Post de Naiara Salinas No hay muchos directores que conozca que se hayan especializado en drama musical (de hecho, no es un subgénero del que oiga hablar un montón, comparado con los musicales como tal), pero, de quedarme con un nombre, sin lugar a dudas ese sería John Carney (que, por cierto, también es uno de los que más ha pasado por las recomendaciones de este blog). Después de unir a una pareja en Once, mostrar el (re)inicio de la carrera de una cantautora y un productor musical en Begin Again y recorrer distintas décadas musicales a través de una banda de adolescentes en Sing Street, el cineasta y guionista irlandés nos sorprende con una mudanza a Apple TV+ para unir a una madre y su hijo por medio de la creatividad en Flora and Son, que se estrena mañana, viernes 29. La música como el reformatorio más sano La película presenta a una madre soltera, Flora, que apenas sabe compaginar su vida fiestera con la crianza de su hijo adolescente, Max, quien es obligado a buscarse un hobbie para aprovechar su tiempo libre y alejarse de la delincuencia. Si bien al principio la madre no quiere que tenga ninguna relación con la música por culpa de su padre, bajista de un grupo, al final ella misma encuentra para sí un profesor de guitarra acústica a distancia, el estadounidense Jack, quien no solo le ayudará a descubrir su talento, sino que además le abrirá la mente a un mundo emocional más rico. John Carney, que siempre tiene cosas muy positivas que señalar sobre la música y el papel que juega en los vínculos humanos, se abre ante los escépticos con esta familia de clase baja sin a priori ninguna ambición artística que termina demostrándose a sí misma y a los demás de lo que son capaces con poco. Gracias a este descubrimiento sinfónico, madre e hijo no solo experimentan un desarrollo interior, sino interpersonal, llegando a comprenderse mutuamente, a respaldarse e incluso a respetarse, pues, a pesar de sus diferencias y (en ocasiones) pereza, Flora nunca ha dejado de responsabilizarse del chico. Ahora bien, así expresado tampoco parece que diste mucho de las producciones anteriores del hombre, ¿no? ¿Por qué Flora and Son da un paso más, aparte de por centrarse en la familia, que también es un elemento importante en Sing Street y Begin Again? Hasta ahora, la aproximación de Carney a la música, sin dejar la psicología en ningún momento, había sido muy lúdica, experimental, gente pasando un buen rato creando y uniéndose para cumplir un sueño. En este largometraje diría que por fin se muestra el lado más educativo de esa creatividad, de qué forma una afición es capaz de reorientar el camino de la gente e invitarle a profundizar en su ser y conocerse, así como conocer su relación con los demás no aplicando más que la empatía. Esa faceta es explorada a través del personaje del profesor, que al mismo tiempo es un alumno de su circuito, siempre tratando de mejorar. La relación que construye con Flora no solo le abre la mente a ella, sino que le inspira a él, lo que muestra el modelo de enseñanza ideal, donde el aprendizaje es recíproco (puedo garantizarlo, ya que acabo de empezar a formarme para enseñar también). Entre dos países
John Carney nunca falla en presentar caras nuevas al mismo tiempo que cuenta con importantes estrellas. Tras viajar a América del Norte por primera vez en Begin Again, esta vez se queda entre ambas naciones con un elenco de lujo: en la piel de Flora, Eve Hewson, la hija de Bono (el cantante de U2) que seguramente ya había empezado a mostrar cualidades musicales bastante antes de este filme como digno retoño de su padre, y Joseph Gordon-Levitt que, aunque es más conocido como actor, no ha desaprovechado la ocasión de tocar en público cuando se le ha presentado. Aparte de ellos, repite con él tras Sing Street Jack Reynor y se presenta el joven Orén Kinlan. Eve y Orén se llevan todos los aplausos y justifican el foco central de la película sin apenas esfuerzo. Componen un dúo muy divertido y dinámico que evoluciona al compañerismo desde la jerarquía materno filial. Varios aspectos de su dinámica pueden sorprender, empezando por el nivel de apoyo. Por otro lado, Carney es un experto del rodaje natural, sencillo, sin artificios y a veces con la impresión de hasta ser improvisado, pero aquí obra magia para difuminar la distancia entre Jack y Flora, lo que vuelve su relación un ensueño durante estos breves momentos donde están tan unidos por la música y lo que esta les enseña que es como si interactuaran en la misma habitación. Nuevamente el director recurre a los géneros musicales más aptos para desarrollar este guion, incluyendo por primera vez el rap y el hip hop, mientras que la parte sentimental se refleja con el country. Conclusión Esta es una película que voy a recomendar mucho para educación no reglada y tutorías en los centros educativos. Su banda sonora es increíble, como siempre muy creativa y con la mejor producción musical detrás, y la química que desprenden todos los actores dentro de su contraste entre el desparpajo y la serenidad, brinda un relato ligero, sincero, gracioso y que desde la humildad te llega al alma y al corazón. No le puedo dar otra nota que no sea un 10. Lo mejor: el talento del reparto, la música y el nuevo trasfondo temático Lo peor: un diez es un diez, chatos.
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Post de Teresa Antón ¡Hola, hola! Hoy vengo a hablaros de Rojo, blanco y sangre azul la nueva película de Amazon Prime que se estrena mañana en la plataforma. La historia comienza con una boda en la que Alex, el guapo y carismático hijo de la actual presidenta de los EE.UU., y Henry, tienen un reencuentro que acabará en un desastre internacional por lo que tendrán que fingir una amistad para solucionarlo. Para aquellos que vimos las películas de Una hija diferente (Katie Holmes) y Un sueño para ella (Amanda Bynes) donde las historias de amor estaban marcadas por las dificultades de ser hijas de mandatarios, esta trama tiene buenos momentos esperados gracias al secretismo. Además, si te gustan las historias de amor, la proximidad forzada, los enemigos a amantes y un buen ‘él se enamora primero, pero él lo hace más fuertemente’, esta película va a ser para ti porque te dará todo eso y más. En su conjunto, la película creo que lleva un muy buen ritmo, con la trama avanzando sin descanso en una estructura que aunque es típica, funciona perfectamente. La evolución de la pareja está muy bien llevada y alterna con momentos de hubo, que aunque no la convierten en una romcom, te hacen pasarlo bien. Pero, preparaos para el momento clímax porque un final feliz se disfruta mejor cuando ha habido drama antes. En una trama secundaria tenemos la campaña electoral, con Uma Thurman siendo presidenta, y ahí me parece que sí que falla. Soy consciente de que han recortado bastante de esta trama del libro, pero tal vez se han pasado con las tijeras porque hay ciertas cosas que quedan sin explicar. Aunque también les concederé que para mí, en el libro en el que está basada la película, no llevaban excesivamente bien la parte política, pero yo habría agradecido algún cambio y corrección en el tema. Igualmente, para gustos los colores, aquí no llegan a darle nunca demasiado peso ya que quieren que te centres en Alex y Henry. Y hablemos de ellos. Alex es interpretado por Taylor Zakhar (Mi Primer Beso 2 y 3) y ofrece completamente la vibra que tratan de vendernos. En algunos momentos se me ha hecho un poco ingenuo y egoísta, pero las imperfecciones forman parte del realismo. Por otro lado, Henry está interpretado por Nicholas Galitzine (Cenicienta 2021) quien para mí borda el papel. Se convierte en mi personaje favorito al ser capaz de transmitirme perfectamente todas sus dudas y emociones, no me llamó mucho la atención en Cenicienta, pero aquí me ha hecho recordar su nombre. Por otro lado, los personajes secundarios son muy secundarios y, aunque me hayan gustado, tampoco puedo destacar demasiado de ellos ya que apenas tienen papel. Aún así mención especial a Sarah Shahi (Sexo y Vida) ya que resulta divertidísima como la Jefa de Gabinete.
