Post de Naiara Salinas Es momento de dar cierre al Día Mundial del Teatro que, por una vez, no solo celebramos en la sección correspondiente. Hace un mes anuncié que empezaría una nueva tradición que consiste básicamente en ponerme al día con películas "viejas" dedicando un maratón temático cada mes. Escogí largometrajes basados en obras de Shakespeare para marzo pensando explícitamente en este día y me complace anunciar que, obviando clásicos que ya tenía en la memoria como Shakespeare in love y El sueño de una noche de verano, lo he conseguido. Por lo que aquí os presento tres nuevos en juego comparativo: Ophelia (2019), Macbeth (2015) y La tempestad (2010). Consideraciones generales Shakespeare siempre me ha parecido un dramaturgo con muchos matices que en esencia es capaz de capturar una fantasía y utilizarla para dotar a su obra de un toque legendario. Por eso en parte sigue siendo de los autores más representados y leídos, porque todas sus historias nos suenan en el cerebro como leyendas, cuentos, un compendio de dramas y comedias que versa sobre los corazones de los hombres y el interior recóndito de su alma. Me pongo lírica adrede, porque todo lo que envuelve a Shakespeare es de una intensidad próxima al teatro griego, sobre todo en los dramas. Importante quedarse con ese adjetivo: Shakespeare en drama = intensito. Algo que, curiosamente, todos los directores de sus adaptaciones han respetado, consciente o inconscientemente, como veremos a continuación. TRAMA Ophelia El 21 de abril de 2008, la escritora de ciencia ficción estadounidense Ursula K. Le Guin publicó Lavinia, una novela que tomaba toda La Eneida desde el punto de vista de la mujer del héroe e introducía una apuesta metaliteraria haciendo que la protagonista fuese consciente de su condición de personaje y hasta conversase con su creador, Virgilio. Pues bien, Ophelia viene a ser la Lavinia de Hamlet. La historia no cambia, pero el punto de vista confiere pasajes nuevos y la loca e incomprendida hija de Polonio tiene su oportunidad de contar su verdad, lo cual narrativamente genera un cambio llamativo. Y es que el interés amoroso del príncipe de Dinamarca ya no es una secundaria, ni su trama un daño colateral de la locura de este: participa activamente y se convierte en la heroína que hizo un sacrificio. Conocemos a la joven desde su infancia, cuando se convierte en doncella de la reina y empieza a intimar con Hamlet. La focalización tan exclusiva causa que se obvien pasajes que afectan al hombre en su soledad, como las apariciones de fantasmas y el famoso "ser o no ser". Y luego está cierto cliffhanger que acaba por confirmarla como entrega atrevida comparada con las otras. Macbeth Entre Macbeth y Ophelia hay un aspecto en común básico: la conspiración, la trifulca y la apoteosis tan... cruda. Sin entrar en muchos más detalles, la película abre con una batalla en la que el ejército noruego invasor es derrotado por el de Macbeth. Posteriormente, al guerrero se le aparecen unas brujas en medio del valle que le profetizan mucho poder, lo cual da cuerda a la ambición del hombre hasta que lo embarga, lo enloquece, de tal forma que, con el apoyo de su esposa, cuando el rey Duncan descansa en sus tierras como un invitado, le da muerte y a continuación inicia su ascenso hasta el trono. Como buena historia de conspiraciones monárquicas, no faltan los aliados que se convierten en enemigos y los enemigos que son aún más enemigos, con lo cual todos están en contra de todos y hasta el que menos esperas puede acabar convirtiéndose en un rival. Con esa idea surge la paranoia y el guión se centra en explorar cómo funciona y qué provoca. La locura es otro de los temas más abordados en la bibliografía de Shakespeare, pero la visión que daba el escritor no era la misma que en Hamlet, como tampoco lo es ahora, y es que hay una diferencia entre la locura que produce el dolor y la sed de venganza frente a la ambición; ambas pueden conducirte a actos extremos, pero la ambición es capaz de romper antes con los principios morales, pues el camino es mucho más directo, mientras que el dolor es como un primer escalón. La caída de Macbeth, así, es más rápida, porque esa es otra: Shakespeare nos demuestra que el no disponer de