Post de Naiara Salinas En un tiempo en el que todas las decisiones de las miles de academias del mundo se ponen en tela de juicio, desde aquí he creído que era necesario revalorizar el alcance y la magnitud de estas. Desde hace un tiempo llevo pensando en esta idea, en cómo el siglo XXI está suponiendo un avance en muchos sentidos y un retroceso en otros, en cómo las decisiones que a veces se toman parecen venir motivadas más por la corrección política que por el deseo auténtico de un cambio. No es solo el tema de las nominaciones que se toman en la Academia de Hollywood (principalmente) el que me interesa; hay muchas cuestiones sobre las que reflexionar y, por consiguiente, debatir, que es para lo que surge esta nueva sección. Como blogueras dedicadas a la ficción que somos, considero que es nuestra labor no solo procurar mantenernos al tanto de lo que sucede en nuestra y otras culturas (lo que viene siendo la parte informativa), o criticar, reseñar y contribuir a la expansión del arte en todas sus formas, o incluso disfrutarlo. Hay veces en las que no podemos obviar los cambios que sufre nuestra sociedad, nuestra forma de pensar y de crear. En All Screens nos iniciamos tratando de darle sentido a esto de mil formas, mediante varios especiales y análisis, casi siempre con un tono divertido y ameno. Pero aquí vamos a querer ponernos un poco más serias, vamos a mojarnos y hablar de lo que realmente opinamos y de cómo vemos el arte y lo que acontece a su alrededor. Y por eso mismo inauguramos esta sección en doble vertiente: los blogdebates por un lado, como este, y los bloganálisis. Por el momento, tendréis uno cada mes, y no tienen por qué presentarse siempre en formato escrito. Queremos reflexionar sobre determinados temas, algunos más polémicos que otros, pero también queremos diseccionar algunas de las mejores obras que nos han acompañado en nuestra cinefilia y seriefilia. Queremos restaurar nuestro valor por lo magnífico y lo desagradable, lo real y lo fantástico, lo duradero y lo efímero. Dado que febrero es el mes de los premios y este finde continuamos la temporada con los BAFTA, lo he creído el más oportuno para presentar el debate que os traigo a continuación. Un problema de preferencias Siempre que hablamos de premios surgen las mismas premisas, las mismas críticas: siempre nominan el cine que nadie ve, son muy puritanos, muy predecibles, dejan de lado a grandes estrellas que valen más que las que están ahí, no hay presencia apenas de negros/mujeres/cualquier otro colectivo que se siente minoría... ¿Para cuándo un blockbuster entre las mejores películas? ¿Por qué la Academia la toma con el género de superhéroes, el fantástico y la ciencia ficción? ¿Por qué siempre hay dramones y muy poca comedia o comedia musical? Es decir, hay y no hay avance. Di un año que apenas hay presencia de afroamericanos entre los nominados y al año siguiente los tendrás en casi todas las categorías. Di un año que La La Land fue injustamente tratada y que las pelis como esa (diferentes) merecen más reconocimiento y al año siguiente una película de género fantástico con una escena de baile a lo cine clásico como La forma del agua ganará el Oscar a Mejor Película. ¿Condiciona tanto la opinión del público? Lo más probable, a la vista de los resultados, es que sí, pero no es solo el público de a pie el que se fija en estos temas. Donde más pone el ojo Hollywood siempre ha sido, es y será... el propio Hollywood. Los movimientos de los grupos maltratados (como el de Time's Up) han cobrado especial relevancia en los últimos años exigiendo un cambio necesario en la industria ante los casos de abuso de enormes productoras/es y directores. La gente pedía: más gente de color, más mujeres, más diversidad, más apoyo al colectivo LGBTI, y aun cuando el aumento de historias con esos elementos ha sido considerable entre 2018 y 2019, lo cual es de aplaudir, su presencia en los premios sigue siendo un tanto cuestionada, y no ya por el hecho de estar, que es el avance que esperábamos todos, sino porque... ¿realmente valen tanto esas películas como para tener presencia ahí? ¿No hay otras mejores que tengan lo mismo? Una mirada a los nominados de este año en los Oscar basta para salir de dudas: por ejemplo, nadie duda del valor de Black Panther para el pueblo africano y para el propio cine. Por fin una película de superhéroes obtiene reconocimiento en la categoría más importante, aparte de tener un mensaje que apoya la solidaridad y unión de los pueblos en tiempos difíciles y la necesidad de luchar por un mundo mejor y compartir los recursos con aquellos que más lo necesitan. En Black Panther la crítica es muy clara situándose en una paradoja: un país ficticio llamado Wakanda ubicado en un continente subdesarrollado está increíblemente más avanzado que los países desarrollados. Por una vez es el pobre quien tiene los recursos