Por último, quiero felicitar a la BSO porque me parece una selección musical muy adecuada para cada escena, que casa muy bien con los personajes y la ambientación. En conclusión, es una película romántica divertida, perfecta para pasar el rato y que hará a los corazoncitos de los espectadores sentirse abrazados. Post de Naiara Salinas Sé que llego unas semanas tarde, pero no logré rascar tiempo entre mis compromisos personales para cerrar mi exitoso maratón cinéfilo-crítico. Ha pasado mucho desde que vi la quinta entrega de la saga Indiana Jones y varias cosas han cambiado desde entonces (mi ránking original, sin ir más lejos. Lo sé, nada nuevo), pero no mi valoración general positiva, lo cual no era fácil sabiendo que Steven Spielberg cedía el manto y el cetro de su niño arqueólogo prodigio a James Mangold, catapultado por la nominada al Oscar Le Mans 66 y por cerrar magistralmente al mutante más hosco de X-Men. Y eso sin contar con el fiasco que resultó ser la cuarta entrega y que pudo desanimar a los fans menos acérrimos a continuar la franquicia. Tras abrir ese melón, parece un buen momento para reflexionar sobre la acogida general de Indiana Jones y el dial del destino, bastante en paralelo al decaimiento que atraviesa un personaje con la misma pasión por la historia pero agotado de tanta aventura y a las puertas de la jubilación. ¿Le ha sentado bien este último meneíto o el látigo le quedó demasiado largo? La saturación del héroe Nadie puede culpar los orígenes de una trilogía que no pretendía otra cosa que entretener y ser un reclamo para los sedientos de aventuras y mitos. Que Indiana Jones marcó a una generación y definió el género es algo que ni yo puedo negar y el camino hasta lo que es hoy fue enriqueciéndose a medida que el personaje maduraba y pasaba de ser otro Han Solo o James Bond de la arqueología a un adolescente intrépido, un hijo y un padre con principios más allá del cuidado patrimonial. La vida, a medida que envejecemos, deja de ser idílica: nuestros músculos se resienten, las penas son mayores y la ilusión tampoco es la misma. Mangold, experto en ilustrar esa decepción profunda, ese arrastre del alma, entronca al héroe con la realidad de su tiempo presente, su poca esperanza en el futuro y su nostalgia (mayor que nunca) por el pasado. Lo que fue (un grande lleno de pasión) es ahora apenas un eco destinado a desvanecerse. Este demonio interno que envuelve al protagonista en su última aventura puede no ser plato de buen gusto para sus seguidores, pero es justo, auténtico y lo desliza hacia el culmen de su desarrollo, la humanidad oculta bajo esa chaqueta de tipo duro y galanteador. Este Indiana es un sufridor porque pierde por el camino y, más en concreto, pierde la seguridad y la gallardía que tanto adorábamos (incluso idolatrábamos). Y lo cierto es que, por mucho que nos duela, ya nadie quiere ver a esos héroes modelo siempre tan fuertes, valientes, resistentes, atrevidos e ingeniosos. Nadie quiere ver héroes que, aun con la moral cuestionable, siempre parecen tener suerte. Incluso el calificativo «héroe» produce incomodidad según el contexto. No valen las mismas tramas superficiales, pero todos aplaudimos los tributos a ellas. Mangold sortea ese obstáculo como bien sabe, aun metiendo con calzador el relleno para cubrir las horas de metraje exigidas a los blockbusters actuales. Resalta la epicidad del personaje en un prólogo que se convierte en el mejor arranque de la saga a la par que el de La última cruzada. De pronto nos lanza un jarrón de agua fría con un salto temporal lleno de contrastes, pero el primer acto aun así aprueba por el simpático choque con los nuevos personajes. En el segundo acto comienzan a aparecer las irregularidades (en especial de ritmo), pero antes de llevarnos las manos a la cabeza llega el clímax y la dignidad de nuestro Indy es restaurada y con ella, el equilibrio. Todo ello sin perder de vista lo construido por Spielberg (eso es, amigos, la estructura sigue cumpliendo los viejos patrones). El conflicto de esta película pasa por hacer las paces con este presente decadente y dejar el pasado atrás al más puro estilo Timón y Pumba, lo cual me lleva a extrapolar la situación a la propia industria, tan aferrada igualmente a su mejor época. Si el protagonista del ayer pudiese elegir quedarse ahí, a lo mejor hasta retrocedería más, pues está más hecho para lo que ha conocido toda su vida que para lo que no; basta con ver las razones por las que medio Hollywood se manifiesta hoy. Por eso me parece tan maravilloso e inteligente que el objeto legendario elegido para esta trama sea uno relacionado con el tiempo. Por una vez, aunque parezca mentira, los deseos de ese protagonista y el antagonista de turno (caracterizado con la frialdad marca de la casa Mikkelsen) coinciden, cada cual con su punto de vista. El acierto de este desarrollo es que culmina hermosamente el viaje del héroe. Indy empatiza con la generación que le vio nacer, pero, como se ve durante su clase, no termina de conectar con la nueva, ni en la película ni en la taquilla. Y es una pena, sobre todo cuando logra levantarse tras el trompazo anterior (hablando por los demás, claro, porque yo sí rompo una lanza a favor. Quizá no tan legendaria como la Longinos, pero es una buena lanza). Tal vez los jóvenes no estén preparados para este profesor aventurero, antaño un entusiasta de su materia, hoy un hombre de luto con ganas de descansar. Es comprensible: no quieren llorar situaciones que les quedan lejanas, quieren pasarlo bien. ¿Y qué mejor que con una coprotagonista carismática que añade un contrapunto jugoso? Helena Shaw: la heredera que todos queremos Helena es todo lo que me gusta de los personajes de este siglo: una antiheroína con sus principios, ladrona, magnética, con gran labia... La presencia de Phoebe Waller-Bridge lo es todo para levantar el ánimo a un viejales zoquete y, de paso, a los espectadores. Es introducida como una contraparte al concepto de Indy; ambos entienden de historia y mitología, pero lo que uno quiere mandar al museo, la otra quiere venderlo. Si a ello sumamos la relación personal que les une... Helena es más escurridiza y menos solidaria que Mutt, pero igual de rebelde, el tipo de personaje que admiras o te irrita, una superviviente. Y es inevitable pensar en Indy como su padre, su tutor legal, su mentor... No lo es, pero es lo que va surgiendo, como si todas sus esperanzas estuvieran depositadas en esa joven desviada. Corregirla, inculcarle respeto, es una misión tan importante para él como completar y proteger el dial, porque Helena no es una simple aliada accidental: es el futuro. No es un personaje de relleno en la trama, sino que tiene el propósito de determinar si esta continúa o no, pues ya hemos concluido que esta década a Indy y sus viejos valores le vienen grande, mas no a un personaje tan gris y moldeable como Helena. No es difícil imaginar dentro de un par de años una serie en Disney Plus protagonizada por ella y su joven compinche (una reminiscencia de Tapón), pero si acabará tomando el testigo o no es algo que aún permanece en el aire. Cuestión de balance
Indiana Jones y el dial del destino expone ejemplarmente la inflación a la que ha llegado Hollywood por su ambición y su negación a mirar al futuro desde el presente en lugar desde el pasado. Injustamente le ha tocado el año y el semestre fatalista para las grandes producciones, que no dan ni un solo respiro al espectador deseoso de ahorrar, pero a su vez es una llamada de atención para todos aquellos que siguen creyendo que la nostalgia es el reclamo principal. Que una franquicia evolucione es natural, por lo que no es un delito volver a las mismas historias cada x tiempo para revalorizarlas y modernizarlas audiovisualmente. El problema es cuando llegan los desajustes, cuando crees que la generación de una década ama los mismos relatos que sus padres o sus abuelos y encima les das una media hora extra que no ayuda a perfeccionar el guion, sino solo a lucir un presupuesto exagerado. La realidad es que muchos de estos revivals son (o serán) de culto porque van dirigidos a los fans originales, mientras que para el resto solo son una muestra de una antigüedad en un museo que puede interesarles y llevarles a investigar o dejarles indiferentes. En este sentido, la veo tanto como un chicle estirado innecesariamente como una transición legítima para que, si de pronto llega la serie de Helena, a nadie le sorprenda o rechine porque ya hemos visto la ceremonia de abdicación y coronación en la gran pantalla (como debe ser). Es una buena técnica para calmar los ánimos a los puristas por parte de la misma compañía que quería reiniciar Piratas del Caribe sin el Jack Sparrow de Johnny