control sobre nuestra mente nos lleva a la fatalidad. La tempestad Una historia más amable que las dos anteriores y más impregnada de fantasía, en la que un barco donde viajan el rey de Nápoles, su heredero Ferdinand, el duque de Milán y varios aliados y criados encalla en una isla a raíz de una tormenta provocada por Próspera, una hechicera que lleva años exiliada y ve la oportunidad de vengarse y castigar al culpable, su hermano Antonio, el duque, para lo que emplea a un fantasma esclavo de nombre Ariel, que volverá locos a los náufragos con sus jugarretas. Sin embargo, sus planes se trastocan cuando su hija, Miranda, se enamora del príncipe. El argumento no tiene mucho más y, sin embargo, esta adaptación es incluso la más personal y estilosa del trío, por cosas que comentaré en cuanto al estilo. PERSONAJES Ophelia Si hay algo que me sorprende de esta adaptación es... lo cuerdos que parecen todos. Son personajes con una aproximación interpretativa más comedida de la que cabría esperar con la que se lía en el papel, en la que cada cual expone sus motivos para actuar como actúan y, si acaso, los acontecimientos son más fruto de "pequeños accidentes" que de arrebatos completos. Tampoco pretendo insinuar que la obra es "¡Ay de mí!" todo el rato, pero cuando la lees la oscuridad de los pensamientos parece nublar las acciones y, en el caso del guión, no es así del todo. No quiero decir que no haya emoción, que no haya intensidad, pero el enfoque femenino dota de racionalidad al conjunto. La protagonista es lo que cabría esperar de una heroína del siglo XXI: independiente, rebelde, lista, humana... Imperfecta, pero pura. Sufridora sobre todo, pero valiente y sensata. Desde el minuto cero está desmintiendo que su "ahogamiento" se debiera a que estaba tocada por la muerte de su padre y de la supuesta del amor de su vida (espero sinceramente que a estas alturas conozcáis todos la obra. No quiero spoilear el filme, pero el libreto es materia de estudio en colegios, eh). La interpretación de Ridley se llena de pequeños matices. Si hay algo que llama de esta actriz es su capacidad para abordar el sufrimiento mientras se escuda en su fortaleza, como ya veíamos en Star Wars. Del resto de miembros del reparto habría que aplaudir a George MacKay, cuyo Hamlet es más joven en espíritu que el de Kenneth Brannagh (el retrato de un adolescente con las hormonas muy alteradas y el legado de un padre muerto a sus espaldas que lo obligan a desarrollarse deprisa), y a Tom Felton, un Laertes más desarrollado gracias a su vínculo fraternal con Ophelia. Naomi Watts también se lo curra bastante y su presencia termina siendo crucial, algo muy extraño de ver en personajes secundarios. Pero es que su personaje envuelve toda la trama, le da inicio y la cierra, por lo que al final hay que aplaudirla, pues la reina también es muy compleja. Macbeth Pues... de estos voy a decir una cosa y la voy a decir en mayúsculas: INTENSITOS. Macbeth hay que verla con paciencia, con mucha paciencia. Porque es súper, súper oscura y los personajes son un eco de toda la atmósfera, de toda la trama y hasta de sus demonios internos. Preparaos para dos horas de absoluta seriedad y paranoia. Sin sonrisas, sin amor... La ambición lo nubla todo. Las relaciones son inestables y los pequeños y rascados momentos de alegría o alivio son titubeantes y apenas esbozos, aunque las decisiones son firmes. Ahora bien, como construcción lo valen y las interpretaciones de Michael Fassbender y Marion Cotillard son muy dignas. Te producen mal rollo auténtico y al mismo tiempo lástima. Porque en el fondo el Macbeth que retrata Fassbender es un prisionero de sí mismo y del destino profetizado. Es un retorno a los héroes griegos. Y, sí, esto es parte de lo que la convierte en la adaptación más clásica de todas. La tempestad Es la más versátil, porque juega con más posibilidades: los personajes provienen de distintos ámbitos y, al igual que en el libreto, el guión se cuida de desarrollarlos de forma individual, por lo que se podría decir que hay tres tramas: la de Próspera y el duque, la del romance entre Miranda y Ferdinand, que está preso de la locura generada por Ariel, y la de Calibán, Stefano y Trínculo, que son el monstruo de la isla, el