que al mundo del mañana le hacen falta para luchar contra esas fuerzas de otro universo que no entiende, y, como bien han hecho los de fuera con él, privan de esos recursos a los demás, hasta que un acontecimiento crucial les hace cambiar de opinión. Es la clase de mensaje que la Academia, como exponente de grandes referentes del cine, quiere para su colección; después de todo, es lo que muchos están deseando ver que se cumpla. Pero los que aman el género, los fans de los cómics y los conocedores del cine de acción, no consideran que la película sea la mejor de todas las que tiene disponible Marvel. Cualquiera pensaría que por críticas, por elaboración y por todo, Vengadores: Infinity War hubiese sido una apuesta mucho más acertada. ¿Pero qué es Infinity War para la Academia? ¿Qué mensaje transmite que tanto le pueda interesar? A priori, ninguno, más que la bonita construcción de una historia culminante a lo largo de diez años. Pero con respecto a eso ya nominaron a Boyhood, ¿no? Y de ahí la crítica que se oye día sí y día también: los académicos solo están interesados en lo políticamente correcto. No hay auténtico deseo de cambiar su razonamiento; tan solo el de servir a un público hollywoodiense muy exigente con los cambios y que poco se calla. Dicho así, parece más una decisión tomada para prevenir futuros levantamientos que con fines puramente inclusivos. La importancia del reconocimiento Ahora bien, tampoco podría una institución cultural tan importante olvidar algo tan elemental del séptimo arte como es la realización, todos los procesos por los que pasa una película una vez concebido su guion. Podemos acusar a las academias de favoritismo en cuanto a historias y géneros, pero a la hora de la verdad el avance forma parte también de la historia de Hollywood y cada vez se premian más los aspectos técnicos, así como una calidad interpretativa y un mimo en la transformación de los actores indiscutibles. ¿Y dónde se aprecian mejor estos aspectos? Paradójicamente (Hollywood ama las paradojas, como podéis ver), el género menos reconocido en las categorías principales es el que más nominaciones tiende a obtener cuando se habla de efectos especiales, diseño de producción, etc. Si además de eso cuentas una historia con mensaje profundo y rompedor que conecta con el público, asciendes puestos, y si encima cuentas con un reparto de lujo cuyo trabajo es más que obvio, estás en lo alto del podio. Gracias a esos rasgos hemos podido ver no solo a Black Panther, sino también a El caballero oscuro, Interestellar, La forma del agua y otras varias entre las mejores películas y los mejores actores. Si eres artista, no puedes no ser sensible al modo en que se construye un filme, bien sea por su banda sonora, sus efectos, su silencio, su fotografía, su ambientación o su interpretación, todas las características que nos influyen emocionalmente y logran que una historia adaptada a la gran pantalla ejerza su efecto... o no. Y eso, compañeros, también está empezando a ocurrir en el clásico drama (en concreto, el histórico). Es decir, sí hay reconocimiento. ¿O acaso alguien estaría dispuesto a negar que La favorita intenta romper un poco los moldes con un tono ácido en una trama histórica y un enfoque de cámara diferente al habitual con esas lentes de ojo de pez y esa creación de planos costumbristas con un simple giro de cámara? ¿O que Bohemian Rhapsody no solo se ha currado el aspecto físico e interpretativo del reparto, sino también un montaje de sonido muy mixto que el espectador de a pie apenas advierte porque está sumergido en el número? ¿Alguien recuerda la nominación de Los miserables en 2012 simplemente por el hecho de abrazar el realismo haciendo que sus actores interpretaran en vivo y en directo las canciones y no mediante playback, como era la costumbre en los musicales hasta entonces? Los "tecnicismos", por llamarlos de alguna forma, no están solo en las categorías técnicas, aunque quieran hacernos pensar lo contrario. Hay una apuesta por elementos cruciales en la evolución del cine, a la par que un sentimiento de nostalgia equiparable al de la moda (vamos, que si haces una película bonita sobre el propio cine o la forma en la que se hacían antes las cosas, casi seguro te ganas una nominación). Pero más allá de que una película guste o no, de que sea rompedora o tradicional, de que abarque a todo un colectivo espectador o solo a unos pocos, todos ponemos la mira en los premios por algo que va más allá, aunque sigue teniendo que ver con el reconocimiento. Como industria, el cine espera crear un negocio y, como arte, crear un culto. De alguna manera, todas las películas que son reconocidas con premios o nominaciones entran a formar parte de ese culto porque nadie puede evitar entonces hablar de ellas. Y en cuanto a la taquilla, las nominaciones venden, porque todo cinéfilo está deseando saber qué ha visto