Depp. Dejando a un lado la política empresarial de los ratones, es un largometraje estupendo, muy entretenido (buenos gags), con una resolución que tira más a la ciencia ficción de El reino de la calavera de cristal que a la fantasía de la trilogía (para todos los que se quejaban de esa fumada) pero que sin duda cumple con el protagonista y le da una despedida digna. No es perfecto, tiene partes estúpidas o inconclusas, pero, hablando como fan in extremis y no de toda la vida, las pelis anteriores también las tienen, así que, por lo que a mí respecta, le doy entre un 8 y 8,5, que una quiere ver más aventuras así en el cine y el streaming actuales, coñe. Lo mejor: ver por fin mi ansiado desarrollo de personaje, el evento histórico mítico escogido, Helena, los easter eggs sutiles, el prólogo y el buen antagonista que siempre es Mads Mikkelsen (aunque al final se espachurre). Lo peor: lo poco que se aprovecha a ciertos personajes o actores (cof, Antonio Banderas, cof), el ritmo del segundo acto y el exceso de metraje en las secuencias de acción. También falta Spielberg y se nota un poco, pero Mangold era el sustituto que pedía este cierre. Post de Naiara Salinas Se habla de carrera para muchas cosas: para los estudios, para las profesiones, para los premios... El universo nunca se detiene y el tiempo parece que no corre, sino vuela. En una época en la que el consumismo es cada vez más voraz, creadores y consumidores acceden a los productos con más impaciencia y superficialidad, sin permitirse a veces disfrutar del trayecto, sin recordar que una carrera se compone de varias fases y que es tan importante la velocidad como la resistencia. El DCEU concebido hace una década ha estado inmerso en una carrera de fondo agónica (con sus intersecciones afortunadas) que atraviesa por fin su última fase. The Flash es la película que, en términos tanto de cronología como de guion, marca ese acelerón esperanzador nada más atisbar la meta, el subidón de adrenalina que te da ser consciente de estar en la última etapa, un esfuerzo final antes de reiniciar y dar por zanjado este accidentado camino lleno de cuestas, tropiezos y buenas vistas (para colmo, no solo a grandes rasgos, sino también en cuanto al propio viaje que ha atravesado el filme, que parecía que nunca iba a salir). Resulta hasta poético, ¿no creéis? Esta metáfora para referirme al superhéroe más rápido de DC me parecía ideal por más de un factor en relación con las expectativas y el resultado obtenido. No necesariamente es el gran momento para empezar a replantearse el próximo curso de acciones porque lo importante aquí es cruzar la meta y pensar mucho nos puede distraer de ese objetivo. Como bloguera que ha estado muy inmersa en cada polémica en torno a esta producción, no puedo sino gritar a todo pulmón: «¡Corre, Flash, corre!» Fase uno: puesta en acción Como he abierto el melón, antes de meterme en materia voy a profundizar en su historial: cambio de guionistas, cambio de directores, cambio de productores ejecutivos, retrasos, reshoots... Con tantas idas y venidas, parecía que la película estaba sufriendo un flashpoint interno y que Ezra Miller era un velocista de verdad que la estaba liando parda al viajar por el tiempo... del rodaje. Sabiendo eso, para mí el éxito de este largometraje no radica en su taquilla (bueno, también), sino en el hecho de que esté en taquilla, de que haya entrado en la carrera. Puede que de cara al público general este sea el único objetivo, porque hasta ahora parecía que su gran obstáculo era estrenarse, no captar a los fans, pero Flash había quedado como una gran cuenta pendiente dentro del Snyderverse. Tras convertirse en el personaje con más cameos a lo largo de las series y películas de DC, contando incluso con una participación en el desprestigiado Arrowverse, lo justo era situarlo al fin bajo el foco, dejarle el protagonismo y aprovechar su trama para realizar un barrido completo y despedir a la Liga de la Justicia original. La excusa era muy buena, tanto, que quizá por eso han peleado tanto por sacarla adelante, porque si no era el flashpoint, ¿qué? Ni siquiera Aquaman 2, que se supone que es el punto final (el cruce de meta, por seguir con la metáfora), va a aportar tanto a la causa. Para muchos todo lo que es a.J.G. (antes de James Gunn) ha perdido sentido y no es más que migas para los snydictos, con lo que ¿por qué hacerle caso? En ese sentido, esta película ha tenido la mala fortuna de estrenarse en periodo de transición tratando de jugar un rol relevante que ya nadie es capaz de reconocer. Eso repercute en el tiempo de reacción del filme. Este, en física, es el que hay entre la llegada de un estímulo y la ejecución de la respuesta motriz. El argentino Andy Muschietti cogía hace unos años las riendas de un proyecto desbocado parar tratar de domarlo y que respondiera al pistoletazo de salida. Y su arranque es bueno, muy bueno. Cierto es que The Flash se permite muy poco descanso, es muy nerviosa, pero algo en lo que nadie puede negar que cumple es en el trato a su protagonista. La filosofía de Muschietti se resume en «Barry lo primero» y, si no hay nada garantizado, por lo menos que se disfrute un poco (aviso: me voy a centrar sobre todo en la parte narrativa, porque de la técnica... poco hay que salvar; ahí creo que estamos todos de acuerdo). Así, el primer acto es una introducción estimulante y sentimental. La película se aborda desde la esperanza, la duda y la impaciencia del personaje por arreglar su trauma infantil. Él ya sabe que puede viajar en el tiempo porque lo ha hecho antes. Es un Barry intentando reconstruir a su familia desde el pasado, vive en un bucle. Fase dos: aceleración Tanto la dedicación de Ezra Miller como la de Maribel Verdú (que ocupa el eje central de la trama) en sus respectivos roles es notable y el lazo entre ambos proporciona la conexión emocional que busca el espectador. Muschietti, valga el chiste, no pierde la dirección al respecto, lo que es de alabar teniendo en cuenta la complejidad del asunto (aunque estamos tan acostumbrados ya a las ramificaciones del multiverso en el continuo espacio-tiempo que ni los espaguetis nos hacen falta para entenderlo). El desarrollo de este Flash que ha pasado por tantas manos es icónico, ante la singularidad de ver interactuar a dos versiones opuestas, una fruto del sufrimiento y otra, del amor y la sencillez, sin que ninguna pierda su carisma particular. Esta interacción brinda los momentos más divertidos (y aquí aplaudo a nuestro actor de doblaje, Masumi Mutsuda, por el currazo a la hora de transmitir este caos enérgico y separar divinamente ambas personalidades). Más allá de los Allen, sin embargo, la cosa queda algo atropellada o inconclusa, lo cual puede generar confusión no solo en el fan dcista, sino (sobre todo) en el espectador común. En otras palabras: cuando nos desligamos un poco del hilo argumental, el filme da la impresión de ser un peluche viejo con parches por aquí y por allá de distintos colores, o un río con afluentes no señalados en el mapa. Es más, parece que han intentado camuflar ese detalle, pero es evidente que no lo han logrado. Por tanto, donde debería ser un cierre en regla, se abren caminos que posiblemente queden inexplorados, lo cual genera lagunas en un guion que es sólido y coherente en lo interno (lo más importante), pero no así en lo externo, ya que su promesa de continuidad, cuando ya sabemos lo del reinicio del DCEU, resulta muy floja y casi un mal chiste. Fase tres: velocidad máxima ¿Dónde quedan Michael Keaton y Sasha Calle, entonces? Tanto el regreso del primero como la presentación de la segunda son muy buenos, pero en este punto guion y montaje van muy acelerados y se comen a Supergirl, cuya presencia es magnética, muy en la línea de la nobleza de Henry Cavill, pero cuenta con tan escaso desarrollo que dan ganas de pedir un spin off (cosa que igual es demasiado a estas alturas). Keaton, por su parte, juega con la ventaja de ser un Batman integrado en la cultura popular desde hace tiempo y es la excusa perfecta para que Muschietti se recree en la nostalgia y juegue con los elementos oscuros en torno al personaje (lo suyo, friendly reminder, es el terror). Al margen del tiempo dedicado a cada uno, con ellos el segundo acto va progresivamente hacia arriba, anticipando lo que podría ser un gran clímax... Fase cuatro: resistencia a la velocidad
