Post de Naiara Salinas Con la venia del Festival de Cannes, el Festival de San Sebastián y el queso Comte que tanto me apasiona, vengo a sumergiros en el cine europeo independiente, más en concreto francés. Retrato de una mujer en llamas nos presenta a Marianne, una pintora que llega a una villa costera para retratar a Héloïse, una joven recién salida del convento ante su compromiso concertado por su madre con un milanés desconocido. Sin embargo, a petición expresa de la matriarca, Héloïse no puede saber que está siendo retratada, por lo que Marianne tendrá que investigarla bien a fondo mientras se hace pasar por su acompañante. Entre medias, ya se sabe, irá surgiendo la chispa entre ambas. Relajante y a la vez estimulante; son los primeros adjetivos que se me vienen a la cabeza cuando pienso en esta película. Otros podrían ser: cautivadora, hipnótica, curiosa, bella, intimista, intrínseca... Retrato de una mujer en llamas es un filme que me ha llegado un poco por sorpresa, ya que, habiendo estado meses ignorándolo deliberadamente a pesar de sus buenas referencias, durante los últimos días me he encontrado, sin saber por qué, cada vez más atraída por su argumento (el que más brevemente he resumido en la historia de esta sección, me atreveré a decir), hasta que presa de una corazonada me la acabé viendo en la noche de ayer. La vida funciona así, hay veces en que tu cerebro elige cuándo estás preparado/a/e para valorar ciertas historias como se merecen. Normalmente, cuando una película me atrae mi "intuición cinéfila" no suele fallar y siempre acaba por aquí. El hecho de que tarde lo único que implica es mayor placer cuando se descubre, porque hay largometrajes que se agradece descubrir por una misma y no por lo que digan los demás. Este no ha sido una excepción. De modo que podría decirse que vengo a cavar mi propia tumba porque, oh, ahora soy yo quien escribe sobre ella. Como si es un monólogo lanzado al vacío, me da igual. Ahora que POR FIN he conocido mejor este largometraje puedo alegar que no solo su planteamiento, sino también su técnica merecen la atención de todo espectador con la mínima sensibilidad. Céline Sciamma es una artista que se desprende de los artificios y deja una trama al desnudo (en este caso incluso literalmente). Minimalista, sencilla..., pero muy lejos de la superficialidad. Hay capas y capas en el perfil de estas dos protagonistas que se van liberando poco a poco mientras se desarrolla su relación, comenzando por una cercanía cordial que deriva en una amistad que acaba resultando ser un romance vivido con una pasión que no se apaga a pesar del tiempo efímero debido a esa época (siglo XVIII) en la que imperan otras normas que poco tienen en cuenta el libre albedrío de la mujer. Lo hermoso es cómo se construye esa relación a través del poder de la mirada. Como una Basil, Marianne trata de introducir el alma de su Dorian Gray, Héloïse, en su lienzo, atrapar no solo la belleza de su cliente, sino también su personalidad completa, lo que la obliga a un estudio más profundo con varios borradores, cambios de tono e inseguridad. Y, de alguna forma, Héloïse, que no siente interés por el retrato, sabe qué implica pintarlo. No se trata solo de inmortalizar un rostro y un porte, sino sobre todo un ser. Sucede que la rubia es un enigma en más de un sentido para la morena, debido a sus vidas tan diferentes. Marianne, más humilde, ha gozado de más experiencia general que Héloïse, atrapada durante años en un convento, sin conocimiento de muchas cosas, mientras que Marianne ha podido ver mundo y proseguir con el negocio de su padre como artista. Marianne es independiente y se deja llevar por sus pasiones, algo que el vestuario indica muy apropiadamente mediante su vestido de color rojo. Por el contrario, Héloïse vive en la frialdad (vestido azul) que distingue a una aristócrata cortés y a una hermana del convento, que acata órdenes y pocas veces puede mostrar su opinión pública. Esa opresión en la que vive se mantiene, curiosamente, en un espacio idílico que invita a la libertad mediante dos elementos que agitan: el aire (viento) y el agua (el mar). Un gran momento simbólico es cuando la muchacha se lanza corriendo hacia el borde del acantilado e indica que llevaba tiempo queriendo correr. También quiere nadar, pero durante mucho tiempo permanece varada en tierra, donde le han enseñado siempre a estar, en un elemento inmóvil. La escasez de movimiento, de emociones reales, es lo que la va consumiendo por dentro hasta que se enciende, y es que Héloïse es puro fuego interior (no por otra cosa la película se llama como se llama). Y su Marianne tan auténtica extrae esa llama. Ambas son el complemento perfecto y es algo que el espectador no solo percibe, sino que además ve gracias a esas ropas. Mediante el espacio (tanto el natural como el caserío: los colores, los metros cuadrados, los elementos de los que se componen, etc.), la evolución en los colores de los trajes (se podría comentar mucho sobre esto y me alegra que otros lo hayan hecho), la trama de la criada, el progreso de los bocetos y la tronante "Tormenta" de Vivaldi, Céline configura esta historia de amor como una encrucijada y una apología a la libertad no solo de pensamiento, sino también de acción. Aunque no olvida el diálogo, lo mejor, lo más revelador, no se encuentra en las palabras. Y por eso el resultado es muy, muy honesto y una obra de arte, como tiene que ser en este caso, porque el arte..., ¡tachán!, cuenta la verdad. Y en este caso además inmortaliza lo vivido, y es que, como narra el filme, no todo es efímero; algunos sentimientos son profundos y perduran en una obra. En resumen: un canto a la esencia del amor y la libertad desde un prisma totalmente femenino que realiza una introspección sobre las costumbres y el pensamiento de la época excluyendo la participación del hombre (no es que esto último mejore el filme. Tan solo lo añado como curiosidad, porque no se ven hombres más que al principio y el final, y hasta eso es significativo porque la directora crea una burbuja en el nudo de la trama, en ese espacio donde Marianne y Héloïse pueden ser ellas mismas, aunque vivan rodeadas por lo que impera en su sociedad). La fotografía es muy característica y el ritmo, muy contemplativo, pero no aburrido, porque es la mirada que va en busca de los secretos más recónditos todo el rato. ¿Dónde se firma para pedir más historias de amor así, que con poco te transmiten mucho y además te producen ASMR? La paz que siento con la realización de esta película contrasta con la tormenta, el huracán, que viven estas dos jóvenes francesas bajo su piel. Bravo. Bravas. Ficha técnica Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu) 2019, Francia Drama, romance Directora y guionista: Céline Sciamma Reparto: Noémie Merlant, Adèle Haenel, Luàna Bajrami y Valeria Golino Disponible en: Filmin Puntuación: 10/10
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Agosto 2023
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