la Academia en semejante historia, y seguramente muchos salgan de la sala preguntándoselo todavía, ya que, como he indicado al principio, Hollywood mira por y para Hollywood en este sentido. No olvidemos de dónde vienen los académicos. ¿Y en cuanto a nosotros, el público? Cuestión de gustos. Sin embargo, sí que es cierto que los premios ejercen influencia sobre nuestra concepción del arte, y no es porque tengamos menos criterio el que decidimos valorar un largo o cortometraje positivamente como ha hecho la Academia, sino por el acceso a la información, el conocimiento. Los premios son un reclamo publicitario para historias que, estrenadas en otro momento, en otras circunstancias, pudieran no haber llamado la atención. Claro, uno se detiene a pensarlo y se dice: "¿Cómo es posible? Sí, venga". A esa gente les concederé algo: todo depende de la época. Y para ello tenemos el reconocimiento de la propia Academia de Hollywood de que Crash, que ganó el Oscar a Mejor Película allá por el 2005 o 2006, hoy en día no se hubiera llevado nada, pues aunque el guion y el reparto son muy buenos, acabaría convirtiéndose en otra "historia del montón", pues no sería nada innovadora. Sin embargo, gracias a esa nominación y ese premio, todos podemos acceder a esa cinta y discutirla. Tal vez, sin ello, hubiera pasado desapercibida hasta que alguien la descubriera "accidentalmente" mirando en la filmografía de alguno de los actores que aparecen en ella. Hay muchas más historias como Crash que, no habiendo contado con reconocimiento, se han perdido en el olvido, casi, quedando reducidas a un pequeño tesoro oculto. Nota: para más discusión, este fantástico artículo de Fotogramas. Misión última: educar al pueblo El arte es inseparable de su tiempo histórico y esto es algo sobre lo que volveré en otros análisis y debates. Es muy consciente de que, mientras publica o estrena historias, la historia acontece también en el mundo real. Hasta tal punto se ha convertido en un reflejo de nuestra sociedad, que buena parte de su misión consiste en resumirla de la mejor forma posible, tomando pequeños resquicios de lo que le viene; de los movimientos culturales, sí, pero también de los levantamientos, de la crítica socio-política. El cine es consciente, más que nunca, de que los espectadores no acuden a él por el mero entretenimiento como en sus inicios, sino esperando encontrar ahí una voz que los respalde. En otras palabras, el propio Hollywood se ha convertido en un eslogan publicitario. Siendo consciente de la importancia que tienen sus películas, como mejor ha descubierto que puede orientar nuestro foco es mediante los premios. Así como gracias a los blockbusters consigue garantizarse un futuro económico, podría decirse que lo que premia en los Goya, los BAFTA, los Oscar, etc., es la calidad. Es decir, a priori, al buen académico no le importarían los géneros ni las críticas; se fijaría en nada más que el resultado. Así es como pretenderán justificar sus elecciones cuando el aluvión de fans se les eche encima, y no deja de haber algo de narcisismo en ese comportamiento, un egocentrismo que surge de esa idea de querer enseñar al mundo lo que es el buen arte. La Academia, así, es una maestra justiciera egocéntrica, un grupo elitista que en ocasiones se deja llevar y contempla por encima del hombro al espectador de a pie, como si este fuera un ciego incapaz de comprender el arte. Así ha sido siempre, por desgracia, aunque ahora lo percibimos más acusadamente porque, con semejante evolución, todos nos hemos vuelto más exigentes en cuanto a la clase de historias que reconocemos. La cosa es que en este siglo todo queda mucho más igualado que nunca, al haberse roto los estratos sociales. Con una buena educación, cualquiera puede sentarse y juzgar o crear una obra, así que en el fondo, todo es un compendio de visiones generales favorables entorno a cierto tipo de largometrajes sobre otros. Y es ahí donde los críticos juegan un papel CRUCIAL, más que los datos de taquilla (puesto que hemos establecido que estos se transforman tras una nominación). Si la Academia no puede ignorar el mundo en el que vive, la mejor forma que tiene de acceder a él es mediante las opiniones profesionales que le darán todo lo que desea para fijar su criterio propio: referencias, símiles, puntos clave, puntos en contra... Nótese que no hay una sola nominada que no haya recibido estrellitas por parte de las fuentes básicas de todo cinéfilo. Ese es el estrato social que verdaderamente importa, el camuflaje perfecto en una sociedad muy dispar en cuanto a gustos. Las series: un caso diferente Cuando en Hollywood un blockbuster se determina por la cantidad de presupuesto al tratarse de sagas potentes, con grandes efectos especiales, adaptaciones que todo el mundo espera..., con las series, sucede una cosa bien distinta. Si nos detenemos a contemplar el catálogo