La resistencia a la velocidad es lo último que sucede en una carrera, cuando una vez que has pillado el ritmo debes mantenerlo el mayor tiempo posible. No me parece que The Flash tenga problemas de ritmo (ni de tono), pero el desglose de acción tampoco parece ser lo suyo y seguramente el canal de Agujeros de Guion tenga unas cuantas cosas que decir del tercer acto, que en comparación con los anteriores descuida todo lo que no sea Barry. El clímax es el peluche con parches definitivo, desde la batalla hasta el final. He visto opiniones muy dispares al respecto y es una pena que detrás de las cámaras tampoco exista una decisión unánime sobre lo que mantener y no. Este final es una dispersión de acción con doble antagonismo que se queda a medias. Lo que hasta ahora había ido bien se marca algún tropiezo, pero la marca prevalece y a los seguidores de toda la vida les gustarán los guiños. Barry culmina su viaje con emoción y los que se aferran aún al Snyderverse apreciarán el cariño, aunque todo vaya sonando a despedida, una, además, firmada por diferentes integrantes (porque lamento señalar que el estudio ha intervenido notoriamente, lo que para mí es un error garrafal). La escena final, por cierto, es marca Gunn del todo. CONCLUSIÓN: si estos fueran otros tiempos y DC estuviera mejor posicionada esta película no hubiese sufrido tanto como lo está haciendo. Puede gustar más o menos, pero tiene ingredientes más que suficientes para que la experiencia sea entretenida, a pesar de ese CGI deplorable que, sea decisión creativa o no, merece una revisión de cero. Es una película que por sí sola funciona correcta, pero como parte del DCEU y, más en concreto, el Snyderverse, es otra promesa incumplida, una campeona que se marca un sprint desesperado, casi jadeando de lo que le ha costado, sin darse cuenta de que el público general ha perdido el interés en su avance, por unas causas u otras (la más grave: la mala organización, que es la que define el lugar que ocupa en el entramado de DC). Aunque me atrevo a alegar que no solo ocurre (y ocurrirá) con los productos DC: podría detenerme a reflexionar sobre el agotamiento que se percibe en torno a los superhéroes (con excepciones muy aplaudidas en ambas casas, ojo), pero eso me llevaría a un trabajo de fin de grado. El germen puede que se encuentre en la confusión respecto al target. ¿A quién quieren agradar? Porque da la impresión de que, en lugar de ser abiertas, las películas cada vez se concentran en nichos más especializados. No contar con los espectadores que no devoran cómics, series o que no llevan siguiendo tanto tiempo el cine de superhéroes a la larga es un error y por eso quizá los easter-eggs ya no supongan la apuesta segura (ni los trailers detallados, ya de paso). Dejo eso como reflexión y zanjo con que aunque el Flash de Muschietti no sea perfecto, tampoco es un desastre como parecía y desde luego se merece una oportunidad. Por eso la premio con un 7. Lo mejor: la primera secuencia, el equilibrio entre humor, acción y drama, la interacción entre los Barrys, la química entre los Allen, el casting de Sasha, los guiños de Keaton, el manejo de los poderes y el desarrollo del Barry protagonista. Lo peor: el CGI, el desaprovechamiento de los antagonistas y de Iris (mucha insinuación, poco desarrollo), la ausencia de ciertos cameos (ejem), algún diálogo muy pobre, la escena post-créditos (muy sin más, no aporta nada) y que se queden cuestiones abiertas esperando que se concluyan en un futuro que puede que no llegue y, por tanto, frustre a los fans. Post de Teresa Antón y de Rosana RábagoVuelve lo mejor de Marvel y no nos referimos a los Guardianes de la Galaxia (aunque los amamos), sino a que con esta tercera entrega James Gunn nos ha devuelto la mejor Marvel, la esencia que nos ha hecho adictos a sus películas y series y hay un consenso general de que a todos los fans nos está encantando. El pasado jueves pudimos disfrutar del fan event que se organizó en Madrid (hilo de Twitter aquí) y hoy os traemos la crítica sobre qué nos ha parecido la película SIN SPOILERS y ya sabéis que nos ha gustado, pero también tenemos algunas quejas. Preparen sus emociones para una experiencia llena de acción y momentos inolvidables con una película que cierra con broche de oro una trilogía emocionante. Si bien la segunda parte no nos enamoró tanto, aquí se han resarcido de ello y estamos encantadas. El guión tiene un buen ritmo, juega con la introducción de flashbacks que lejos de cortar la historia, aportan más en su desarrollo. Poco a poco nos introducen una historia a base de pequeñas píldoras que encajan perfectamente con el momento de la película y van añadiendo más dramatismo e intensidad en la trama. Por otro lado, la trama principal tiene una arranque correcto que pronto encuentra su ritmo y nos va presentando al villano, sus motivaciones y a nuestros guardianes en su plena esencia. Las escenas de acción son absolutamente maravillosas y destacan en toda la película. La coreografía y las secuencias son brutales y conforme nos acercamos al final solo mejoran. En cierto momento hay una secuencia de acción que yo (Tessa) fácilmente vería en bucle porque soy fan de las escenas de acción en las películas y aquí esa es perfecta (o casi perfecta, pero luego hablamos de ese casi). Ahora pasemos a los personajes porque hay mucho de qué hablar. Con Infinity War nos dejaron a este grupo en un momento complicado, con el grupo roto y un poco en declive. Habían conseguido ser los guardianes que querían, pero la pérdida de Gamora había roto el equilibrio que mantenía al grupo. En esta película muestran muy bien las consecuencias de esto, tenemos una evolución muy buena de los personajes que nos asienta las bases para su futuro. Quizás aquí destacaríamos para mal a Peter. Comienza deprimido, pero es una depresión que nunca antes habíamos visto y que, literal, le dura los diez primeros minutos de la película. Es cierto que durante el resto del filme vemos cómo intenta recuperar a su Gamora y que poco a poco acepta a esta nueva versión pero no quita que a mi (Rose) me pareciese algo atropellado su momento más sensible. Una de nuestras mayores preocupaciones era Gamora y su trama. Yo (Tessa) no soy especialmente fan de este personaje (Rose sí lo es), pero he de decir que aquí lo han hecho muy bien con ellal. James Gunn ha sabido tratar el tema de la variante en su historia con mucho tacto. No apresura las cosas, sino que da una historia y una evolución verosímil para un personaje al que ha reseteado la historia y tiene que volver a desarrollarse. El resto juegan con ventaja, llevamos películas de desarrollo de personajes, pero ella está empezando casi de cero. Y es un cero que nos encanta. La vemos regresar a una versión de Gamora que se asemeja muchísimo a la de la primera película pero dejando claro que, por mucho que el resto de los Guardianes lo deseen, ella no es su Gamora. El resto de los Guardianes también tienen una buena trama, volviéndose más reales tal vez. Destaca Rocket, como esperábamos, del que ya conocemos más de su historia de una manera en la que terminan de cerrar su crecimiento y desarrollo hasta el momento. Una historia que, aunque nos parece terrible, esta relatada de una forma espectacular y, podríamos decir (entiendase la diferencia) que muy bonita. Es imposible no emocionarse cada vez que veíamos un flashback y que no quisiéramos tanto como lo hacía Rocket a Lylla, Dientes y Suelo. Mención aparte para Cosmo y Kraglin. A pesar de estar separados del resto de los Guardianes durante casi toda la película sus apariciones prometían momentos de lo más cómicos que aliviaban toda la emoción que, en líneas generales, rodeaban la película. Y os prometíamos quejas, así que aquí viene el mayor fallo en esta película: Warlock. El personaje interpretado por Will Poulter se siente innecesario y decepcionante. No logra conectarse con la trama principal de manera satisfactoria siendo la mayor decepción. No sabíamos nada del personaje, pero esperábamos algo más a un villano o a un antiheroe al menos y aquí es como que no saben qué hacer con él. En los pocos momentos donde se pudo arreglar su historia, no lo hacen. Acabas con la sensación de que si quitas al personaje de la película, no cambiaría nada. O de que Warlock sólo ha sido una mera introducción, algo que pronto podría ser más pero que aquí, simplemente, no ha servido para nada en concreto. Más allá que para acabar K.O. a manos de cualquiera de los Guardianes en cada encuentro que tenía con este variopinto grupo. En cuanto al villano, el Alto Evolucionador resulta un personaje genial que nos recuerda en parte a Thanos. Son personajes con una idea clara de cómo debería ser el mundo para ser mejor y ambos están dispuestos a todo por conseguirlo. Tal vez le faltaba un poco más de carisma, pero es cierto que no todos los villanos tienen que enamorarte (creemos que en un principio ninguno debería hacerlo, pero nadie ha dicho que estemos bien de la cabeza). Juega en la línea entre genio y locura y te deja odiarle a gusto, disfrutas