mayordomo y el bufón. El fantasma es el encargado de conectar todas las tramas, ya que afecta a todos. Si atendemos a los perfiles clásicos que sabemos que le gustan a Shakespeare y consideramos que esta película es un calco del libreto y tan solo transgrede en meras formalidades, podríamos adivinar enseguida el carácter de cada trama y veríamos que a los criados les toca el papel cómico, a los enamorados el idealista y a los líderes el dramático y el de suspense. Siendo el tipo de película que es, no está muy hecha para brillar interpretativamente, pero eso no quita que los roles de los actores sean de lo más correctos. Es más, sus nombres son lo que más puede atraer a la hora de decantarse por verla o no, porque no en todas partes se juntan Helen Mirren, Alfred Molina, Felicity Jones, Ben Whishaw, Reeve Carney (el Dorian Gray de Penny Dreadful), Djimon Honsou y Russel Brand, la mayoría de ellos actores que despuntan sobre todo ahora (los jóvenes, al menos). ESTILO Ophelia Aquí es donde verdaderamente se concentra el meollo en todas las adaptaciones, el último rasgo que animará o no a verlas. En el caso de Ophelia, posee las propiedades de un blockbuster: es atractiva, decente, llama la atención sobre todo por la premisa y la actualización de la historia, el apostar por los rostros juveniles del momento... No necesita mucho más para encandilar, pero aun así, la dirección toma decisiones que arriesgan sin romper enteramente con la fuente, lo cual aumenta el interés. Tiene planos que son una pasada y la fotografía es el aspecto técnico más impresionante, característica que comparte con Macbeth, y es que los claroscuros son una constante, la naturaleza tiene mucho peso y abunda el lado cromático del verde, el azul y el amarillo, y la banda sonora amplifica la tensión. Otra cosa que tiene la dirección es que es femenina (aplausos, bieeeen. Claire McCarthy, una anónima en nuestras tierras con experiencia en biopics y romances o relaciones humanas), por lo que al final todo el largometraje se supedita a esa visión y ello quizá explique mucho de lo que ya he mencionado. De la protagonista, por ejemplo, llama mucho la elección del vestuario y la peluquería: pelirroja en plena Edad Media. La brujería, la magia, es otro recurso de Shakespeare; en este caso parece un rasgo premeditado para restarle credibilidad y hacerla parecer, a ojos de sus enemigos, una bruja, una mala pécora, la reina del infierno que solo quiere malmeter y sacar provecho, por lo que hay que acabar con ella, enviarla a la hoguera como se envía a las hijas de Satán. O, también, una loca, una endemoniada, una pobre víctima que solo necesita un poco de exorcismo. La película adopta ambas interpretaciones. Pero de todas formas, es el color de su vestido el último en definir al personaje: siempre azul, siempre frío, creativo, puro. Porque Ophelia es buena, porque es racional, porque fluye como el agua y es vida. La conexión de Ophelia con el agua es muy importante. Macbeth De esta merece la pena adentrarse en el tono y el ritmo. Porque cuando digo que es muy intensa también se debe a esto. Si en Ophelia la fotografía quiere reflejar la oscuridad de los personajes, la fatalidad de sus acciones, la naturaleza de cada uno y la locura, el tenebrismo fantasmal... todo eso se acentúa en Macbeth, mediante un paisaje eternamente nublado, gris, triste, el norte escocés en estado puro. Ese tenebrismo es lo que marca el tono de todo el filme y llena de pesadumbre a los personajes. La película quiere que sientas desazón, que lo veas todo negro, razón por la que la diferencia entre día y noche es poco nítida. No vale la luz entre tanta oscuridad pecaminosa. Y en cuanto al ritmo... no llega a ser sosa la cosa, pero es muy lento, un ritmo creado para recrearse en las emociones y el ambiente. Te produce letargo porque, aunque los hechos van aconteciendo en una secuencia normal, como una concatenación (esto lleva a eso y eso a lo otro...), lo que importa siempre es el reflejo de la mente, y la ambición te impulsa, sí, pero también te agota. Macbeth lucha todo el rato con sus demonios internos y a él le siguen los demás. Se reflexiona y se ejecuta. Por eso repito que hay que verla con mucha paciencia. Es una cinta muy suya, muy