disponible, veremos que muchas de las historias en televisión son sencillas, ya que no cuentan con la misma manutención que el cine. Pero gracias a los avances tecnológicos, la calidad de imagen y de efectos es cada vez mayor incluso contando con menos presupuesto. Un momento, ¿realmente es eso cierto, lo del presupuesto? ¿Dónde está la línea económica que separaba ambos formatos? Exacto, cada es más difusa. Si la industria audiovisual ha empezado a invertir en series, no se trata solo de haber encontrado una nueva fuente de éxito comercial, sino también a la prueba, gracias a adaptaciones como Juego de Tronos, Big Little Lies y The Handmaid's Tale, de que la calidad que tanto aman los académicos es primordial en estas historias (y con calidad no me refiero a la de imagen, sino de desarrollo completo, desde el guion hasta la postproducción). Y, al mismo tiempo, el público las ama. ¿Qué puede haber más perfecto de cara a los premios? Sigue habiendo una división clara entre blockbusters y seriecillas, y la Academia continúa ejerciendo el papel de educadora atribuyéndose el popurrí de nominadas/os, pero esta vez, acontece que las nominadas principales casi siempre son blockbusters, series de las que nadie en su sano juicio cuestiona su potencial, calidad de interés. De nuevo retomo la idea de que las adaptaciones son el principal reclamo del espectador, y estas parecen haber encontrado su hueco en la televisión mucho más que en el cine, donde tienden a recibir peores críticas (depende). Tal vez por ello la Academia busca más entre el cine independiente, entre historias originales donde los cineastas a menudo son más creativos. Aquí soy más especulativa que directa, por lo que os animo, lectores, a rebatirme o confirmarme la percepción que tengo de que las nominaciones en los premios televisivos como los Emmys son más aceptadas por el público general que las de los cinematográficos. Podría ser porque el cine abarca mucho más contenido y la división está más clara, pero, como apuntaba al comienzo de este epígrafe, las series cada vez son más peliculeras en todo. Conclusión
Así pues, ¿cómo podría concluir esta primera reflexión? No me cabe duda de que en la actualidad hay cierto feedback entre lo que los académicos quieren reconocer y lo que el público quiere ver (de nuevo: más variedad de géneros, más presencia de colectivos maltratados en la historia, más actualización al siglo XXI, en definitiva). El problema es la pretensión de la Academia de seguir mirando por encima del hombro, a veces jugando al despiste con el espectador. Claramente, lo de nominar blockbusters del siglo XXI (lo digo porque los clásicos nominados del XX, cuando surgieron los premios, podrían haberse considerado perfectamente blockbusters por los críticos de hoy) es algo nuevo para ella y se nota en la práctica. Existe el rumor, por ejemplo, de que las cintas de animación las eligen en virtud de lo que a sus hijos les gusta (no creo que sea del todo verdad. Los aspectos técnicos y el tipo de historia, así como un favoritismo hacia Disney, también están presentes, ¿me equivoco?). De todas formas, de ser verdad, sería tarea de esos académicos empezar a abrir su mente y explorar otras posibilidades, aprender a ver cine de acción con la intención de profundizar un poco y no quedarse en lo superficial, o de ir valorando otros géneros como la comedia, ya que... ¿no intentan siempre hacerse los graciosos en las ceremonias? Estaría bien que eso se reflejara igualmente en las nominaciones (o puede que ya lo hayan hecho implícitamente a través de su criterio a la hora de nominar, hum). Y empezar a nominar dramas y cine fantástico en categorías más allá que sus habituales (es decir, más fantasía en interpretaciones y bandas sonoras, por ejemplo, y más dramas en aspectos técnicos. La verdad es que esto va sobre todo por la fantasía, porque, por regla general, quien acaba en las categorías principales empieza un proceso de conquista hacia el resto). Aun así, en el fondo le debemos un agradecimiento por descubrirnos grandes historias o un cine independiente para un público muy selectivo. Su papel en la historia acaba siendo VITAL, y prueba de ello es que todavía seguimos hablando de los premios, de los que ganaron y de los que perdieron. Olvidarse del cine de autor es tan delito como obviar o ignorar al que genera pasta; ambos contribuyen a la meca, ambos son fuente de inspiración para futuros creadores y nuestra cultura estaría incompleta sin los unos y los otros (y eso, en España, lo notamos mucho, dado que buena parte del cine nominado en los Goya es independiente). Lo único que falta es más atrevimiento, salir de la zona de confort, algo que ya se empieza a percibir... pero a lo que todavía le queda mucho recorrido.
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Agosto 2023
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