de tu odio hacia él. Es un personaje con fuerza, muy bien interpretado y que podría funcionar como un villano más grande en el universo Marvel. De hecho, no entendemos como no es él y si Kang el villano de esta Fase. En cuanto a las emociones, esperabamos llorar más, pero la película sigue siendo emotiva en su conjunto. La historia está bien planteada y organizada, lo que permite que los momentos emotivos tengan un impacto significativo. Aunque no alcancé a soltar todas las lágrimas que esperaba, porque os juro que a mí se me había prometido más drama y, como llorona que soy (Tessa again) estaba preparada para deshidratarse ahí, pero no alcanzó ese punto. Es cierto que las expectativas jugaron conmigo aquí, por lo que en parte es culpa de ellas. Por último, volvemos a otro punto que mencionábamos anteriormente: la música. Cuando hablaba de que ESA escena es casi perfecta diría que habría sido mejor con otra música. En general para ser una película en la que sus antecesoras se han destacado del UCM por su BSO, aquí no han sabido escoger tan bien las canciones. Las otras tenían canciones muy famosas y épicas que tenemos grabadas en nuestras mentes y en esta, si bien no son malas y algunas incluso son muy buenas, no han conseguido el nivel de las anteriores. Incluso diríamos que en algún caso habríamos elegido otras. Igualmente en conclusión es una película que se disfruta en la pantalla grande y que tenemos ganas de revisionar. Hemos amado el cierre que le dan y dejan un futuro interesante para los personajes. PD: Recordad quedaros hasta el final, porque la película trae dos escenas post créditos que tenéis que ver. Nota de Tessa: 8.5/10. Nota de Rose: 9/10. Nota media: 8.75/10. Post de Teresa Antón y Rosana RábagoEl pasado domingo 12 de marzo pudimos asistir al fan event de Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones, la nueva película basada en el famoso juego de fantasía. Y, entre espadas y butacas de cine, pudimos ver una película que está hecha para ser disfrutada y de la que os hablamos a continuación. Eso sí, colgando el cartelito de SIN SPOILERS. ![]() En la era del streaming, cada vez seleccionamos más cuidadosamente las películas que queremos disfrutar en la pantalla grande. Elegimos largometrajes con una dirección magnífica, con una fotografía bonita, con efectos especiales asombrosos y, por supuesto, aquellas de las que tenemos tanto hype que no queremos esperar unos meses a su estreno en alguna plataforma. En definitiva, elegimos películas que SE MERECEN ver en pantalla grande y dejad que os diga que Dungeons & Dragons, es una de esas. La película nos adentra en el mundo de fantasía del mítico juego Dragones y Mazmorras, nos lleva a una historia de aventuras que mezcla épica, acción y humor en una fórmula que funciona muy bien ante el espectador. Y, como toda gran historia de épica, presenta un universo tan rico visualmente que una pantalla de cine es lo que se necesita para apreciarlo. La historia lo tiene todo, un padre que ve como su familia se desmorona debido a malas decisiones del pasado, personajes que se aprovechan de la desgracia de otros, jóvenes talentos cuyo potencial desconocen, amistades épicas y entrañables, tesoros y como no, tanto dragones como mazmorras (aunque de estos últimos podríamos haber tenido algo más). Probablemente, lo mejor que podamos decir de esta película es que está hecha para que la disfrutes. Tal vez no sea la más profunda, ni la más compleja, pero no es su intención. Lo que sí consigue es que pases un buen rato, te relajes y te sumerjas en la historia. Y a veces, eso es todo lo que hay que pedir a una película, que te deje pasarlo bien. Y dejadnos decir, Dungeons & Dragons lo cumple a la perfección. Los gags sacan una sonrisa tanto a los niños como a los adultos pero sin perder un toque emotivo porque, un juego de rol como este también provoca eso en la vida real, tanto risas como alguna pequeña lagrimita. La historia cuenta con varios personajes que, como si fuera una partida, se complementan entre ellos. Así tenemos a cada una de las piezas de la partida y ver la película es como ver una campaña ocurrir con distintas etapas (nosotras la dividiríamos en 3 partes) hasta llegar al final de esta. Transmite las vibes del juego, pero al mismo tiempo ofrece una historia muy entretenida al espectador. Como mencionabamos, la historia tiene unas tres partes que corresponden más o menos a tres “misiones” que cumplir, unas de más acción y otras implicando más aventura de la búsqueda. Y esto es algo que nos ha gustado, está muy bien dividido, ya que habitualmente el “viaje” es un tema recurrente en la fantasía, pero que muchas veces se hace un poco eterno. Aquí lo sitúan en el medio, ofreciendo una introducción vistosa, con una breve misión, y una parte final más competitiva y de acción. Por otro lado, con un reparto lleno de caras conocidas (Michelle Rodríguez a quien disfrutamos en el spin-off de The Witcher; Chris Pine; el duque René Jean-Page de Los Bridgerton cuya aparición, aunque breve, nos pareció deliciosa y Hugh Grant, entre otros), los personajes están todos muy bien definidos y la mayoría de ellos destacan por su carisma. A nuestro parecer, el “villano” se ha quedado un poco flojo y tal vez habría apreciado algo más oscuro, pero reconoceré que el tono de la película es bastante ligero y familiar, por lo que algo así no habría encajado bien. Y ya que hablamos del tono familiar, esta es una película con mucho humor. D&D no nos ofrece solo una historia de aventuras, sino que juega con algunos de los tópicos más clásicos del género para reírse de ellos en clave de humor. Sin llegar a menospreciar los clichés, podemos ver cómo hace lo que podría ser metahumor al reírse del propio género. En cuanto al lore, podemos ver un mundo espectacular con escenarios y vestuario para enamorarse, un montón de criaturas diversas, distintos tipos de magia… En general, tenemos un mundo muy completo, que nos hubiera gustado conocer más. Como no somos jugadora, pero tendemos a ser más exploradoras que competidoras, nos encantaría una guía que extendiera más de esta película. Y, definitivamente, queremos una segunda parte. En conclusión, Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones es una película muy entretenida, que funciona para ver en familia o con los amigos. Nos presenta una historia autoconclusiva en un mundo rico de magia y fantasía que bien podría darnos una segunda parte con una nueva “campaña”. Una segunda parte de la que, desde ya, queremos más. Y eso que, os lo confesamos, las películas y series anteriores basadas en este juego nunca nos habían convencido. Pero esta sí. Así que, amantes del juego y de la fantasía, si lo que queréis es pasar un buen rato y disfrutar de este juego de rol de una forma distinta pero, al fin, muy lograda, guardad el 31 de marzo en los calendarios para ir a disfrutar de Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones. Creednos, no os arrepentiréis. P.D.: Quedaros a ver los créditos, la música y el montaje merecen la pena. ¡Y hay escena post-créditos (eso sí, aclaramos que solo una)! Un dato muy relevante para que os quedéis en la butaca unos minutos más y disfrutéis, igual que hicimos nosotras, de los últimos minutos de una película que, esperamos, sea la primera de una productiva saga que ya tiene confirmada una serie en Paramount Plus. Habrá que ver que funciona. Por el momento, solo podemos aseguraros que queremos más. Post de Naiara Salinas y Rosana Rábago El pasado jueves 16 Disney y el Corte Inglés nos dieron la oportunidad de ver Ant-Man y la Avispa: Quantumanía en primicia. Rodeadas de influencers, compañeros, amigos, palomitas y una voz legendaria nos sumergimos con gusto en el Reino Cuántico como si de una novela de aventuras de Julio Verne se tratase para despedirnos de un viejo amigo. La tercera entrega del «hombre hormiga» supone no solo la última de este icónico Vengador, sino también el inicio de la fase 5 y la presentación en condiciones del nuevo súper villano al que tendrá que hacer frente la nueva generación de superhéroes. Una gran misión tenía esta película para con su público marvelita. ¿La cumplió? Veamos... Scott Lang y Hope Van Dyne a la Verne salpicados de salsa Lucas Ant-Man y la Avispa siempre ha girado en torno a las posibilidades de la ciencia cuántica: encogerse, agrandarse, todo lo que nuestros átomos pueden hacer, de dónde vienen... En Marvel abundan los cerebritos, es como si formar parte de este universo viniera con un título de la disciplina más rara que se te ocurra en una caja de bombones. Es de agradecer que exista gente con la que podemos identificarnos porque dominan entre cero y menos diez el tema, y ahí entra Scott, el