque de misterio alimentado por el punto de vista de Mack (que se va enterando poco a poco del percal) y la voz del narrador, un Tim McGraw más maduro de lo que nos tiene acostumbrados que pone en duda todo lo que acontece, un poco como sucede al final de La vida de Pi y con el mismo resultado, que es parte de lo que logra que el filme funcione porque, en el fondo, de lo que trata es de la fe, del perdón a uno mismo y a los demás y del poder del amor, tres elementos muy religiosos que chocan con los sentimientos del protagonista y que le conducirán a él y al público a un viaje en el interior de su conciencia para encontrar la chispa que reavive sus ganas de vivir. Escribiendo esto me doy cuenta de que existe otro largometraje muy parecido, Belleza oculta, que reseñé aquí y también os recomiendo ver, no sé si antes o después de este. En ambos los rescatadores del padre desolado son tres personajes, entidades, alegorías o símbolos (como queráis verlos): el Amor, el Tiempo y la Muerte; Dios, Jesús y el Espíritu Santo. Si bien con un toque distintivo en el género cinematográfico, todos aparecen personificados para interactuar con el prota y aliviar su dolor haciendo que se enfrente contra sus demonios internos y que acepte el sufrimiento como parte de la existencia. En el filme que nos ocupa, Mack representa a todas esas personas incapaces de creer en un Dios benévolo por todo lo malo que sucede a su alrededor. Las secuencias que siguen intentan dar respuesta de la mejor forma posible a ello, intercalando detalles que llaman la atención, como los nombres, las personalidades y las representaciones humanas de cada elemento de la Trinidad: Dios como padre y madre de todos los seres humanos de la Tierra, llamado Adonai, lo que le dota de más misticismo e incluso más interés para los no creyentes (lo mismo que ver a un Zeus o a un Odín: dioses épicos donde los haya); el Espíritu Santo como Rua, una mujer que cuida de su jardín y le da vida y color, lo ilumina como a ella misma; y Jesús, el nazareno carpintero que trabaja duro y viste como un hombre cualquiera humilde, juguetea, se ríe y, en definitiva, demuestra que nació humano (también es el único en toda la peli al que no se le nombra directamente y se le presenta con un mero "Ya conoces a mi hijo", lo cual es muy llamativo también). El drama al que se enfrenta Mack es el más duro al que puede enfrentarse a un padre, con la clase de violencia que cuesta olvidar y mucho menos perdonar. Por eso todo lo que sucede después tiene mucha más carga emocional que si la niña hubiera muerto por enfermedad o por un accidente, por ejemplo. Nosotros tenemos la oportunidad de asistir a la transformación de algo duro y trágico en una lección de vida moral hermosa. En resumen: una historia preciosa y fantástica que se ve en un suspiro y te bulle de emociones muy variadas: pena, alegría, sorpresa, duda... El reparto es perfecto. Sorprende mucho ver a un Sam Worthington así de sensible, roto y expresivo, mientras que Octavia Spencer cuadra en su papel como nadie. Y la pequeña Missy es ADORABLE. Pero lo dicho, vedla con pañuelos al lado por si acaso; es muy difícil no empatizar. Si os interesa, hay novela, escrita por William Paul Young. Ficha técnica La cabaña (The Shack) 2017, USA y Canadá Director: Stuart Hazeldine Reparto: Sam Worthington, Octavia Spencer, Tim McGraw, Radha Mitchell, Avraham Aviv Alush y Sumire Batsamaru Puntuación: 9,5/10
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Agosto 2023
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