Claro que lo bonito del filme es que no te tiene que gustar Stephen King para sentirte atraído por el argumento y su enfoque. Después de todas las ideas que se nos han vendido sobre las cárceles y las sentencias de muerte a lo largo de los años, por fin tenemos una trama que empatiza con el colectivo al otro lado de las rejas. Cuando se difunde la fama de que la relación entre "polis y cacos" es de enemistad y odio profundos, Paul y sus compañeros nos muestran la humanidad y la cortesía hacia personas que están viviendo sus últimos días de vida encerrados, y cómo al final entre ellos se crea un vínculo y una responsabilidad, en la que el cuidado y la educación son esenciales. Además de esto, sorprende que en un lugar tan serio haya tantos momentos de compañerismo, tantas risas, tanta comprensión y simpatía. A través de estos oficiales, el público se va encariñando más con algunas de esas personas, y uno de los grandes aciertos técnicos es la edición de sonido, ya que en cada despedida siempre suena el mismo tema oficial y este no es de terror o pausado; es tierno, emotivo. Trágico, porque matar a un ser humano nunca debería ser motivo de celebración.
Frank Darabont, conocido en la actualidad por su trabajo en The Walking Dead, se rodea de todo un equipazo para transmitir este cúmulo de sentimientos, concediendo importancia al relato anecdótico antes de pasar al fenómeno relacionado directamente con el problema. John Coffey es un misterio tanto para los oficiales que lo custodian como para los espectadores, pero la cámara lo sitúa a un lado durante el primer acto para dirigir adrede nuestra atención sobre los oficiales y los presos secundarios, que antes o después acaban teniendo un papel importante a raíz de un cuestionamiento sobre la moralidad de las cárceles y las sentencias, que acabará afectando también a Paul. El reflejo de ello pretende ser tan objetivo que al final es inevitable juzgar, claro que de juicios también trata la película. Todos tenemos un lado maligno y un lado angelical (salvo Coffey, pero ya llegaremos a ello). La trama se convierte en una paradoja cuando uno de los presos, Delacroix, muestra más simpatía y bondad que uno de los oficiales, Percy, el típico novato hijo de papá que causa repulsión a primera vista.
Por tanto, esta primera parte es el realismo que consigue atraernos. Luego pasamos al lado fantástico, que en principio debería alejarnos tras haber asumido que la historia iba a ser auténtica, pero llegados a ese punto ya se está tan absorbido que no importa, si acaso engancha más. Hay cierto simbolismo en que un hombre tan imponente y acusado de un crimen tan violento sea tan pacífico y además se encargue de dar vida, de, como él dice, "aliviar el mal". Es en parte esta serie de milagros las que logran ese vínculo tan especial entre los dos grupos, incluso aun contando con dos figuras malévolas que empañan los momentos de alegría y esperanza. Hasta se le puede dar una lectura religiosa, cosa que no sorprendería ni por la época ni por el territorio (sureño, esclavista, tradicional y sumamente religioso. Se habla del infierno varias veces y la frase final en cada ejecución suele ser: "Que Dios se apiade de tu alma").
En resumen: grandísima historia con doble moralidad que la convierte en probablemente la más humana de Stephen King, en la que todas las partes anecdóticas ayudan a formar el todo y dar respuesta al misterio que envuelve la trama. Un guion muy bien estructurado e hilado, vaya. Alta admiración por los nombres tan increíbles que hay en este reparto, que te deja reflexionando. Genial adaptación; no es de extrañar que Darabont sea un favorito de King (también ha adaptado Cadena perpetua, La niebla y Dollar Baby).
Ficha técnica
La milla verde (The green mile)
1999, USA
Director: Frank Darabont
Reparto: Tom Hanks, Michael Clarke Duncan, David Morse, Doug Hutchison, Michael Jefer, Sam Rockwell, Bonnie Hunt, James Cromwell
Puntuación: 10/10