honorable padre de familia, ladrón ex presidiario y ahora también escritor. Puede que lleve doble vida, pero aporta normalidad a una franquicia donde no tenemos más remedio que creérnoslo todo (sonreír y saludar, dirían los pingüinos de Madagascar). ¿Cuál es su rol en todo esto? Fliparlo en colores, como nosotros. ¿Qué es lo guay de Quantumanía? Que, para variar, no está solo: los demás también alucinan como nunca, porque la trama da un salto mayor en su concepto y nos muestra por qué la ciencia ficción no puede desligarse de la fantasía y las novelas de aventuras decimonónicas. Así, la primera mitad de la película se empapa de todo ese carácter al presentarnos el reino del tamaño de nuestros átomos que te dará esperanzas de poder estar viviendo en una Tierra Media en tu escritorio. Como si hubieran robado la sinopsis de Cariño, nos hemos encogido a nosotros mismos pero a lo grande (o ultra mini, según se mire), la hija de Scott, Cassie, la lía con cierta máquina y acaban todos absorbidos por ella con pasaje directo al Reino Cuántico, donde hay amenazas en cada partícula. Si bien este espacio se nos presenta muy apresuradamente (más de lo que un/a fanático/a/e de los lores querría), basta para dejar una buena vibra y ganas de seguir explorándolo, pero no nos engañemos: aunque el Reino Cuántico da mucho de sí, la trama sigue avanzando y parece ser lo único verdaderamente importante, no la impresión que dejan los nuevos personajes en el espectador (aunque la mayoría caen bien). A favor juega la división (Julio César estaría orgulloso), pues teniendo a los protagonistas ubicados en dos puntos distintos se puede abarcar más y la acción y los giros nunca cesan, adentrándonos en una segunda mitad muy bélica, muy revolucionaria y muy... ¿galáctica? Ya somos varios en internet los que hemos mencionado el parecido con Star Wars, no solo en cuanto a la forma, sino el contenido, pero en el caso de Marvel es un súper cumplido, ¿o nadie más recuerda la referencia de Capitán América: Civil War cuando Spider-Man se enfrenta a Ant-Man? Es más, Quantumanía tiene un gag oportuno sobre estos dos al principio, como si te dijeran: «Acuérdate». Lazos más Lang y menos Van Dyne En cuanto a los personajes, vemos mucho poder femenino. Y nos encanta, aunque quizás a cierto tipo de espectador pueda rascarle un poco que de repente todas las superheroínas que nos presenten sean mujeres (si repasamos tenemos a Riri Williams en Black Panther: Wakanda Forever como la futura Ironheart; a Kate Bishop en Hawkeye; a Yelena en Black Widow; a Kamala en Ms. Marvel; a Jennifer Walters en She-Hulk y ahora a Cassie en Ant-Man y la Avispa: Quantumanía). Pero, dato aparte, la evolución de casi todos los personajes va en ascenso. Es verdad que, a excepción de Janet, la familia Van Dyne tiene escaso desarrollo y de hecho tenemos a Hope con muy poquitas líneas en esta tercera entrega. Sabemos que es la mandamás de la empresa de su padre, que siempre es el punto de apoyo para Scott y que se ha convertido en una especie de madrastra comprensiva para Cassie. Fuera de eso, poco más nos aporta su personaje y da pena porque tanto Ant-Man y la Avispa como Vengadores: Endgame nos prometía mucho más de ella. Justo lo contrario sucede con el padre: está ahí casi como mero capitular pero, al final, y al igual que en el resto de entregas de Ant-Man, su conexión con las hormigas será de lo más necesaria para la película y nos dará el toque cómico que buscamos en esta saga. Sobre Cassie, el cambio de la actriz sienta bien. Es verdad que el despido de la anterior intérprete nunca se justificó (más allá de por hacer algún que otro spoiler) pero la nueva Cassie llega pisando fuerte. La relación que mantiene con Scott es de lo más tierna y vemos cómo evoluciona y cómo ella intenta estar a la altura de su padre. Además, su temor a perderle tras lo que pasó anteriormente es de lo más comprensible. Y ese lado rebelde nos encanta. Quizás vemos algo apresurada su presentación como una nueva versión de Ant-Man pero una cosa tenemos clara: podría ser una digna sucesora. El tiempo lo es todo Si bien Kang el Conquistador se nos presenta en su esplendor aquí, no resulta novedoso para nadie que en 2021 devorara la primera temporada de Loki, a cuya variante conocimos en los últimos episodios (y ya por entonces garantizaba el caos en el multiverso espacio-temporal). Kang es un ser que encarna el tiempo y a su vez lo manipula, lo cual lo vuelve peligroso por encima de las gemas del infinito en manos de Thanos porque todo en el UCM se reduce al tiempo: el lapso, los viajes al pasado, los flashbacks, las visiones de futuro... En casi todas las historias, los héroes deben arreglar el presente para evitar un futuro catastrófico y para ello terminan enfrentándose al pasado. Kang es todo eso. ¿Está su presentación a la altura? Por lo pronto, sí. El filme flaquea con MODOK, pero sí nos da una pincelada de lo que puede hacer Kang, cómo piensa, cómo interactúa, y basta para considerarlo una amenaza porque Jonathan Majors impone su respeto. Conclusión
Puede que Ant-Man y la Avispa: Quantumanía no haya sido lo que muchos esperaban, ese anuncio trascendental sobre la fase 5 cargado de valor (aunque sus dos escenas postcréditos alegan lo contrario porque, ¡diablos!, incluso los haters acabaron con el vello en punta), pero se mantiene fiel a la esencia de su trilogía y contiene aspectos mucho más memorables que su entrega anterior, pudiendo tranquilamente situarse en lo alto del podio. No olvidemos que no deja de ser una historia muy familiar llena del humor y la naturalidad que aporta un tipo bastante corriente, el amigo y vecino de la costa oeste de Estados Unidos, que se enfrenta a problemas laborales y familiares como cualquiera. Scott Lang le da frescura y hasta ternura a un UCM donde parece que todos tienen la necesidad de ser especiales, bien sea por su pasado traumático, su gran despegue, sus poderes ocultos, etc. Si algo nos ha enseñado Ant-Man es que lo épico no tiene por qué ser obligatorio, pero nunca es demasiado tarde para crecer. Así que nuestra nota final es un 8 (Naia) y un 7.5 (Rose). Lo mejor: Scott y Cassie dándonos una relación atípica de padre-hija adolescente cargada de amor, admiración y respeto mutuos; el Reino Cuántico; Kang y las escenas postcréditos. Lo peor: lo eclipsada que se ve Hope en toda la movida, la escasa aportación de cierto personaje nuevo y el CGI de MODOK. Post de Naiara Salinas «Bien, voy a acceder a algunas cosas bastante personales de mi vida, y va a ser bastante crudo, y creo que no está precisamente de moda la forma en la que los sentimientos del personaje van a estar tan expuestos». Eso fue lo que le contó el escritor (también guionista) Samuel D. Hunter a la revista Esquire durante la promoción de su última película, la cual adapta una obra de teatro homónima que escribió en 2011. Una obra que suponía el reverso de su propia historia de superación, una obra que valientemente buceaba en busca de su Moby Dick a través de la pregunta «¿qué hubiera pasado si no hubiese salido de esta?». Todos los escritores tienen tanto la obligación como la habilidad natural de conectar con sus demonios internos, de invocarlos cuando se trata de abrirse en canal para exponer el flujo sanguíneo del que se nutre un corazón que el imaginario universal siempre va a relacionar con los sentimientos, con nuestra parte irracional e incluso animal. Si no lo hicieran, aquello que pretenden conseguir jamás funcionaría, puesto que presentar lo que verdaderamente uno es implica mostrar la cara entera, no una mitad. Exponer nuestro lado oscuro desde una zona luminosa tiene un efecto mágico en la gente que se halla del todo en la oscuridad: le demuestra que todavía hay belleza, que no está sola, que se puede convivir con esa mitad y, más importante, que todo es normal y tiene sentido porque lo bueno se define por lo malo y viceversa. Incluso a los que se encuentran en la luz se lo enseña. Si conectamos con las historias no es por lo cercanas que se encuentran a nuestra realidad, sino por la verdad profunda que encierran. Por eso, la sinceridad, la honestidad, es lo único capaz de levantar a un profesor de escritura creativa obeso y en depresión. Y, por eso, una ballena ficticia es capaz de reunir a dos corazones perdidos mientras los testigos nos deshacemos en lágrimas, sin importar cuál sea nuestra historia. El poder de la ballena Todo el mundo que se adentre en La ballena esperará un relato crudo sobre alguien muy gordo, pero eso es tan solo rascar la superficie. El primer plano de Charlie (el protagonista al que encarna Brendan Fraser) es un fondo negro. Esa es su presentación: una voz que se dirige a sus alumnos desde una pantalla central