indie. Pero de nuevo la fotografía es espectacular. La tempestad Algo que me gustó de esta es que, a pesar de ser de esta década (es más, del principio principal) su forma de proceder recuerda mucho a las cintas de fantasía de los años 80-90, por cuanto el vestuario es muy moderno (hay veces en que los actores parece que estén vistiendo ropas de estrellas del rock) y hasta la música se adapta a esa circunstancia: hay pop, rock... No es un musical, pero es un poco como Dentro del laberinto, aquella mítica película protagonizada por Jennifer Connelly y David Bowie. Ese punto a favor. En contra: pues que... también se parece mucho a esas películas en que igual los efectos especiales no están a la altura en estos tiempos. Hay gente que puede crucificar el largometraje por eso (pero tened en cuenta que probablemente el presupuesto tampoco fuese mucho, no sé, habría que preguntar a Helen Mirren cuánto le ofrecieron) y gente que lo mismo se lo toma como un: "Anda. Así que este es el año en el que empezó la moda retro". Para gustos los colores. Y hablando de eso, la paleta presenta distinciones significativas, como el uso del blanco para representar la pureza de Miranda, mientras que Ferdinand va de negro. Son colores que se complementan, el yin y el yan, que anticipa su unión consagrada pero cuyo contraste, cuando afecta a un mismo personaje, aborda una personalidad dual, como sucede al final con Ariel, blanco por lo general, cuando quiere ser un "fantasma cuervo demonio". En general, yo la calificaría como popera y destacaría como el elemento raruno el fantasma, dejando caer de paso que a Ben Whishaw le tengo mucho cariño, que lo admiro desde El perfume, que en El retorno de Mary Poppins me demostró el arte de sus cuerdas vocales y, sobre todo, que es un actorazo (otro brit más para la lista). Pero en esta película su presencia a veces da risa. No por lo que hace el personaje, sino porque los efectos que le acompañan te chocan. Es un fantasma humanoide y desnudo pero sin pilila, es un torbellino, es Flash Gordon... En su defensa diré que a él le debemos el 80% del toque vintage del largometraje. Y que se luce mucho en el último acto, la verdad. En resumen
Al final cada película puede destacar por algo. De estos tres rasgos que he mencionado para mí el fuerte de Ophelia es la trama; el de Macbeth, la interpretación y el paisaje y el de La tempestad, el estilo (además de potente, en este último caso es hasta determinante, porque si rechazas de primeras el estilo porque difiere de lo que esperas de esta década, entonces en consecuencia rechazas todo lo demás y se te queda en una experiencia audiovisual anecdótica, una de esas historias "de pasada" que acabarás olvidando con el tiempo). Con lo que me quedo de este maratón es cómo el cine en la actualidad se acerca a la literatura clásica de una forma cada vez más abstracta y sutil, de cómo a su vez quiere reinventar el género aprovechando un material muy conocido para darle más personalidad haciéndolo suyo, tomando puntos de vista diferentes y recreándose en las técnicas, y cómo la influencia de los subgéneros sigue estando y determina esa cinematografía. Es como un círculo vicioso: los elementos se retroalimentan, se producen entre sí. Podemos decir que Macbeth es una tragedia por el tono que adopta o que precisamente el tono es ese porque es una tragedia. De hacerse más remakes o reboots de estas u otras obras en el futuro, a mí me encantaría que apostasen por más modernismo en lugar de clasicismo. Sip, habéis acertado, Ophelia es mi favorita, aunque solo sea porque es el híbrido perfecto entre estos dos estilos y porque técnicamente es una belleza y las interpretaciones están muy bien. Es una cinta que me ha conquistado en todo y es la que más he disfrutado esta semana. Otra cosa que me han demostrado es lo bien que queda el teatro en la gran pantalla y lo aparentemente sencillo que es adaptar un libreto mucho más que una novela, ya que el guión ya está prácticamente escrito y solo es cuestión de jugar con el enfoque, el nuevo formato y los efectos. ¿Y a vosotros qué adaptaciones shakesperianas os gustan?
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Agosto 2023
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