sin imagen. Mediante un zoom hacia esa negrura, Aronofsky nos advierte de que la experiencia no va a ser agradable: vamos a zambullirnos, figuradamente, en un océano oscuro habitado por una solitaria ballena blanca que apenas tiene pelo, se viste con ropa holgada y necesita un andador y un gancho para manejarse por una casa donde hasta el suelo se convierte en un obstáculo cada vez que se le cae un objeto. A esa ballena, sin embargo, le quedan varios amigos, o más bien una: una enfermera (Hong Chao) que le visita todos los días para darle apoyo moral, vigilar su estado y alimentarle pero que es incapaz de contener su frustración por la situación. Luego entra en combate un joven misionero (Ty Simpkins) que decide que la palabra del señor es lo que necesita esa ballena para reavivar su espíritu, porque solo la fe mueve montañas y a Charlie apenas le queda. Para mí la película tiene dos puntos y el primero y más importante es la conexión entre individuos. Las personas entran y salen de nuestras vidas continuamente en diferentes grados de cercanía y a lo largo del metraje vemos cómo Charlie se divide entre marcar una distancia con su entorno para ocultar su estado y al mismo tiempo obtener una relación pura. Viendo cómo la vida se le va, decide que es buen momento para conocer a su hija adolescente, Ellie (Sadie Sink), que le odia por abandonarla a los ocho años y crear una familia desestructurada. ¿Qué es lo que tienen estas personas en común? Moby Dick. Porque la novela de Herman Melville, tal y como la interpreta el filme, no va de un capitán persiguiendo a una ballena de forma obsesiva, sino de sueños frustrados, como el de la enfermera que quiere salvar a su amigo y no puede, el del misionero que quiere que encuentre la fe, el del padre que quiere reconectar con su hija y sea mejor de lo que lo ha sido él y el de una hija que ansía recuperar su vida anterior. La dinámica entre los personajes se desarrolla de forma paralela al libro sin que se den cuenta, porque todos van en busca de quimeras y se autoengañan sobre ellas, ya que en el fondo desean algo más; de ahí la importancia de la expresión y pensar en «la veracidad de nuestros argumentos». Aunque en realidad el principal paralelismo con Moby Dick sucede entre los dos que más conectan con esa historia: Charlie y Ellie, que se persiguen mutuamente, se hieren y no cesan en su empeño. Ambos actúan como ballena y capitán a la vez. Ya que la trama también explora la psicología, añadiré que la ballena simboliza por lo general la profundidad emocional. Son varios los artículos que inciden en el vínculo entre estos animales y las emociones, son criaturas especialmente sensibles. Ser psicológicamente una ballena es vivir en sintonía con la compasión, la soledad, la creatividad y el crecimiento. Por lo que Brendan Fraser encarna a una ballena no solo por fuera, sino sobre todo por dentro. ![]() «Es una manera para mí, espero, de escribir cosas que tengan utilidad para la gente. Porque si hay algo con lo que estoy luchando activamente o he luchado activamente con eso, es probable que haya otras personas en el mundo que también lo hayan hecho o que hayan tenido experiencias similares y puedan autenticar esa experiencia a través de la lente de sus propias luchas» (Samuel D. Hunter) Darren Aronofsky y los trastornos mentales Poner semejante argumento en manos de un director como Aronofsky podía resultar tanto la decisión más acertada como la más arriesgada (teniendo en cuenta su último largometraje, Madre!), pero por suerte ha terminado siendo lo primero. Y es que, de todos los directores, este es el que más conecta con la psicología humana; cada película de su filmografía es la exposición de un trastorno (la ansiedad y la bulimia en Cisne negro; el histerismo colectivo en Madre!, etc.). Más en concreto, es especialmente bueno abordando el delirio mediante imágenes que deconstruyen lo coherente y lo convierten en un esperpento onírico. En otras palabras: convive mucho con el plano fantástico, recreándose en su horror o trascendencia espiritual con alegorías visuales que siempre van de la mano con las argumentales. Sin embargo, en La ballena es más sutil, la primera propuesta que le veo donde ese plano desaparece o no importa porque la alegoría se encuentra ya en una novela y es toda la herramienta que necesita para dar cuerda a este drama de personas emocional o vitalmente arruinadas. El buen ojo de Aronofsky nos ayuda a comprender el impacto de las acciones y las palabras de cada uno en los demás. Nos ayuda a bucear por ese océano acercando esa profundidad oscura a la superficie, donde la ballena puede respirar. Me atrevo a pensar que su decisión de enmarcar el metraje en un plano cuadrado clásico se debe a que nos está plasmando la vida como es: agitada, contradictoria, lastimera, hermosa, una lucha constante, amorosa, ácida, cruda, sensible, empática... No romantiza ni poetiza el sufrimiento, siempre trabaja con una escala de grises. Su manejo del asunto es tan acertado y tan equilibrado..., que es un delito que no se le haya nominado al Oscar. Porque por un lado está la fuerza interpretativa del protagonista, sí, que eclipsa cualquier participación extra, vale, pero, por otra, la labor directiva es la que realmente logra sacar el potencial de todo el reparto y de la historia encontrando el tono y el ritmo idóneos en un tiempo récord. Conclusión
La ballena nos resulta dura y emotiva porque es real, porque el discurso autodestructivo de Charlie nos recuerda al pasado de Fraser y ansiamos justicia poética para él igual que Liz para Charlie, porque Aronofsky, de la forma más humilde, se rinde al mensaje de Samuel y lo apoya con una composición armónica de sus elementos y porque conectamos con el deseo de sentir y recibir un amor verdadero, de encontrar el bien en la humanidad y servir a nuestro propósito de vida. De cada uno depende que ese sueño no se convierta en una quimera. Así que le voy a dar un 9,5 por la valentía. Lo mejor: Aronofsky, Fraser, Sadie (tan Max de Stranger Things ella), ver a Ty tan mayor y la redacción de Moby Dick. Lo peor: que igual las lágrimas te dificultan la salida del cine y que lo mismo necesitas un barco de verdad, no metafórico. Si esta crítica es la mitad de buena que la famosa redacción, daré mi objetivo por cumplido. Y ahora, a seguir viviendo. ¡Feliz 2023! Hace un año y dieciocho días inauguramos nuestro primer reto cinéfilo y, aunque estábamos predispuestas a una nueva entrega, determinadas circunstancias nos llevaron a replantearnos las cosas. No queríamos dejar a los participantes más entregados colgados, así que al final hemos optado por una solución sencilla y para todos los públicos: ¡un canal de Telegram! Se acabaron los repasos en directo en YouTube, pero creemos que esta vía puede ser más adecuada para construir la comunidad cinéfila que tanto ansiamos, donde cada mes compartiremos las películas que vamos descubriendo gracias a este reto, independientemente de si os unís antes o después, y donde esperamos poder interactuar más con VOSOTROS, lectores y espectadores, porque si no, no sería lo mismo. Como nos encanta incentivaros por supuesto que mantenemos sorteo para todo aquel que complete todos los meses, aunque realmente creamos este grupo por amor al arte, para que sigamos animándonos a salir de la zona de confort y descubrir nuevos mundos. Cada persona puede retarse a una cosa diferente por cuenta propia, pero a menudo ni siquiera sabemos qué puede ser esa cosa hasta que alguien nos da una idea. Por eso, aquí os dejamos las nuestras (sabemos que hemos sido unas ratas con enero porque os dejamos menos tiempo, pero, oye, por experiencia también sabemos que la gente espera al último momento para verse la película jiji, así que tampoco nos pareció un problema sin solución): Como veis, empezamos fuertecito, con un plato que no suele gustar: ver una película de por sí «mala», pero es que si no, no se puede llamar reto. Nosotras llevaremos control todos los meses como siempre en Telegram: haremos encuestas, recordaremos semanalmente el reto, daremos ideas, mantendremos conversación, haremos críticas... La única diferencia es que, insistimos, VOSOTROS también colaboraréis más activamente. El único requisito para participar será unirse al canal y comentar ahí cada mes qué película has escogido, qué te ha parecido y si la recomiendas en general. No será necesario ya twittear con el hastag #RetoCinéfiloAS23 porque entendemos que si te unes al canal creado solo para esto estás participando. Sin embargo, nosotras sí mantendremos el recordatorio del reto que toca en nuestro perfil: Si este nuevo modelo te convence, no esperes más: empieza a seguir el canal, que te acogeremos muy cálidamente.
Mil gracias a todos los que apoyáis esta iniciativa. Post de Naiara Salinas Si os habéis pasado por el top de series, ya sabéis que esto es más de lo mismo, con un nivel de dificultad extra porque he visto demasiadas pelis este año. En serio, demasiadas. Menciones honoríficas Entre mis doce afortunados, se encuentran (e, insisto, sin orden de preferencia)...:
Top 10 10. Djinn (Tres mil años esperándote) Un djinn es un ser mágico destinado a cumplir los tres deseos de todo aquel que frote su lámpara, pero este djinn en concreto se convirtió en siervo del y por el deseo. Bajo esa premisa empezó un interés que se fue agrandando conforme proseguía el relato de la criatura, que vive la historia de la humanidad a través de cada amo y va adquiriendo una conciencia cada vez más terrenal. Para ser alguien tan legendario, sufre y ama como cualquier persona, se frustra y zarandea sus barrotes en vano, grita y se siente ignorado por las circunstancias. Es un personaje que aprende gracias a su condición el poder de la voluntad y de la honestidad con uno mismo, y se emplea a sí mismo como ejemplo para transmitir esa idea a su nueva ama, la única que se niega a ejercer su derecho. Lo que vengo a decir es que lo más especial de este personaje es que nadie como él sabe la importancia del acto de desear como incentivo vital. 9. America Chávez (Doctor Strange en el multiverso de la locura) Dejando claro que Wanda era, es y seguirá siendo el mejor personaje de esta franquicia, la introducción de America fue de las mejores partes de una película que, aunque visualmente fue una locura, narrativamente se quedó un poco a las puertas de lo que quería conseguir. America es una joven vibrante que llena de energía el escenario y contagia su buen humor a pesar de sus inseguridades. Desearía verla confiando más en sus poderes y aprendiendo a dominarlos en lugar de dejarlo todo a la fe y al polvo de hadas, pero creo que lo importante de esta frase es que deseo verla en el futuro de nuevo, así que, Kevin Feige, hazlo posible, porque esta chica podría ser un arma de fuego en la próxima generación. 8. Margot Mills (El menú) Oh, vaya, ¿yo metiendo a Anya Taylor-Joy en un top? Quién lo hubiera dicho (nótese la ironía). La cualidad que me atrae de ella en este contexto es llanamente su sencillez. Margot es una chica del montón, quizá algo idealizada por su compañero (aunque sea falsamente). Tiene mucho sentido común y va con la verdad por delante. No le van nada las extravagancias y es la única que desentona en el juego macabro que tiene lugar porque es la única que no está dispuesta a seguirlo, así que encima es fiel a sus principios. Huele el peligro a distancia, con lo cual la quiero a mi lado en cualquier batalla, ya sea una fiesta normal o... una reunión como la de la película. 7. Pinocho (Pinocho de Guillermo del Toro) Esta versión es única, por cuanto que su creador es único. Este Pinocho busca llenar el hueco de su predecesor mientras obtiene conciencia de sí mismo y de qué clase de ser vivo quiere ser. Es como ese hermanito a la sombra del mayor que ansía el amor tal y como es, sin comparaciones. En cuanto empieza a aclarar su identidad, gana autonomía y desatiende su rol, pero no su función. Pinocho siempre se va a desvivir por su familia y sacrificará su felicidad (y hasta su vida) por ella, currando como un esclavo, sorteando todo tipo de obstáculos. Es difícil porque el mundo le pide que crezca y no puede por su condición, pero al mismo tiempo también desea ser un niño y vivir como los demás. No se puede en ese contexto tan desolador y tendrá que hacer de tripas corazón. En fin, que me ha tocado la fibra el pequeñajo. 6. Leonard Burling (El sastre de la mafia) Leonard se presenta como un hombre amable, sociable y servicial, un personaje aparentemente sencillo que no se mete donde no le llaman y se limita a responder a sus encargos en la sastrería, sea cual sea el cliente. No hace preguntas y eso le convierte en el mejor aliado. Pero solo aparentemente. En realidad es una cebolla cuyas capas se van pelando poco a poco, tramo por tramo, secuencia tras secuencia, hasta desenmascarar a todo un maestro no solo de la alta costura. Ver el proceso es mágico, os lo prometo. La historia de este personaje funciona como un ciclo y no quisiera desvelar más para quien no haya visto la película porque merece la pena llevarse la sorpresa. Avisados estáis. 5. Enigma (The Batman) Para todo aquel que se sorprenda de que un villano haya llegado a este puesto, un dato: Enigma siempre ha sido mi favorito del DCEU, por encima del Joker, por encima de Capitán Frío, por encima de Lex Luthor... Bueno, está bien, siempre no, desde Gotham. Verlo esta vez encarnado por Paul Dano ha sido una delicia, toda una experiencia. Matt Reeves se ha encargado de perfilar a un tipo al que es muy difícil contrariar, pues su motivación lo cierto es que es justa y hasta algo noble: desenmascarar las mentiras. Por supuesto, muy irónico que lo haga a través de una máscara, pero ea, en este universo abunda la hipocresía. Me encanta porque es muy meticuloso, observador, analítico, cuida el detalle... Todo un cerebrito que juega con la mejor de las armas: su inteligencia y su confianza. Sabe la verdad y sabe cómo emplearla para manipular a todo el mundo, buenos y malos. Usa métodos poco ortodoxos y quizá es lo único que lo identifica como villano, pero en nada de lo que hay detrás se le puede quitar la razón, lo cual lo convierte en alguien verdaderamente admirable... y peligroso. 4. Lee (Hasta los huesos) Bienvenido una vez más al ránking, Timothée. Es un placer tenerte por segundo año consecutivo, esta vez en un puesto más adelantado. Lee es como su compañera Maren y a la vez distinto. El matiz que me ha llevado a considerarlo para el top es todo su trasfondo. Lee no huye de lo que es, ha asumido que tiene que comer carne humana, pero trata de conservar humanidad lanzándose solo a por la gente deplorable, en plan justiciero. Posee un buen corazón, tan bueno que en su caso es él quien abandona a la familia para encontrar su camino, para protegerlos, porque se siente algo avergonzado por lo que podrían pensar de él y porque está traumatizado por los abusos del pasado. Chalamet ya es un experto integrando la oscuridad y la luz de sus personajes a partir de la rebeldía natural y el buen humor. Lee es un personaje muy trágico, pero cuando ama lo hace por completo, se desvive por los demás. Luca Guadagnino sabe sacar lo mejor de sus actores, lo tengo clarísimo, porque solo a través de ellos una trama que genera asco o repelús como mínimo se vuelve romántica y adorable. 3. Julie (La peor persona del mundo) Vamos con la persona que es el prototipo de ser humano: el que tropieza dos veces con la misma piedra, y tres si cabe, el que no tiene claro lo que quiere y vaga de aquí para allá, probando de todo, no destacando en nada, volviendo a probar, yendo de flor en flor... Hay cosas que Julie cree que tiene claras, sin embargo, hasta que no las tiene. Es una chica que decide eliminar la responsabilidad del autoconocimiento mirándose con los ojos de los demás, confundiendo amor y deseo y rompiendo muchos corazones. Pero lo importante es que la vida la va orientando y ella sola se descubre madurando y observando sus errores, cambiando de opinión varias veces. Julie es el quebradero de cabeza que somos todos por dentro y, en algunos casos, por fuera también, uno de los personajes más complejos que he tenido el placer de conocer. Querida Julie, no eres la peor persona del mundo: solo eres una persona y te mereces más paz. Por eso entras en el podio, enhorabuena. 2. Andrew (Bailando por la vida) Nadie me ha enseñado tanto a superar los problemas y ver la vida de forma positiva y apasionada como Andrew, el protagonista de una de las mejores películas del año. Apple TV+ ha sido un descubrimiento, por cuanto que sus series y sus películas han sido un descubrimiento. Es impresionante la de calidad que alberga en su contenido y este filme me tocó todo: la patata, la fibra, la mente... Creo que nunca había visto un largometraje tan sincero y con tanta alma y corazón. Cooper Raiff ha sido mi descubrimiento del año y creo que si su historia funciona tan bien es porque pone mucho de su propia experiencia en ella, como estudiante, como aprendiente vital, como hombre joven abriéndose hueco en el gremio... Normal que su Andrew resulte tan natural, para mí no hay ningún artificio, no se inventa nada. Es él, jovial, carismático, divertido y empático, un Peter Pan dejando un poco más de luz para los niños perdidos. Gracias, Andrew. 1. Kiri (Avatar: el sentido del agua) Kiri es un poco la versión na'vi y femenina de Andrew, así que también fue amor a primera vista. Kiri es una adolescente con muchísima sensibilidad que conecta con todo el cosmos de un modo único y ejemplar. Es alguien que ama la vida y cuanto la rodea, pero es joven, está aprendiendo y tiene sus altibajos, se pelea con sus hermanos, es algo burlona y cabezota. ¿Lo más increíble? Es Sigourney Weaver a sus setenta y pico reencontrándose con su yo de catorce años. No sé si es por este caso tan extraño, por su buena escritura o por su buena dirección, pero Kiri es especial y, por favor, ¿habéis visto qué diseño tan chachi? ¡Me encanta! Hippie como su madre. Kiri es la clase de ser que me invita a forjar una amistad con ella y también es lo que necesita no solo Pandora, sino la Tierra. Ojalá más personas escucharan con tanta profundidad a su planeta y su rico mundo interior. Y aquí concluye mi aventura escrita. ¿Qué sabor os ha quedado? Sé que es difícil, pero ¿coincidís en algún personaje? ¿Qué otro hubierais añadido? ¡Nos vemos en Twitter y en YouTube para el resto de tops!
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El diálogo cinéfilo de la semanaRuido de fondo
Jack: La sorpresa es infinita. Siento lástima por nosotros y por el extraño papel que desempeñamos en nuestras catástrofes, pero, a partir de un persistente sentido de ruina a gran escala, seguimos inventando la esperanza y aquí es donde esperamos: juntos. Acceso a Calendario CinéfiloArchivos
Agosto 2023
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